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Las amenazas separatistas de herederos del sistema colonial

Los gobernantes de la provincia de Buenos Aires, la ciudad de Buenos Aires y la casa rosada siguen ejerciendo el despotismo.

 

Por DANIEL TIRSO FIOROTTO (*)

Los privilegios bonaerenses, logrados con el monopolio aduanero desde el siglo XIX, son aprovechados en pleno siglo XXI por los gobiernos de los reaccionarios Javier Milei, Axel Kicillof y Jorge Macri como si fueran condiciones naturales, ocultando que fueron sostenidos con sucesivas violaciones al resto del país. Herederos de siglos de atropellos coloniales, los gobernantes de la provincia de Buenos Aires, la ciudad de Buenos Aires y la casa rosada siguen ejerciendo el despotismo conquistador supremacista mediante amenazas.

Para ello se valen de amenazas gravísimas, que no debiéramos tomar con liviandad, cuando sabemos que Buenos Aires provincia y ciudad es la más separatista, invasiva y despótica de las regiones argentinas. No su pueblo, claro, que somos nosotros mismos, sino su casta dirigente en la política, la economía, las corporaciones, los medios masivos.

El invasor impone reglas con la fuerza de la espada y del dinero y los mantiene con propaganda. Los sucesivos gobernantes pueden adherir a sus principios o cuestionarlos severamente de palabra, pero son invasores del mismo calibre también cuando se aprovechan de los privilegios obtenidos. Sólo se abandona la posición opresora cuando se renuncia a las prerrogativas alcanzadas por la fuerza de las armas y las ventajas económicas.

En medio de disputas y protestas por reformas y derogaciones de cientos de normas, el tema del manejo de los fondos públicos se torna prioritario. Al fin de cuentas, si la masa de los fondos fuera administrada por provincias y municipios, serían menores las quejas por lo que haga o deje de hacer el estado nacional. Y si los estados devolvieran participación a las comunidades, entonces estaríamos reencauzando los principios bicentenarios de la revolución trunca.

Emitir moneda

La victoria da derechos, dicen Milei, Kicillof y Macri, y no trepidan a la hora de disputar recursos al conjunto de los argentinos para volcarlos en su territorio.

Los conquistadores españoles invadieron el territorio, tomaron las tierras, redujeron a los pueblos que sobrevivieron a sus tropelías, y determinaron que sólo podíamos ser gobernados por ellos. Fue una de las prerrogativas alcanzadas con violencia. Y terminó en 1810.

De la misma manera, Buenos Aires atropelló a las provincias, se separó del país cuando juramos una Constitución, se apropió de los recursos principales (puerto, aduana), endeudó al país, fundió al resto de los territorios, y volvió al ruedo obligada por las provincias, pero imponiendo una serie de ventajas. Una vez que logró trasladar la capital de Paraná a Buenos Aires, aplastó toda queja con la guerra.

Una de las prerrogativas logradas (presuntamente) con una violencia que la historia más divulgada ha ocultado es esta: acuñar moneda. Pues bien, ¿cuál es la amenaza de Axel Kicillof y sus ministros hoy día? Emitir moneda. En ese chantaje de Kicillof y sus ministros están concentradas todas las intrigas y los azotes de Sarratea a Rivadavia, de Rosas a Mitre, de Sarmiento a Roca, contra los pueblos argentinos.

...sabemos que Buenos Aires provincia y ciudad es la más separatista, invasiva y despótica de las regiones argentinas. No su pueblo, claro, que somos nosotros mismos, sino su casta dirigente en la política, la economía, las corporaciones, los medios masivos.

El ministro de Gobierno de esa provincia, Carlos Bianco, dijo que la emisión de moneda “es algo que nos permite la Constitución Nacional y la Constitución Provincial como parte de los pactos preexistentes”, y recordó que en 2001 el Banco Provincia emitió el Patacón. No moneda, sí bono.

Lo que no dijo Bianco es que muchas provincias debieron emitir bonos entonces, y que la casa rosada permitió que sólo el Patacón tuviera paridad con el peso. Por las obvias presiones bonaerenses, claro está. Privilegios coloniales, por adentro o por afuera de la constitución, poco importa.

Ahora, no conforme con eso, amenazan con emitir moneda. Lo admitió Kicillof: “es cierto que la provincia de Buenos Aires tiene la particularidad de que le quedó la potestad de emitir moneda, que no es lo mismo que quasimoneda”, dijo el gobernador el 23 de diciembre. No respondió si iba a emitir o no, pero deslizó: “hay que observar, primero, las consecuencias sociales y productivas de lo que está ocurriendo hoy”. Obviamente, un apriete colonial, y no nos asombra.

Otras variables

Por supuesto, amenaza y lloriqueo a la vez: para Kicillof, Buenos Aires es discriminada negativamente con la coparticipación. Un relato a medida del colonialismo en el que abrevan dirigentes bonaerenses por derecha y por izquierda. Cuando de supremacismo se trata, no hay grieta.

Buenos Aires aprovechó siglos de predominio colonial para hacerse de mejores infraestructuras y mejores comunicaciones, para absorber las industrias, para monopolizar los servicios, para instalar las cabeceras del capital financiero y las corporaciones. Así fue que atrajo a millones que, en el mismo sistema, no tenían qué hacer en sus territorios. Todo eso permite hoy ingresos impositivos extraordinarios para la provincia y los municipios, con un movimiento económico sin comparación. Una parte de esos ingresos, llamada coparticipación, considera diversas variables para el reparto, y es cierto que en la variable “cantidad de habitantes” a la provincia de Buenos Aires le ingresa menos que a las otras, en proporción.

Como es lógico, la dirigencia bonaerense infla ese dato y esconde los otros. Como por ejemplo sus ventajas en otras áreas que le permiten más ingresos. O como el “índice destierro”, que debiera tener en cuenta a los territorios obligados a expulsar a sus hijos por falta de oportunidades; hijos que fueron a engrosar el conurbano bonaerense, donde una serie de ventajas económicas hacía que las familias encontraran allí un trabajo.

En vez de revertir ese proceso, la macrocefalia argentina, tan perversa porque amontona a las familias en espacios reducidos y las expone a una serie de enfermedades, la dirigencia bonaerense presiona por obtener más fondos que salen, obviamente, del resto del territorio nacional. De ahí el lloriqueo, por un lado (fingiendo maltratos), y por el otro la amenaza con emitir moneda.

Buenos Aires en 200 años no ha tenido un compromiso solidario sino que ha usado todas sus fuerzas para someter al resto, por todas las vías a su alcance, y cuando no pudo matar u oprimir al resto, o liderarlo, se separó. La visión colonial del dirigente peronista tiene, por supuesto, la adhesión no menos colonial de los libertarios de Milei. Dijo el senador provincial Carlos Kikuchi, de La Libertad Avanza: “tiene razón el Gobernador cuando dice que la Provincia de Buenos Aires es el distrito que más ingresos le genera a la Nación y proporcionalmente el que menos recibe”.

También oculta el gobernador que el Área Metropolitana -AMBA- que reúne a 3 millones de habitantes de la ciudad de Buenos Aires y a 12 millones del resto de las ciudades aledañas, de su provincia, posee servicios de transporte baratos que retienen el 80 % de los subsidios aportados por todo el país; así como servicios de agua potable, aerolíneas, energía más barata, con fondos del conjunto de los argentinos que, aparte, pagan sus propios colectivos, como pagan el agua potable a sus cooperativas. Es la dirigencia del AMBA, principalmente, la que sostiene por caso un servicio de aerolíneas (concentrando allí todos los vuelos) en el que el país todo ha puesto 8 mil millones de dólares, cuando muchas provincias no tienen techo, no tienen veredas, no tienen agua potable, y jamás han mencionado en sus prioridades esta inversión. Con ese dinero podrían comprarse 6 millones de hectáreas de buenas tierras para que millones de personas encontraran un futuro digno, y se podría superar para siempre la larga disputa del estado-nación uniformador con las comunidades ancestrales de todo el país, ni más ni menos.

¿Y la Constitución?

El pacto de San José de Flores al que aluden los Kicillof data del 10 de noviembre de 1859. Entonces, hacía seis años que todas las provincias se habían unido en confederación con capital en Paraná, pero Buenos Aires se había separado y había secuestrado el puerto, la aduana, para enriquecerse y desfinanciar a sus hermanas. Ese territorio no estuvo en la Constitución de 1853, no estuvo en la Confederación. Cuando el Pacto, Mitre había perdido la batalla de Cepeda con Urquiza hacía dos semanas y media.

Fue la determinación de las provincias la que recuperó la unidad, la que combatió el separatismo bonaerense. De ese Pacto que celebraron los separatistas se vale hoy Kicillof para presionar al gobierno central. Un dirigente que se dice de centro izquierda aprovechando y forzando los resquicios que pueda hallar; sacando ventajas de un tiempo que recuerda lo peor de un colonialismo argento que poco después arrasaría con las provincias, colaboraría con el golpe en el Uruguay (ataque a Paysandú), invadiría el Paraguay junto al imperio esclavista de Brasil (al mando de Inglaterra), y destruiría a los entrerrianos, todo en los prolegómenos del avance sobre los pueblos de la Patagonia y del Chaco.

Era el final del federalismo, era el triunfo de la llamada “civilización” sobre la llamada “barbarie”, del racismo sobre el pueblo argentino.

Ese Pacto de San José de Flores, que al decir del historiador argentino Juan Antonio Vilar fue incumplido por Buenos Aires en casi todos sus términos, dice en un artículo que la provincia de Buenos Aires se reserva sus establecimientos públicos (uno de ellos era el Banco). Sin embargo, nada dice de la moneda, y la Constitución Nacional prohíbe a las provincias de manera explícita acuñar moneda (artículo 126: las provincias no pueden “acuñar moneda; ni establecer bancos con facultad de emitir billetes, sin autorización del Congreso Federal”). Es decir: la interpretación de Kicillof y su equipo es por demás amañada y altanera. Un chantaje.

Milei y Macri

El presidente Javier Milei propone una reforma que otorga más diputados a la provincia de Buenos Aires y disminuye la representación de otras. Para la dirigencia porteña todo poder es poco. Con la presidencia del porteño Alberto Fernández fluyeron los fondos extras hacia su socio Kicillof; con la presidencia del porteño Mauricio Macri fluyeron hacia sus socios Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal.

En los tiempos de ajustes neoliberales como el actual, Buenos Aires presionó para que las provincias privatizaran sus bancos (que quedaron en manos de socios de dirigentes de Buenos Aires), pero preservaron los bancos de la ciudad y la provincia de Buenos Aires. No hay un detalle del colonialismo interno que descuiden.

Ya Alberto Fernández había denunciado, como lo hicieron otros, la falta de federalismo real, y propuso capitales alternativas, para atraer simpatías en el interior. Todo un rollo de macanas, como se comprobó en todo su mandato. Su ministro de economía y candidato a presidente, Sergio Massa, intentó congraciarse con el movimiento obrero en vísperas de urnas con cambio impositivo que benefició a trabajadores con altos sueldos, porque dejó de descontarles un porcentaje por ganancias, y sus seguidores en las provincias lo apoyaron; una vez derrotados en las urnas pusieron el grito en el cielo porque esa reducción impositiva impactaba derecho en sus presupuestos, dado que ganancias es coparticipable. Milei, que apoyó la quita desde el Congreso, ahora quiere restablecer el gravamen para alinear a los gobernadores que se sienten estrangulados, y al mismo tiempo coloca tributos que no son coparticipables, como las retenciones a las exportaciones. Más centralista no se consigue.

A su vez, algunos de sus legisladores coinciden con gente del Pro y el radicalismo y el peronismo en que la provincia de Buenos Aires merece más fondos, como antes lo logró Eduardo Duhalde para implantar aquel fondo de “reparación histórica”, que consistió en quitar a las provincias pobres para darle a la provincia rica, ni más ni menos. Provincia rica, con altos empresarios, bancos, medios masivos, y con habitantes muy pobres, claro está; la colonia es así.

Los manotazos de la provincia de Buenos Aires se suman a los de la ciudad de Buenos Aires, en este caso Jorge Macri, su jefe actual, primo del ex presidente Mauricio, que brega por la devolución de fondos entregados por la nación (Macri) a la ciudad (Larreta), y que luego la nación (Fernández) quitó a la ciudad rica para dárselos no a Santiago del Estero, no a La Rioja, no a Corrientes, sino a la provincia de Buenos Aires…

Sin grietas

Dijo Kicillof al asumir su nueva gestión: "la provincia de Buenos Aires es la que proporcionalmente recibe menos recursos de la coparticipación. Más allá del compromiso solidario que nuestra provincia tiene con las restantes provincias, esta situación constituye una enorme injusticia. Aportamos casi el 40% de la coparticipación. Recibimos poco más del 20%".

Le respondemos nosotros: Buenos Aires en 200 años no ha tenido un compromiso solidario sino que ha usado todas sus fuerzas para someter al resto, por todas las vías a su alcance, y cuando no pudo matar u oprimir al resto, o liderarlo, se separó. La visión colonial del dirigente peronista tiene, por supuesto, la adhesión no menos colonial de los libertarios de Milei. Dijo el senador provincial Carlos Kikuchi, de La Libertad Avanza: “tiene razón el Gobernador cuando dice que la Provincia de Buenos Aires es el distrito que más ingresos le genera a la Nación y proporcionalmente el que menos recibe”.

¿Estarán dispuestos a revisar por qué tienen las industrias que tienen, los comercios, la infraestructura, los servicios? La mirada colonial tiene tanta prensa que impone su relato.

Dijo Diego Santilli, candidato a gobernador de Buenos Aires por el PRO. “La provincia de Buenos Aires genera el 35,7% del Producto Bruto Interno de nuestro país y recibe el 22,7%”. Entonces el periodista de Buenos Aires lo azuzó: “Un tercio menos”. Y respondió Santilli: “Un tercio menos (faltó que llorara nomás). Recibir un tercio menos tiene todo lo que dijimos antes de lo que implica en cuanto a la producción, desarrollo, industria, etcétera, pero tiene el 50% de la pobreza, tiene la exclusión y la falta de integración más importante de nuestro país. Entonces, es de las provincias que más aportan a los ingresos de la República Argentina, y de las que menos reciben -siguió Santilli-; cuando tuvo un conflicto el gobernador Kicillof de un sublevamiento policial, ¿qué dijo Alberto Fernández? Le saco a él (Ciudad) para darle al otro (Provincia). No es que el gobernador resolvió su conflicto, le sacó a otro en vez de poner del Gobierno nacional, que es lo que corresponde, no que le saques a otra jurisdicción”. Como se puede apreciar: todos quieren sacarles a las provincias, y usan el subterfugio de la nación como si fuera una entelequia.

Medias verdades

Por ahí usan verdades federales, como escuchamos días atrás al mentor de Milei, el economista Alberto Benegas Lynch. “En nuestro país, son las provincias las que han constituido la Nación y son las provincias, por tanto, las que deberían coparticipar fondos al Gobierno central al solo fin de solventar los servicios de Justicia federal, Relaciones Exteriores y Defensa. El resto debería ser responsabilidad de las provincias, compitiendo entre sí para que la gente no se mude a otra jurisdicción y para atraer inversiones. Pero, lamentablemente, a partir de la revolución fascista de 1930 se deterioró por completo la participación y el federalismo, hasta llegar a un gobierno unitario que maneja las provincias con el látigo y la billetera”.

Este párrafo del liberal es muy cierto, para aplaudir, pero encubre una trampa. Al economista se le escapa otra verdad no menos importante: en 200 años, la ciudad y la provincia de Buenos Aires hicieron valer su poder económico (monopolizando la aduana) y su poder financiero y bélico, para atraer las industrias, las corporaciones, el movimiento económico, y generar inversiones, infraestructura, comunicaciones, servicios. Entonces, hacer tabla rasa y de buenas a primeras dejar a las provincias en libertad es una canallada. Esos territorios, ciudad y provincia de Buenos Aires, no deben aportar por generosas sino para devolver en algo lo que se apropiaron del resto. La interpretación de la dirigencia porteña y bonaerense, en cambio, es supremacista: ‘tenemos más porque hemos sido elegidos, la naturaleza nos ha tocado con su varita’.

Machacar con esa propaganda colonial tiende a la fragmentación, al separatismo.

(*) Periodista, publicado en Uno Entre Ríos

 

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