Dos de cada tres niñas y niños de Argentina (66%) son pobres por ingresos o están privados de derechos básicos, como el acceso a la educación, la protección social, a una vivienda o un baño adecuado, al agua o a un hábitat seguro, según el informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) sobre pobreza multidimensional presentado este miércoles.
Junto con el informe escrito, la organización internacional elaboró un trabajo audiovisual con La Poderosa, donde aparece reflejada la vida en el Volcadero de Paraná, entre otros barrios del país, como ejemplo de esta problemática.
El informe sobre pobreza monetaria y privaciones no monetarias forma parte de una serie de trabajos publicados por Unicef desde 2016, que buscan contribuir a generar evidencia, caracterizar las particularidades de la pobreza en la infancia y plantear recomendaciones para su erradicación. Por primera vez, este año se complementó con un estudio cualitativo realizado junto a La Poderosa, una organización social con presencia en barrios populares y asentamientos de todo el país.
El informe de Unicef y La Poderosa visibiliza las experiencias cotidianas y las historias de vida de mujeres que viven en barrios populares, indaga acerca de sus vivencias y emociones y su rol fundamental en el cuidado comunitario de niñas y niños. Uno de esos barrios es el San Martín de Paraná, también conocido como el Volcadero, donde muchas familias viven de lo que pueden recolectar de los residuos que allí depositan los camiones recolectores.
“Se ven muchas criaturas de 12, 13 años trabajando en el Volcadero y uno dice: qué mal está haciendo el Estado como para que las criaturas vengan a trabajar al Volca y no estén yendo a la escuela como corresponde”, dice una de las mujeres que ofrece su testimonio en el video.
El estudio muestra que la situación de la pobreza en barrios populares se caracteriza por su persistencia, su reproducción en el tiempo y que está asociada a la falta de acceso a derechos y servicios básicos fundamentales como las condiciones de la vivienda, el hábitat, salud, educación.
Los testimonios recogidos en el estudio dan cuenta de procesos de múltiples sufrimientos, estigmatización y culpabilización en edades tempranas que se cristalizan como momentos críticos que quedan impregnados en las trayectorias de vida. En este contexto –sostiene la publicación– el trabajo comunitario y redes barriales ocupan un lugar crucial, que en ocasiones logran reformular sentidos y salvar vidas.
Se trata de redes sostenidas principalmente por mujeres que afrontan una triple jornada laboral: trabajo en el mercado, trabajo no remunerado en los hogares y trabajo comunitario. Estas mujeres, que con su trabajo sostienen los comedores y merenderos, los espacios de apoyo escolar, educación y cuidado infantil, cuidado de la salud, de atención de violencia hacia las mujeres y diversidades, no son la mayoría de las veces reconocidas ni remuneradas.
Fuente: diario Uno
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