Por CLARA CHAUVIN
La historia de la filosofía ha sido atravesada por dos elementos que siempre se los colocó de forma contrapuesta: lo racional y lo emocional, siendo el primero al cual se le ha dado una mayor jerarquía. Al mismo tiempo, este binarismo dentro de la filosofía ha crecido de forma conjunta con otros dos elementos también contrapuestos: lo masculino y lo femenino.
La masculinidad y la razón son quienes caminaron de la mano a lo largo de siglos de historia, poniendo a los varones líderes de todas conquistas. Mientras tanto, las mujeres fuimos confinadas a lo emocional, a lo privado y lo cerrado, a estar pasivas y obedientes frente a las construcciones masculinas. Lo racional parece que siempre se nos ha hecho ajeno a las mujeres y eso ha provocado que se nos cerraran muchas puertas y se nos cercenaran muchos derechos.
Estas construcciones culturales de lo masculino y lo femenino opera desde hace mucho tiempo en nuestros inconscientes, y por ende, en la filosofía. Sólo basta ver los grandes nombres de los filósofos que estudiamos en el profesorado y encontraremos muy pocas mujeres filósofas que lograron destacar su obra y su trabajo dentro de un mundo dominado por hombres. Esto no porque su obra sea inferior sino porque el castigo de ser mujeres salidas de los cánones establecidos es la total invisibilidad.
Pero hoy las filósofas feministas dan vuelta el asunto y aseguran que la emoción es esencial para el razonamiento. Y qué mejor ejemplo de esto es la lucha que las mujeres venimos llevando desde hace tanto tiempo, donde ambas cosas se pueden conjugar.
Nuestras ideas, nuestras conquistas, nuestros derechos vulnerados, cada vez que decimos “Vivas nos queremos”, no estamos siendo irracionales. Pero lo que nos impulsa a seguir luchando viene directamente de nuestras emociones.
Y muchas veces nos llaman locas, resentidas, histéricas, feminazis, que somos llevadas por sentimientos de odio, ya sea hacia los varones, hacia la familia o a veces hacia las paredes. Pero no hay nada de odio en cada uno de nuestros actos. Acá es cuando la compañera Amelia llega y lo expresa con simples palabras pero llenas de fortaleza.
Cuando le preguntan “¿No estás un poco combativa?”, ella sostiene un cartel que dice “Con amor vienen los cambios”. Nuestra lucha es un acto de amor, amor hacia nuestras vidas y hacia la de todas las compañeras que son una y otra vez arrasadas por la violencia machista. Cada vez que pedimos por igualdad de salarios, cada vez que pedimos que nos dejen de violar y matar, cuando exigimos de una vez por todas aborto legal, seguro y gratuito, somos totalmente racionales y absolutamente emocionales.
La filósofa española Celia Amorós sostiene que “Las mujeres tenemos todavía mucho que pensar y dar que pensar para salir del lugar de lo no-pensando”. Amelia tiene esto clarísimo y por eso le gusta afirmar que “es bueno dejar huellas y seguir construyendo historia”.
Esta gurisita entrerriana llega con su revolución en ojotas para mover muchas estanterías, para cuestionar y hacerse (y hacernos) muchas preguntas. En resumen, Amelia hace filosofía todo el tiempo porque ahí es donde está la clave primera para generar verdaderas transformaciones.
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