El peronismo es un movimiento que ha concitado odios irracionales y adhesiones del mismo tono. Pero los sectores que se propusieron eliminar de una vez la “fuente de todo mal” tuvieron una visión más racional. No es la política social lo que irritó del peronismo sino su política económica. El monopolio del comercio exterior, el precio sostén para los productores privó a las grandes empresas exportadoras de un negocio que dejaba grandes ganancias. No fue una casualidad la anulación de esta política fue tras la caída de Perón.
Por ANÍBAL GALLAY de EL MIÉRCOLES DIGITAL
Es notorio como en estos últimos tiempos haya recrudecido un sentimiento de odio hacia el peronismo en general. Ese odio a veces es una generalización contra toda medida que tenga algún tono popular.
Suele suponerse que ese rencor acendrado con el primer peronismo se debe a su política relacionada con los sectores populares. Es ya conocido la mejora en los salarios, el aguinaldo, la política de vivienda, las obras públicas, la expansión del acceso a la escuela, la mejora en el sistema de salud pública. Habrá que agregar como aspectos negativos cierto tono autoritario, los libros escolares con algún contenido propagandístico y otros de menor cuantía. Esto suele traerse a colación para justificar los bombardeos a plaza de Mayo y por fin el golpe de septiembre de 1955.
Como era de esperar las autoridades surgidas del golpe de 1955 decidieron rápidamente disolver al IAPI y las grandes empresas agroexportadoras recuperaron un extraordinario negocio
Sin embargo no parece ir por esos senderos el origen de ese odio tan persistente. Habrá que buscar la explicación en las decisiones de política económica especialmente en el área de las exportaciones. Durante el mandato de facto de Edelmiro Farrell se creó el IAPI, Instituto Argentino para el Intercambio, que se fortaleció durante los años de gobierno de Juan Perón. Este Instituto tuvo como objeto el monopolio estatal de las exportaciones. Es decir que se le quitó a las empresas (especialmente inglesas) la facultad de acopiar y exportar, reservándose el Estado dicha tarea. Al mismo tiempo que se establecía un precio sostén para los productores. Dicho de otro modo el Estado adquiría la producción, especialmente trigo y carne, a un precio establecido antes de la siembra. El productor sabía de antemano a qué atenerse. Solamente los países socialistas habían tomado decisiones de esta naturaleza. Los productores ya no estaban sujetos a lo que ofrecieran las grandes empresas exportadoras.
El IAPI, entre 1947 y 1949 firmó acuerdos comerciales con Suiza, Hungría, Italia, los Países Bajos, Noruega, Finlandia, Dinamarca, Brasil y Suecia, abriendo importantes mercados.
El Instituto estuvo bajo la órbita del Banco Central, y fue también agente financiero con préstamos a las empresas para la compra de bienes de capital. Además sirvió para subsidiar productos de consumo masivo.
Como era de esperar las autoridades surgidas del golpe de 1955 decidieron rápidamente disolver al IAPI y las grandes empresas agroexportadoras recuperaron un extraordinario negocio, que no solo consiste en exportar sino esquilmar a los pequeños y medianos productores.
Cuando economistas del establishment hablan de estatismo-comunismo se refieren a estas políticas, que tuvieron la osadía de cuestionar el libre comercio y el dogma que el mercado todo lo soluciona.
anibalgallay@hotmail.com
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