La médica falleció este miércoles 2 de enero. Había sido cofundadora de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) en Concepción del Uruguay. También fue una activa militante comunista, y candidata a viceintendente en dos ocasiones. De profundas inquietudes artísticas, su obra poética permanece inédita.
A.S.
Ninfa Evelina Pezzani era su nombre completo, y era oriunda de la ciudad de Buenos Aires, aunque el medio siglo transcurrido desde que se afincó en la Histórica ya había hecho de ella una uruguayense por opción y por convicción. Evelina Signes, como la conocía mucha gente, se radicó en Concepción del Uruguay en 1968, “porque me casé con un muchacho que era de acá” (Ronald Signes). Lo conoció cuando ambos trabajaban en el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, en la Capital: “Él ahí era tesorero y yo trabajaba en cuentas corrientes”, narró unos años atrás en una entrevista publicada en una revista del Círculo Médico local. Con Ronald, Evelina tuvo tres hijas: Sonia, Sabina y Silvana.
LA VOCACIÓN MÉDICA
Desde muy niña Evelina quiso ser médica. Desde la primaria, en la Escuela Nicolás Avellaneda de Buenos Aires, ya decía que quería serlo. “Entre la escuela y mi casa estaba el Hospital Rawson y cuando salía de la escuela me trepaba a los bancos de la plaza para mirar la explanada del Hospital y veía pasar las camillas, los médicos, con el estetoscopio colgando, las enfermeras apuradas y pensaba: ‘Algún día yo tengo que estar de ese lado’”. Y aunque ya había pasado mucho tiempo desde que en 1889 Cecilia Grierson se convirtió en la primera médica argentina, todavía había muchos escollos para que una jovencita optara por esa carrera: “Me decían que la medicina no era para mí, que era para hombres. Me metían contras por todos lados”
Tampoco su familia quería que fuera médica. Al terminar el secundario se recibió de maestra en la Escuela Normal N° 5, y en esa época el ingreso a medicina era restringido, debía aprobarse un examen. Evelina, sin decirle nada a nadie, ni siquiera a sus padres, se presentó y lo aprobó. “Cuando volví y les di la novedad casi se desmayan, imagínate que en esa época eran muy pocas las mujeres que accedían a la Universidad y en la Facultad de Medicina eran menos aún”. Con esa misma convicción cursó la carrera y consiguió trabajo, para que sus padres no tuvieran que afrontar los gastos. “Primero como maestra en un club que tenía escuelita, después, en una farmacia en Lanús a donde llegaba en trolebús; trabajaba cuatro horas todas las tardes, aunque no me alcanzaba para comprar los libros. Estudiaba mucho en la biblioteca de la Facultad de Medicina, pasaba allí muchas horas y otras veces me prestaban apuntes y libros. Hasta tercer año llegué trabajando y estudiando de noche”.
“Me decían que la medicina no era para mí, que era para hombres. Me metían contras por todos lados”. El ingreso a medicina era restringido, debía aprobarse un examen. Evelina, sin decirle nada a nadie, ni siquiera a sus padres, se presentó y lo aprobó.
Pero tanta lucha tuvo una sorpresa como recompensa: “Una hermosa sorpresa. Mi papá, que era un italiano duro de cerebro, vio que yo había aprobado estos años con buenas notas y un día al despertarme, me encuentro con que me había comprado todos los libros de cuarto año. Al final, terminó comprendiendo que no podía luchar contra mi vocación; le costó, pero me comprendió y así empecé a estudiar con un poco más de facilidades, pero mi orgullo personal me impedía no seguir trabajando, y entré en el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos”, allí donde conoció a su futuro esposo, con quien en 1968 se radicaría en Concepción del Uruguay.
Otras sensibilidades e inquietudes de Evelina también se potenciaron en aquellos años de estudios. Por ejemplo, uno de los trabajo que tuvo fue en un kiosco de venta de café en el teatro Odeón, de noche. “Allí en el teatro conocí gente que jamás imagine que iba a conocer por ejemplo Aníbal Troilo, Florentino o Moran, con ellos nos tratábamos como amigos porque nos veíamos todos los días”. Evelina había hecho teatro, por lo cual ese ambiente tenía un poderoso encanto para ella. Su amor por el teatro, así como por la lectura (en especial novelas) también la acompañó durante toda su vida.
EL AMOR A LOS PACIENTES
Evelina se especializó en Dermatología, aunque cuando se radicó en la ciudad aun no lo tenía determinado: “Todavía no sabía qué especialidad iba a hacer, me gustaba la medicina en general”. Ya en Concepción del Uruguay, al ver que no había ningún especialista en piel, decidió volcarse a esa disciplina. Así comenzó a viajar a Buenos Aires para formarse como dermatóloga, e incluso lo hizo con su primera niña en brazos.
Sus pacientes sabían de ese amor: hasta ahora seguían llamando para pedir turnos, aunque Evelina estaba jubilada y ya no trabajaba desde hacía más de un año.
La vocación médica fue tan poderosa para Evelina que jamás la abandonó del todo. Hasta agosto de 2017 siguió atendiendo en su consultorio, pese a que por fin había obtenido (de manera muy trabajosa) su jubilación en diciembre de 2010. “Después de años de lucha con abogado y procuradora, conseguí que reconocieran mis años de trabajo en lepra en el Hospital Urquiza”, contaba en la mencionada publicación. Y añadí: “Ahora estoy jubilada pero no puedo dejar de trabajar, mientras Dios me dé sabiduría, mientras pueda pensar, yo al consultorio lo voy a atender porque amo mis pacientes, les doy todo lo que puedo, todo lo que sé. Converso mucho con ellos y algunos ya son amigos”.
En efecto, Evelina amaba su trabajo y así lo expresaba, atándolo de una manera muy especial a su breve pero enriquecedora experiencia docente: “Creo que la pedagogía me ayudó mucho en el trato con mis pacientes, para explicarles mejor las cosas. Soy una convencida de que un médico que no explica correctamente a su paciente lo que tiene y cómo puede curarse, no consigue resultados. Me tomo el tiempo necesario con cada uno y conversamos mucho, es la parte más importante de la medicina, hay muchas enfermedades que tienen su origen en lo psicológico y eso lo podemos saber solo si lo hablamos con el paciente. Insisto, yo amo a mis pacientes y a ellos les dedico todo el tiempo que sea necesario, porque los quiero ayudar”.
Sus pacientes sabían de ese amor: hasta ahora seguían llamando para pedir turnos, aunque Evelina estaba jubilada y ya no trabajaba desde hacía más de un año.
LA MILITANCIA
Durante mucho tiempo Evelina fue una activa militante del Partido Comunista, y en diferentes elecciones se postuló en el marco de esa fuerza política. En 1983 acompañó como candidata a vice intendenta a Juancho Carbonell, en esas históricas jornadas en las que la Argentina volvió a recuperar la democracia, y en las que Concepción del Uruguay sorprendió al elegir a Carbonell como primer (y hasta ahora único) concejal comunista en Entre Ríos. En 1991 Evelina volvió a postularse en el mismo lugar, ahora acompañando a Guillermo “Billy” Kay, quien fue el candidato a la intendencia. Sin embargo tiempo después Evelina se alejó: “Me retiré porque me desengañé de la política, siempre fui muy honesta conmigo misma y con los demás y me pareció que ni siquiera en mi partido eran honestos, entonces no quise saber nada más”.
LOS DERECHOS HUMANOS
Otra activa militancia de Evelina tuvo que ver con la lucha por los derechos humanos. Durante los últimos años de la dictadura, fue una de las fundadoras de la filial uruguayense de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos (APDH), esa ejemplar ONG fundada en 1975 por personas provenientes de los más diversos sectores sociales, políticos, intelectuales, sindicales y religiosos argentinos, “en respuesta a la creciente situación de violencia y de quiebra de la vigencia de los más elementales derechos humanos que se escalaba en el país", y que a nivel nacional había sido impulsada por personalidades como las del obispo Jaime de Nevares, la doctora Alicia Moreau de Justo, Alfredo Bravo, Raúl Alfonsín, el rabino Marshall Meyer, Oscar Alende, Adolfo Pérez Esquivel, Emilio Mignone y Graciela Fernández Meijide, entre otras figuras destacadas.
En Concepción del Uruguay un puñado de personas de similar heterogeneidad iniciaron tempranamente las actividades de la APDH y entre ellas estaba Evelina: “Aunque no tuve ningún familiar desaparecido lo sentí muy adentro y cada persona que desaparecía a mi me dolía en el alma y me hizo muy feliz formar la filial para ayudar. Me acompañaba gente como el pastor Garófalo que era evangélico protestante, el padre Bonnin, la profesora Araceli Re Latorre, que no eran políticos pero buscábamos la defensa de los demás porque lo que hacíamos era rastrear a los desaparecidos. Ayudamos a once que había acá y denunciamos los casos ante la CONADEP” (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas).
Evelina fue una de las fundadoras de la APDH en Concepción del Uruguay, en plena dictadura, cuando eran pocas, muy pocas, las voces que se alzaban ante el terror.
LA POESÍA DE EVELINA
Evelina tenía además profundas inquietudes artísticas, y en ese campo, cultivó la poesía, donde en especial descollaba su amor por el tango y el lunfardo. Su obra poética permanece inédita, pero algunas de sus obras circularon en los ambientes que frecuentaba.
Un estudioso como José Gobello, fundador de la Academia del Lunfardo, valoró positivamente su obra asegurando que "maneja admirablemente el sarcasmo y tañe con dedo sabio la cuerda lúdica del lunfardo". Un sincero y elocuente elogio que sin duda Evelina valoró con toda su sensibilidad.
Emociona, conmociona, revisar el poema que le dedicó a una de las víctimas uruguayenses del terrorismo de Estado, Dina Nardone (de cuya desaparición se cumplieron 40 años en noviembre). Por eso optamos por reproducirlo por todos los simbolismos que contiene: mecanografiado por Evelina en papel membretado de la APDH, es un testimonio a la vez de su sólido compromiso vital, de la fuerza de su voz poética, y de la militancia por los derechos humanos cuando eran pocas, muy pocas, las voces que se alzaban ante el terror.
RECONOCIMIENTO
_En abril de 2017 se presentó el libro "Desde el ayer hacia el futuro. Mujeres: pasión y trascendencia", una compilación y edición de textos realizada por la Editorial UCU, en donde se reconoció a varias mujeres destacadas de la ciudad, y entre ellas Evelina. En esa publicación –impulsada por la Comisión de Educación y Cultura del Concejo Deliberante– se rinde un homenaje a las mujeres uruguayenses “que se han destacado por su vida y por su acción, que han abierto caminos y han continuado viejas y nuevas rutas para que las mujeres alcancen posiciones públicas en distintos ámbitos artísticos, sociales, deportivos, políticos y culturales”.
Evelina Pezzani falleció el 2 de enero de 2019 a los 83 años. Sus restos fueron trasladados a Gualeguaychú para su cremación. Hoy, al despedirla, la admiración y el respeto se reafirman en su memoria y en su compromiso incansable por la equidad, la justicia y la igualdad de género, valores que orientaron su existencia y por los que no será olvidada.
Fotos y poema: gentileza de Silvana Signes
Facsimiles de las boletas: archivo de Jorge Villanova
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