Una completa, detallada y entrañable nota periodística en el diario La Nación revisa la historia del aperitivo que marcó parte de la identidad de nuestra región. Aquí se reproduce íntegramente.
Por LEANDRO VESCO *
Es mediodía y en Concepción de Uruguay, un grupo de parroquianos se acercan a un viejo bodegón para recrear la ceremonia de quebrar el día para tomar un aperitivo.
Esta ciudad, cuna de Justo José de Urquiza, a quien se lo recuerda en plazas, calles y monumentos, también dio origen al primer gran aperitivo nacional, Lusera, que se afianzó como bebida habitual en pulperías y boliches de pueblos y ciudades que lo adoptaron por su "gusto a tierra" y su precio popular.
"Llegaron a venderse más de un millón y medio de botellas al año", cuenta Juan Clerico, ingeniero químico y copropietario de Yatay, un aperitivo que hoy se fabrica en esta ciudad y que intenta rescatar el sabor de Lusera, y llenar así el vacío que dejó el cierre de la fábrica que lo producía. "Recreamos una fórmula lo más parecida a la original", afirma.
"Fue una bebida proletaria, que estaba en un discreto segundo plano en los bares del centro".
Todos los mediodías y cuando cae el sol, en el bodegón La Fusta, una cofradía de hombres pasa el tiempo y recuerda los años dorados, cuando tomar un aperitivo Lusera era casi una obligación ciudadana. "Lo importante es que la ceremonia continúe", asegura Adalberto Sotto, dueño del boliche.
Concepción del Uruguay es una ciudad con historia. Ocho monumentos nacionales dan testimonio de su importancia para el país. Un inmigrante llegado a la ciudad desde Yugoslavia en 1871 cambió para siempre la historia de las bebidas aperitivas en Argentina. Nicolás Miloslavich tenía intención de ir a Asunción (Paraguay), pero por razones climáticas su barco fondeó en el puerto de la localidad entrerriana, un resfrío lo hizo acercarse a una farmacia, los hilos del destino quisieron que el dueño del comercio fuese compatriota suyo y que tuviera una hija, con quien se casó.
De su país trajo la afición por la ceremonia del aperitivo. Trabajó en la farmacia y en 1899 creó la fórmula que lo depositaría en la historia, usando flores, tallos y hojas de plantas nativas, como lucera, marcela y araya. Así nació el Gran Aperitivo Argentino, que luego llamó El Paisano, para modificarlo definitivamente en 1913 por Lusera, rindiendo homenaje a la planta que le daba su sabor inconfundible.
"El que tomaba Lusera, no tomaba Marcela"
La "yerba lucera" (Pluchea sagittalis) crece en forma silvestre en el monte entrerriano, donde siempre se la usó en el mate o en forma de té por sus virtudes digestivas, pero también sedantes. "Algunos le atribuyen efectos alucinógenos", agrega Esteban Corazza, cineasta local que investigó el tema. "Se lo publicitaba como el primer aperitivo argentino", afirma el historiador entrerriano Rubén Bourlot.
En 1864, el inmigrante estadounidense Melville Sewell Bagley creó en el laboratorio de la Farmacia "La Estrella" (aún activa, en la porteña esquina de Adolfo Alsina y Defensa), una bebida de reconocidas virtudes tónicas, "Hesperidina", cuya fórmula se convirtió en la primera marca registrada del país.
"Lusera fue más federal, su fortaleza estaba en que venía del Interior", afirma Paul Herrmann, Brand Manager del grupo Cepas Argentinas, actual dueño de la marca Lusera y fabricante de Gancia, Terma y Amargo Obrero, entre otras marcas.
"Hesperidina tuvo más relevancia en la ciudad de Buenos Aires y Lusera fue más federal", resume para explicar las dudas del origen compartido del primer aperitivo nacional. El grupo en la actualidad es dueño de ambas marcas.
A principios del siglo XX, Entre Ríos no estaba conectada por puentes y el Túnel Subfluvial (que une Santa Fe con Paraná) no existía, por lo que los vinos que venían desde la zona cuyana eran costosos, y los que se conseguían regionales, malos. Pronto Lusera se impuso de una forma categórica, creciendo de tal forma que en la década del 40 llegaron a producir anualmente 1.500.000 de botellas, empleando a 110 familias.
La fábrica fue el centro económico y social de Concepción del Uruguay, pero también produjo una revolución en la región. "Fue una bebida proletaria, que estaba en un discreto segundo plano en los bares del centro", recuerda Javier Muñiz, dueño de una pizzería en la peatonal uruguayense.
"Salían los vagones cargados hacia el norte, Buenos Aires y el Litoral", afirma Carlos Guinsel, el otro propietario de "Yatay", el aperitivo recuperado.
Miloslavich había creado un imperio. Atahualpa Yupanqui, en su paso por Entre Ríos dejó asentado: "Frente a una pequeña mesa, (un paisano) sirvió un poco de Lusera, la tradicional bebida", se lee en una crónica publicada en El Diario de Paraná.
En Concepción del Uruguay, Lusera SA anexó una fábrica de soda y otra de hielo, una rareza para 1930. "Colgaron una barra de hielo en la plaza del pueblo y la gente así lo conoció", comenta el licenciado Raúl Abramovich, el último gerente que tuvo "Lusera".
En 1917 llegaría la consagración mundial, obteniendo el primer premio en categoría "Aperitivo" en la Exposición Internacional de Milán.
En 1947, el hijo de Nicolás se separó y creó Marcela, un aperitivo que mejoró la fórmula de Lusera. También oscuro y untuoso, este aperitivo fue ligeramente más dulce. Se lo tomaba con soda, o con La sidrita, una gaseosa local hecha a base de cáscaras de naranjas. Ambos aperitivos tenían devotos bien diferenciados. "El que tomaba Lusera, no tomaba Marcela", resume Corazza, quien filmó un documental que testimonia estos hábitos.
"Se la llamó la bebida de los locos, porque se comenzó a rumorear que provocaba alucinaciones", completa. El mito llegó desde el campo, donde se decía que las vacas que comían lucera o marcela andaban a los tumbos. "En el hospital era común ver alunados por Marcela", señala.
"La piel se te volvía oscura", dice Adalberto, detrás del mostrador. Mito o realidad, la respuesta parece estar en los terpenos (aceites esenciales) de estas hierbas. "Lusera", además, fue hacedora de otras bebidas de gran trascendencia, como el Amargo Obrero y la caña Palanca.
El crecimiento de Marcela fue exponencial, llegando a comprar a la propia "Lusera" en 1992. El año siguiente, Cepas Argentinas, atenta a esta expansión, decidió comprar Sibsaya SA, que fabricaba los dos aperitivos entrerrianos, sacándolos del mercado.
Entonces, el sueño terminó.
Sin embargo, no todo estuvo perdido, en 1996 se unieron Clerico y Guinsel, dos ex trabajadores de Marcela y rescatando una fórmula semejante a la original, crearon el aperitivo "Yatay", que se produce en la vieja fábrica de "Lusera".
Hacen 10.000 botellas al año y abastecen al mercado local. "Lo hacemos para que no se pierda la tradición", afirma Clerico. Aunque los tiempos han cambiado, el hábito sigue existiendo. Los aperitivos que marcaron la historia de esta localidad -y que recorrieron todo el mapa nacional- fueron absorbidos por la empresa que tiene el portafolio de bebidas de este tipo más importante del país.
"El aperitivo no va a cambiar, es la juntada entre amigos, está en el ADN de los argentinos", reflexiona Herrmann. "Nos queda el orgullo de haber sido cuna de esos aperitivos", concluye Gustavo Kobylanski, habitué de La Fusta, monumento vivo de una ceremonia que resiste a desaparecer.
(*) Artículo de Leandro Vesco. Publicado en el diario La Nación el 23 de octubre de 2018.
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