La Justicia Comercial de la Ciudad de Buenos Aires otorgó una autorización provisoria para que las trabajadoras y los trabajadores del ex laboratorio Roux Ocefa continuén la explotación de las dos plantas ubicadas en Villa Luro y Mataderos. Desde octubre del año pasado realizaban una permanencia pacífica para recuperar sus fuentes de trabajo. Y lo consiguieron: están poniendo a punto la fábrica para convertirse en el primer laboratorio recuperado del mundo.
Ya abrieron un bachillerato para adultos, están diagramando un centro cultural y pensando una consejería en violencia llevada adelante por mujeres del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas. “Es un gran esfuerzo, pero demostramos algo: con laburo y constancia se puede recuperar trabajo”, dicen los trabajadores a lavaca. Cuál es la historia de este grupo que no se resignó en tiempos de crisis.
“Es una felicidad y una responsabilidad porque también queremos sentar un precedente, sobre todo a los trabajadores de otros laboratorios: esto quiere decir que se puede recuperar el trabajo”, dice a lavaca el presidente de la cooperativa Farmacoop, Bruno Di Mauro, luego de que el juzgado comercial 16 de la Ciudad de Buenos Aires otorgara una autorización provisoria para que las trabajadoras y los trabajadores del ex laboratorio Roux Ocefa continúen con la explotación de las dos plantas en las que permanecían de forma pacífica desde octubre del año pasado.
La decisión del juez comercial Sebastián Sánchez Cannavó se conoció el 30 de abril: allí reconoce que la Ley de Quiebras incentiva a las cooperativas como continuadoras de la empresa al subrayar que “la conservación de la fuente de trabajo es una de las causas en las que puede fundarse la continuación”. El fallo contrapone con argumentos a favor de lxs trabajadorxs la resolución de la sindicatura, que había rechazado el plan de explotación que había diseñado la cooperativa. “Fue una alegría inmensa”, apunta Di Mauro. “Nos cayó de sorpresa, pero de forma espectacular. Sirve para darle oxígeno a la lucha, porque no es fácil sostenerla”.
Roux Ocefa es un laboratorio que fundó Julián Augusto Roux en 1935. Quedó posicionada como una compañía farmacéutica de excelencia que fabricaba y comercializaba más de 100 productos con una planta estable de 500 trabajadores y trabajadoras. Tenía ocho delegaciones regionales y una Fundación para acompañar y contribuir a la comunidad médica con investigación, docencia y divulgación científica. En 2016, la empresa entró en concurso de acreedores, suspensiones, despidos y un pasivo de 50 millones de dólares. Los trabajadores resistieron y propusieron la conformación de una cooperativa, pero el sindicato propuso un comprador, que se hizo cargo del laboratorio.
La gestión fracasó y apareció un nuevo comprador, que agudizó la crisis. Desde entonces, los trabajadores exigieron al juez Sánchez Cannavó que les otorgara la continuidad. Bruno: “Las que bancaron acá fueron las compañeras más grandes, las que más bancaron la parada. Ellas fueron las que bancaron esto, las de más de 45 o 50 años, que no conseguían laburo en ningún lado. Ellas, con sus familias y nietos, fueron las que más garras le pusieron”.
Hoy son el primer laboratorio recuperado del mundo.
Habitar un laboratorio
En su resolución, el juez Sánchez Cannavó toma como verosímil el relato de la cooperativa y recuerda que en 2017 habían denunciado persecuciones “a quienes se alzaron en defensa de los derechos de los trabajadores”. También sostiene que la decisión de la sindicatura (rechazar el plan de explotación porque la cooperativa no cuenta con el número de obreros necesarios) es insuficiente porque considera que, sin esa autorización, “la cooperativa difícilmente pueda encarar las gestiones necesarias requeridas” por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) o, a su vez, cumplir con los reclamos que se le pudieran exigir.
El fallo notifica al Ministerio de Desarrollo Social y a la Secretaría de Trabajo para que “preste asistencia” a la cooperativa, y apunta: “Se trata, por el contrario, de darle preeminencia a una solución de continuidad con miras en la conservación de las fuentes de trabajo”.
La autorización provisoria es por un plazo de 90 días. En ese lapso, el juez estipula que la cooperativa debe finalizar los trámites pendientes ante la ANMAT, entre otros puntos. Di Mauro: “La ANMAT tiene que habilitar la planta para la producción. Estamos trabajando para eso, haciendo las refacciones que hay que hacer, más todo el tramiterío. Mientras tanto, se siguen sumando compañeros. Y potenciando la planta. Arrancamos un bachillerato con la Cooperativa de Educadores e Investigadores Populares Histórica (CEIP-H, el mismo de otra recuperada, IMPA) para adultos, con títulos oficiales. En esta primera etapa, es para los compañeros que no terminaron el secundario”.
También están creando un centro cultural. “Los compañeros lo bautizaron como El Exploratorio Cultural. Ya le estamos dando vida. Y también las compañeras del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER) van a crear una consejería de violencia. ¿Por qué esto? Porque no solo queremos dedicarnos a la parte productiva, sino a crear y habitar espacios”.
¿Qué significa ser el primer laboratorio recuperado en el mundo? “Es una felicidad y una responsabilidad porque también queremos sentar un precedente, sobre todo a los trabajadores de otros laboratorios. Pero, primero, tenemos que lograr que las cosas se hagan bien, y eso también es una responsabilidad de llegar al pueblo argentino, que la está pasando mal en todos lados. Más del 42 por ciento de la capacidad instalada en el país está paralizada, con mucha gente en la calle. Es un gran esfuerzo, pero demostramos algo: con laburo y constancia se puede recuperar trabajo”.
Aquí compartimos la historia de Roux Ocefa, publicada en la edición 129 de MU.
Con remedio: Farmacoop, laboratorio recuperado
Resistieron el vaciamiento de tres dueños distintos en dos años. Lucharon contra despidos, sueldos impagos, devaluación, sindicato y los propios miedos. Es el primer laboratorio recuperado del país. Se suma a las 37 empresas sin patrón de la era Macri. Recetas para no resignarse en medio de la crisis. POR LUCAS PEDULLA
En algún momento de su vida, más precisamente en el siglo III antes de Cristo, el médico griego de la Escuela de Alejandría, Herófilo de Calcedonia, dijo: “Cuando la salud está ausente, la sabiduría no puede revelarse, el arte no se manifiesta, la fuerza no lucha, el bienestar es inútil y la inteligencia no tiene aplicación”.
Ese mensaje de bienvenida es lo primero que puede leerse en la página oficial del laboratorio Roux Ocefa, cuya historia comienza en París en 1887 y continúa 131 años después -entre megadevaluaciones y presupuestos votados a represión- en Villa Luro, Ciudad de Buenos Aires, con un dato concreto: puede convertirse en el primer laboratorio recuperado de la Argentina y del mundo.
Emanuel Stoleman -31 años, operario de producción en sueros- tiene ese objetivo claro en su cabeza: cuenta que está estudiando contabilidad mientras revuelve el guiso del almuerzo y sus compañeros y compañeras acomodan los platos, vasos y cubiertos en una mesa larga. Luego de dos años de conflictos financieros, sueldos impagos, aguinaldos inexistentes, cambios patronales, acampes y amagues judiciales, va a ser el contador de la futura cooperativa. “Con confianza y compañerismo podemos salir de lo normal”. ¿Qué es salir de lo normal? “Cambiar un poco el rumbo del sistema que nos gobierna desde que nacimos”.
La filosofía, de París a Villa Luro, permanece intacta.
Cambiemos
La historia comienza en 1887 y en París porque allí nació Julián Augusto Roux, trabajador en Laboratorios Clin-Comar, un joven al que, según la biografía, su “espíritu visionario e inquieto” lo llevó a radicarse en Argentina en 1912. En 1935 fundó Laboratorios OCEFA -luego Roux-Ocefa-, que se convirtió en uno de los principales exportadores de la industria farmacéutica local durante la Segunda Guerra Mundial: fue el primer creador de soluciones parentales (sueros) y de bolsas para la recolección de sangre.
El inquieto y visionario Julián presidió el laboratorio hasta su muerte, en 1975. Desde entonces Roux Ocefa quedó posicionada como una compañía farmacéutica de excelencia que fabricaba y comercializaba más de 100 productos con una planta estable de 500 trabajadores y trabajadoras. Tenía ocho delegaciones regionales y una Fundación para acompañar y contribuir a la comunidad médica con investigación, docencia y divulgación científica. Luego de su muerte, la dinastía familiar continuó por generaciones con la empresa hasta llegar a su nieto, Julián Mariano Roux, conocido como “Juliancito”.
Omar Rodríguez -54 años, 34 en la empresa, encargado del sector de Esterilizaciones- dice que los conoció a todos y que recuerda como si fuera hoy una frase que escuchó el primer día que Juliancito llegó: “A esta empresa la destruyo en 10 años. Estoy esperando un cambio de gobierno que me favorezca”. Omar dice que, a veces, dos más dos son cuatro: “Ese cambio llegó”.
Crónica de una fuga
Faustina Godoy entró en 1988 como operaria. Cuenta que vivió “todo” -la hiperinflación, el menemismo, el 2001-, pero lo que la despertó del vaciamiento fue la calidad de la comida. “Nos traían viandas, luego sándwiches. Ahí dije: esto va directo a la calle”.
Bruno Di Mauro es uno de los más jóvenes: 28 años, operario de mantenimiento, entró en abril de 2012. “Los más grandes cuentan que todo arrancó hace más de diez años: menos producción, cero mantenimiento, se perdían repuestos y todo se ataba con alambre. De tres años a hoy, empezó un desdoblamiento de sueldos, pagos en cuotas, y en junio de 2016 entraron en concurso de acreedores. Sólo se endeudaban más. Un laboratorio no suele tener problemas de mercado: los problemas son financieros”.
El 2016 lo pasaron con movilizaciones a Casa Rosada y volantedas en el barrio. Pero el año nuevo fue drástico: el 2 de enero de 2017 intentaron suspender a todo el personal. Bruno: “Ocupamos. Nos quedamos tres meses y medio, con todo lo que significa: la mayoría acá tiene más de 45 y 50 años. En todo ese proceso no vimos un peso. Y, desde ahí, ya empezamos a discutir la posibilidad de una cooperativa de trabajo”.
Sin embargo, el sindicato (la Asociación de Trabajadores de la Sanidad Argentina, que dirige el triunviro cegetista Héctor Daer) no tenía la misma idea y presentó un posible comprador de la empresa, Carlos Villagra, a cargo de la Asociación de Farmacias Mutuales y Sindicales. Villagra se hizo cargo de los 50 millones de dólares de deuda de la compañía y prometió la activación de la planta en 45 días. No era un objetivo sencillo: en Villa Luro y Mataderos (la otra planta) quedaban 300 trabajadorxs y había un agujero financiero con 290 cheques rebotados que superaban los 21 millones de pesos.
En abril asumió la nueva conducción. Bruno: “Nos depositaron 30 mil pesos a cada uno y nos prometieron pagar los sueldos. Con una propuesta así, decidimos levantar la medida”. Emanuel recuerda que el gremio envió a la puerta de la fábrica a 150 delegados con bombos y banderas: “Nos pareció terrible. Una compañera les dijo que no había nada para festejar. Habíamos perdido tres compañeros: uno se suicidó y otros dos murieron por depresión. Hubo familias destruidas en todo este proceso”. Sin bombos ni platillos, los problemas persistieron.
La crisis de la crisis
Emanuel resume la nueva fuga: “Villagra se fue porque decía que perdía mucha plata”. El sindicato acercó un nuevo candidato: Ariel García Furfaro, propietario del laboratorio Ramallo. Los trabajadores y las trabajadoras sólo tuvieron que googlear el nombre para entender lo que se venía. Bruno: “Tenía un modus operandi: comprar un laboratorio cerca de la quiebra, vaciarlo, llevarse las patentes y las máquinas y dejar a la gente en la calle”. Plantearon ante el juez Sebastián Sánchez Cannavó que se declarara nula la venta de acciones para evitar una nueva estafa: “Le dijimos que diera la quiebra, que nos otorgara la continuidad, pero que por favor no permitiera que se instalara esta gente”.
El juzgado la rechazó, apelaron, pero el 1º de marzo arribó la nueva administración. La profecía se cumplía: “En seis meses echaron a 200 compañeros”. Entre ellas a Karina Roja, maquinista de llenado de sueros desde el 2013: “Soy de Loma Hermosa, San Martín, y venir a bancar el conflicto me insumía dos horas de viaje con un hijo de 12 años que mantengo sola. Estuve limpiando casas, trabajando en un kiosco, en una goloteca. Todo en negro. Remándola”. Y también Sandra Oyarzú, operaria, que vive con su mamá: “Me tiene que estar manteniendo con su jubilación de 8 mil pesos”.
El 24 de septiembre se activó la mayor alarma. Bruno: “Nos echaron a todos, la fábrica quedó vacía y mañana se quieren llevar las máquinas que quedan”, recuerda el llamado telefónico. Al día siguiente empezaron el acampe. La primera medida que votaron fue poner a un enfermero para tomar la presión gratis en el barrio. Los vecinos les agradecieron con agua, lonas para que no se mojaran, colchones y comida.
La batalla seguía en dos frentes: la calle y el juzgado. El expediente había llegado hasta la Cámara de Apelaciones en lo Comercial, pero una jueza les trababa la firma: “Se estaba poniendo picante, y no queríamos seguir tirados en la calle”. Finalmente, la Cámara denegó la prórroga del concurso. “Volvimos al juzgado con el fallo, pero nos enteramos que el juez no dictó la quiebra sino una intervención por tres meses. Ahí dijimos basta: no tenemos más tiempo”. Convocaron a una conferencia en la puerta de la empresa el 2 de octubre, comunicando que iban a ingresar a la planta.
Cumplieron.
Y no volvieron a salir.
El que no abandona
Bruno cuenta que al juez no le gustó que hayan entrado. “Le dijimos clarito que no podíamos seguir esperando. No fue una convicción ideológica, sino una necesidad. A mí me mandó a buscar trabajo. Y, para un trabajador, entrar a esos lugares es como un palacio: no te quieren agarrar los escritos porque no vamos en saco y corbata, tienen diez secretarios y todos te dicen que te entienden. No, no entienden nada, porque es Omar el que tiene que ir después a su casa y decirle a sus hijos que tiene que dormir en la calle para que no cierren la fábrica”.
Los trabajadores están esperando que el juez dictamine la quiebra y que el INAES les otorgue la matrícula de la cooperativa. Bruno será el presidente: “No nos quedó otra que estudiar y capacitarnos en la industria, que en el mundo es la más rentable en términos de costos y beneficios: comprás por toneladas y vendés por miligramos. La ganancia es extraordinaria. Hoy es algo que discutimos: además de recuperar las fuentes de trabajo, es importante que empecemos a plantear otra forma de salud, de brindar medicamentos que no sean caros al pueblo y crear farmacias sociales”.
Querían bautizar al laboratorio Shangai, por un tema de Los Redondos (Sorpresa en Shangai), que dice: “El que abandona no tiene premio”. El INAES no los dejó: se llamarán FarmaCoop. Presentaron un proyecto técnico de viabilidad para ponerlo en funcionamiento que propone la recuperación de 100 puestos de trabajo en diferentes etapas, pero consideran que con 25 ya pueden poner todo en funcionamiento. “Si estuviera todo en regla, si no se hubieran robado las máquinas, si tuviéramos toda la mercadería, la activaríamos hoy”. Por eso, hacen guardia las 24 horas y el trabajo es la puesta en punto del laboratorio. Mientras tanto, comercializan productos de otras cooperativas que aglutina el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER) para costear el día a día.
Román Fernández tiene 30 años, es operario y llegó a Roux Ocefa en 2012 con la esperanza de estabilizarse y jubilarse. Hoy es uno de los que se turna para permanecer en el laboratorio durante el día. ¿Qué desafíos espera del trabajo sin patrón? “Es la primera vez que formo parte de una experiencia así. El sistema está diseñado para que nunca te salgas de los márgenes. Nunca un empoderamiento del obrero y la obrera. Nunca organización. Cada uno tiene que hacer su esfuerzo personal para sus logros personales. Te enseñan a ser egoísta. Y yo siempre lo discutí: no puede ser el único camino en la vida. Más allá del contexto económico, esto que nos pasa lo veo como una fortuna, porque es la demostración de que puede ser que exista algo que no sea lo que te digan de arriba. Acá hay experiencia y hay creatividad”.
Karina dice que le cambió la vida: “Ahora siento que soy muchísimo mejor persona que antes. Mi mentalidad cambió, y para bien. A partir de esto aprendí a pensar no sólo en mí ni en mi familia, sino también en la de los demás, en sus necesidades. Y eso te hace buena persona. Eso me satisface. Y eso nos hace sentir bien día a día”.
Como decía Herófilo de Calcedonia en el siglo III A.C:
- La sabiduría puede revelarse (o rebelarse).
- El arte manifestarse.
- La fuerza luchar.
- El bienestar ser útil.
- La inteligencia tener aplicación.
- Si es que hay salud.
Eso es lo que los trabajadores y las trabajadores de FarmaCoop están recuperando.
(*): Artículo publicado en el sitio lavaca.org este miércoles 15 de mayo de 2019.
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