¿El triunfo de Milei, sus propuestas y enunciados son una distopía? Apuntes desde esta comarca.
Por FEDERICO MALVASIO (de PÁGINA POLÍTICA).
En Paraná. Es domingo de tarde y un periodista amigo fue a una escuela en plena cobertura electoral. Un agente de Prefectura lo vio con un celular filmando y le pidió identificación. Es decir el DNI. Se negó, porque entendió que no debía por qué hacer lugar a ese requerimiento. El agente insistió, en malos términos, y la situación se tensó por segundos hasta que un policía reconoció al trabajador de prensa y lo dejó ir.
Otro amigo me narró lo que veía en el balcón durante las jornadas previas a la elección. Afiches de Sergio Massa no permanecían ni siquiera un par de horas pegados sin ser arrancados por jóvenes que dejaban claramente sellos de bronca.
Una hija debió bajar un posteo de su cuenta de Instagram solo por pedir que al momento de votar se haga pensando en los derechos alcanzados. Una banda de haters (odiadores en su traducción al castellano) se encargaron de hacerle bajar su pedido.
La noche del triunfo Javier Milei le habló a la “gente de bien”. Cuando el discurso finalizó un joven arrebató un par de celulares en las inmediaciones del bunker y la policía pudo capturarlo. Los medios, en cadena, dieron cuenta del suceso con la imagen del pibe atrapado por agentes de la fuerza. Apenas una hora después, las cámaras congelaron la escena cuando supuestos militantes de la Libertad Avanza juntaban la basura que habían tirado en los festejos. Gente de bien.
El lunes por la noche Mauricio Macri advirtió que “los jóvenes no se van a quedar en casa y los orcos van a tener que medir muy bien cuando quieran hacer desmanes en la calle”. Contrapuso a “los jóvenes que votaron el cambio” y a quienes no estén de acuerdo con las políticas implementadas por el nuevo gobierno como las privatizaciones de empresas de servicios públicos y recortes salariales, por ejemplo. Esos serían los “orcos”, los monstruos que aparecen en la saga El señor de los Anillos. El aluvión zoológico del ex presidente en el Siglo XXI.
“Los jóvenes no se van a quedar en casa si estos señores empiezan a tirar toneladas de piedra”, advirtió el ingeniero. Una remake del cinco por uno de Perón.
Antes
El nuevo ciclo no comenzó el domingo a la noche, cuando se contaron los votos y el triunfador fue Milei.
Hace un año un grupo sospechosamente financiado por hombres cercanos a Macri (Caputo Hermanos) se presentaba en la vía pública con puestas en escenas como tirar bolsas mortuorias frente a Casa Rosada. Luego supimos que esos grupos de ultraderecha estaban relacionados al intento de magnicidio de la vicepresidenta de la Nación Cristina Fernández. Cuando ese episodio sucedió no faltaron quienes lo repudiaron en sus redes sociales y, abajo, un batallón de gente cuestionó el repudio. La diputada radical Gracia Jaroslavsky recibió vómitos de insultos por solidarizarse con la ex presidenta. Su par del PRO, Ayelén Acosta, directamente puso en duda el ataque, acorde con su referente nacional Patricia Bullrich que nunca lo repudió.
A los dos días de lo ocurrido, los principales medios nacionales publicaron en sus portadas encuestas que daban cuenta que un alto porcentaje de la población no creía en el atentado e incluso sostenía que era un autoatentado. A la semana ya se abordaba como un hecho policial de ocasión. El Poder Judicial corrupto también hizo lo suyo en la pesquisa. Poco se sabe, poco se publica y poco nos preguntamos sobre un intento de asesinato de Estado.
Cuando el kirchnerismo estaba en su apogeo y se dignaba a dar una pelea interesante sobre un nuevo marco para la comunicación con una nueva Ley de Medios acudió, también, a la violencia estatal. Hizo silencio cuando militantes del espacio escupían en espacios públicos a rostros de periodistas estampados en cartones, entre ellos los de Ernesto Tenemabum y Jorge Fontevecchia. Dos figuras que, abiertamente, se cansaron de pedir el voto por Sergio Massa y cuyas editoriales circularon a lo pavote en los ámbitos oficialistas hasta el día de la elección. Claro que no es comparable un hecho con el otro.
Milei no es una persona distópica. Es uno más que se construyó acudiendo a las mismas avivadas. Viene de trabajar en el grupo empresario de Eduardo Eurnekián, quien le garantizó económicamente lugares en los prime times los últimos años. El periodista Carlos Pagni sintetizó el devenir del libertario de la siguiente manera: “El presidente electo utilizó primero a Massa, con quien se financió, contra Juntos por el Cambio, es decir, contra Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Y después se sirvió de Macri y Bullrich para aplastar a Massa. Tan outsider no parece”.
El contexto en que Milei se convirtió en presidente tampoco es distópico. Sucede en buena parte de Europa. La periodista alemana Géraldine Schwarz en su libro Los amnésicos aprovecha una fascinante historia familiar para prologar una crónica en la que narra la actualidad política europea bajo gobiernos fascistas que impulsaron procesos de desmemoria histórica. Esto ha ocurrido en Argentina. En los últimos 40 años podemos advertir trazabilidades sobre estas cuestiones. Alfonsín – Kirchner; y Menem – Macri – Milei.
No son distopías. Son procesos históricos.
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