En esta columna de opinión, el médico Daniel Caña de Michele realiza una comparación sobre las diferencias entre animales y humanos en cuanto al proceso reproductivo, haciendo hincapié en la importancia de los programas públicos de salud.
Por DANIEL DE MICHELE (*)
El sistema hormonal de los animales ha evolucionado hacia un diseño de reproducción que aparece como perfecto.
Una o dos veces al año como máximo, los ovarios de las hembras producen hormonas que inducen conductas de acercamiento de los machos, para aparearse y cumplir con el mandato evolutivo de perpetuar la especie.
Con frecuencia los machos disputan el liderazgo de la manada ferozmente, incluso matan a sus probables competidores por aparearse.
Esta conducta agresiva de los machos más fuertes, es un diseño evolutivo de alta y pura calidad. Los genes del mejor ejemplar, el más completo de los machos, adquiere derecho a fecundar más hembras, de forma que la descendencia sea de la mayor pureza y calidad posible. Es simplemente perfecto.
El nuevo integrante de la manada siempre es deseado, amado y protegido por su madre y la manada. No existe el concepto de embarazo no deseado en el reino animal.
La incorporación a la manada de un nuevo miembro es siempre bienvenida y protegida por todos sus integrantes. En la mayoría de los animales, la actividad sexual está estrechamente ligada a los ciclos hormonales de las hembras y a factores ambientales.
El celo -un período limitado durante el cual las hembras están receptivas- garantiza que las interacciones sexuales ocurran cuando las probabilidades de concepción son más altas.
Aunque las mujeres también tienen un ciclo ovárico, los seres humanos no estamos limitados por un ciclo de celo. En los humanos, las relaciones sexuales no siempre están orientadas solo hacia la procreación.
El deseo sexual en humanos puede manifestarse de forma continua, más allá de la ovulación femenina.
Esta diferencia permite que los humanos tengan un componente social, afectivo y placentero en su sexualidad, lo que no se observa en la misma medida en los animales. La función de la actividad sexual en los humanos trasciende la reproducción, promoviendo vínculos emocionales y alianzas sociales.
La sexualidad humana está influida no solo por la biología, sino también por factores culturales, sociales y psicológicos.
El deseo sexual, el amor romántico y los vínculos de pareja tienen un valor que va más allá de la reproducción. Dado que la actividad sexual puede tener fines no reproductivos, se concluye en que la función reproductiva de supervivencia humana, está separada de la función emocional.
Aparece así la necesidad de regular la natalidad mediante anticonceptivos. Esto surge como respuesta a la necesidad, de compatibilizar el deseo sexual con otros proyectos personales. Uno de los problemas generados por la modalidad de la sexualidad humana, es el embarazo no deseado.
Hoy, aunque no se destaque siempre, el embarazo no deseado es la principal causa del aborto.
Finalmente la síntesis:
1. Cada año, se estima que ocurren unos 250 millones de embarazos en el mundo. De estos, alrededor de 121 millones (casi la mitad) son embarazos no deseados. El 60% de estos embarazos no planeados terminan en aborto inducido (73 millones de abortos en el mundo cada año).
2. La mayoría de estos abortos son inseguros, sobre todo en países con escaso desarrollo de la Salud Pública. Esta inseguridad impacta sobre la madre, siendo la causa de muerte principal de mujeres que abortan.
3. Severas ineficiencias en los Programas de Anticoncepción están ocurriendo, en especial en países pobres.
(*) Este artículo fue publicado en la edición gráfica del diario El Pueblo de Villaguay. Se reproduce por gentileza de su autor.
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