Este 27 de agosto se conoció el fallecimiento del fiscal federal Federico Delgado, de 54 años. Habia tenido a su cargo causas emblemática, como la Tragedia de Once, los bolsos de José López y los Panamá Papers. Era un funcionario judicial de conducta inusual, de esos que no abundan en la Justicia.
Por A.S. de EL MIÉRCOLES
Fue uno de esos pocos funcionarios de la justicia que se toman en serio lo que hacen, que laburan con un alto sentido del deber. A diferencia de la abrumadora mayoría, el fiscal federal Delgado asumía los sacrificios de su rol y despreciaba los privilegios de la pertenencia al Poder Judicial.
Delgado tomaba en serio las causas que le tocaban y precisamente por eso no cayó en la inmoral grieta. Su labor fue clave para meter presos a funcionarios del kirchnerismo como Ricardo Jaime, principal responsable de la tragedia de Once, o a José López, el coimero de la obra pública K, pero también para revelar tramas delincuenciales del macrismo como los Panamá Papers o el “viajecito” de funcionarios y jueces a Lago Escondido.
Del mismo modo, no le temblaba el pulso para poner su lupa sobre las grandes empresas y sus negocios sucios, como en el caso Odebrecht o la ilegitimidad de la deuda externa.
No aceptaba etiquetas estúpidas y por eso iba a su trabajo con ropas normales o andaba en bicicleta. Abjuraba de la hipocresía judicial de “hablar por los fallos”, e intervenía en el debate público con criterio razonable y democrático, diciendo cosas tan sensatas como “Todo lo que no nos gusta es lawfare”, que desarmaba la conocida respuesta de cada figura política investigada (“es una campaña contra mí, es lawfare en mi contra”).
O por ejemplo cuando planteaba que la Corte Suprema de Justicia también debía tener plazos para fallar, como los tiene cualquier juez, y no que las causas se puedan “manipular” en sus tiempos de acuerdo a las conveniencias del gobierno de turno o de los factores de poder. Del mismo modo, no le temblaba el pulso para poner su lupa sobre las grandes empresas y sus negocios sucios, como en el caso Odebrecht o la ilegitimidad de la deuda externa.
A diferencia de la mayoría de sus colegas, Delgado estaba convencido de que magistrados y funcionarios judiciales debían pagar el Impuesto a las Ganancias. Y publicó libros donde cuestionaba al Poder Judicial del que formaba parte y proponía alternativas para mejorarlo, como La cara injusta de la Justicia(Planeta, 2016) en conjunto con la periodista Catalina D’Elía.
Su forma de entender la labor de un fiscal me llevaba siempre a pensar qué país distinto seríamos si todo el funcionariado judicial fuera como Federico Delgado.
Tenía mi edad. Y seguramente mucho más para dar y contribuir a que la Argentina fuera una sociedad mejor.
El homenaje más digno que podemos brindarle es recordar que gracias a él es posible afirmar que no todo es lo mismo en el poder judicial.
Gracias por todo, Federico Delgado, y hasta siempre. No te olvidaremos. Y ojalá haya otras personas que, dentro del Palacio, tomen tu ejemplo para su conducta.
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