Es la situación electoral más absurda que se haya visto hasta ahora en la provincia. Mauricio Palito Davico está terminando su segundo mandato como intendente en la pequeña ciudad de Pueblo Belgrano y, por la Constitución, no puede volver a presentarse. Como es sabido, la ley permite una sola reelección. Pero él pretende seguir siendo intendente. Eso sí: en la ciudad de al lado.
Por AMÉRICO SCHVARTZMAN de EL MIÉRCOLES
La política argentina nos tiene acostumbrados a casi cualquier cosa. Postulantes que cambian de partido político como de calzones, pero también que se mudan de distrito como si fueran vendedores ambulantes. O que se postulan para un cargo pero después renuncian, apenas asumidos, para tomar otro puesto. Son cosas que se han visto desde hace décadas, y han sido un (mal) ejemplo dado desde las máximas alturas del poder de la Argentina: tanto Néstor como Cristina Kirchner fueron candidatos santacruceños y bonaerenses, por mencionar el caso más destacado. Pero ya bastante antes lo había hecho Graciela Fernández Meijide en la Alianza. Y es que los (malos) ejemplos no reconocen fronteras partidarias.
Son tantos los casos, además, que se llevarían toda esta nota. Los dos últimos gobernadores de ese monstruo que es la provincia de Buenos Aires —María Eugenia Vidal y Axel Kicillof, de fuerzas opuestas— han cruzado de un lado a otro la General Paz para gobernar o luego de regreso, en una suerte de puerta vaivén que no es ilegal pero tampoco ilegítima, ya que la ciudadanía los ha avalado con su voto en ambos casos. Ahora el candidato a jefe de gobierno en CABA viene de ser intendente en la vecina ciudad de Vicente López. Dale que va.
Los casos que rompen récords son, quizás, los de Néstor Grindetti, intendente de Lanús… que no vive en Lanús sino en CABA, y el ahora en caída libre Martín Insaurralde, intendente de Lomas de Zamora que se mudó hace rato a Puerto Madero porque en el municipio que él mismo gobierna había mucha inseguridad. Y hablando de inseguridad, seguro debe haber más. A nadie parece importarle demasiado. De otro modo, semejantes saltamontes electorales no tendrían el respaldo de sus vecindades. Y eso no ocurre.
Un Palito que llegó como una ráfaga
Pero lo cierto es que en Entre Ríos ese tipo de cosas no eran usuales. Y siempre hay una primera vez para todo.
El que pretende inaugurar ese paradigma del “vale todo” es un ex integrante del grupo tropical Ráfaga. Se llama Mauricio Davico, es apodado Palito y accedió en 2015 a la intendencia de Pueblo Belgrano, uno de los municipios de más reciente creación en la provincia. Davico tuvo éxito con recetas novedosas: bajó impuestos y allanó requisitos para instalarse —como residentes o como comercios— en la pequeña comunidad.
Las medidas produjeron un crecimiento poblacional y económico que tuvo repercusión en tiempos del macrismo, con notas en medios porteños de impacto nacional. A partir de ese repentino estrellato, Davico trabó relación con Rogelio Frigerio y pasó a ser una de sus referencias en la provincia. A pesar de eso Davico no ocultaba su simpatía por las ideas de Javier Milei.
Entre saltamontes…
Quizás la relación entre Davico y Frigerio se estrechó por las semejanzas: después de todo el porteño también es un caso de saltamontes electoral. Luego de ser legislador en CABA y presidente del Banco de la Ciudad, Frigerio se acordó de que de gurí iba los findes a un campo entrerriano de su familia en Villa Paranacito. Hizo cambo de domicilio, fue elegido diputado por Entre Ríos y ahora es candidato a gobernador. Y con muchas chances de ganar. Pasan cosas raras.
Todo eso pone muy nervioso al peronismo entrerriano, que ya no sabe cómo hacer para exagerar el “porteñismo” de Frigerio. Aunque éste mucha ayuda no precisa: todavía confunde ciudades y gentilicios. Pero el PJ no se percata de que hacerlo es, a la vez, reconocer su propia mala imagen. Porque repetir hasta el hartazgo que Frigerio es porteño —incluso financiando medios efímeros cuyas únicas “noticias” son cada “porteñada” que Frigerio se manda— no solo es una berretada, por más cierto que sea. Es un poco más grave: si un porteño les gana es porque el peronismo entrerriano terminó por cansar a la entrerrianada. Simple lógica.
Frigerio y el abogado de Davico argumentan que tiene que decidir la gente, no la justicia. ¿Les suena? Es el mismo argumento de la proscripción de Cristina (y antes, de Menem). ¿No es paradójico?
Ni siquiera parecen darse cuenta de que usar ese argumento habla peor de ellos que de “el porteño”. Es como el tanguero que se la pasa hablando mal del sujeto con el que se le fue la mujer (o peor aun, hablando mal de la mujer). Si te dejó por alguien tan malo, quizás es hora de empezar a mirarte al espejo y pensar qué deberías cambiar ¿no?
Gualeguaychú siempre estuvo cerca
Pero volvamos a Davico. Terminando su segunda gestión como intendente de Pueblo Belgrano, e imposibilitado de un tercer mandato, Davico tuvo la brillante idea de postularse para intendente por tercera vez consecutiva, pero ya no en su ciudad, sino en la ciudad vecina: en Gualeguaychú.
Para que quede claro de entrada: no puede. La Constitución se lo prohíbe: primero, porque por el artículo 234 no se puede ser intendente más de dos veces seguidas. Alegar que no aclara “de la misma ciudad”, como parecen pretender Davico y sus asesores legales, es tomar por imbéciles a quienes redactaron la norma, a jueces, a periodistas, al Tribunal Electoral, y, sobre todo, a la ciudadanía.
Segundo, porque el mismo artículo exige cuatro años de residencia inmediata en la ciudad a la que se pretende gobernar. La gente de Davico dice que él hizo cambio de domicilio en 2019, por cuestiones personales. Pero domicilio legal no es lo mismo que residencia. ¿O sí? Para ellos sí, como se verá. Porque “entre Pueblo Belgrano y Gualeguaychú hay un puente de distancia”. Sí, de verdad toman de imbéciles a todo el mundo.
Hubo cuatro impugnaciones a la candidatura de Davico. Y la justicia electoral de Gualeguaychú ya le dijo que no, hace apenas un mes: el juez electoral Héctor Vasallo, la fiscal Martina Cedrés y el defensor Pablo Ledezma admitieron las impugnaciones y resolvieron no oficializar la candidatura del ocurrente. Y procedieron a correr el orden de las listas. La candidata a viceintendenta Julieta Carraza pasa a ser la postulante a la presidencia municipal, mientras que el primer candidato a concejal, Juan Ignacio Olano, se corre a la viceintendencia.
Las impugnaciones se basaron en los dos argumentos que ya mencioné: si Davico ganase, sería su tercer mandato consecutivo como intendente, y el otro es que incumple el requisito de la residencia los últimos cuatro años en la ciudad que ahora quiere gobernar. Ambas cosas son indiscutibles. El insobornable Julio Majul (uno de los impugnadores de la candidatura de Davico) lo dijo sencillo y claro: “Impugné porque Davico no puede ser candidato. Y si la Junta Electoral de Juntos por Entre Ríos lo había aceptado, es un problema interno, de no saber leer la Constitución y la ley”.
Los argumentos de Davico
Sin embargo los defensores de Davico apelaron y esperan el milagro: una resolución a su favor del Tribunal Electoral de la provincia. Y si no ocurre, aseguran, irán al Superior Tribunal de Justicia. Agregan que como la decisión judicial está en “modo suspensivo”, es decir, que “está, pero no se cumple hasta que se acaban todos los recursos”, la lista electoral se mantendrá, hasta tanto el órgano de Justicia lo resuelva. O sea: para ellos Davico sigue siendo candidato.
¿Qué argumentan? Este cronista consultó a voceros de Davico. Sus argumentos, tan agarrados de los pelos que sorprenden, son que “el domicilio legal de los funcionarios no determina su residencia” y ejemplifican con el gobernador, que tiene domicilio legal en Paraná pero su residencia es la del lugar donde está empadronado. Un intríngulis que solo parece convencerlos a ellos. Y hasta eso es dudoso.
Agregan que Davico no sólo está empadronado en Gualeguaychú sino que también “produjo pruebas suficientes de su arraigo en esa ciudad”, tales como tener servicios y propiedades inmuebles a su nombre, hijos menores que viven allí, etc. Y añaden que ambos ejidos son colindantes y “funcionan como un mismo conglomerado urbano, motivo por el cual no se le puede endilgar al candidato desconocimiento de la realidad local”.
Alegar que la Constitución no aclara “de la misma ciudad”, como parecen pretender Davico y sus asesores legales, es tomar por imbéciles a quienes redactaron la norma, a jueces, a periodistas, al Tribunal Electoral, y, sobre todo, a la ciudadanía.
Davico no estará en las boletas, pese a que se hicieron los distraídos e intentaron oficializar su candidatura, pero el juez federal de Paraná se los rechazó. Pese a eso hace campaña y se presenta como candidato.
Nadie cree, excepto Davico y su gente, que la justicia les pueda dar la razón. Pero como todo el mundo sabe que la justicia se adapta a los tiempos, también creen (aunque no lo dirían jamás en off) que el triunfo de Frigerio y los 13 mil votos obtenidos por Davico en las PASO pueden llegar a ser un argumento fáctico poderoso para que la justicia, abriendo el paraguas, les dé una manito. No vaya a ser que el poder cambie de manos y queden mal con el nuevo gobernador. Gente mal pensada ¿a quién se le ocurre que nuestra ímproba justicia funciona de ese modo?
Falacia Ad Populum
También en off arguyen: “Para nosotros, acá hay una laguna legal, un hecho que no había sucedido antes. ¿Cuál es el problema que viva una cuadra más acá o una cuadra más allá? A lo sumo tendrán que enmendar las lagunas legales que dejaron quienes hicieron la Constitución”, disparan.
Desde adentro le respondieron: un ex convencional constituyente radical (y por lo tanto aliado de Frigerio), Fabián Rogel, dijo exactamente lo mismo que sostienen Majul, la justicia electoral y el sentido común. No puede. Y añadió, punzante: “Si queda algún punto gris sobre el tema, la Legislatura deberá enmendarlo para que no se llegue a este tipo de situaciones y que nadie se crea más que la propia Constitución Provincial”.
Sin off, añaden —lo dijo en público el abogado Juan Weinberg y el mismísimo Frigerio— que la que tiene que decidir es la gente, no la justicia. ¿Les suena? Es el mismo argumento de la proscripción de Cristina (y antes, de Menem). “La voz del pueblo es lo que hay que respetar. ¿Qué puede ser más importante que la voluntad de una ciudad expresada en las urnas?”, se preguntó Frigerio. La Constitución, Rogelio, debería saberlo alguien que quiere ser gobernador: la Constitución es más importante que la eventual voluntad de una porción coyuntural de un electorado desinformado o engañado por los mismos que ahora recurren, al mejor estilo de Menem o los Kirchner, al falaz argumento ad populum.
De paso: Palito pidió licencia medio año antes en su cargo para poder ser candidato en otro lado, de modo que no terminará la gestión para la cual se presentó. Lo cual, si Davico, Frigerio y su fuerza política fueran gente seria, quizás deberían revisar de nuevo: constituye una estafa a su propio electorado original, el de Pueblo Belgrano.
Algo, no obstante, es rigurosamente cierto en el argumento de los voceros de Davico: esto nunca había sucedido. La duda es ¿sucederá? Todo indica que no.
Una calesita delirante
Por lo pronto, con su actitud Davico enrareció el debate político en la comunidad de Gualeguaychú: en lugar de discutir qué ciudad quieren los gualeguaychenses, la discusión es con quién hay que discutir qué cosa. El gran tema pasó a ser ¿quién va a los debates: Davico o su reemplazante? ¿Davico es candidato o no? ¿Va a estar en las boletas o no? Y no. Claro que no. Para la justicia electoral no hay duda. Pero él y su partido insisten. Hasta convocaron a una insólita marcha pidiendo a sus adherentes que se movilicen para violar la Constitución provincial.
Quizás creen que la confusión los ayuda. ¿Será así? Davico, aunque no fue el candidato más votado en las PASO, se impuso en la interna de Juntos por Entre Ríos en Gualeguaychú. Y eso, sin duda, debería hacer reflexionar a toda la dirigencia de la ciudad. Parecido, pero diferente, a lo del porteñismo de Frigerio. Pero ese es otro asunto.
Así, futuros Davicos podrían ir girando de pueblo en pueblo cada cuatro u ocho años, y ser intendentes de varias ciudades distintas, con la simple condición de que sean “colindantes”. Y Entre Ríos está llena de ciudades y pueblos, uno al ladito de otro.
Faltan apenas días para la elección. Y ahí ya no habrá más controversia. Pero, todavía podría preguntar alguien ¿cuál es el problema con que alguien cumpla dos gestiones en su pueblo, y en el medio cambie de domicilio, y vaya rotando para postularse en el pueblo de al lado?
Sería un delirio. Imaginemos, siguiendo ese bolazo de “municipios colindantes”, lo que podría sobrevenir, en una provincia llena de ciudades que están cerquita unas de otras y de candidatos mañosos a más no poder.
Una calesita de candidaturas. Sin límite. Así, futuros Davicos podrían ir girando de pueblo en pueblo cada cuatro u ocho años, y ser intendentes de varias ciudades distintas, con la simple condición de que sean “colindantes”. Una virtud entrerriana es la profusión de pueblos y pequeñas ciudades en todo el territorio. Hay más kilómetros entre cualquiera de los barrios ubicados en las afueras de Concepción del Uruguay y su plaza central que entre ese barrio y los municipios “colindantes”, como San Justo o Colonia Elía, dependiendo qué barrio se elija. Algo parecido se verifica entre Colón y San José, o entre Herrera y Villa Mantero, y ni hablar entre Paraná y los pueblos y ciudades que tiene a la vuelta.
Una laguna en la legislación, dicen los de Davico. Una avivada típicamente politiquera, podríamos decir desde otra mirada. Que habla de una elasticidad moral en candidatos y partidos que, paradójicamente, surgieron reprochándole esas conductas al PJ, pero de las que hacen uso cuando les conviene.
Quizás por ese tipo de cosas es que ha crecido (y tiene chances de terminar ganándoles) algo infinitamente peor, que se llama Javier Milei. Así estamos.
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