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"Más allá del los amplios porcentajes de gente religiosa o creyente, hay que tener en cuenta que una gran parte de esta población específica adhiere a una lectura literal de la Biblia. Estan plenamente convencidos de que relatos mitológicos como la creación, el arca de Noé, la torre de Babel o la resurrección del mesías son textualmente acertados".
OPINIÓN

Haciendo que la tierra sea plana de nuevo

Al parecer la pesadilla de los sectores progresistas norteamericanos se hizo realidad cuando irónicamente un multimillonario, sin experiencia gobernando, con poco conocimiento sobre política, payaso mediático, y orgulloso misógino racista; ganó una reñida contienda por el sillón más influyente dentro el panorama mundial.

 

Por JAVIER ALEJANDRO GAUNA

 

Los grandes titulares hablaron de "sorpresiva victoria" cuando se refirieron al éxito de Donald Trump en las elecciones presidenciales. Sus locas ideas de campaña respecto a inmigración y lucha contra el terrorismo, junto al ascenso de reconocidos republicanos conservadores cuyas ideas rozan las viejas políticas segregacionistas, fueron suficientes, al contrario de lo que pensábamos, para convencer al pueblo de que dicho país debería quedar en manos del exitoso empresario.

 

Nos sorprendió bastante que Trump lograra imponerse. Aunque luego de varios días de metidas de pata, idas y vueltas respecto al decreto de bloqueo para inmigrantes musulmanes, y otras medidas descabelladas, finalmente la explicación más coherente de lo sucedido sale a flote en un mar de situaciones desopilantes que actualmente sacuden la Casa Blanca.

 

Es sabido que los estadounidenses no cuentan con el mejor sistema educativo del planeta. A pesar de sus enormes recursos monetarios, la política educativa jamás fue prioridad. La importancia de lo privado definitivamente deterioró la escuela pública marcando para siempre a distintas generaciones de estudiantes, en su mayoría pobres, que se encuentran prácticamente en un grado de ignorancia alarmante.

 

A ello debemos sumarle la gran influencia de la Iglesia Evangélica, cuyos representantes luchan contra la separación entre el Estado y la religión.

 

El Partido Republicano, actual gobierno, posee un inmenso componente cristiano en sus filas. De allí surge el negacionismo respecto del cambio climático, financiado por las poderosas petroleras y apuntalado por monigotes al estilo de Ted Cruz (candidato en la interna contra Trump) quien afirma que las preocupaciones de los científicos y ecologistas son infundadas debido a que su dios era responsable de la tierra y no había manera de que el hombre pudiera destruir tan majestuosa creación.

 

Más allá del los amplios porcentajes de gente religiosa o creyente, hay que tener en cuenta que una gran parte de esta población específica adhiere a una lectura literal de la Biblia. Estan plenamente convencidos de que relatos mitológicos como la creación, el arca de Noé, la torre de Babel o la resurrección del mesías son textualmente acertados.

 

Los infructuosos intentos por imponer las ideas creacionistas como alternativa a la evolución dentro de las clases de Ciencias Naturales terminó sufriendo una derrota importante cuando a finales de 2005 la Corte Suprema de Justicia dictaminó que no había evidencia científica para dichas afirmaciones, entre las cuales se decía, por ejemplo, que la tierra sólo tiene 6000 años de edad, contrariando a geólogos y estudiosos del tema.

 

Esto no ha desalentado a los fundamentalistas cristianos que continúan elaborando sus "teorías" en base a recopilación de datos caprichosamente manipulados para explicar conclusiones predeterminadas. El caso más representativo es el de la Sociedad de la Tierra Plana, un grupo de subnormales iletrados que dedican su vida a presentar argumentos infantiles pretendiendo convencer a todos de que la tierra en realidad es un disco plano cuyo centro esta en el polo norte, siendo la Antártida un muro de hielo que impide a las aguas desbordar el plato. El total desconocimiento (voluntario o involuntario) sobre física y geología básica, la negación de fenómenos como la mismísima gravedad; los llevan a afirmar que los avances en descubrimiento científico, los viajes espaciales que nos permiten entender la naturaleza de nuestro universo, entre otros, no son más que parte de una conspiración internacional para negar los postulados bíblicos.

 

La masa votante de Trump estuvo compuesta mayormente por sectores que hemos descrito, sumado a los desencantados que esperaban mucho más de Barack Obama. La campaña del odio triunfó y ya es tarde para lamentarse.

 

Definitivamente creo que Estados Unidos tiene un presidente acorde a lo que la mayoría de la población merece. Cabe reconocer que una buena cantidad de habitantes logra un nivel educativo de excelencia en muchos campos, no todos allá son religiosos pedantes, y últimamente ha crecido un incipiente movimiento humanista y secular de resistencia que ocupa cada vez más espacio aportando a la lucha contra el conservadurismo reinante. Sin embargo no fue suficiente a la hora de votar. Tal vez su oponente, Hillary Clinton, no era más potable ni menos conservadora.

 

Donald Trump imita sin querer lo peor de nuestras últimas presidencias argentinas. En un reciente mensaje publicado en Twitter acusó a la prensa tildándola de opositores golpistas que dan noticias falsas (estilo K), y se quejó del desastre que le había dejado la administración anterior, la pesada herencia (estilo Pro).

 

Demasiadas coincidencias: campañas de odio, lobby fundamentalista religioso, educación históricamente bastardeada, un pueblo cada vez más ignorante y supersticioso. Ya nos han gobernado empresarios millonarios y sigue sucediendo. Nuestra escuela se deteriora siendo atacada constantemente a la vez que crecen los delirios místicos de gurúes infalibles que incluso ocupan puestos pagos en el gobierno. A todo esto mi pregunta ya no parece tan descabellada. ¿Cuánto faltará para que en Argentina aparezcan con fuerza los fundamentalístas de la tierra plana?

 

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