Este artículo fue escrito por el médico uruguayense Daniel "Caña" De Michele en el 2003, sí, hace 20 años. Se reproduce nuevamente por su fenomenal -y lamentable- actualidad.
Gran cantidad de personas con sus necesidades básicas cubiertas, requiere asistencia sanitaria no mas de 5 a 6 veces en su vida. La excepción es la enfermedad crónica donde las necesidades son mas intensas. Esta afirmación tiene matices, pero puede convenirse que la enorme proporción de las persona no vive enferma, sino saludable y ni no necesita asistencia medica casi nunca. Se pierde la salud solo de tanto en tanto.
Por otro lado, los consultorios hospitalarios y privados están repletos de gente todos los días. Se ha medido este fenómeno y sabemos que la cantidad de consultas médicas de una comunidad están entre 2 y 3 por año. Esto no se corresponde con la carga verdadera de enfermedad de una comunidad. Quien puede hacer lugar a las demandas y necesidades sociales cuando la retracción del aporte del Estado es mas notable?
¿Cúales instituciones son capaces de atender las necesidades insatisfechas de la comunidad? Por ejemplo, puede alguien buscar respuestas en las fuerzas de seguridad, en el sistema educativo, en el municipio o los órganos deliberantes o a la burocracia gubernamental?
Quedan pocos lugares accesible a rajatabla para la gente necesitada, a saber, las iglesias, los comedores comunitarios y los hospitales. Estos últimos, son los únicos que no cierran sus puertas jamás… estos espacios, suelen estar repletos de gente a diario.
Las personas piden trabajo a San Cayetano, comida a los comedores comunitarios y asistencia a la Salud
Pública cuando aparece la enfermedad. Se considera a la pobreza funciona como una verdadera enfermedad, cuando en verdad no es otra cosa que la necesidades rompiendo el cuerpo de quien las carga.
La miseria y el hambre, nunca hallarán paliativos en el Sistema de Salud. Allí -como dice Maglio- solo se ve
el trueque de quejas sociales por recetas… como las quejas aumentan, las farmacias hospitalarias crujen…
Este realidad explica dos fenómenos:
a. La idea generada en administradores, prestadores y usuarios, de que el presupuesto de la farmacia jamás es suficiente (“Nunca hay nada...” dicen los pacientes). Siempre faltan medicamentos, lo cual expande el
gasto históricamente.
b. Luego de las millonarias compras de insumos, de detecta que la realidad sanitaria regional no se ha movido ni un milímetro. (loa medicamentos no potabilizan el agua, ni abrigan del frio, ni quitan el hambre).
Los médicos sabemos que comer de la basura, el frio y la ausencia de calzado, no hallan remedio en los antibiótico. Pero, que se supone que hagan con los mocos de la bronquitis de un niño descalzo traído a la consulta mil veces, o con las diarreas infecciosas de quien come de la basura y/o bebe agua no potable?
En buena medida, la institución hospitalaria está colapsando por este motivo, abrumada por una demanda que se expande al ritmo de la crisis económica y el derrumbe de las Obras Sociales. Los desastres de la miseria se asumen como “desviaciones de la salud” (se puede hacer algo mas desde un consultorio?).
No hay tantos enfermos, la mitad de la gente fue arrojada a la pobreza y ni San Cayetano les devolverá los
derechos que les robaron...
(*) Publicado por el diario “El Pueblo” de Villaguay .
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