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Mentiras que se reciclan

Los contenedores de colores no alcanzan y los residuos plásticos se están convirtiendo en un grave problema para la base de las cadenas tróficas y para toda la vida en el planeta.

 

Por MARIO ROVINA de EL MIÉRCOLES DIGITAL

 

Poner un plástico en un contenedor especial no es “reciclar”, ya que nadie garantiza que se vaya emplear para nada, y mucho menos que vaya a ser reciclado de verdad.

Por razones técnicas y económicas el plástico es muy caro y complicado de reciclar, es decir, en ciclo cerrado como el metal o el vidrio. Salvo algunas excepciones, lo mejor que le puede pasar al plástico que ponemos en un contenedor es que sea incinerado o convertido en otros objetos no reciclables (lo que se llama downcycling), plásticos de inferior calidad. En definitiva sólo estamos retrasando su llegada a los basurales.

Y esto no solo ocurre en nuestras ciudades: el plástico y otros residuos –entre ellos numerosas sustancias químicas– llegan también en grandes cantidades a los océanos. Las cifras son realmente dramáticas: del total de la basura vertida en los océanos anualmente, el 80 por ciento son objetos de plástico. Cada metro cuadrado de la superficie de océanos y mares contienen miles de desechos de este perjudicial material, convirtiéndose en un potencial peligro para toda la vida marina.

Empujados por vientos, corrientes y mareas, el plástico se acumula formando verdaderas “islas de plástico” flotando en los océanos de todo el mundo, siendo la que se encuentra en el norte del Océano Pacífico una de las más grandes: su tamaño aproximado duplica el diámetro de la provincia de Buenos Aires.

Mientras tanto, seguimos poniendo el plástico en el amarillo, el vidrio en el verde y las otras cosas en el negro, ¿o era al revés? Y eso, en los pocos lugares donde se realiza esa separación. Pero, en realidad, mucho no importa porque la mayoría de las cosas supuestamente reciclables no se reciclan y las que sí pueden cerrar el círculo requieren de una gran cantidad de energía –que en la mayoría de los casos proviene de fuentes no renovables– para volver a darles su forma original, haciéndolas igualmente contaminantes (o aún más) que si no se hubieran reciclado.

En algunos de los países con mayores tasas de reciclaje del mundo, como Alemania, más del 50 por ciento del plástico que se recupera es quemado directamente en incineradoras, con un terrible impacto en la salud de las personas y en el medio ambiente.

Pero nos siguen vendiendo la idea de que si reciclamos somos buenos ciudadanos y ayudamos a cuidar el ambiente. En realidad lo único que hacemos es alimentar el negocio de los envases descartables, el packaging y la producción masiva de más plástico.

Nos venden la idea de que si reciclamos somos buenos ciudadanos que cuidamos el ambiente, pero en realidad solo alimentamos el negocio de los envases descartables, el packaging y la producción masiva de más plástico.

Además, los fabricantes en general se lavan las manos una vez que han vendido el producto, y hacen a los ciudadanos y a los gobiernos responsables de gestionar la ingente cantidad de residuos que generan con sus decisiones insostenibles de embalaje y diseño, a costa de la salud y del medioambiente de todos.

Mayor desarrollo y niveles de consumo hacen presión sobre las variables medioambientales. No se puede crecer infinitamente en un mundo de recursos finitos. La libertad económica conlleva además que las empresas no tienen en cuenta los ecosistemas que destruyen con tal de generar cada vez más ganancias y aumentar su rentabilidad en el mercado.

Por eso, poner cosas en contenedores de colores nunca será reciclar en tanto no existan mecanismos económicos o legales que garanticen un ciclo cerrado para esos productos.

Es hora de tomar decisiones basadas en la realidad de los hechos y en el impacto intolerable de los plásticos sobre el medio ambiente y la salud. Decisiones que también tengan en cuenta al 85 por ciento de la población mundial que vive en países en vías de desarrollo y que se están literalmente ahogando en residuos de plástico.

La verdadera solución es usar el sentido común, romper con nuestra adicción a los plásticos de usar y tirar. Reducir tanto embalaje redundante e inútil, diseñar productos sostenibles y duraderos, emplear envases reutilizables y elegir materiales realmente reciclables, como vidrio, metal y papel.

En base a Océanos de Plástico / Servindi 

Nota publicada en La Vanguardia Digital

 

 

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