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OPINIÓN

Pecados y delitos

Francisco, el Papa, hizo una declaración con relación a la homosexualidad. Fue como una verdad repetida, indicando que tales prácticas no son un delito, pero dejó en claro que sea como fuere se trata de un pecado.

Por ANÍBAL GALLAY de EL MIÉRCOLES

Para el Derecho Canónico se trata de un pecado que violenta el sexto mandamiento. Para la Iglesia los delitos quedan en manos de la justicia civil.

Para el Derecho Canónico es un pecado. Así es, según la llamada Palabra de Dios.

Esta posición de la cátedra de Pedro no es nueva. Es lo de siempre. Contradecir las verdades religiosas conduce directamente a las llamas del infierno. Es el castigo merecido por ser homosexuales pecadores.

El Papa Francisco hizo una declaración relacionada con la homosexualidad, suponen algunos comentaristas que se trata de un concepto “progresista” dentro de los cambios que viene realizando la Iglesia Católica.

La cuestión de la homosexualidad como delito deberían dirigirse a un grupo de países, especialmente islámicos, que castiga cruelmente a los homosexuales. En estos países la religión está en el poder y sus sostenedores actúan en nombre de Dios. La propuesta es bastante sencilla. Dios ha hablado por medio de su profeta Mohamed. Esas verdades, escritas en el Corán, no pueden ser cuestionadas, ni debatidas. Se trata de obedecer. En la Iglesia Católica (y en el cristianismo en general) el esquema es similar. La Biblia es la palabra de Dios y quienes no obedecen son pecadores.

La Iglesia Católica ha perdido el poder político que ostentó durante siglos, si el Tribunal del Santo Oficio estuviera en pie y el Papa tuviera el poder político los homosexuales serían blanco fácil de las persecuciones inquisitoriales.

Caído o muy atemperado su poder, la Iglesia Católica no renunció a seguir controlando la voluntad de las personas de modo que sigue en pie el concepto de delito contra Dios, que en teología se denomina pecado.

El Papa Francisco dejó en claro que ser homosexual sigue siendo un pecado. Es decir, una transgresión a la ley divina, y sobre todo violenta la verdad y las reglas establecidas por Dios.

Los homosexuales se encuentran dentro del grupo de pecadores que ofrenden gravemente a Dios. Les queda: dejar la homosexualidad, abstenerse y arrepentirse del pecado. Si así no se hiciera pasarán la eternidad en las llamas del infierno.

Se entiende que la verdad está escrita en la Biblia que es interpretada por el Papa y sus resoluciones son infalibles. No contienen errores porque el Papa habla “ex cathedra”, y en esta circunstancia está asistido por el Espíritu Santo.

En cuando a la homosexualidad todo el cristianismo (católicos y protestantes) coinciden en que a Dios le repugna en cualquiera de sus manifestaciones.

En el Código Canónico, que rige la conducta de los consagrados aparece el abuso sexual como pecado contra el sexto mandamiento. Esto comprende los abusos de clérigos con menores, y está legislado en el artículo 1395. La pena máxima para estos casos es la expulsión del Estado eclesiástico, lo que ocurre muy rara vez. Los delitos constituyen materia que regula y sanciona el Estado mediante el Código Penal.

En definitiva, para la Iglesia no hay delitos, sino pecados. El caso del padre Grassi es uno de los más conocidos. Para la Iglesia fue un pecado contra el sexto mandamiento y mereció una suspensión “a divinis” como castigo. Esto implica no poder impartir sacramentos ni celebrar la Misa en público. Lo demás quedó en manos de los tribunales civiles. Para la Iglesia sigue siendo sacerdote  y tampoco hubo exclusión alguna.

Los homosexuales se encuentran dentro del grupo de pecadores que ofrenden gravemente a Dios. Les queda: dejar la homosexualidad, abstenerse y arrepentirse del pecado. Si así no se hiciera pasarán la eternidad en las llamas del infierno. Faltaría definir la cuestión tiempo y eternidad, pero sería algo pretencioso para estas modestas líneas. Nada ha progresado la Iglesia en este punto. Todo sigue igual en cuanto a condenar aquellas prácticas sexuales que a la Iglesia se le antojan pecaminosas. Siempre en nombre de Dios, por supuesto.

 

rubengallay@hotmail.com

 

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