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Japón: 45 años en el corredor de la muerte pero era inocente

Iwao Hakamada (88) estuvo preso casi medio siglo esperando la horca por un crimen múltiple de 1966 que no cometió. Hoy lo absolvieron pero es récord mundial en esa injusticia.

 

Por GABRIEL MICHI (*)

Es sabido que la justicia lenta no es justicia. Y mucho menos si se ciñe sobre un acusado la pena de muerte. Y encima si es inocente. Obviamente es aún más grave e irreparables si la condena capital se concreta y después se comprueba que el ejecutado no era responsable de los crímenes que se le adjudicaron.

Por suerte eso último no llegó a ocurrir en el caso del japonés Iwao Hakamada. quien hoy tiene 88 años. Pero todo lo demás sí ocurrió. Con un agravante: este ex boxeador pasó más de la mitad de su vida en prisión, un total de 47 años.

Y lo que es aún peor, 45 de ellos lo hizo en el llamado "corredor de la muerte", es decir, esperando su ejecución, un récord absoluto a nivel mundial. Ahora la Justicia determinó que es inocente y lo absolvió de los crímenes múltiples, ocurridos en 1966 -hace casi 60 años-, que falsamente le adjudicaron.

"Fue dulce escuchar las palabras 'no culpable' en la sala del tribunal", dijo Hideko Hakamada, la hermana mayor del acusado, quien luchó durante décadas no sólo para que quede en libertad libre de culpa y cargo, sino también para limpiar su nombre ante la opinión pública. "Cuando escuché eso, me emocioné y me sentí tan feliz que no podía parar de llorar", señaló muy emocionada.

Un tribunal de Japón anuló así lo actuado originalmente en la Justicia y concretó un nuevo proceso -algo poco habitual en ese país- que determinó no sólo la inocencia de Iwao Hakamada, sino que comprobó que para aquella condena inicial de 1968 -que luego fue ratificada por la Corte Suprema en 1980- se había utilizado pruebas falsas para acusarlo del asesinato de su ex jefe y toda la familia del mismo.

El hoy absuelto permaneció en prisión hasta 2014, cuando en los tribunales empezaron a dudar de las supuestas pruebas con que se lo había sentenciado. En ese año, tras casi cinco décadas tras las rejas, le permitieron al ex boxeador salir de prisión y se fue a vivir a la casa de si hermana porque ya no le quedaba nada. Mientras se consustanciaba todo para un nuevo proceso judicial.

Ahora, la nueva sentencia, anunciada por el juez Koshi Kunii del Tribunal de Shizuoka (suroeste de Tokio), reconoció que existió "falsificación de pruebas" por las que Hakamada fue incriminado maliciosamente por parte de la Fiscalía y de las autoridades encargadas de la investigación del caso por el asesinato del dueño de la fábrica de miso (soja fermentada) en la que trabajaba, a la mujer de este y a los dos hijos de la pareja y, después, quemar su casa en aquel 1966.

Pese a que en un principio había habido una admisión parcial del crimen por parte de Hakamada, al poco tiempo se desdijo y argumentó que había sido presionado por las autoridades. Y a partir de allí comenzó a gritar su presunta inocencia a los cuatro vientos y a señalar que las supuestas pruebas que lo implicaban habían sido plantadas, como por ejemplo, unas prendas de ropa halladas en uno de los tanques de miso de la fábrica y manchadas de sangre que coincidía con su ADN, algo que años después se comprobó que no era cierto.

Norimichi Kumamoto, uno de los tres jueces del tribunal de Shizuoka que había condenado a muerte a Hakamada, había solicitado al Tribunal Supremo un nuevo juicio en 2008 ante el reclamo por las pruebas hechos por la defensa, pero en ese momento fue rechazado. Los abogados del sentenciado habían argumentado que las pruebas de ADN realizadas en ropa manchada de sangre que supuestamente pertenecía a su cliente mostraban que la sangre no era suya.

Como se mencionó, no es algo habitual que la Justicia japonesa vuelva sobre sus pasos y revea una decisión tomada por algún tribunal. De hecho, esta es apenas la quinta ocasión en el Japón de posguerra en que un condenado a la pena capital resulta absuelto tras la repetición de su juicio. Y para encontrar el antecedente más inmediato hay que remontarse, nada más y nada menos, que a 35 años atrás.

El tema es que esta absolución, por más buena noticia que resulte para el acusado, le llega a los 88 años de edad, con su salud y su condición mental debilitada, más tras haber pasado cerca de medio siglo tras las rejas, sabiéndose inocente.

Si bien el ex boxeador recibirá una compensación económica en la que se tomará en cuenta los años del injusto encarcelamiento -si es que la Fiscalía no apela en dos semanas-, todo es poco frente a la tortura vivida. Y a ese fantasma que lo acompañó durante años mientras esperaba su injusto final en el "corredor de la muerte".

Hoy Iwao Hakamada puede argumentar que siempre tuvo razón en cuanto a su inocencia. Pero eso le llega en el ocaso de su vida. Una demostración cruel e inapelable de que la justicia lenta no es justicia. Todo lo contrario.
(*) Artículo originalmente publicado en mundonews.com.ar. Se reproduce por gentileza de su autor.  

 

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