Nuevamente la entrega conmemorativa de los 20 años de El Miércoles viene desde el cyberespacio. Se trata de una nota que se publicó el 22 octubre de 2018 en nuestro sitio web. El autor aborda el problema provocado por la intolerancia al que piensa distinto, al otro. Se trata de un ‘insumo’ fundamental para el éxito de la llamada “grieta” que podemos ver habitualmente.
Casi dos años atrás, en El Miércoles Digital apareció este artículo pergeñado por el multifacético periodista y abogado gualeguachuense Julio Majul, preocupado por la intolerancia reinante en su ciudad, en la provincia y el país. Ese sectarismo que se nota -sobre todo- en los cruces de opiniones políticas (y que parece crecer cada vez más) desvela al autor, y la explica en el ejemplo que baja desde la clase política: “la dirigencia no puede exhibir virtudes reales, y entonces apela a agredir al adversario”. Por eso, propone: “Quizá sea mejor tratar de comprender, antes de criticar”.
Así, compartiendo con nuestros lectores algunas de las más relevantes notas publicadas durante dos décadas, celebramos los 20 años de Miércoles, que se cumplen en este 2020.
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Quizá sea mejor tratar de comprender, antes de criticar (2018)
(https://www.elmiercolesdigital.com.ar/quiza-sea-mejor-tratar-de-comprender-antes-de-criticar/)
Este análisis invita a intentar comprender a los demás, antes que sólo opinar denostando.
Por JULIO MAJUL, especial para El Miércoles Digital
Llama la atención la ligereza con que se critica a quienes se asumen como kirchneristas (o cristinistas, aunque no es lo mismo), demonizándolos como una suerte de apañadores de ladrones. Sin matizar ni distinguir entre los protagonistas y los espectadores/opinadores.
Lo que pasó con el acto kirchnerista reciente en Gualeguaychú es el botón más elocuente de lo que quiero mostrar.
Que los partícipes de un acto con un corrupto como Urribarri o un inepto como Kiciloff (ambos calificativos me pertenecen intransferiblemente, por supuesto) sean sindicados como casi corruptos (o ineptos) es insoportable.
Parece que nos asumimos como los dueños de la verdad, sin matices ni grises; la verdad es blanca o negra; o se es macrista o se es kristinista, parece. Y en realidad ni es cierto que la realidad política sea binaria, ni es cierto que alguien sea dueño de la verdad.
Creo que la intolerancia en Gualeguaychú (me refiero sólo a la intolerancia por opiniones políticas, claro) empezó hace apenas una década.
“La dirigencia no puede exhibir virtudes reales, y entonces apela a agredir al adversario. Nadie explica qué país o provincia quiere; se limita a agredir (cuanto más virulentamente, mejor) al adversario”.
Seguramente es consecuencia de las divisiones suscitadas por la aparición del fenómeno kirchnerista, que (con intensidad a partir del “conflicto del campo”) provocaba que familias enteras no pudieran convivir entre sí, por la virulencia de las opiniones encontradas.
Llegó al clímax ahora, claro, por la aparición de cada vez más claros y evidentes indicios de corrupción kirchnerista, a la vez que se manifiestan con nitidez los rasgos de capitalismo salvaje que caracterizan al macrismo.
LO QUE ESTÁ PASANDO
Lo que pasa es un rotundo ejemplo de la decadencia y la podredumbre que afecta a la clase dirigente argentina; que se manifiesta con mayor visibilidad en la política, pero no escapa al sindicalismo, al empresariado, hasta a la dirigencia deportiva nacional.
La dirigencia no puede exhibir virtudes reales, y entonces apela a agredir al adversario. Nadie explica qué país o provincia quiere; se limita a agredir (cuanto más virulentamente, mejor) al adversario.
Que ha dejado de ser un adversario para ser un enemigo.
Esto, que se casi natural en una dirigencia profundamente podrida, está afectando también a los cuadros medios de los partidos; y ello, suponiendo que los partidos existan realmente, lo que no termino de aceptar por cierto.
Es peligrosa, y lamentable, la casi violencia verbal con que se cruzan los adherentes a los dos grupos políticos mayoritarios del país y la ciudad: macristas y kirchneristas se entretienen agrediendo al otro, en vez de explicar su visión de futuro.
“Debemos repensar la manera en que vemos a los que no piensan como nosotros. No son enemigos o idiotas: piensan distinto, nomás”.
A quien escribe, habituado a polemizar duramente pero respetando siempre las opiniones ajenas, le resulta incomprensible que la dirigencia política haya llegado a la agresión personal, como recurso para defender sus ideas.
Parece que estar en un acto junto a corruptos e ineptos (corruptos e ineptos según lo que opinan otros, como yo por ejemplo) convierte a los adherentes en corruptos e ineptos. ¿por qué no podemos aceptar que esa gente no cree que sean corruptos? O sea: personalmente, estoy seguro que Urribarri es un corrupto, y así lo he dicho muchas veces, por escrito y con firma y explicando por qué lo creo. Pero ¿cómo podría ser tan soberbio de creer que todo el que sale en una foto con Urri es tan corrupto como él? Se trata de una falacia tremenda, de un sinsentido que parece fruto de soberbia intelectual y de especulaciones politiquitas.
Creo también que Kiciloff es un inepto, lo creo después de haber leído su trabajo sobre los economistas más importantes de la historia, y haber corroborado que sus elogios a Keynes no se condicen con sus decisiones como ministro, salvo en un aspecto. Sin tocar su autodefinición como marxista, que no resiste el menor análisis racional. Pero esa convicción personal mía no implica que no pueda aceptar que haya quienes vean en Kiciloff un gran intelectual, o un gran político.
En definitiva: creo que debemos repensar la manera en que vemos a los que no piensan como nosotros. No son enemigos o idiotas: piensan distinto, nomás.
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