¿Qué pasa con la conducta de las personas cuando se ven sometidas a un bombardeo constante de información sobre un solo tema? ¿Y cuando ese tema es un virus, el riesgo de contagio y de muerte, el conteo minuto a minuto de personas afectadas? El Miércoles Digital consultó a especialistas en salud mental: Soledad Ansaldi, Germán Bercovich y Marina Simón. Reflexiones imprescindibles para tiempos de infodemia.
Por A.S.
Sin dudas, es una situación atípica. No la pandemia, por supuesto. Desde que existe la humanidad, se ha visto sometida a epidemias de todo tipo. Y nunca antes estuvo en mejores condiciones para enfrentarlas: en apenas meses, los investigadores aislaron el virus, lograron determinar sus características e identificarlo, un proceso que en el pasado llevaba mucho más tiempo. Se especula que en menos de un año ya exista una vacuna.
Pero lo novedoso de la situación es que en casi todo el planeta el tema pasó a ser “el único tema”. Desde hace semanas, y meses en algunos lugares, los medios masivos de información, las redes sociales, y todo lo que conforma el entramado de la comunicación entre las personas, está ocupado en su totalidad por un solo tema: la pandemia de Covid-19, el coronavirus. “Infodemia”, fue la palabra que la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) utilizó para definir la situación. Ya se está comenzando a hablar de las consecuencias en la vida social futura, pero antes de llegar a esa etapa, debemos transitar el presente. Y en el presente, algunos indicios del impacto generan preocupación. No solo en la economía: la conducta de las personas ya está siendo afectada. Y no por la pandemia, sino por la infodemia.
El Miércoles Digital consultó a Soledad Ansaldi, Germán Bercovich y Marina Simón. Tres profesionales vinculados con la salud mental, con amplia experiencia y formación, con el fin de indagar sobre la inédita situación que vivimos.
Las preguntas abarcaron dos aspectos principales: ¿Hay estudios o antecedentes de un fenómeno de ese tipo? Y ¿se puede hipotetizar qué pasará con la conducta de las personas al verse sometidas a un bombardeo constante de información monotemática?
A continuación, una síntesis de sus respuestas, que ayudan a pensar el momento que estamos e incluso ofrecen recetas para enfrentarlo manteniendo nuestra estabilidad emocional.
UNA NOVEDAD NO TAN NUEVA
En el inicio de la charla, Germán Bercovich, psicólogo y actual director de Salud Mental en el municipio, enfatiza en que “la comunicación es un fenómeno de alto impacto en las personas. Pero el hecho de que haya mucha información sobre un solo tema y muy direccionada no es nuevo. Hitler tenía su ministro de propaganda, Goebbels, que estaba en segundo nivel de importancia, y sabía bien desde sus primeros escritos, que la propaganda, el cómo difundir algo, impacta fuertemente en la posibilidad de éxito. Lo que quiero decir es que con la comunicación se direccionan destinos universales, se puede influenciar a lo micro, a cada persona que va consumiendo esa información, pero finalmente se controla a sociedades, a países y hasta destinos mundiales”.
“La sobreinformación tiende a alertar de más a la gente, a promover síntomas ansiosos en general y fóbicos en particular. Por eso la sugerencia de remitirse a información oficial, y no sobrecargarse de tanta información lateral” (Germán Bercovich).
Marina Simón, doctora en Psicología, dice que un bombardeo de información de este tipo se ha dado antes pero en crisis diferentes. “Este contexto es muy distinto porque hay una cuarentena impuesta, y en una situación tan disruptiva, la información tiende a generar emociones negativas. Si bien durante la epidemia de SARS, la de Gripe A, en algunos países hubo cuarentenas bastante sólidas, nunca fueron tan duras y generalizadas como ésta. Enfocar toda nuestra atención y energía exclusivamente en esto puede resultar muy problemático y traer consecuencias en términos de salud mental a corto plazo. A todos nos está trayendo algún tipo de correlato emocional, pero no se está teniendo en cuenta que todo esto va a tener consecuencias en términos de salud mental y de deterioro cognitivo a largo plazo, en una parte de la población, no necesariamente en toda”.
Esa advertencia sobre lo que viene es compartida por Soledad Ansaldi, psicóloga y docente: “Es una emergencia humanitaria, una situación de desastre. Y desde la salud mental, un desastre es toda aquella situación individual o social que perturba al aparato psíquico, al excederlo en su capacidad de respuesta y elaboración de la situación perturbadora”. La situación “desborda la capacidad de simbolización y por lo tanto la elaboración consciente de soluciones o medidas de afrontamiento: lo amenazante, lo que desborda nuestros recursos es la sensación de incertidumbre, la puesta en suspenso de nuestra vida cotidiana, de nuestros proyectos y metas a corto y mediano plazo”.
LA SUSPENSIÓN DE LO COTIDIANO
“Hay un no saber, una pérdida de sensación de control sobre nuestra vida”, enfatiza Soledad Ansaldi. Y se da en muchos planos: “No sabemos dónde está el virus, cómo protegernos, si nos curaremos si nos enfermamos, dónde nos van a atender, si los profesionales de la salud están capacitados ante un virus desconocido para la ciencia, lo que pasará con nuestra situación económica... y así cada uno sumará sus incertidumbres”, enumera la profesional. “Lo único que parece claro es que el aislamiento es la medida más eficaz para la prevención. Y ante esa puesta en suspenso de nuestra vida cotidiana, laboral, académica, social, cada persona tiene recursos diferentes de tolerancia a la frustración. Algunos lo tolerarán mejor y otros se sentirán más vulnerables”.
“Hay que limitar el tiempo que estamos expuestos a noticias sobre coronavirus, y que sean solo de fuentes oficiales o confiables” (Soledad Ansaldi).
Para Marina Simón, “como es tan disruptivo genera que a la gente le cueste mucho organizarse, el otro nos genera miedo porque puede ser un infectado, estamos todo el tiempo como en una situación muy aprehensiva, hay gente que está muy asustada pero hay personas a quienes les genera el efecto contrario. Porque todo esto puede hacer que se desarrollen conductas agresivas, gente que putea a los otros en la calle, o que ante el bombardeo informativo dice ‘ya fue, no me importa nada, quiero salir a la calle a contagiarme’. Cuando la alarma es excesiva puede generar eso, que la gente deje de cooperar. Cuando uno está muy centrado en su propio proceso emocional, está con mucho miedo o muy enojado, tiene poca capacidad de empatía, y en esta situación tan compleja la empatía es algo muy importante. Porque uno putea a otro porque anda la calle y en realidad no sabe por qué esta en la calle, si está exceptuado o salió a hacer algo muy importante en su realidad”.
CADA UNO REACCIONA DISTINTO
Soledad Ansaldi también cree que la situación no tiene precedentes. “Al estar aislados, las fuentes de estímulos gratificantes se han limitado, nuestra vida se redujo en diversidad y despliegue. Entonces necesitamos estar informados, porque eso nos vincula con los otros, con lo social. Escuchar siempre el mismo y único tema nos podría ayudar a apropiarnos de él, a entender al virus y a cómo combatirlo. Pero también podría producir mayor angustia y desamparo”.
Marina Simón añade que “no es sólo la información que uno recibe, sino también quién lo recibe: nos impacta a cada persona de una forma distinta, e incluso algunos días impacta de una forma y otros de otras. Nuestra cotidianidad sido suspendida y cambiada rotundamente, y eso nos genera distintas reacciones emocionales. Hay gente a la que le provoca enojo y está todo el tiempo enojándose: con los que salen a la calle, con el Gobierno, con los chinos, con los murciélagos, con toda clase de cosas; hay gente a la que le provoca tristeza por lo que ha perdido, por lo que no puede ver o hacer; o a la que le provoca ambivalencia. Hay gente que está muy perseguida por lo que está pasando al otro lado del mundo cuando quizás en su ciudad no hay un solo caso de coronavirus.”
“El exceso de atención como si el virus fuera el único problema, puede acarrear el empeoramiento de otros problemas de salud, por ejemplo gente que interrumpió tratamientos, o de condiciones preexistentes, por ejemplo violencia de género” (Marina Simón)
TRAUMAS PRESENTES Y FUTUROS
Marina Simón advierte que las consecuencias ante el exceso de atención al coronavirus “como si fuera el único problema de salud” pueden ser múltiples: “Nos puede acarrear el empeoramiento de otros problemas de salud –porque hay gente que debió interrumpir tratamientos para su salud física y mental, o no está haciendo los controles–, el empeoramiento de condiciones preexistentes, en personas que están en entornos de violencia de género, niños que son abusados, que de pronto tienen que estar todo el tiempo encerrados en entornos que ya eran nocivos de antes, y se incrementan las probabilidades de traumas. El aislamiento acarrea tambén disrupción en el estado de ánimo, y eso puede permanecer una vez que se levante la cuarentena. No es que se va a levantar y listo, seguimos con la vida que teníamos antes. Mucha gente va a tener dificultades para volver a la vida como era”.
En línea con esa mirada, Soledad Ansaldi añade una sugerencia para las políticas públicas: “El sistema de salud pública debería conformar una red de apoyo psicosocial, que tenga como función contener y orientar en forma saludable las respuestas al estrés, con el objetivo de prevenir futuros padecimientos en la salud mental en toda la población”.
Marina Simón advierte otro costado que, asegura, ya puede observarse: “En los adultos mayores la estimulación social y cognitiva es muy importante. Si dejamos a los viejos solos durante meses, con mucho menos estimulación y actividad física de la que estaban acostumbrados, nos vamos a enfrentar a trastornos de pérdida de memoria y pérdida de funcionalidad cognitiva, porque en el cerebro –y más a esa edad– lo que no se usa se pierde. Lo mismo en niños que no están yendo a la escuela: hay habilidades sociales que no se están ejercitando, hay una maduración emocional que no está sucediendo, porque no es lo mismo estar en casa que estar con sus pares”.
LA SOBREINFORMACIÓN PROMUEVE SÍNTOMAS
Las respuestas esperables ante el estrés, explica Soledad Ansaldi, “van desde el desgano y la apatía a la irritabilidad y la hipervigilancia, entre otras. Y aquí podemos pensar el impacto de estar sometido constantemente a información referida al virus: la hipervigilancia implica que la persona se siente todo el tiempo amenazada por factores estresores que no puede controlar. Eso puede agravar nuestro estado emocional y nuestra falta de control sobre nuestra conducta y emociones. Solo escuchar en la televisión, radio
y redes sociales, sobre casos confirmados y muertes, las tragedias vividas en otros países, nos deja desamparados y sin recursos de afrontamiento, generando una sensación de invasión emocional sobre nuestras vidas. Son respuestas esperables, pero no quiere decir que no debamos intentar modificarlas en beneficio de nuestra salud física y mental”.
Germán Bercovich sostiene que “está bastante estudiado que la sobreinformación tiende a alertar de más a la gente, a promover síntomas ansiosos en general y fóbicos en particular. Por eso la sugerencia es que la población se remita a información oficial, que no se sobrecargue de tanta información lateral”.
Y señala una situación paradójica: “Nosotros estamos inmersos en una cultura, por lo tanto ser permeable, ser influenciable por los datos que provienen de nuestra cultura, en parte habla de una buena salud mental, de que estás bien conectado con el entorno, del entramado social del que sos parte. Pero hay un segundo momento, un segundo movimiento, que se necesita para que eso que viene de afuera no te termine desbalanceando y no te empiece a generar síntomas. Y ese segundo momento no todos lo logran. Es una una paradoja, que no siempre podemos resolver con estabilidad: por un lado ser influenciable habla de una buena salud mental pero por el otro necesitás contar con una estructura más bien firme para que eso no te voltee”.
Soledad Ansaldi agrega que el abanico de las respuestas esperables ante la situación de amenaza “como la ansiedad, el temor, la incertidumbre, la sensación de ausencia de control, podrían cronificarse e instalarse en nuestro estado anímico y configurar un trastorno psíquico”.
“Ante esa puesta en suspenso de nuestra vida cotidiana, cada persona tiene recursos diferentes de tolerancia a la frustración, algunos lo toleran mejor y otros se sentirán más vulnerables” (Soledad Ansaldi).
LA RECETA PARA ENFRENTAR LA AMENAZA
¿Cómo evitarlo? Los profesionales consultados coinciden en las sugerencias que formulan para que la salud mental no se vea desestabilizada por la amenaza doble de la pandemia y la infodemia. Marina Simón ofrece algunos componentes para esa “receta”:
“Para prevenir, tenemos que tratar de dormir todos los días a la misma hora, no enloquecernos con querer ser productivos en la cuarentena, porque eso puede generar más ansiedad; pero sí es importante que sostengamos rutinas, que nos levantemos, que tendamos la cama, que nos vistamos, no estar todo el día de pijama. Es importante que apaguemos el televisor y no consumamos un exceso de información, que hagamos las cosas que nos hacen sentir bien, que nos mantengamos en contacto con gente, aunque sea a través de medios electrónicos ”.
Soledad Ansaldi coincide: “Hay que limitar el tiempo que estamos expuestos a noticias sobre coronavirus, y que sean solo de fuentes oficiales o confiables”. Pero se plantea: “¿Cómo lograrlo, si justamente en situación de aislamiento es la única alternativa de contacto o vínculo con el exterior, con los otros?”. Cree que la respuesta pasa por “recuperar el autocontrol de nuestras decisiones, por dar más lugar a aquella parte de nuestra subjetividad que aún no se ha visto contaminada por el temor y la incertidumbre. En el plano de la salud mental, algunas personas podrán recuperar y recomponer ese yo invadido por las malas noticias, otras, las más vulnerables (adultos mayores, personas con trastornos psicológicos previos) estarán más expuesto al estrés y al desequilibrio psíquico”.
“Los estudios de la epidemia anterior muestran que la gente que vive la cuarentena de modo altruista no la pasa tan mal” (Marina Simón).
Por esa razón, Marina Simón sugiere que a las personas mayores “les acerquemos material, conversación o estímulo que los haga pensar (palabras cruzadas, cuentas, que lean sobre recuerdos del pasado, que miren fotos, todo lo que los active un poco). Lo mismo con los niños: que conversen con otros que no sean sólo sus padres o sus hermanos. No enloquecer tampoco con las clases, no querer hacer toda la tarea que no hicieron en la escuela ni tratar de aprender cuatro idiomas en quince días. Nada de eso. Pero sí tratar de sostener ciertas rutinas, sobre todo las horas de sueño, las comidas, que nos ayudarán a mantener un formato más o menos estable para después poder retomar estas cuestiones, pero entendiendo que ahora estamos en otro tiempo”.
EL TIP DE CIERRE: UN POCO DE ALTRUISMO ES BUENA ESTRATEGIA
Entre lo que ya se sabe sobre pandemias previas, Marina Simón cuenta que “los estudios que se hicieron sobre la epidemia anterior, muestran que la gente que vive la cuarentena de modo altruista –que entiende por qué lo está haciendo, que la asume como una cuestión ética, al decidirlo de manera autoimpuesta porque siente que está cuidando a los demás o porque es el único modo de frenar el virus– esa gente no la pasa tan mal. Y en cambio quienes viven la cuarentena con una actitud negativa –‘cómo me imponen esto, me tienen encerrado, me estoy fundiendo’– obviamente la pasa mucho peor”.
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