En Buenos Aires se han inventado historias para consumo general. Por recordar algunos al Negro Falucho, al Tambor de Tacuarí y la “sorpresa” de Cancha Rayada que fue una derrota inapelable.
Por ANÍBAL GALLAY de EL MIÉRCOLES DIGITAL
Fotomontaje de tapa: M.B.
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El psicólogo O`Donnell inventó la “Guerra del Paraná” para darle a Rosas algún hecho épico. Que San Martín murió pobre y la soberbia de Bolivar forzó su exilio. El periodismo porteño inventó lo de “la mano de Dios”, un gol tramposo que no había cómo justificar.
Ya en tiempos más recientes se inventó el mito de Charles Gardés, francés, luego devenido en Carlos Gardel y le dibujó también una madre, siendo el tango tan filomaternal, no podía Gardel ser un huérfano.
Pero esto tiene alguna razón y a los porteños más o menos informados les molesta haber sido fundados por setenta familias paraguayas y que los mejores creadores e intérpretes no sean porteños, así encontramos a: Homero Manzi (santiagueño), Horacio Ferrer (uruguayo), Lepera (brasileño), Julio Sosa (uruguayo), Goyeneche (entrerriano), y en otro plano el uruguayo y negro Cayetano Silva, autor de la Marcha de San Lorenzo.
No es posible, entonces, que el máximo intérprete del tango y un verdadero creador no sea porteño. De allí surgió entonces la historia de una chica llamada Berthe Gardés, quien ingresó a Buenos Aires hacia 1890 con una criatura llamada Charles Ramuald Gardés, de padre desconocido.
El mito indica que tuvo un paso escolar con los salesianos y fue compañero de Ceferino Namuncurá. No hay un documento que lo corrobore. Las biografías escritas por estudiosos porteños no solo crean hechos, sino que niegan otros como el paso del futuro cantor por la cárcel de Ushuaia debido a un homicidio
Gardel el uruguayo
La documentación existente lleva, con muy pocas dudas, a afirmar que Gardel nació en Tacuarembó, hacia 1887. En apretada síntesis Gardel era hijo del coronel Carlos Escayola y Maria Leila Oliva.
La historia es singular. Los Escayola y los Oliva eran vecinos y Carlos se casó con Clara quien falleció en 1871. Luego se casó con Blanca, hermana de Clara, quien falleció en 1881. Se casó al fin con María Leila, hermana de las anteriores.
En la estancia de los Escayola trabajaba como planchadora Berthe Gardés, francesa. El punto es que el niño Carlos nacido en 1887 fue dado en adopción a Berthe quien lo llevó a Montevideo. En 1893 pasó a Buenos Aires y se afianzó en el barrio de Abasto donde trabajó en su oficio y además frecuentaba algún cabaret de la zona como “alternadora”, término ya en desuso.
Carlos Gardel participó de la película “Flor de Durazno”, filmada en 1912, en las sierras de Córdoba. Se lo puede ver muy excedido de peso. Los historiadores porteños han “perdido” el rastro más de un lustro porque al parecer no es adecuado decir que estuvo preso en Ushuaia por un homicidio.
Un documento fundamental
En 1920, teniendo ya más de 30 años obtuvo la cédula de identidad otorgada por el gobierno argentino. Hasta ese momento era un indocumentado. Declaró que era uruguayo y lo más llamativo es que en todos sus documentos posteriores, incluyendo pasaporte, reafirma su condición de uruguayo. A partir de allí la historia es conocida. Cuando se traen sus restos hacia Buenos Aires la nave se detiene en el puerto de Montevideo, lugar donde se le rinde homenaje.
Aunque algunos porteños tengan cierto escozor, la documentación indica con muy pocas dudas, que Carlos Gardel nació en Tacuarembó. El escozor es inexplicable, pero forma parte del pensamiento de la gran aldea, cuyos habitantes llaman cabecitas negras a sus hermanos de las provincias, y chilotes, brazucas, bolitas, paraguas, perucas y yorúas a sus vecinos. Un Gardel uruguayo no deja de ser un desatino, si se mira al mundo con aires superiores.
anibalgallay@hotmail.com
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