La filósofa Diana Maffía pasó por Concepción del Uruguay a brindar una clase magistral de filosofía y feminismo. También tuvo un lugar para conversar con algunas periodistas sobre los desafíos actuales del movimiento feministas y en un año electoral donde los candidatos parecen no querer expresarse sobre ciertos temas como lo es el aborto y otras demandas que nos atañan a las mujeres.
Por CLARA CHAUVÍN de EL MIÉRCOLES DIGITAL
Fotos: MARIO ROVINA Y C.CH.
“La palabra ‘feminismo’ a mucha gente le choca como si fuese una expresión de hostilidad, de antagonismo con los varones”, afirmó Maffía. “Esa es una confusión muy grave porque en realidad el feminismo en una postura política que se opone a una estructura política que es el patriarcado y no a los varones como sujetos. Pero, los varones como sujetos, encarnan muchas veces la defensa de una estructura de privilegios a la que temen renunciar. Que se diga en voz alta cuáles son esos privilegios y por qué no les corresponden mantenerlos es algo que los ata en un lugar de mucha comodidad”, explicó.
Maffía, doctora en Filosofía, docente e investigadora y actualmente directora del Observatorio de Género en el Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires, contó que participa activamente dentro del movimiento feminista desde hace casi cuatro décadas y que eso le permitió ver muchos cambios. Desde lo que fue la dictadura militar hasta el regreso de la democracia, pasando por la década neoliberal de los ’90 y los comienzos de la Campaña por el derecho al aborto legal (“En donde éramos quince”).
"Los partidos están viejos y estallados, los frentes que se van armando son fragmentos de esos partidos, con liderazgos machistas y misóginos. De la misma forma lo están el sindicalismo y los movimientos sociales".
En ese sentido, destacó la aparición en la escena de los feminismos populares que tuvieron su génesis tras la crisis del 2001. “En esa crisis económica salieron muchas movimientos iniciados por mujeres como el Piquetero, con luchas por la defensa de los campos y las pequeñas producciones, los movimientos desocupados y asambleas barriales. Muchísimas mujeres salieron al activismo en ese momento. Pero también constataron que había mucho machismo y misoginia inesperados en esos movimientos políticos, para quienes se asomaban a la defensa de derechos vinculando género y clase”.
Fue esa aparición de los movimientos populares los que trajeron un gran cambio al feminismo que hasta ese momento “era un movimiento ilustrado, que se desarrollaba en las universidades, que era de profesionales de clase media, sindicalistas, abogadas y activistas que trabajaban en proyectos de leyes. Esa irrupción de mujeres diciendo ‘somos feministas’ pero que no venían de las lecturas o de los códigos tradicionales y que venían con las demandas de lo básico para poder vivir. No es que estaban discutiendo roles sino asumiendo la defensa de su supervivencia y de sus proles. Esto aportó otro lenguaje, autorizó otros saberes y ampliaron muchísimo la perspectiva del feminismo que se vinculó mucho más a América Latina”.
"En esa crisis económica salieron muchas movimientos iniciados por mujeres como el Piquetero, con luchas por la defensa de los campos y las pequeñas producciones, los movimientos desocupados y asambleas barriales".
Otro hecho importante para el movimiento fue la irrupción de las marchas Ni Una Menos desde el 3 de junio de 2015, que permitió hacer visible al feminismo como actor social. “Fue muy desconcertante para muchas personas de la política ver la capacidad de movilización en función de objetivos que tenían que ver con una vida libre de violencias. También fue muy eficaz en lograr objetivos en términos de políticas públicas como el Registro Nacional de Femicidios y la jerarquización del Consejo Nacional de las Mujeres, cosas que eran partes de las demandas y hay todavía muchas que están sin cumplir y se siguen exigiendo”, expresó.
Las vigilias frente al Congreso durante el 13 de junio y 8 de agosto de 2018 durante el tratamiento del proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, donde millones copamos las calles, fue un nuevo hito dentro del devenir del movimiento feminista. Maffía resaltó: “Fue extraordinario para quienes lo veníamos activando y para los legisladores y legisladoras, la federalización del reclamo, las marchas por todas partes. Esto tuvo un impacto muy fuerte y se refleja en el silencio actual, se supone que se va a aplicar una ley de paridad y nos están ni mostrando las cartas ni están hablando las mujeres de los partidos”.
Las grietas en el movimiento
Maffía se expresó también de lo que muchas veces aparece como un aparateo del movimiento de mujeres por parte de los partidos políticos tradicionales. “Hay un sometimiento a las líneas partidarias y creo que eso es muy insalubre para el feminismo y el movimiento de mujeres. Las pertenencias partidarias generaron la grita dentro del movimiento, trayendo la hostilidad de los partidos y condicionando las alianzas de las mujeres a que los partidos aprueben o no aprueben esas alianzas. Podes tener tu pertenencia partidaria, pero traer los conflictos y condicionar las alianzas dentro del movimiento por esas pertenencias, es un retroceso muy fuerte y en un año electoral se siente”, advirtió.
“Los partidos están viejos y estallados, los frentes que se van armando son fragmentos de esos partidos, con liderazgos machistas y misóginos. De la misma forma lo están el sindicalismo y los movimientos sociales. Todo eso hace que los discursos y las novedades que traemos las mujeres estén amordazados y silenciados. Las mujeres creemos en otras construcciones de poder transversales que no son jerárquicas ni piramidales”, agregó Maffía en ese sentido.
La ley de cupo dentro de las Legislaturas donde más mujeres lograron ocupar bancas en el Congreso fue un ejemplo de la forma en que esa transversalidad pudo dar resultados concretos. “Permitió que se votaran leyes que afectan los cuerpos de las mujeres. Antes, ninguna ley hablaba de la corporalidad de las mujeres porque los legisladores eran todos varones y ellos no menstrúan, no paren, no lactan y no abortan. Eran cosas de mujeres y de esos no se hablaba. La ley de violencia, la ley de identidad de género, la ley de parto humanizado, la ley de lactancia, la ley de salud sexual y reproductiva, la de reproducción asistida. En esas leyes las mujeres le pusieron el cuerpo doblemente, estando allí y enunciando los cuerpos”.
El debate por el aborto silenciado
El próximo 28 de mayo, la Campaña por el derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, volverá a presentar por octava vez el proyecto de ley, en un año electoral en donde los candidatos no hablan del tema y los medios tampoco preguntan. “El aborto debería ser un tema de pregunta sistemática a los candidatos y no está ocurriendo eso porque hay medios de comunicación que son antiderechos. Diarios como La Nación ha editorializado celebrando la maternidad en las niñas violadas lo cual es aberrante. En otros medios los periodistas políticos saben que es una pregunta irritante y condicionan el dialogo porque no quieren que el aborto sea un tema que entre en el debate”, manifestó la filósofa.
“Todos los partidos están divididos en relación con este tema entonces los liderazgos no se manifiestan a favor o en contra. Quienes se habían entusiasmado cuando Cristina Fernández dijo que iba a votar a favor, ya se sabía que eso era enunciativo porque en el Senado se perdía la votación. Luego de eso habló de unir a los pañuelos verdes y celestes. No podés unir a las víctimas de los antiderechos con los antiderechos. Por otro lado, en un momento de fragilidad electoral, Macri no va a decir que va a volver a poner el aborto en debate. Los dos están detrás de los votos y el aborto es un tema conflicto”.
Las mujeres en los partidos políticos
Los partidos políticos, de tradición machista y verticalistas, son muchas veces los primeros en atenerse a escuchar los reclamos del movimiento feminista. Sin embargo, muchas mujeres feministas militantes de esos espacios partidarios aspiran alcanzar lugares de poder, lo que a veces lleva acompañar a candidatos machistas y antiderechos. Entonces ¿Cuál sería el equilibro? Maffía sostuvo que dicho equilibro es “tener autonomía como candidatas”.
“La mitad de los lugares deberán ser ocupados por mujeres y ojalá que sean feministas. Dentro de los partidos políticos también hay que hacer cambios, los liderazgos hay que disputarlos. Lo que no debe haber es violencia en la imposición por parte de los dirigentes en las candidaturas. Las mujeres de los partidos tienen que hacer valer que ellas sean las que determinan cómo y quiénes los ocupan los lugares. Sino terminan ocupados por personas que preservan el poder a varones. He visto claudicar feminista para volver a estar en una lista y es algo que produce daño a las propias mujeres políticas y nos producen daño a todas en el movimiento de mujeres. No podemos ser condescendientes, seguir dándole lugares de prestigio a quienes votan en contra de nosotras Debemos también exigirles a las candidatas que nos digan qué van a hacer llegado el momento, no sólo con el aborto sino también con otras demandas pendientes como brecha salarial, trabajo o las tareas de cuidado”.
Por último, Maffía explicó que desde 1951, cuando las mujeres obtuvimos el voto, hasta el 83, “las mujeres votaban igual que los varones de sus casas, seguían el voto de sus maridos o de sus padres”.
Con el regreso de la democracia, “el voto de las mujeres se separó del voto de los varones. Durante la dictadura hubo un proceso de construcción de autonomía de las mujeres en la resistencia, en el exilio, que dio capacidad de tomar una decisión autónoma sobre el voto. En ese momento, el cálculo se hizo mal porque se pensó que varones y mujeres iban a votar igual y no fue así. Las mujeres inclinaron la balanza y cambiaron el destino de la elección. Somos la mitad de población y la mitad de las que votan y vamos a tener la mitad de las candidaturas. Nosotras podemos poner condiciones, no tenemos por qué seguir las condiciones de candidatos antiderechos o machistas”.
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