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Aportes para mitigar el impacto socioeconómico del Coronavirus en Concepción del Uruguay

El economista Pablo Presas analiza aquí los efectos de la cuarentena en la economía uruguayense y sugiere algunas vías para encarar una crisis sanitaria que ya se ha convertido en socioeconómica.

 

(*) Por PABLO PRESAS.

 

Un punto positivo dentro de este infortunio global, fue que nuestro país tuvo “el diario del lunes” en la propagación global del Covid-19, el cual nuestro presidente supo leer a tiempo para, basándose en la recomendación de los expertos, decretar una cuarentena nacional temprana que nos permitió aplanar la curva de contagio y ganar tiempo para preparar y darle chances al sistema sanitario.

En nuestra ciudad, y gracias en parte a la experiencia médica de nuestro intendente Martín Oliva, también se tomó rápida y real dimensión de la amenaza y se puso un considerable empeño en hacer cumplir la cuarentena a la vez que se fue preparando el sistema de salud local, con base en el Hospital Público “Justo José de Urquiza”, para afrontar esta crisis de la mejor forma. La ciudadanía acompañó, y hasta el momento, Concepción del Uruguay no cuenta con infectados por coronavirus.

Pero esto recién empieza. Se esperaba un pico de contagiados primero para fines de abril, luego mayo, ahora se habla de junio, y la verdad es que vamos a tener que acostumbrarnos a convivir con el virus por un largo tiempo. “Vienen tres o cuatro meses difíciles”, dijo Oliva, y ciertamente, como todo virus respiratorio, quizás tengamos que pasar el invierno para recién poder tener la certeza de que se superó la pandemia.

La clave pasa por lograr que la actividad caiga lo menos posible en cada sector, siempre en un marco de seguridad sanitaria para garantizar la salud de todos.

Y junto con la cuarentena llegó un apagón económico productivo. La UIA indicó que la actividad industrial se encuentra al 20% de su capacidad, el valor más bajo en 50 años. Según CAME, las ventas comerciales minoristas cayeron un 48,7% i.a. en marzo, una caída que podría ser aún más aguda en abril.

IDESA por su parte, estimó que aproximadamente el 45% de las familias argentinas vive de la informalidad, esto es, son asalariados no registrados o cuentapropistas que en estas circunstancias, ven tender sus ingresos a cero.

Y así, a la crisis sanitaria se le ha sumado la crisis económica. Y de la misma forma que se actuó rápido y decisivamente en controlar el virus, debemos actuar para “aplanar la curva” del daño a la economía. Porque esta crisis económica derivará en una crisis social, pudiendo llegar a generar un deterioro de tal magnitud, que vuelen por los aires el desempleo, la pobreza y la indigencia, y que a la larga, termine impactando también, y de forma seria, en la salud de los argentinos.

 

LA ECONOMÍA NO ES SOLO EL GRAN EMPRESARIO

Es que hay que entender que la economía no es sólo el gran empresario que gana dinero o el banquero que invierte en acciones. La economía también es ese albañil, que con su jornal diario alimenta a su familia, o el remisero, el peluquero, la manicura, que como tantos otros, viven prácticamente al día y sabiendo que no pueden darse el lujo de parar porque sus ingresos pasan a ser cero. La economía es también la posibilidad de tener un pequeño ahorro que te permita pasar un tiempo en cuarentena sin trabajar, o la certidumbre de cobrar un sueldo a fin de mes.

Pero hay que entender que la realidad económica de mucha gente es diferente, que hay otro universo que ya convivía con la incertidumbre sobre sus ingresos diarios, quizás generándole un miedo que hoy hasta podría ser mayor que el miedo que les genera contagiarse el virus, y que al no poder salir a procurarse su sustento, ya mismo están atravesando una situación de angustia y desolación que apenas puede ser aplacada con el Ingreso Familiar de Emergencia de 10 mil pesos. ¿Hasta cuándo se le puede pedir a esta gente que se quede apaciblemente dentro de sus casas?

Se vienen tres o cuatro meses difíciles, es verdad, pero no sólo en la salud, también en la economía (y en los impactos sobre la salud que tendrá la economía).

Hoy vemos la mayoría de los comercios de la ciudad cerrados, las calles desoladas, las obras de construcción paradas. Se dice que en promedio, un comercio minorista puede sobrevivir 25 días sin ventas, más allá de eso, el propietario tiene que comenzar a poner dinero de sus ahorros o bien dejar de pagar alquileres, sueldos, impuestos y proveedores.

Sin la certeza de cuánto durará esto, ¿cierro definitivamente o sigo poniendo ahorros? ¿y si no los tengo? ¿son suficientes las medidas de alivio nacional para aguantar hasta que pase la cuarentena? ¿y si luego de la cuarentena sigo sin vender porque la economía entre en depresión?

Ya se habla de un retroceso del PBI de al menos 7%, y hasta quizás llegue al 11% que tuvimos con la crisis del 2002, con todo el impacto social que eso significa.

El FMI advierte que lo que viene podría ser peor que la gran depresión del ´30, aquella que le sirvió a Keynes para describir muy bien uno de los efectos de las grandes depresiones: cómo cambian los ánimos o hábitos de consumo e inversión (los animals spirits como él los llamaba).

Ya todos lo estamos experimentando, este tiempo encerrado nos ha hecho recapacitar sobre el verdadero valor de las cosas en la vida y cómo muchas de ellas son efímeras, ya mismo nuestros patrones de consumo son distintos y es posible que lo sigan siendo por un tiempo prolongado.

Para mucha más gente, dejará de ser primordial tener el último celular, cambiar el auto o vestirse a la moda, inclusive para aquellos que aún puedan afrontarlo. En economía decimos que cuando cambian los patrones de consumo, cambia la propensión marginal a consumir. Y si la crisis es muy grande, nos podríamos acercar a la demanda de subsistencia, lo cual hace aún más difícil una rápida recuperación. Así, por más que la oferta se incremente, no tendrán a quién venderle. Pasó en la gran depresión, puede pasar ahora.

LA FRAZADA CORTA

El Gobierno prohibió los despidos, pero si los comercios o las pymes no facturan, no podrán pagar los sueldos. Tendremos empresas quebradas, cierres por fuerza mayor, y trabajadores suspendidos de todos modos.

Por si fuera poco, los mismos estados, en sus tres niveles, se van a ver desfinanciados. El ministro Ballay anticipó que están previendo una reducción del 50% en la recaudación provincial. Oliva sugirió que en principio, podrían afrontar la situación gracias a las finanzas ordenadas del municipio. Pero, ¿por cuánto tiempo?

La estructura laboral de nuestra ciudad se basa en el sector público, los frigoríficos avícolas y la alimentación, sectores que continúan en movimiento. Pero gran parte del resto está paralizado.

En abril todos los empleados públicos y de organismos estatales cobraron normalmente, pero mayo podría ser diferente. Santa Fe ya alertó que sin asistencia nacional va a tener dificultades para pagar los sueldos. Cubrir este creciente déficit con emisión, la única posibilidad actual, generará más inflación, lo cual terminará también afectando, y por otro lado, al ingreso real de los uruguayenses. Estamos con una frazada corta.

Hay medidas paliativas, y seguramente vendrán muchas más, pero nunca podremos reemplazar completamente los beneficios del trabajo y la rueda de la actividad local. La clave, entonces, pasa por lograr que la actividad caiga lo menos posible en cada sector, claro que siempre en un marco de seguridad sanitaria y garantizando razonablemente la salud de todos. Debemos esforzarnos en evitar el derrumbe de nuestra economía local, porque cuanto más caiga la actividad en la ciudad, más se verá dañado el entramado social y más difícil será la recuperación.

La clave, entonces, pasa por encontrar esa justa combinación de salud y economía, ese punto óptimo, donde podemos minimizar los daños. Tuvimos una primera parte con una cuarentena exitosa que sirvió para cortar de cuajo la propagación y concientizar a la población con mejores hábitos de higiene. Ahora debemos pasar a una cuarentena administrada donde el enfoque sanitario, sea complementado con un enfoque económico y social.

QUÉ SECTORES REACTIVAR

Para ello el Gobierno Nacional nos ha abierto una puerta al sugerir que las provincias y los municipios evalúen sectores que se podrían reactivar bajo estrictas medidas de prevención. Al hacer esto, se está reconociendo que no sería óptimo reglamentar de la misma forma a todo el territorio nacional, ya que cada provincia tiene realidades diferentes, y también cada municipio tiene realidades diferentes. Ya no es el mismo traje para todos. De allí la importancia de diseñar un plan a medida para cada ciudad.

Algunas ciudades están pensando una cuarentena comunitaria, otras están imponiendo el barbijo obligatorio. En Concepción del Uruguay ya se aplicó un elaborado protocolo sanitario sectorial cuando llegó el barco para exportar madera, y nada pasó entonces. Lo mismo podría aplicarse para otros sectores, y de hecho, recientemente se elevó un pedido de flexibilización para habilitar algunos rubros comerciales.

Debemos seguir sumando en ese camino, trabajar sobre protocolos sanitarios sectoriales para flexibilizar aquellas actividades con bajo riesgo de propagación del virus, abriendo el diálogo con el CECOM, gremios y otros actores, parar seguir pensando apropiadas y seguras maneras de realizarlo.

Es que por más que se flexibilice una parte adicional del comercio, la demanda continuará siendo mínima, ya que a la reducción de ingresos de muchos, se le suma el cambio de los hábitos de consumo que genera el miedo sobre el futuro. Todos sabemos que la estructura laboral de nuestra ciudad se basa en gran parte sobre el sector público, frigoríficos avícolas, y rubros de alimentación, sectores que continúan en movimiento. Pero gran parte del resto está paralizado.

 

MOVER LA OBRA PRIVADA

Debemos sacudir los “animal spirits” como decía Keynes, y un sector donde se podría hacer fácilmente eso, con mínimos riesgos para la salud, es el de la obra privada.

Este sector tiene la particularidad de movilizar la inversión por un lado, al capitalizar ahorro en propiedades, y de movilizar el empleo por el otro, con obreros que podrían trabajar bajo un adecuado protocolo sanitario. Una actividad clave que ayudaría a mantener parte de la economía en movimiento, con un efecto multiplicador importante sobre otros sectores comerciales y de servicios.

La obra privada moviliza la inversión –al capitalizar ahorro en propiedades– y el empleo –bajo un adecuado protocolo sanitario.

En otros sectores, como clubes y colegios, debemos invocar a la solidaridad de todos. Hay mucha gente cuyo empleo depende de que sigamos pagando la cuota y no cortar la cadena de pagos, bajo pretexto de que no se usaron las instalaciones.

Solidaridad implica que todos los que podamos, y en la medida de lo posible, debemos hacer un esfuerzo para seguir manteniendo la cadena de pagos local tanto a nivel de la economía familiar como de la actividad a la que nos dediquemos. Esa solidaridad en tiempos críticos también hace a la robustez socioeconómica de una ciudad.

Lo cierto, al fin y al cabo, es que esta crisis dejó de ser solamente sanitaria y pasó a ser también una crisis económica y social, que va a empeorar antes de mejorar, y que cada ciudad está procurando la mejor estrategia para afrontarla (dentro de un obvio paraguas normativo nacional y provincial).

El objetivo dejó de ser solamente cuidar la salud, ahora también hay que focalizarse en no dejar caer la actividad productiva para no profundizar una crisis socioeconómica de consecuencias impredecibles. Y todos debemos colaborar.

 

(*) Licenciado en Economía (UBA) y MBA (Rollins College, EE.UU.). Profesor titular de posgrado en Formulación y Evaluación de Proyectos Públicos (Maestría en Administración Pública de la UNL) y ex-profesor de Finanzas Públicas de la UCA-Paraná. Más de 20 años de experiencia en distintos roles dentro de organismos públicos y privados. Actualmente se desempeña como consultor en economía y gestión de proyectos públicos.

 

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