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Los otros nombres del Colegio: Matías Behety, el mejor alumno del olvido

Su nombre no suele figurar en la nómina de ex alumnos notables del Colegio del Uruguay. Las antologías poéticas tampoco lo frecuentan. Quien fuera casi una leyenda viviente de su generación durante breves pero intensos años, fue cediendo pasos al olvido. En esta nota el profesor Eduardo Ojeda rescata a esta singular figura del periodismo y la literatura argentina.

 

(*) Por EDUARDO DANIEL OJEDA  Especial para EL MIÉRCOLES

De Montevideo al Colegio

Matías Behety nace en Montevideo bajo la ciudad sitiada, el 19 de mayo de 1849. Hijo de Félix Behety y María Chapital, su padre pertenece a la Legión Francesa que resiste el asedio de Oribe. Pero en 1858, exhaustos por las consecuencias de la guerra y sus penurias, la familia Behety con sus hijos Ana, Juan, María y Matías, resuelve marcharse. En el vapor a ruedas “Palmira”, en busca de mejor destino, llegan a las costas de Concepción del Uruguay, donde hay prosperidad y trabajo a la sombra protectora del General Urquiza. El padre abre aquí un almacén de ramos generales.

Matías ingresa en 1859 al Colegio en plena Década de Oro, durante el rectorado de otro francés llegado a estas tierras: el Dr. Alberto Larroque. Allí, junto a otros que luego formarían la llamada “Generación del 80”, recibe sus primeras luces. Los ideales republicanos y democráticos de aquellos franceses expulsados por la restauración monárquica de Napoleón III, calan hondamente en su espíritu. Igualdad, libertad y fraternidad son el pan diario en el primer colegio laico del país.

Retrato de MatÍas Behety.

Entre sus compañeros están Julio Fonrouge y Martín Coronado; en los cursos superiores, Julio Argentino Roca, Victorino de la Plaza, Eduardo Wilde. En esas aulas lo habrá visitado por vez primera el fantasma ensoñador de la poesía. Matías es, de lejos, el mejor alumno de aquella promoción: sobresaliente por aclamación, por unanimidad, sobresaliente en primera línea son sus notas en casi todas las materias: el niño pálido y menudo es un protegido del Doctor Clark y vive la admiración de sus compañeros.

En Buenos Aires

En 1862 completa los estudios mayores y luego los cursos iniciales de jurisprudencia. Pero en 1864 Larroque renuncia y recomienda a Félix y María que su notable hijo prosiga la carrera en Buenos Aires.

Los Behety emprenden una nueva aventura y marchan hacia la Reina del Plata. Matías ingresa en el Colegio Nacional Buenos Aires y es también en esa casa un estudiante notable, uno de los discípulos dilectos del erudito rector Amadeo Jacques.

Pero hay una cierta cerrazón conventual en el nuevo solar de estudios que lo asfixia. Las primeras sombras se interponen en su vida: extraña sus primeros y admirados maestros, la amistad del río, quizá el reflejo de un temprano amor entrevisto en la ribera uruguayense.

El periodismo y la musa

Muy joven, Matías se consagra de lleno al oficio periodístico y a los caprichos bohemios de la musa romántica. Behety brilla en los cenáculos literarios, pero esquivo a la fama, participa en forma anónima en la imprenta, utilizando seudónimos la mayor de las veces. En ocasiones firma sus editoriales y algunos poemas en los más importantes diarios de la década del setenta: El Nacional, La Tribuna, El Fénix, El Gráfico y La Prensa lo cuentan entre sus colaboradores.

Sus artículos merecen el aplauso de Estrada y de Goyena. Sarmiento, a quien llegan mentas del promisorio vate, quiere conocerlo: el exhaustivo estudio del historiador uruguayo Telmo Manacorda sobre Behety recuerda el episodio1: el Presidente de la Nación se presenta sorpresivamente en la redacción de El Tribuno y hay “un estremecimiento en la redacción del periódico”. Sarmiento lo califica como “el más brillante de su generación”, un ser de “oro puro”. En esa misma época comienza la amistad de Matías con otro joven promisorio apenas unos años mayor, que por entonces también escribe versos de amor doliente: se llama Leandro Nicéforo Alem. “Si Alem era el tumulto vivo, Matías era el fervor callado” dice Manacorda. Poco después lanzan juntos el diario El Fénix:

Alem y Matías Behety lanzaron a la calle ‘El Fénix’, un periódico de combate donde propagaron sus ideas sobre las más candentes cuestiones políticas, entre ellas, la reforma de la Constitución Provincial.”2

La peste

De su calidad moral y coraje queda el testimonio de su participación en la epidemia de fiebre amarilla que asoló Buenos Aires en 1871, como parte de la Comisión Popular encargada de organizar el socorro a las víctimas. Dice Diego Howlin en su ensayo “El vómito negro, historia de la fiebre amarilla”:

El 14 de marzo de 1871 quedó constituida la Comisión Popular, que actuaría en forma paralela con las autoridades municipales, integrada por Roque Pérez (presidente); Héctor F. Varela (vicepresidente); Mariano Billlinghurst, Emilio Onrubia y Matías Behety (secretarios.)”3

Comision de la fiebre amarilla (1871), en el centro Matías Behety.

La actuación de Behety en aquella tragedia que se llevó 14.000 habitantes en una ciudad de 190.000, merece una distinción especial; resulta el voluntario que más guardias de servicio cumple en medio de la desolación y los efluvios deletéreos de la peste. Contrae la enfermedad, aunque en forma leve, y salva su vida gracias a los cuidados del doctor Manuel Argerich. Martín Coronado dirá de aquellos voluntarios: “Apóstoles del bien, llenos de santo y generoso anhelo”. Las escenas de inenarrable horror contempladas marcan a fuego el alma de Matías, que hasta entonces apenas conocía los sinsabores de la nostalgia y el caprichoso halago de las musas.

Cuba es América

El 8 de febrero de 1873 escribe uno de sus más destacados editoriales en el diario El Nacional: “Cuba” es su título. Cuba está sola en la batalla independentista y Behety se pregunta: “¿En dónde está la América en esta lucha?” Será otra de las grandes pasiones que agitan la vida de nuestro personaje, en aquella América que conserva aún una hija irredenta, desangrada bajo el poder español. Junto a Adolfo Rawson, Carlos Guido Spano, Leandro N. Alem, Lucio V. Mansilla, entre otros, funda la “Asociación Independencia de Cuba”. Behety le consagra a esta causa una de sus más celebradas piezas oratorias, pronunciada en el Teatro Variedades el 21 de diciembre de 1873. Está presente, presidiendo el estrado, el maestro antillano Eugenio María de Hostos. Escuchemos la voz encendida del alumno de nuestro Colegio:

Cuba es un pedazo de nuestro suelo; en su inteligencia brilla el rayo de la inteligencia americana (...) ¡Es necesario que nos presentemos todos juntos pidiendo al gobierno que reconozca a Cuba como beligerante!” “... La savia americana circula por nuestras venas (...) Asuma la República Argentina el papel que le toca desempeñar ¡Responda al pasado que la compromete ante la América entera! (...) “Surja a la vida de las naciones independientes ese pedazo de tierra estremecido por el soplo americano.”4

Resuena en estas palabras similar acento americanista al del propio Hostos, o del apóstol de la revolución cubana, el gran José Martí. El meeting culmina con el paseo triunfal de la bandera cubana hasta la antigua plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo) El evento había reunido a unas 4.000 personas. Después del acto los asistentes marchan por las calles de Buenos Aires. Recuerda Hostos en su correspondencia: “La bandera de Cuba, colocada entre dos argentinos, recorrió triunfalmente, en medio de un pueblo delirante de entusiasmo, entre aclamaciones estruendosas, a los ‘¡viva Cuba independiente!’ más unánimes, las calles más concurridas y céntricas de la ciudad”.

Otro rasgo singular de su vida pública (y que coincide con la “altura moral” que le reconoce Miguel Cané) es que, transcurrida ya la abominable guerra de la Triple Alianza, Behety se encontró entre los fundadores de la Asociación Protectora de los Inválidos que prestaba auxilio a los sobrevivientes de la masacre y contaba con un periódico titulado El inválido argentino5.

Ajenjo

Nostalgia y dolor por lo lejano son los sentimientos por los que los románticos son desgarrados en todas direcciones. Echan de menos la cercanía y sufren por su aislamiento de los hombres, pero al mismo tiempo los evitan y buscan con diligencia la lejanía y el desconsuelo. Sufren por su extrañamiento del mundo, pero captan y quieren este extrañamiento.” (Arnold Hauser)

La frase de Hauser capta bien el aspecto contradictorio de la subjetividad romántica. En el caso particular del romanticismo argentino éste tiene una expresión tardía, y en cierto modo queda desfasado de las tendencias modernizadoras y del anclaje en la realidad de su tiempo. Ese imaginario llevado a su extremo tiene una cara de sombras, y comienza a pesar sobre la vida del hombre que parecía un elegido del destino. Ya lo avizora Miguel Cané —quien tuvo a Behety entre sus compañeros del Colegio Nacional Buenos Aires— cuando lo retrata en “Juvenilia” con dolorosos trazos:

¿Recordaré otra inteligencia brillante, apta para la percepción de todas las delicadezas del arte, fina como el espíritu de un griego, auxiliada por una palabra de indecible encanto y un estilo elegante y armonioso? ¿Recordar ese hombre, que sólo encontró flores en los primeros pasos de su vida, que marchaba en el sueño estrellado del poeta, al amparo de una reputación indestructible ya? (...) La bohemia le absorbió, le hizo suyo, le penetró hasta el corazón. Pasaba sus noches como el hijo del siglo, entre la densa atmósfera de una taberna, buscando la alegría que las fuentes puras le habían negado en la excitación ficticia del vino (..). Nunca se impone a mi espíritu con más violencia el problema de la vida que cuando pienso en ese hombre.”

Su hermana María se ha casado con José Menéndez —quien muy pronto será conocido como el “Rey de la Patagonia”— y desea llevarlo junto a ellos a Punta Arenas, donde su marido ha comenzado a construir un imperio. Matías duda, la fascinación de aquellos parajes desolados por un momento lo encandila. Pero el demonio que yace en el fondo de la copa de ajenjo es más fuerte y no podrá ya librarse de su verde hechizo. Son años de esterilidad y abandono. Paul Groussac en Los que pasaban será implacable en su veredicto: “...Vivió prometiendo algo que nunca había de cumplir”.

María

A pesar de todo, Behety se recompone una y otra vez. Sigue trabajando en el foro y en la prensa, e inicia un apasionado romance con María Lamberti, hermana de su amigo el poeta Antonio Lamberti.

Su salud está deteriorada pero aún dirige el periódico político-literario Las Novedades, donde colabora el joven poeta colonense Diego Fernández Espiro —también ex alumno del Colegio— y otro entrerriano ilustre, José Sixto Álvarez, “Fray Mocho”.

No había de durar mucho la hora fecunda. El 11 de septiembre de 1880 Matías recibe el golpe de gracia: su amada María ha muerto. Tenía 23 años y ya le tocaba convertirse en “la desposada de los cielos”. A ella le dedicará uno de los sonetos más difundidos en la época. En la semblanza dedicada a Behety en El pensamiento de América, Luis Berisso dice: “El ave negra le había arrebatado a su padre, a sus hermanos, a su amada, y no quería alejarse de su alcoba, como esperando una presa que tardaba en entregarse (…) El amor se le presentó en forma de cadáver para dar el golpe de gracia á su existencia insufrible.” Comienza el derrumbe definitivo de Matías, Ícaro que se deja caer con alas de ceniza y alcohol sobre las tabernas de la gran aldea.

MarÍa Lamberti, "desposada por los cielos".

La Plata y el final

¿Qué son las cosas visibles cuando se está deslumbrado por las cosas invisibles?” (M.B. fragmento de su poema “La visión de la muerte”)

En 1884, convocado por su amigo Francisco Uzal, quien confía en que el espíritu de la ciudad naciente torciera el rumbo trágico de sus pasos, se dirige rumbo a La Plata. Behety abandona esa Buenos Aires que va dejando de ser la hospitalaria gran aldea para transformarse en indiferente capital cosmopolita. Todo es en vano. La tuberculosis y el alcohol ya han hecho estragos en su cuerpo. Apenas alcanza a publicar algún suelto en La Plata, el primer diario de la ciudad. Así lo retrata otro condiscípulo de nuestro Colegio, el periodista y escritor Rafael Barreda, en una semblanza de la revista Caras y Caretas del año 1907:

El último período de su vida, se alejó de sus amigos que estaban en auge y sólo se le encontraba en los fondines, tabernas ó bodegones… Allí se hallaba en su centro, á su anchas, como él decía, usando de su lenguaje persuasivo, salpicado de figuras bellísimas, compartiendo con los pobres lo pobre de su bolso. Y, cosa rara, los que escuchaban sus frases, siempre originales —aquella gente ruda é ignorante—, sentían por él el mayor respeto. Al pasar una noche por un almacén oí su voz en la trastienda y entré, allí me lo hallé con hombres de baja estofa que lo escuchaban admirados. Me miró y, al reconocerme, me dijo, con aquella gravedad propia de su carácter: —¡Aquí me tienes ilustrando las masas!”

Acaso en su agonía lo rodean las visiones de la infancia: el río, el mirador heroico, perfumes de jazmín y risas en el estudioso patio del colegio, una niña de largas trenzas de su mano bajo la dorada siesta de Concepción del Uruguay.

Matías Behety muere en el Hospital Melchor Romero un 24 de agosto de 1885. A su sepelio asisten Manuel Quintana, Victorino de la Plaza, su inseparable Alem. Tiempo después los amigos llevan flores a la tumba, pero la cruz con su nombre ha desaparecido. Antonio Lamberti pronuncia las palabras definitivas: “Hasta las cruces que levanta el pobre son las primeras que derriba el viento”. Hoy es considerado el primer poeta platense y da nombre a la calle 57 de la ciudad.

Casi la totalidad de la obra poética de Behety se encuentra perdida y la que está dispersa no ha sido reunida todavía en volumen alguno. Queda como leyenda, errante entre grandes espectros, el mejor alumno del olvido.

 

María

A mi amigo Antonio Lamberti

Hacia tu hogar encaminé mi paso

y me detuve trémulo en su puerta;

el sol se sepultaba en el ocaso,

y al abrazarme me dijiste “¡Muerta!”

 

La sombra me inundó, el alma entera

en un sollozo se agotó doliente,

al mirar esa hermosa primavera

desmayada en el rayo de su oriente.

¡Muerta¡, exclamé, y respondiste: “¡Muerta!”

Delante su ataúd caí postrado...

cerré los ojos y la vi despierta,

su angélico semblante iluminado.

Me hablaba y sonriendo enternecida

envuelta en nubes de flotantes velos,

¡Oh, no lloréis, me dijo, mi partida,

yo era la desposada de los cielos!”

(*) Profesor en Filosofía (ISFD Escuela Normal) y licenciado en Pedagogía (UADER). Egresado del Colegio del Uruguay.

1 Manacorda, Telmo: Matías Behety. Emecé, 1948. Para estas líneas nos hemos valido especialmente de esta biografía.

2 Círculo de Legisladores de la Nación Argentina. (1998) Leandro N. Alem: Un Caudillo en el Parlamento

3 Howlín Diego (2004) “El vómito Negro” Historia de la fiebre amarilla, en Buenos Aires de 1871. Disponible en http://www.revistapersona.com.ar/Persona34/34DHowlin.htmç URL:18/08/2016

4 En Manacorda, op.cit.

5 Chao, L. D. «Protegiendo viudas e inválidos. Intervenciones estatales sobre los guerreros del Paraguay y sus deudos durante la larga postguerra de la Triple Alianza en Argentina (1865-1915)». Revista de Historia Social y de las Mentalidades, vol. 27, no. 2, 2023, pp. 374-418, doi: https://doi.org/10.35588/rhsm.v27i2. 6081.Luis Daniel Chao IIGHI-CONICET-UNNEResistencia, ArgentinaEmail: l.daniel.chao@gmail.com0000-0001-9720-3901

 

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