Soberanía es un término que admite varias acepciones. Algunas se pueden buscar en el diccionario, pero otras tienen un alto contenido emocional. En estos últimos años se han acuñado nuevas soberanías como la energética, comunicacional, financiera y otras. La cuestión de las Islas Malvinas es la que ostenta mayor contenido emocional, y tanto que resulta difícil mantener una conversación pacifica sobre el tema. Carlos Escudé –un estudioso y profundo analista de cuestiones internacionales- ha propuesto eliminar la primera cláusula transitoria de la Constitución Nacional. En dicha cláusula se expresa: “La Nación Argentina ratifica su legitima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwiches del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes por ser parte integrante del territorio nacional”.
Por ANÍBAL GALLAY
Lo que Escudé propone es recuperar la “soberanía negociadora” de la Argentina y abandonar una suerte de maximalismo. Esto quiere decir todo o nada y que la soberanía sobre las Islas Malvinas no forma parte de lo negociable. Esta posición se contradice un tanto cuando la Argentina exige en todos los foros posibles que Gran Bretaña se siente en una mesa de negociación. ¿Cuál es la contradicción? Si no hay nada que negociar (todo o nada) cuál es el sentido de la negociación.
1982: la guerra
En 1982 el gobierno de facto, encabezado por Leopoldo Fortunato Galtieri, decide enviar tropas para recuperar el territorio de las Islas. Y contó con un gigantesco apoyo de la población.
Más allá de las intenciones de quienes decidieron la guerra lo cierto es que esta decisión significó el más grande daño posible en el camino de recuperar las islas. Esa guerra es hoy un argumento significativo para Gran Bretaña: la Argentina jugó todo a una guerra que perdió, y la derrota implica reducir mucho la capacidad de exigir negociaciones.
Corsarios y Piratas
Desde siempre los niños en las escuelas aprenden que las Islas Malvinas fueron usurpadas por Gran Bretaña. Yse explica esta usurpación porque Gran Bretaña exhibe una alta vocación por la piratería y titulares de una suerte de maldad congénita.
Sin embargo lo que no suele decirse ni escribirse en los libros escolares (con rasgos deshonestidad intelectual) es que los corsarios eran comunes en todos los países. España, Gran Bretaña, Francia, Holanda, Chile, Venezuela y Argentina tuvieron corsarios a su servicio.
Un corsario era una persona que podía conseguir uno o varios barcos y la tripulación del caso y con ese capital se presentaba ante un gobierno para gestionar una patente, es decir una especie de amparo para operar legalmente. El corsario podía atacar barcos enemigos quedándose con el botín. Esto fue tan común que la Constitución de 1853 establecía entre las tareas del Congreso: “Conceder patentes de corso y de represalias, y establecer reglamentos para las presas.”
Se conocen corsarios famosos como Francis Drake, Thomas Cavendish, Walter Raleigh y Henry Morgan. Y son famosos porque mantuvieron continuos ataques contra navíosespañolesdurante más de dos siglos y fueron la base de la fuerza naval británica.
La Argentina también tuvo corsarios y entre ellosHipólito Bouchard, Guillermo Brown, David Jewet, Thomas Tayler, y Juan Bautista Azopardo quienesprestaron un importante servicio a la causa de la independencia, a la par que se enriquecían asaltando barcos españoles. Nicaragua, El Salvador y Honduras tienen banderas en las que prima el celeste y blanco… Por ahí anduvieron los corsarios argentinos.
En 1856 se firmó un tratado internacional en Paris, terminando con la institución del corsario, perdiendo facultades para atacar, matar, robar, asaltar en nombre de un Estado. Sin embargo la Argentina la mantuvo en la Constitución hasta 1994.
1833
La ocupación británica a partir del 3 de enero de 1833 terminó con un capítulo complejo. Desde el siglo XVII Gran Bretaña, Francia y España se disputaron las islas. Y si Gran Bretaña las ocupó efectivamente fue por su status de potencia. Pudo hacer efectiva la soberanía territorial porque podía sostenerla con la fuerza. Y en 1833, la fuerza era el modo en que se relacionaban una potencia marítima y un país débil que no tenía gobierno.
Siguiendo a Escudé parece bastante atinado terminar el capítulo de las declaraciones rimbombantes, las cláusulas maximalistas, los panfletos y recuperar la capacidad negociadora. El tema merece un debate y escudriñar los argumentos argentinos. Un debate donde prime la racionalidad y dejando de lado la pura emocionalidad, la diatriba y el insulto.
anibalgallay@hotmail.com
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