En 2016 se cumplen 500 años del arribo de Juan Díaz de Solís con un grupo de otros europeos a nuestras costas. Así comenzó el asalto y la invasión de esta región continental, poblada por millones de personas desde hacía miles de años.
Fue el inicio de la integración dependiente (el sometimiento) de este territorio al naciente sistema capitalista, que a través del saqueo y la esclavización de dos continentes se expandiría en un breve lapso desde Europa hacia todo el planeta, en una modalidad demencial de destrucción de las culturas y la vida, hasta llevar a todos los humanos a una crisis civilizatoria que nos acerca a la desaparición.
Capitalismo, saqueo, racismo, esclavización, trata de personas, genocidio, biocidio, epistemicidio, colonialismo y colonialidad van de la mano y se potencian mutuamente en la modernidad.
La Junta Abyayala por los Pueblos Libres –JAPL- advierte en este aniversario un estado de resignación, cuando no de indiferencia o de ignorancia, frente a las formas actuales de penetración y depredación, no menos aberrantes que las desplegadas en cinco siglos pero ya en un extremo por los daños del sistema en el ambiente.
Al mismo tiempo observa la persistencia de un mundo de armonía que el Occidente no logró destruir. Es un mundo auténtico con raíces en esos pueblos antiguos del Abyayala que se desenvuelven en diálogo con la naturaleza, con principios que el capitalismo no comprende y en los que han confluido culturas de todos los continentes.
Decimos Occidente en referencia a la mentalidad y las estrategias heredadas del colonialismo extractivista, con insana voluntad de dominio y de usufructo exclusivo a costa del resto de la humanidad y la biodiversidad. Es una concepción antropocéntrica y eurocéntrica en el origen, pero ya no se circunscribe a una geografía.
GENOCIDIO
Hay síntomas visibles de permanencia colonial en los paradigmas filosóficos de nuestro sistema educativo, la economía y la política. Nuestra inquietud principal (sin menospreciar otras) apunta al conocimiento, porque el mayor logro de la invasión radicó y radica en romper lazos de unidad, desarraigar al humano, y desnaturalizar a las personas, a los pueblos, a su genuina historia y a su pensamiento amasado por milenios.
Dicen que, en el primer contacto, nuestros antepasados del continente se comieron a Juan Díaz de Solís. Es posible, pero no hay pruebas ni razones para dar crédito a los relatos europeos.
Lo cierto es que nuestros antepasados no estaban pertrechados para la resistencia, y aun así aguantaron siglos, con valor, hasta sucumbir al feroz ataque.
Han pasado 500 años. El resultado se mide en muerte. La destrucción no ha sido total pero continúa. Hoy llega por vías impensadas, algunas de ellas con pretensiones de simpatía, incluso, originadas tanto afuera como adentro del territorio.
En las arremetidas imperiales de este siglo XXI los asaltantes han afinado sus modos y lograron invadir con el capitalismo no sólo el espacio sino también nuestras conciencias a través de la propaganda y otros mecanismos de dominio cultural, de manera que nos parasitan sin que atinemos a una resistencia proporcional, aunque la resistencia existe y se expresa de diferentes formas.
Ayer eran cuentitas de colores (biblia incluida, amor de dios, salvación en otro mundo), mientras se apropiaban de las riquezas materiales. Hoy continúan con eso y añaden promesas de progreso, y dinero para consumir compulsivamente marcas previamente maquilladas, o para endeudarnos con la usura.
Eso ocurre siempre con el menosprecio y la tergiversación de las culturas regionales que pueden alzar barreras defensivas; y con la facilitación que el invasor encuentra en las metrópolis, las clases acomodadas, los gobernantes y los llamados dirigentes, sean políticos, corporativos o religiosos (católicos, protestantes y judíos principalmente).
El sistema busca cambiarnos la conciencia, para convertirnos en consumidores uniformados, incluso en su idioma, y hartarse en las riquezas naturales de nuestro suelo. El sistema es insaciable en su voracidad.
MULTINACIONALES
Cercadas las sabidurías antiguas (y aun así siempre vigentes) de nuestros pueblos, se nos impone el régimen de vigilancia y opresión. A veces lo aceptamos con algún grado de resignación, si no de complacencia. Muchos partidos poderosos llamados neoliberales, progresistas o populares coinciden en su permeabilidad al saqueo.
Así es como desembarca el abecedario completo de multinacionales respaldadas por capital financiero, estados imperiales y ejércitos con una capacidad de destrucción que jamás se vio en el planeta, con los caminos aceitados por sus socios internos.
Con A de Adidas, B de Bilderberg y Barrick, C de Cargill y Citigroup, CH de Chase, Chevron o China State, D de Dow Chemical-DowDuPont, las multinacionales ocupan todos los rubros, pasando por G de GlaxoSmithKline, I de ICBC, K de Koch Industries, M de Monsanto, P de Pfizer, U de Unilever, W de Walmart… Todas parasitando a los argentinos y sus hermanos de Abyayala, con la complicidad del poder político, para asegurarse el dominio del mundo y llamar “progreso” a la colonialidad, y “civilización” al atropello.
Solís no resistió su primer viaje, quizá nuestro pueblo se curó en salud. Hoy, en cambio, los dirigentes pasan por el besamanos del centenario Rockefeller, emblema de la nueva penetración. Es un síntoma de la irrefrenable voluntad invasora de un sector de la humanidad sobre el resto en el que se incluyen nuestros territorios como zonas de sacrificio. Ellos controlan las armas, los medicamentos, la energía, el dinero, la tecnología para la vigilancia, la propaganda, la comunicación.
Nosotros no perdemos nuestra capacidad de asombro, prevenidos frente a la batería de modalidades que adopta el sistema imperial. Por eso en la JAPL nos proponemos hacer de 2016 un año de conciencia antiimperialista, y de respeto a nuestro entorno. Las estrategias y tácticas se darán por añadidura. En la Argentina coinciden con los 200 años de la inconclusa independencia.
Lo haremos conociendo nuestra pertenencia al paisaje, divulgando el pensamiento y las sabidurías milenarias de Abyayala (América), y abriendo las puertas a todas las culturas y creencias del mundo, conscientes de que la humanidad es una sola, en su diálogo con el resto de la naturaleza.
Vemos organizaciones sociales, asambleas, sindicatos con vitalidad. Pero reconocemos que en muchos casos debemos superar nuestro estado de postración, sometimiento solapado, divisionismo, partidismo; debemos romper los compartimentos estancos y volver a las fuentes del sumakkawsay (vivir bien, en armonía con la comunidad y su entorno) y abrazar los asuntos comunes. Así podremos recuperar un modo de ser que es incompatible con los planes coloniales de empresas y gobiernos de los Estados Unidos, Europa, China o Rusia, por ejemplo, y los banqueros y militares que los sostienen, con sus cómplices locales.
PRIVILEGIOS
La invasión nos empuja al consumismo, Abyayala nos llama a la convivencia con austeridad.
La invasión nos empuja a competir, Abyayala a complementarnos.
La invasión llama a la servidumbre, Abyayala a la conciencia y la lucha.
La invasión es ruido, apuro y banalidad, Abyayala es silencio, serenidad y firmeza.
Abyayala dice vida y comunidad, la invasión dice dinero y ganancia.
La invasión entrega las tierras a unos pocos, Abyayala invita al humano a sumarse al maravilloso intercambio entre especies diversas, a compartir el trabajo y sus frutos, y a reconocer nuestra pertenencia a la madre tierra.
La invasión dice comodities y vende, Abyayala dice alimentos y coopera.
Llamamos Abyayala al continente integrado con sus culturas, sus conocimientos, sus pueblos conviviendo en la naturaleza por miles de años, como prueba de vida comunitaria, solidaria, desprendida, de respeto y comunión con el entorno. No sostenemos una división entre buenos y malos, bien y mal, no entramos en maniqueísmos, pero sí afirmamos que la invasión capitalista es una enfermedad contagiosa y mortal.
La invasión nos endeuda de manera fraudulenta y paga indefinidamente por esas deudas fraudulentas (la Argentina sufre la sangría de más de diez mil millones de dólares al año y sólo por los intereses). Es el establishment, que paga sin denunciar ni investigar, y a costa del sacrificio de los excluidos y el biocidio.
Abyayala, en cambio, no acepta “favores” del imperialismo ni sacrifica al pueblo para agradar a los usureros.
La invasión nos divide y nos miente, Abyayala nos invita a conocernos en la unidad y en la emancipación: ese es nuestro lugar.
La invasión se coloca distintas máscaras, en el mejor de los casos se hace llamar “racional” o “humanista” (en favor del progreso), y no sale de su antropocentrismo destructivo; Abyayala cultiva mil formas del conocimiento profundo y jamás colocará al hombre por encima de nada y de nadie porque sabe que esa soberbia empieza destruyendo la condición esencial del humano y terminará exterminando la vida.
Ante los 500 años, hacemos silencio para reflexionar sobre nuestras tradiciones y nuestra historia extraordinaria, prevenidos de los que inventan un relato y declaman promesas para conservar su poder y sus privilegios en función del enriquecimiento personal o sectorial, con la farsa y corrupción como sistema; y prevenidos de los que buscan afianzar antiguos privilegios.
CONSUMIR EL FUTURO
Sabemos que sólo nuestra escala de prioridades nos devolverá a la armonía, de manera que ningún cambio será sostenido y hondo si no es en la conciencia del humano y de los pueblos.
Ni el capitalismo ni el poder dominante detrás de religiones, estados, corporaciones sectoriales, generan el clima para el sumakkawsay, que es nuestro clima. Ni siquiera la suma de luchas sectoriales da como resultado el bien común. La atomización de las organizaciones y de las luchas por la resistencia y el cambio social es otro triunfo del capitalismo, como la división del conocimiento en compartimentos estancos y especializaciones.
A 500 años agregamos nuestra inquietud por los servicios que también la prensa y las aulas prestan al estado de cosas, con excepciones honrosas.
Arrastradas al consumismo, y a veces sobornadas por el “vivir mejor”, las burguesías y también las clases populares son usadas para cristalizar un régimen, aunque ese régimen no sea sustentable y exija que unos pocos consuman (destruyan) la energía de muchos e incluso se apropien de bienes imprescindibles para las generaciones actuales y futuras.
Si la humanidad se ha hecho petróleo dependiente (y petroleros-dependiente, con métodos de extracción peligrosísimos como la fractura hidráulica), en nosotros está desmontar esos vicios.
Al cabo de estos 500 años advertimos que la misma “civilización” que se fagocitó el legado del Abyayala (vidas, pensamientos, relaciones, códices, lenguas, esperanzas), ahora gasta a cuenta su futuro.
Frente al sometimiento capitalista no hay una sola respuesta sino una gama amplia de contestaciones posibles, según los rubros, las etapas y los temperamentos. La primera de ellas es, por supuesto, la conciencia, de la que deben derivar las demás.
De esa fuente nos llega la mirada integral, y el deber de defender el agua limpia, la semilla sin contaminaciones ni manipuleos genéticos, la biodiversidad, la energía renovable, los alimentos sanos y la soberanía particular de los pueblos, sin detenernos en partidos, nombres, facciones o simpatías temporales.
La soberanía particular de los pueblos es la comprensión auténtica de las autonomías y la libertad en la unidad, que defendió la truncada revolución federal artiguista, referente fundamental a la hora de recuperar nuestras luchas.
La conciencia manda descreer del individualismo, la acumulación de propiedades, los privilegios ofensivos, la fama, el consumismo, el exitismo, y mantener prudente distancia del poder hegemónico.
ENGAÑOS DE OCCIDENTE
De esa misma fuente, la conciencia, nos viene un baño de naturaleza, arte, tradición, donde el humano pide permiso para el intercambio, y repudia la corona que le inventó engañosamente el Occidente.
En las tradiciones del Abyayala están la vida y las labores comunitarias, la gauchada, la reciprocidad, el vivir bien en equilibrio con la naturaleza, el mate como expresión de esa unidad y vía del conocimiento, y la resistencia ante las invasiones.
A 500 años del aciago desembarco de Juan Díaz de Solís como punta de lanza de la invasión capitalista genocida y biocida en nuestro territorio, no ignoramos que los gobernantes de este suelo reprodujeron en todos los órdenes las prácticas invasivas de Europa, que se ven con nitidez en las campañas metropolitanas contra los habitantes de la Patagonia, el Chaco, el noroeste, el litoral o el Paraguay, solo por dar algunos ejemplos; y en la difusión de una educación que menosprecia el lugar y naturaliza así el epistemicidio, porque en el ninguneo del lugar hay un desprecio a los distintos ámbitos, formas y caminos del conocimiento, el amor, la comunicación.
500 años: si es por la experiencia, ya está. Ya conocemos los métodos, las mañas, los camuflajes. Occidente (su capitalismo, sus bancos, sus multinacionales, su poder bélico, sus saqueos, sus religiones, su propaganda, su “democracia representativa” (entendida a la medida del invasor), su “justicia”, su consumismo, su violencia para la uniformidad, su vigilancia extrema, su maquinismo, sus obras faraónicas) no es compatible con la esencia del Abyayala.
El capitalismo, con la maximización de la ganancia como prioridad y el crecimiento infinito como propósito social, no es compatible con la vida.
Para fortalecer el proceso que revertirá la colonialidad hagamos de 2016 un año de conciencia de colonial, anticolonial.
Hemos sostenido y sostenemos en esta fecha nuestros lemas “federales, no siervos”, y “nadie es más que nadie”, como principios rectores.
PACHAMAMA
A 500 años, en la Junta Abyayala por los Pueblos Libres nos inclinamos ante las invitaciones a la vida y a la lucha venidas desde la Pachamama, que representa a todo el espacio vital, nosotros incluidos.
La Pachamama no se compra ni se vende. Nuestra conciencia no está en venta.
Como consecuencia de esta conciencia, pensaremos en 2016 como el año de la bisagra para iniciar el proceso de jubileo. Entonces el suelo y la vida escaparán de los títulos de propiedad y de las patentes para retornar al seno de la Pachamama, y de allí al sumakkawsay, la alimentación sana y la biodiversidad a pleno.
Como se ha preguntado un pensador: ¿para qué más coches de 100.000 euros, y mansiones con catorce baños? ¿No sería un lujo mayor poder caminar por un bosque frondoso y florido y bañarse en un río limpio?
En esta fecha tan significativa agregamos con el poeta federal: libres y juntos, o que sigan a muerte los contrapuntos.
Junta Abyayala por los Pueblos Libres –JAPL-.
Comisión Directiva
Enero de 2016.-
Miembros de la JAPL: Juan Antonio Vilar, Juan José Rossi, Pedro Aguer, Silvina Suárez, Lucrecia Brasseur, Jorge Villanova, Abel Schaller, Luis Lafferriere, Américo Schvartzman, Martín Barral, Santiago Fiorotto, Alberto Dorati, Víctor Hugo Sartori, Andrés Petric, Antonio Tardelli, Carlos Natalio Ceruti, Carlos Weber, Daniel Tirso Fiorotto, Martha Bader, César Baudino, Claudio Puntel, Ignacio González Lowy, Julio Majul, Marcos Tonina, Mario Alarcón Muñiz, Mario Daniel Villagra, Bernardo Zalisñak, Oscar Milocco, Mercedes Fiorotto, Ricardo Bazán, Santiago García, Sergio Daniel Verzeñassi, Santiago Weber, Mario Leonardo Londero, Julio Barbagelata, Fortunato Calderón Correa…
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