Si las elecciones presidenciales fueran hoy, la mayoría de los gobernadores peronistas, incluidos los más cercanos a Mauricio Macri , recorrerían ese camino: para garantizar su éxito en las urnas separarían las elecciones a gobernador en sus provincias de la disputa por la sucesión de Macri en la Casa Rosada. Buscarán evitar el arrastre del candidato oficialista y el efecto de un peronismo disperso.
Cuando lo que está en juego es la permanencia en el poder, los alineamientos políticos sostenidos durante años suelen quedar en la nada.
El resultado sería un 2019 plagado de citas electorales previas al cuarto domingo de octubre, día previsto por ley para las presidenciales, y un año dominado por el debate electoral desde su inicio.
La seguidilla de elecciones sería incluso más abultada que la de 2015, cuando 12 de las 22 provincias que eligieron gobernador, -Santiago del Estero y Corrientes están desfasadas y votaron a sus mandatarios en 2017-, desdoblaron sus comicios.
La explicación del fenómeno combina varios factores. Los centrales son el temor a una "ola amarilla", la figura con la que Juan Manuel Urtubey vaticinó el triunfo de Cambiemos en las legislativas de octubre del año pasado, y la ausencia de un candidato peronista fuerte que asegure el arrastre de un caudal importante de votos desde la cabeza de la boleta.
Esta última carencia es clave. No son pocos los peronistas que ya hoy admiten que será difícil contar en pocos meses más un candidato de consenso, consolidado y en condiciones de darle pelea a un Macri que eventualmente busque su reelección, o al postulante de Cambiemos, será difícil. Tanto es así, que muchos creen, y no ocultan, que se jugarán la chance real de volver al poder recién en 2023.
La combinación entre un gobierno que llegue relativamente fuerte a 2019 y un peronismo con un candidato débil es letal, reconocen cerca de la mayoría de los caciques peronistas.
"Si las elecciones fueran hoy, las adelantamos seguro. Sería lo más lógico", dijeron a La Nación desde el entorno de un gobernador del norte. El razonamiento se repitió en distintos puntos del país.
En casi todas las provincias el gobernador puede separar las elecciones de su distrito o unificarlas con las nacionales. Las excepciones son Chaco y Tierra del Fuego, donde la obligación de desdoblarlas está prevista por la Constitución. La otra excepción es la ciudad de Buenos Aires, pese a que el Gobierno ya decidió impulsar un cambio a la ley para que la elección del jefe de gobierno sea el mismo día que la elección presidencial.
Más allá de las disposiciones legales, hay provincias, como Catamarca, que abrió los últimos años electorales en marzo, Salta y Santa Fe que eligen cargos provinciales antes que nacionales desde hace tiempo. La próxima elección no sería la excepción.
POR LA REELECCIÓN
El desdoblamiento suma muchas chances entre los gobernadores peronistas que pueden aspirar a su reelección. Es el caso de Gustavo Bordet (Entre Ríos), Domingo Peppo (Chaco), Sergio Uñac (San Juan), Carlos Verna (La Pampa), Rosana Bertone (Tierra del Fuego) y Alberto Rodríguez Saá (San Luis). Todos elegirán la fecha que mejor encaje con su intención de retener el poder.
En Santa Cruz, Catamarca y Formosa hay reelección indefinida, por lo que sus gobernadores, Alicia Kirchner, Lucía Corpacci y Gildo Insfrán respectivamente, están habilitados para competir por otros cuatro años. En 2015, Formosa y Santa Cruz, dos bastiones de kirchnerismo duro, eligieron gobernador el mismo día de la disputa entre Macri y Daniel Scioli. En 2019, tanto Insfrán como Kirchner cambiarían de vereda y optarían por el desdoblamiento.
Incluso en provincias no peronistas y muy alineadas con la Casa Rosada, como Río Negro, al mando de Alberto Weretilneck, reconocen que "si todo sigue más o menos como hasta ahora", la elección a gobernador será previa a la de presidente, igual que en 2015.
Hay otros dos motivos que explican el desdoblamiento masivo. El primero es, siempre desde la óptica de los gobernadores, esquivar la nacionalización que suele atravesar cualquier elección presidencial.
"Necesitamos que en la campaña se hable de la provincia y del gobernador, no de lo que pasa en Buenos Aires. No podemos correr el riesgo de que se instale la discusión continuidad y apoyo al Gobierno contra cambio, como pasó en 2015. Sobre todo, si Macri está fortalecido", razonaron cerca de un gobernador del centro del país.
Reconocieron, sin embargo, que separar la puja provincial de la pelea mayor entre Cambiemos y el peronismo podría aplacar el debate nacional, aunque no necesariamente acallarlo del todo.
Un último motivo: además de garantizar su continuidad más allá de 2019 (o la elección de quienes unjan como sus delfines), los jefes provinciales necesitan "proteger" la elección de legisladores provinciales. Aquí vuelve a gravitar la boleta: si el que arrastra votos es el gobernador, su cara debe ser la protagonista de la papeleta, antes que la de Macri, otro candidato de Cambiemos o la de un candidato peronista poco atractivo.
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