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OPINIÓN

Debate y combate

No hay razón éticamente válida para explicar la ausencia de Scioli, como tampoco para justificar la decisión del grupo Clarín de oponerse a la iniciativa. Es notable cómo ante una oportunidad tan relevante, las acciones del oficialismo y su “enemigo íntimo” fueron tan simétricas: ambos boicotearon el debate. Que la TV pública no lo haya transmitido será recordado en el tiempo con asombro. ¿Será, también, una metáfora de sus respectivos aportes al ciclo que termina?

 

(*) Por AMÉRICO SCHVARTZMAN

No siempre el origen de las palabras nos dice algo acerca del uso que les damos. Pero en el caso de la palabra “debate” parece haber algo que persiste desde tiempos remotos, algo que la emparenta a su prima hermana “combate”. Por eso al leerla o pronunciarla, evocamos las dos acepciones que laten en su etimología: un debate es tanto una discusión como una lucha. Es intercambio dialéctico y combate a la vez. Sin embargo, en este primer debate presidencial de la Argentina –que fue ejemplar en varios aspectos–, el combate estuvo afuera.

No quiero decir con esto que no haya sido relevante (y aun, por momentos, atractivo): al contrario, para ser la primera vez, el cruce que protagonizaron quienes aspiran a ocupar la Presidencia de la Nación estuvo a la altura de las expectativas, y en nuestra pobre democracia eso es (bastante) más que el promedio. Los cinco presentes estuvieron previsibles pero (bastante) sólidos en lo suyo, y (bastante) respetuosos de los demás. Pero sobre todo: estuvieron. Y eso es bastante.

Sin embargo es dudoso que, aun con sus instantes de chicanas y pasajes efectistas, ese cruce vaya a tener mucho efecto en la importante porción de la ciudadanía que le prestó atención: más bien, la actuación de cada postulante contribuyó a consolidar las simpatías previas de los votantes.

De modo que no parece que alguien se haya recortado como “ganador”, y en cambio la sensación creciente es que el oficialista Daniel Scioli pagará un costo más alto por su faltazo del que pensó (o del que sus asesores le aseguraron) que tendría.

Esa conclusión se ve reforzada por el gran impacto del debate en las redes sociales (casi medio millón de tuits) así como en el controvertido rating (pese a que solo lo transmitían dos canales, uno de ellos de cable); por momentos, peleando de igual a igual contra el atractivo partido River-Independiente (según la información difundida, en el total perdió con el fútbol pero le ganó a 6,7,8 y a Lanata).

Datos esperanzadores. Muestran que para una parte importante de la sociedad argentina (mucho mayor de lo que quisiera el oficialismo), parece claro que en una democracia los debates tienen relevancia. O deben tenerla.

Y es que ése era el combate de fondo, en verdad. Que se concretara. Porque el principal aspecto positivo es que se instala en la Argentina la idea del debate público y reglado de los candidatos como un derecho ciudadano, a partir de una iniciativa respaldada por varias ONGs e instituciones diversas, públicas y privadas. Y no como parte del negocio de una empresa multimediática, tal como pretendió hacer el grupo Clarín, que despechado al ver frustrada su pretensión de “producir” el debate, optó por no transmitirlo en ninguno de sus canales.

No hay razón éticamente atendible para explicar la ausencia del candidato del Gobierno. Tampoco argumento válido que justifique al grupo Clarín en su decisión de obstaculizar la iniciativa. El oficialismo y su principal enemigo coincidieron en boicotearla. Eso es notable y muy significativo: cómo ante una oportunidad tan relevante, casi inmejorable –porque bajo cualquier perspectiva contribuía a perfeccionar nuestra torpe democracia–, las conductas de ambos contendientes fueron simétricas. ¿Será, también, una metáfora de sus respectivos aportes al ciclo que termina?

Para la historia, queda la muestra palmaria del nefasto manejo de la comunicación oficial: que la TV pública no haya transmitido el evento será recordado durante mucho tiempo. En el futuro se estudiará con asombro por qué, en democracia, el canal de televisión que pertenece a todo el pueblo argentino, decidió televisar un partido de fútbol en lugar del primer debate presidencial con reglas. Es una de las muchas cosas que el kirchnerismo no podrá explicar.

 

*Director de La Vanguardia. Autor de Deliberación o dependencia. Ambiente, licencia social y democracia deliberativa (Prometeo 2013)

 

 

 

 

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