Quien lea los distintos capítulos de la Ley Bases que se acaba de votar en Diputados y Senado de la Nación y la evalúa a la luz del interés general de la población, se verá que solo se votó en defensa del interés mezquino y sectorial de unos poquitos.
Dos ejemplos serán más que elocuentes, porque son los más interesantes en términos económicos.
1) El capítulo impositivo es muy ejemplar: se estima de manera conservadora que más de un millón de trabajadores comenzarán a pagar Ganancias y ese aporte será el equivalente al 0,5 por ciento del PBI. A su vez, la rebaja al impuesto a los Bienes Personales que se le otorgó graciosamente a los más poderosos, beneficiará a los 120 mil millonarios que se caracterizan por fugar dólares al exterior. Ellos dejarán de pagar Bienes Personales –también cálculo conservador- por el 0,4 por ciento del PBI. ¡Se dan cuenta? Lo que los legisladores le perdonan a los más ricos, lo aportarán los más pobres. ¡Ese es el esquema! La cuenten como la cuenten.
La genuflexión es un término que puede describir perfectamente el “ponerse de rodillas” en señal ya no de “reverencia”, sino de “sometimiento”. Esto es lo que hicieron los diputados y senadores que aprobaron la llamada Ley Bases.
2) Un segundo ejemplo es la llamada Ley de Regulación de Inversiones y Gestión de Intereses (RIGI) que también fue aprobada a mano alzada por diputados y senadores, y permitirá a millonarios extranjeros explotar los (bienes) recursos con pocas restricciones y con casi nulo control ni exigencias ambientales.
Justificaron sus votos argumentando que el RIGI era ingresar al mundo. Una desopilante mentira, una burrada intelectual, un desprecio hacia la inteligencia del pueblo. Solo Angola y Nigeria tienen ley RIGI (ahora Argentina) y se sabe que en esos países el saqueo es no sólo sistemático, sino que genera injusticias sociales a niveles de realidades hirientes en términos generacionales.
La sumisión también es un término que describe de manera cabal la actitud de los legisladores que apoyaron la Ley Bases: eso sí, luego de obtener prebendas poco éticas como cargos, conchabos y “negocios” u obras poco claras para sus respectivas provincias. Enseña el diccionario que la sumisión es el “acatamiento”, la “subordinación” manifiesta con palabras o acciones. Esto es una capitulación a las convicciones, una subordinación de los valores y una capitulación -en el sentido de rendición- ante el más poderoso.
(*).Artículo publicado en Análisis.
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