No son pocos los seres humanos que deambulan por las calles de nuestra ciudad sin un norte, pidiendo limosnas o algo para comer.
Ayer nos encontrábamos en el templo, aproximadamente 20,10 horas, cuando de pronto se oye que alguien –sin mucho disimulo- retaba a uno de esos muchachos que están todos los días en la puerta del templo “pidiendo”.
Ubicados en la última fila, no hicimos más que girar nuestras cabezas para saber de qué se trataba; era el intendente retando a uno de los jóvenes que suponemos le debe haber pedido una limosna, a lo que respondía este funcionario que lo tenían cansado…
Desconozco que tan cansado está el intendente Lauritto, pero le recuerdo –como funcionario que es- que con los menesterosos está, desde siempre, en deuda. Estas escenas de la vida diaria encuadran perfectamente en el abandono de persona; no tienen un lugar físico donde pernoctar, no tienen donde higienizarse, donde BAÑARSE; hay vecinos anónimos que a alguno de ellos le permite hacerlo en su casa.
A la pobreza indigna no le podemos sumar miserias humanas; sobre todo si en la celebración de la Santa Misa pasamos a comulgar como que nada paso. Hay santos de la iglesia católica que siendo funcionarios u honrados ciudadanos, se despojaron de algunos sus bienes para aliviar el sufrimiento de los más necesitados. Esas son las acciones que debemos emular.
Daniel Ballester
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