En una de sus últimas intervenciones antes de morir, el filósofo Umberto Eco en referencia a las redes sociales y la masividad de la información en línea dijo que "El drama de internet es que ha promocionado al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad".
Por JAVIER ALEJANDRO GAUNA
Su mayor preocupación era que esto, que para muchos es la democratización de la palabra, no es más que una mera "invasión de los idiotas". Y vaya qué importante sería este enunciado ya que Eco afirma que en este ámbito la opinión de un premio Nobel es rebajada al nivel de cualquier borrachín de bar.
Otros consideran que la red es una ampliación de derechos comunicacionales para combatir el monopolio de la verdad que se adjudican los grandes medios.
Es un debate interesante, aunque no estoy seguro de poder mediar en ese conflicto. Sin embargo se me ocurre como mínimo analizar un punto específico que tratará de orientar respuestas a las causas y motivos principales de ambos enunciados.
¿Por qué son tan importantes? ¿Qué nos hace pensar en lo trascendental de lo que decimos allí? ¿Vida o muerte en un comentario de Facebook? ¿Guía espiritual de masas en eso que anunciamos por Twitter?
Cada día, hora, minuto que pasamos relatando nuestro estado o respondiendo a los demás, pareciera que libramos una batalla épica por la verdad. Esto lo tenemos asumido porque hemos cometido un grave error: creer la gran mentira que han creado para imponerse en nuestras vidas. Tenemos asimilado de manera indiscutible que las redes sociales son masivas. Es mentira.
Me remito a las pruebas estadísticas con una experiencia que cualquiera puede comprobar. Mire usted su muro y cuente la cantidad de gente que gusta de su comentario o foto. ¿Cuántos? ¿Cinco, veinte, doscientos treinta y siete, mil doscientos? Puede parecer mucho. O sea, tal vez usted acaba de declarar su oposición a la matanza de focas en la Antártida, lo cual es muy respetuoso y valorable. Pero sabe qué, a nadie le importa, o al menos sólo a un grupo minúsculo muy reducido de su entorno particular.
Lo irónico es que tal vez las pobres focas no tengan la aceptación que logrará el plato de canelones con un vaso de cerveza que usted mismo va a publicar el domingo al mediodía.
Podrán decirme que hay gente con mucho más seguidores. Volvamos entonces al ejercicio estadístico. Mark Zuckerberg tiene 78 millones de seguidores en la red social que él mismo creó y que hasta el momento es la más famosa del mundo, Facebook. Es casi el doble de habitantes que tiene Argentina, pero sigue siendo un número ínfimo si calculamos que la población mundial ya supera los 7.000 millones de habitantes.
Seguimos, en Twitter el cantante juvenil Justin Bieber tiene casi 90 millones de seguidores, sin embargo la última foto que posteó junto a jugadores del Barcelona sólo tuvo 80 mil "me gusta" (menos que la población completa de Concepción del Uruguay).
El sueco Pewdiepie, con casi 50 millones de seguidores en Youtube. Apuesto lo que quieran a que nadie que yo conozca sabe quién es este nórdico famoso.
Las redes sociales han sido un gran avance a nivel comunicacional, dando la posibilidad a millones de personas de expresar cualquier casi cosa que se nos ocurra. Pero creo que le queda grande el rótulo "democratizador de la palabra", más bien es un potenciador de voces, incluso la del idiota del pueblo.
Considero que sólo es cuestión de tomarnos las cosas con más calma, escribir sin el componente determinante de tener que hablar en nombre de la humanidad cada vez que tecleamos algún comentario. No es necesario que demos nuestra opinión como si estuviéramos hablando ante líderes mundiales en el pedestal de una especie de ONU hecha de cartón y recortes de revistas de chimentos, porque terminamos posicionándonos cada día más cerca de la legión de idiotas que Eco describía.
Si nos sirve de consuelo, en el atril de Naciones Unidas todos los días grandes oradores despliegan dotes argumentales en discursos muy elocuentes, cargados de opiniones fundamentales para la politica internacional. Sin embargo tampoco a nadie le interesa.
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