No hubo antes un partido que les exigiera tanto; y ahí van ellas, delantales que caminan con sonrisas censuradas por barbijos. Hace semanas que son titulares en la dura batalla contra la enfermedad invisible. Corren para llevar calma por los silenciosos pasillos de los hospitales. Las enfermeras juegan en la delgada línea roja donde conviven la vida y la muerte.
(*) Por MARCELO SGALIA
Nota relacionada: cómo la llevan el día a día quienes trabajan en la salud pública.
Tirando el córner en la guardia y cabeceándolo en alguna sala. Tocando el balón entre las camas y las urgencias; haciendo el entretiempo con los expertos para conocer más de lo que enfrentan; abrazándose sin abrazos al recibir una colecta, como metáforas de un nuevo gol. En este partido se juegan la vida, literalmente; la de ellas y de los que aman al regresar a casa tras cada jornada. Ser enfermera exige pasión, es laburo y amor por la camiseta, igualdad de delantal, blancos y de colores, tantas veces ninguneados, mal dormidos y peor pagos; tantas veces olvidados y con políticas de estado cerrando miserablemente ministerios vitales para la marcha de un país.
Hoy les toca enfrentar un virus que se carga miles de vidas en el mundo cada día. Equivocarse es poner en riesgo la vida y al final del juego perder será morir. Entre guantes, barbijos, respiradores, agujas, sondas, bisturíes y desinfectantes sostienen los trapos. Mientras reciben aplausos postergados que viajan por el aire, también se enfrentan, por el delito de vestir un delantal camino a un Hospital, a la imbecilidad de cierta gente; algo que ni el Coronavirus podrá extinguir.
Las enfermeras, como cada uno de los que hoy están en la línea más difícil formando parte del sistema de salud, juegan para que gane la vida, que por sentido común debe seguir siendo prioridad. En silencio y sin barbijo pongámonos una vía para conocer la historia de Mariela Sánchez García, que es solamente una de tantas en cada rincón de Argentina y el mundo. Alguien que de gurisa le pedía a sus tías, también enfermeras, que la llevarán al hospital porque sentía esos pasillos y le gustaba ese olor.
Que es una de las miles que se levantan a las 5 de la mañana porque a las 6 debe estar al frente como Jefa de Enfermeros del Servicio de Pediatría del Hospital de nuestra ciudad. Ella, además, está hace años vinculada al club Parque Sur donde fue la primera presidenta de la Subcomisión de Fútbol Infanto – Juvenil. Y también es docente en la Facultad de Ciencias de la Salud de la UNER. Mariela tiene dos hijos y es abuela. De su hija lloró los momentos que la profesión le quitó. De su hijo recordará el embarazo en pleno traslado del hospital uruguayense. Repasemos su vocación y caminemos juntos los pasillos donde hoy se está jugando el partido. Una vida llena de salas de hospital, docencia en la Universidad y un club de barrio, con vestuarios de fútbol y cantinas de básquet.
“Me gustaba el olor del hospital”
Mariela nació en San Juan, la tierra de su padre. Pero desde los dos meses creció en Villaguay, los pagos de su madre. Mientras las nenas de su edad jugaban en una plaza, ella caminaba los pasillos del Hospital Santa Rosa, la ciudad entrerriana donde se crió. Cuando uno cree que el olor a hospital es lo último que cualquiera desearía oler, ella me dice que le gustaba “el olor al Hospital desde muy chiquita; el estar ahí, sentía el caminar por esos pasillos, me encantaba y se terminó transformando en mi vocación”.
Dos tías de Mariela dedicaron su vida a la enfermería. Ella las acompañaba. “Mamá, ¿me dejás ir al Hospital con las tías?”, se volvió una pregunta frecuente. “Me movilizaba el poder ayudar al otro, hacer algo”, cuenta Mariela Sánchez García, que me insiste de la preferencia al “olor del hospital”. Las tías culpables de aquellas salidas hoy están jubiladas: Yolanda y Elia viven en Villaguay y recuerdan aquella niña que las acompañaba muy seguido. Las tías son parte de los ocho hermanos de su madre. “Ellas me ayudaron, me inspiraron. Me dieron la parte práctica”, dice.
Cuando Mariela terminó el secundario su elección de estudio estaba clara hace años. No era esa niña que había que preguntarle cada tanto qué carrera iba a seguir. A los 18 arrancó la carrera de enfermería en la UNER. “Terminé en el ’89 el secundario en Villaguay y en el ’90 me vine para acá y empecé”.
La vida nos pone a todos en aprietos y en el camino nos obliga a tomar decisiones que pueden cambiar el rumbo para siempre. El embarazo de su primera hija en su segundo año de Facultad –Nayla tiene hoy 28 años- puso en duda sus estudios. Se requería una decisión. “Mis padres me dieron una enorme ayuda para no abandonar lo que quería ser”, confiesa ella. Criaron en Villaguay a la nieta. Esa separación de madre e hija costó 14 años, la edad en la que Nayla decidió mudarse a vivir con su madre a Concepción y hoy la ve mamá y administrativa del Hospital Justo José de Urquiza, donde trabaja Mariela. Aquel amor que las separó terminó siendo un puente para unirlas.
Aquellos pasillos de la infancia sobre un hospital tenían marcado su destino. Se graduó de enfermera y luego se recibió de Licenciada en Enfermería. En la Facultad de Ciencias de la Salud es docente en las cátedras Materno Infantil y Niños y Adolescentes.
Mariela sabe lo que es jugar este partido. Conoce los pasillos como pocas. Los recorrió de niña y a los 18 años ya laburaba de enfermera en el Hospital de Villaguay, cuando el verano la dejaba sin clases en nuestra ciudad.
Desde 1999, en el viejo hospital uruguayense, y tras haber tenido un paso por la Maternidad Concepción se calzó esos delantales para siempre. Su segundo hijo, John, creció en su panza mientras ella se debatía en dos mudanzas que le marcaron la vida: la pieza del bebé que venía y el traslado del ex Hospital Urquiza hasta donde está hoy. Dicen que los bebés vienen con un pan bajo el brazo. A ella le convidó la inauguración de ese nuevo y moderno edificio. “Dejamos esos pabellones con una profunda emoción, fue una institución muy linda para quienes laburamos ahí. En el Hospital viejo nos veíamos todos. Y pasamos a un lugar tan grande, que a veces no nos cruzamos con la mayoría”, recuerda Mariela Sánchez García sobre aquel traslado en el 2005.
Su laburo de enfermera pasó por diversas salas: Clínica Médica, Cirugía, Terapia Intensiva, Pediatría, Neonatología y Cardiovascular. Desde 2010 es Jefa de Enfermeros del servicio de Pediatría.
“El virus nos cambió la vida”
Confiesa: “Nos cambió la vida y el laburo este virus. No es lo mismo, lógicamente, desde que se instaló la pandemia. Empecé a ir al mismo lugar que tanto conocía y veía que no era igual. Extremamos todas las medidas, empezamos a ver cómo íbamos a cuidar a los niños y cómo nos íbamos a cuidar nosotras, en la estructura que tenemos. Luego a enseñarles a las mamás a cuidarse y a los chiquitos. Los niños respetan el aislamiento y el lavarse las manos. Nos cuesta más a los adultos cumplir las reglas”, explica sobre la situación que viven hoy todos los días en el Hospital.
“Tenemos preparadas dos salas de aislamiento en pediatría, que podrían ser tres si fuera necesario. Sabemos que ahora en nuestro sector, cuando llega el frío, se viene la época más difícil con las enfermedades respiratorias y la sala tiene mucha gente. El año pasado hubo muchos chiquitos internados con Bronquiolitis. Nos adaptamos de acuerdo al lugar que tenemos para lo que pueda venirse. Es una enfermedad de la que vamos aprendiendo todos los días, con reuniones y haciendo protocolos”, agrega Mariela en las charlas que mantuvimos por teléfono en los últimos días.
“Ya tuvimos chicos aislados, que por suerte todos dieron resultado negativo. Es conocido que en la ciudad no tenemos ningún caso de Coronavirus y ojalá sigamos así, pero estamos preparados para enfrentarlo. La realidad es que dormimos poco y estamos todo el tiempo viendo qué más podemos hacer. A mí vienen las chicas y me preguntan: “Mariela fijáte si me estoy vistiendo y desvistiendo correctamente y no es para que les ponga una buena o mala nota sino porque yo las veo que están comprometidas, que necesitan cuidarse y que saben que esto es entre todos. Hay chicas que del Hospital vuelven a estar con sus hijos y otras con sus padres. Sabemos que estamos en riesgo permanente pero aprendimos cómo debemos cuidarnos para cuidar a todos y tenemos los elementos para eso”, explicó la enfermera.
Con la Dirección del Hospital
“Trabajé anteriormente con Pablo (Lombardi) –Director del Hospital-, nos conocemos y no necesitamos una audiencia con él para que nos reciba. El está en contacto con todos y acepta las sugerencias que le vamos planteando de acuerdo a lo que vemos”, se refiere Mariela al contacto fluido con la máxima autoridad del nosocomio.
La relación con la gente
“Nosotras no restringimos los elementos de protección porque queremos. La gente a veces no entiende que los estamos cuidando para que cuando se necesiten los tengamos. Si todos los que estamos en Salud nos podemos cuidar vamos a cuidar a cada paciente. Inculcamos a la gente que cuide los elementos, simplemente eso”, dice la enfermera.
Y agrega: “Cambió la forma de relacionarse con los pacientes. Hoy nos vemos solamente los ojos, nos cruzamos todas de barbijos, lentes y camisolines. Antes eso solamente los usábamos para las zonas de quirófano. Cambió la figura de la enfermera. Antes éramos rubias, morochas y castañas. Ahora somos todas iguales”.
“El flujo de gente disminuyó un montón por la cuarentena. Ahora la gente está yendo solamente si tiene una urgencia o una patología, hay menos consultas”, confirma Sánchez García.
Mariela cuenta que convive con pacientes “desde los 28 días de vida a 15 años, con patologías diferentes. Pacientes con dificultades respiratorias, pos-quirúrgicos, adolescentes con intentos de suicidio o con problemas de adicción. Hay que cuidar al paciente pero también educarlos, a ellos y su familia. Todos los días nos vamos a casa con un nuevo aprendizaje. Eso es muy lindo de nuestra profesión”.
«Parque Sur es mi segunda casa»
También se hizo camino en un club y un deporte de hombres. Mariela está vinculada al club Parque Sur desde 2015. “Es mi segunda casa. Hay que sentir a Parque para vivir esto”, confiesa. Su hijo John jugó al fútbol y hoy hace básquetbol. El año pasado estuvo en el grupo que logró el Campeonato Argentino U13. Mariela Sánchez García fue la primera presidenta de la Subcomisión de Fútbol Infantil y Juvenil del club, formada el 1° de abril de 2016. Laburando en el club organizaron el primer “Doris Coronel”, que años más tarde daría paso al actual Sureñito.
(*) (Periodista.Prensa del club).
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