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A CIEN AÑOS DE SU NACIMIENTO

El pensamiento de Linares Cardozo

A cien años de su nacimiento El Miércoles Digital rescata un ensayo publicado por Linares Cardozo en 1988, en donde analizaba la situación de la cultura entrerriana, proponía medidas para protegerla y potenciarla, criticaba a los medios de comunicación y al rock y sostenía que “la influencia capitalina menoscaba al resto del país”. Un texto casi desconocido que constituye un paseo por el pensamiento del reconocido artista que marcó a la música de la región.

 

Por A.S. de EL MIÉRCOLES DIGITAL

Fotomontaje de portada en base al dibujo de Juan Carlos Sito

 

El 29 de octubre de este año 2020 se cumplen cien años del nacimiento de “Linares Cardozo”, nombre artístico de Rubén Manuel Martínez Solís, el reconocido músico, compositor, poeta, pintor, educador y promotor de la música litoraleña. Martínez Solís es autor de una enorme cantidad de canciones que hoy representan a buena parte de la cultura entrerriana, como las conocidas "Canción de cuna costera" y "Soy entrerriano", éste considerado un himno de la provincia. Pero sobre todo, realizó una importante obra de preservación de la creación popular entrerriana, en especial de la chamarrita.

Martínez Solís nació en La Paz y estudió en Paraná, donde se recibió de Profesor de Filosofía y Ciencias de la Educación. Desde gurí se interesó por la música y la cultura de los trabajadores rurales de su entorno natal, de donde incluso tomó su nombre artístico: el “auténtico” Linares Cardozo era capataz en el campo de su tío Manuel, y a quien admiraba por sus conocimientos.

Parte de la enorme obra de Linares Cardozo fue popularizada por Los Hermanos Cuestas. Pero además de su labor musical, fue un investigador de los ritmos populares de la ruralidad entrerriana, y en especial de la chamarrita, género que –se asegura, quizás exagerando– habría desaparecido si no fuera por su trabajo.

Además publicó en vida dos libros: uno de poemas titulado “El caballo pintado y la paloma” (Editorial Tribuna, 1982), cuyo título está tomado del arroyo Cabayú Cuatiá que cruza la ciudad de La Paz. El otro, titulado “Júbilo de esperanza”, propone una serie de apuntes para “una didáctica de la música y el canto regional” (Editado por la UCU, 1989, hay varias ediciones posteriores).

Como artista plástico se dedicó a registrar su mirada sobre la región, sobre todo en cuanto al paisaje. Radicado en Concepción del Uruguay, falleció en Paraná en 1996 y fue enterrado en el cementerio de La Paz, al lado de un timbó con vista al río.

EL ENSAYO

Este texto fue escrito y publicado más de treinta años atrás. En él, “Linares Cardozo”, el legendario folklorista y docente entrerriano (Rubén Martínez Solis) analizaba la situación de la cultura entrerriana, con una mirada crítica en la que conviven diferentes ribetes. Se publicó en una edición especial del semanario “Hoy”, que dirigía y editaba el recordado Roberto Román Farabello, en el año 1988.

El autentico Linares Cardozo.

En este ensayo, el autor de “Canción de cuna costera” elogia ampliamente la educación entrerriana y la labor de museos y bibliotecas, y cuestiona el centralismo de la cultura argentina, a la que considera necesario federalizar. También hace una crítica fuerte al rol de los medios de comunicación, y la forma en que comercializan todo, en “un materialismo frío y sin medida” que “infecta a los hogares enterrianos”.

 

 

ANTIIMPERIALISMO Y PREJUICIOS

Las fuentes filosóficas del texto de Linares son bastante eclécticas: por un lado, expresa posiciones antiimperialistas –por ejemplo en la mención explícita al FMI, que “obstruye toda posibilidad de bienestar a nuestra sociedad”–, o democratizadoras, al cuestionar la fragmentación que se hace de la cultura en una elitista y otra popular: “La canoa de un espinelero y una partitura son productos de cultura”, argumenta. En el mismo sentido plantea la necesidad de elevar materialmente a los sectores vulnerables para desterrar “el rancho” y junto con él “el pauperismo afligente que circunda nuestras ciudades y orilla nuestros ríos”. Para Linares Cardozo esa elevación social es inseparable de la elevación cultural y educativa.

Pero por otro lado, realiza apreciaciones conservadoras basadas en prejuicios (claramente anacrónicos ya en 1988), por ejemplo cuando impugna en el rock “su carga explosiva de sexualidad, sus movimientos simiescos exasperantes y lo más peligroso, que suele traer escondido ese terrible flagelo social de la droga”.

Hombre del siglo XX al fin, Linares Cardozo pareció no comprender que los géneros musicales –como cualquier otro producto genuinamente artístico–  sobrepasan los límites de los intereses de las clases dominantes de donde surgieron, y se universalizan cuando las personas los sienten como propios.

Quizás por esa incomprensión enarbola un argumento que cree poderoso contra el rock, y que leído 30 años después parece tan débil como inconducente: recordarles a las generaciones jóvenes el hundimiento del crucero General Belgrano en la guerra de Malvinas. Como si un género musical fuera corresponsable de las tragedias e injusticias humanas que cometen los líderes de los países en que surgieron. (Y en todo caso ¿por qué sería distinto en otros casos? ¿Dejaremos de escuchar a Beethoven por los crímenes de Hitler? Y en el exterior ¿deben dejar de escuchar música argentina por las atrocidades de nuestras dictaduras?)

Por fuera de esas consideraciones, el profesor Martínez Solís realiza un inventario elogioso y reparador de otros rubros de la vida social y cultural entrerriana (artesanías, teatro, artes visuales, deporte, etc.), y termina su ensayo alentando optimismo. Así expresa su fe en el futuro cultural de la provincia, con apelaciones patrióticas sobre el “tronco moral de pura savia argentina” y referenciado en figuras como Rocamora, Ramírez, San Martín y Sarmiento, a partir de “la reconciliación y la unidad nacional”.

LA FILOSOFÍA DE LINARES 

En diferentes partes del ensayo afloran también sus inquietudes filosóficas: desde la cita a Platón hasta la idea de que la música de un pueblo debe estar en sintonía con su “esencia”, o la afirmación de que impulsar la cultura de un pueblo ayuda a hacerlo más artífice de su propio destino, “dándole conciencia de sus dones, vigorizando su conducta y su reconocido sentido de libre albedrío”. Hoy se diría: “empoderándolo”.

Se trata de un texto interesante y que vale la pena confrontar con la realidad actual de la cultura entrerriana, revisar cuánto ha cambiado y cuánto sigue vigente. Por ejemplo, el hecho de que treinta años después, la provincia sigue fragmentada en costas, donde una de ellas lo ignora casi todo respecto de la otra. O donde la provincia cuna del federalismo no logra descentralizar la acción oficial e institucional de la cultura, ignorando a la mayoría de sus artistas, editando obras que no se consiguen más que en la capital de la provincia, desprotegiendo a sus artesanos y artesanas y desentendiéndose de las industrias culturales locales.

En definitiva, un texto que no por las controversias que alberga, deja de ser un aporte desafiante para que llegue el día que anhelaba Linares, ese día en que “en Entre Ríos no habrá distinciones, no se hablará de una cultura de pueblo marginada, porque los valores de la cultura y el saber tendrán un solo rumbo”.

 

CUIDADO DE NUESTRA CULTURA

Por Linares Cardozo

(Publicado en la Edición Especial del semanario “HOY”, 1988).

Siempre me acompaña la suerte de alternar con jóvenes inquietos deseosos de cambiar ideas y considerar sugerencias sobre problemas educativos o aquellos vinculados con las actividades artísticas como la música, la literatura o la plástica; fueron ellos quienes me interesaron y haciendo propicia la invitación de esta Revista, me arrimo a la palestra amiga para dejar sentadas algunas apreciaciones relacionadas con nuestra cultura.

 

Antes de ir al meollo, aclaro que no me lleva la intención de adoptar un criterio exclusivamente nativista. El planteo cultural de hoy requiere una atención más amplia mediante un estudio exhaustivo y una dedicación que demanda planificaciones especiales; aún más, en circunstancias difíciles como la actual, donde la cultura involucra situaciones políticas socioeconómicas, que presionan y afectan sobremanera nuestros más caros intereses.

En Antropología Cultural se conceptúa la cultura como "toda transformación que hace el hombre de su mundo natural". En este siglo del cambio, de veloces renovaciones, de mutaciones implacables, se han vertido más de un centenar de definiciones de esta palabra tan vapuleada por las ciencias sociales. Su desarrollo puede considerarse desde el punto de vista del conjunto de los bienes creados por un proceso de cultura de individuos inmersos en esa realidad con todas las reacciones adquiridas como integrantes de un grupo social. La cultura comienza con las cosas más sencillas; despertó quizás con el primer asombro ocasionado por la huella dejada por el hombre en el barro.

Nuestros primitivos ribereños ya hacían cultura construyendo sus improvisados fogones barranqueros o modelando sus típicas cabecitas de loro. Por qué no recordar también la espiga prometedora del teocinte, pasando por su mejoramiento hasta lograr el maíz nutricio mediante una labor constante y tesonero esfuerzo. Estamos al alcance comprensivo del verdadero sentido de la cultura: "cultivo del ejercicio del trabajo humanizado". Es todo lo que el hombre hace en un medio dado, en un tiempo determinado, utilizando técnicas y materiales dentro de la sociedad a la que pertenece o implementando normas o pautas que condicionan su conducta. La canoa de un espinelero y una partitura de Julián Aguirre son productos de cultura. Ella es universal, su mayor relevancia es que no tiene fin, proyectándose como un medio magnífico para la elevación humana.

“Llegará el momento en que en Entre Ríos no habrá distinciones, no se hablará de una cultura de pueblo marginada, porque los valores de la cultura y el saber tendrán un solo rumbo”.

Una permanente voluntad realizadora sigue transformando la naturaleza con creaciones o instrumentos cada día más elaborados. Pero ese resultado o "efecto" de cultivar los conocimientos, ese "afinarse por medio de las facultades intelectuales" –como la define la Real Academia– puede verse afectado por graves deficiencias; si la cultura no alcanza a todos, no se cumple con el sentido moderno que adecuadamente promueve la formación total del pueblo; y lo más peligroso se manifiesta cuando los responsables de velar por la cultura apadrinan un reducido grupo de la sociedad, separando y distinguiendo la cultura intelectual de la cultura popular.

Nuestra cultura rioplatense, desde la Conquista, ha sido conformada básicamente con los aportes humanos de Occidente; algunos nobles y generosos se integraron a la tierra prodigándose en aras del enriquecimiento material y espiritual de la Nación; otros, para nuestro pesar, con veladas y mezquinas intenciones colonialistas, las mismas que han exprimido a tantos pueblos del mundo. Por aquí también nuestra historia lo documenta. Han gozado de todas las facilidades y prebendas; a veces, lamentablemente, con el beneplácito y el "visto bueno" de grupos locales que a su vez sacaron partido con pingües ganancias. De esta manera, los intereses creados, egoístas y ambiciosos, han desdoblado los lineamientos de nuestra cultura ocasionando una dependencia agobiadora, sofocante e incierta. Fácilmente deducimos que ellas fundamentan las causales de tantos reclamos, y así se van sumando los factores que frustran los programas de cultura, anulando las mejores intenciones como esta dramática situación económica, con la espada de Damocles del FMI, obstructora de toda posibilidad de bienestar a nuestra sociedad.

Dibujo de Juan Carlos Sito.

Para completar el panorama, con escepticismo podemos apreciar cómo se han desatado las ambiciones personales y un lucro desmedido que contradice los ideales de democratización. Tal vez con ingenuidad, pensábamos que después de las duras y dolorosas experiencias, cada uno, arrojaríamos un poco de ese "lastre” de los intereses creados, que todos iríamos con patriótico estoicismo a "quemar las naves" en pro de una recuperación y del reencuentro fraterno de los argentinos. La opinión pública confirma su pérdida de confianza; no se dan las realizaciones efectivas que tanto anhelaba, se agudiza la pobreza, se desubica una positiva política cultural.

 

ALREDEDOR DE LA CULTURA ENTRERRIANA

No desmayemos y juguemos a la esperanza. Prescindamos en este artículo de la pretensión de abarcar los complejos horizontes culturales de la patria y resumamos brevemente el accionar cultural de nuestra Provincia.

En general, el patrimonio cultural entrerriano está consolidado y debemos reconocer en la medida de su acontecer histórico, que desde aquel Reglamento federalista de Francisco Ramírez –caudillo visionario del romancero viril, de la táctica arremetedora incontenible, de la corajuda ejemplaridad que por siempre seguirá aleccionando a nuestro pueblo– pasando por las múltiples y sucesivas experiencias educativas, unas más eficaces que otras y no obstante todas bien intencionadas, aunadas las riquezas emotivas populares, se ha generado un programa de cultura que conduce a la definición de un comportamiento humano y social de singular relevancia.

“Se desterrará el rancho y se aventará para siempre ese pauperismo afligente que circunda nuestras ciudades y orilla nuestras costas”.

Han coadyuvado también otros factores como la situación geográfica insular de Entre Ríos forjadora de una cualidad temperamental en sus gentes afianzada y configurada por una especie de armonía interna que se manifiesta en valores auténticos. De ahí el clima de su cultura, la que ya fue traducida conceptualmente como la 'idiosincrasia entrerriana", es decir el resumen de aquello que se va decantando en el hombre y hace la personalidad. Su sentimiento y vitalidad conlleva un afán, una enseñanza, un destino aleccionador, un anhelo por formarse y constituirse en parte integrante de la cultura y educación que califica al alma entrerriana.

Acordemos que esa educación se ha ido desarrollando mediante una serie de esquemas culturales que demandan y determinan su total atención. No podríamos dejar de exaltar los méritos de la labor educativa y el valioso aporte de virtuosos idealistas, precursores capaces que han consolidado el desenvolvimiento cultural entrerriano, también fueron excelentes los gobernantes que advirtieron la necesidad de volcar su esfuerzo por aquilatar una educación integral en los niños y adolescentes. Esa noble actividad realizadora ha fructificado en todos sus niveles. Cuántas escuelas y gloriosos colegios, pioneros de la enseñanza, apuntaladores de la educación argentina y cuántos establecimientos destinados a una especialidad, con resultados excelentes en su magisterio como la reconocida Escuela de maestros alberdinos que capacitó centenares de egresados responsables, conscientes de su misión, preparados con alto sentido patriótico, dispuestos para motivar el conocimiento y las prácticas de las tareas rurales, conocedores de sus técnicas más efectivas como así también dotados con esa solvencia didáctica y con tantos otros dones orientadores que han enaltecido su actividad docente.

“Lo más peligroso se manifiesta cuando los responsables de velar por la cultura apadrinan un reducido grupo de la sociedad, separando y distinguiendo la cultura intelectual de la cultura popular”.

Asimismo comprobamos que a corto plazo nuestros jóvenes no tendrán necesidad de emigrar hacia otros centros de especialización superior. La Universidad de Entre Ríos atiende su vocación a un nivel cultural - técnico - científico actualizado que lo compromete con su medio social para que con su idoneidad trabaje, luche y se afirme en su Patria Chica.

Otro sector fundamental vinculado con la educación que ha contribuido a promover las actividades culturales ofreciendo la riqueza de sus anaqueles son las bibliotecas escolares, los institutos de cultura como el Magnasco que nos honra y las meritorias bibliotecas populares departamentales, excepto algunas muy pocas que se han quedado quizás aletargadas. Urge entonces revivir y reactivar sus funciones para que pueda cumplimentar la dinámica cultural de los pueblos y villas entrerrianas en adecuación a nuestro tiempo, ofreciéndole materiales de estudio a los niños y jóvenes menos solventes.

Linares. Foto en el semanario HOY en 1988.

Si hay palabras elogiosas que no retacearemos ellas son las dedicadas a nuestros museos provinciales preservadores de la historia de Entre Ríos y de los trascendentales acontecimientos de la Nación con sus piezas de valía regional, verdaderas constancias del proceso cultural de las ciudades. Esa espléndida documentación recopilada, impacta a la curiosidad turística y fomenta un vivo interés por el conocimiento del acervo tradicional. Disciplinados y actualizados con sus programas de cultura y sus planes de extensión cultural complementan con eficacia los fines ilustrativos informativos al que se encuentran abocados. Bastaría con reconocer los méritos de ese grande entrerriano: Don Martiniano Leguizamón, que nos hizo el magnífico legado del Museo que lleva su nombre. Hemos bebido en esa fontana de cultura. Debería llegar hasta sus salas toda la juventud a conocer su mensaje, inspirarse y asumir una posición firme y sana ante el futuro. Aquel ilustre visionario recopiló y organizó un extraordinario y vasto material esclarecedor de nuestra historia asegurándole para siempre a nuestro pueblo el conocimiento del pasado entrerriano.

LA ACTIVIDAD CREADORA Y LA CULTURA

El sentimiento creador se acrecienta sin desmayos en nuestra Provincia. Tomemos por ejemplo la expresión poético-literaria reveladoras del talento entrerriano. Sin exagerar prescindiendo de las diferencias de calidades y posiciones, toda Entre Ríos hasta en sus más apartados rincones, se ha constituido en el abono espiritual inspirador y motivador del alma entrerriana. No existe ciudad o población pequeña que no haya alumbrado con su mensaje. Historiadores calificados, ensayistas de talla, eximios poetas, afamados cuentistas y novelistas, periodistas excelentes, volcaron sus vivencias con afecto lugareño, condición inalienable compartida también por nuestro pueblo.

“Los medios de comunicación de masas, eminentemente comerciales, salvo raras excepciones, no auspician ni propugnan una efectiva preocupación cultural”.

Es que Entre Ríos, no sé por qué rara explicación, le ha despertado a su gente un sentido vital, un sentimiento y una dirección de su conducta. A ello se agrega un optimismo calificado por su frescura, una voluntad de trabajo, un temperamento definido y por qué no, su gracia ingenua, soñadora ligada a su paisaje. Ese acrisolado bagaje humano, latente en cada corazón entrerriano, se constituye en devoción terruñera que estimula, compromete intereses y le confiere plena conciencia de responsabilidad. Justificamos así ese carácter que jerarquiza los modales de su pueblo.

Condición de valía a que hemos recurrido para acrecentar niveles de cultura utilizando como medio didáctico la poesía que le es familiar y las canciones de raíz popular que vuelan de labio en labio florecientes en sencillas y felices trovas. Esta sincera y responsable experiencia nos asegura la posibilidad del encuentro total de la entrerrianía, de elevación e integración cultural de Entre Ríos; ella está afianzada por la manera de ser de nuestro pueblo. Desde hace varias décadas lo estoy comprobando con verdadero amor y respeto a mi gente, con modestia pero también con una responsable acción educadora, siempre dialogando hasta llegar a convencerme de que aquel factor emotivo puede dar frutos insospechados. He incitado a muchísimos muchachos de la costa y humildes barriadas, algunos de ellos con deficiente nivel escolar, y todos sin excepción han respondido positivamente encariñados a su pago. Les brotaba la emoción con una frescura singular y un entusiasmo que me hacía avizorar todo el destino promisorio de mi pueblo. Desde allí, para adelante, con una sola inquietud cultural. Este antecedente como algún otro que especificaré, conviene tenerse muy en cuenta. Llegará el momento en que Entre Ríos dará una sola línea de cultura, no habrá tantas distinciones separatistas, no se hablará de una cultura de pueblo marginada, porque los valores de la cultura y el saber tendrán un solo rumbo.

“Los intereses creados, egoístas y ambiciosos, han desdoblado los lineamientos de nuestra cultura ocasionando una dependencia agobiadora, sofocante e incierta”.

Quizás alguien podrá pensar que exagero pero mis juicios de valor cultural están avalados por un conocimiento vivido, por una aquilatada experiencia en función de ese proceso formativo que le ha conferido una condición humana relevante a nuestro pueblo. Por supuesto que será una cultura con sentido moderno, hacia el devenir. Por ese tiempo, no tan lejano habremos alcanzado con solvencia los más elogiables niveles culturales y desde nuestros lares, como siempre, con los hijos de la provincia, sembradores responsables, proyectaremos el legado cultural a todos los rumbos de la patria con el fin de seguir consolidando su grandeza. Los entrerrianos estamos afirmados, sin retirada, no vamos a cejar; puede afectarlo algún "nudo" atentatorio a sus buenas costumbres; de alguna manera nos despojaremos de él o sabremos desterrarlo.

Reiteradamente la influencia capitalina menoscaba al resto del país sin importarle mayormente los compromisos culturales que le impone su destino histórico olvidándose de su deber ejemplario con las provincias. Urge entonces, mantener viva y desarrollar una cultura de raíz federalista que se sustente con nuestros valores, desvinculada de los manejos centralistas, en ocasiones tan negativos y muy a menudo comprometidos. Es hora ya que se incorpore y equitativamente se reconozca el aporte generador de las culturas provincianas.

LA CULTURA Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Espacio aparte requeriría un análisis relacionado con la cultura y los "medios de comunicación de masas" (como ahora se denominan): televisión, radio, diarios, revistas, discos, etc., eminentemente comerciales, se han constituido en los permanentes medios informativos, y salvo raras excepciones, no auspician ni propugnan una efectiva preocupación cultural. Es en este aspecto cuanto más tenemos que alertarnos. Estos medios "informantes", cuando sus fines adolecen de ideales integrales, son los que conducen a un desmedido pragmatismo crudo y acuciante que socava y corroe nuestros estilos de vida sin que nada hasta ahora podamos hacer para desecharlos.

Sus consecuencias están a la vista: vivimos inmersos en un materialismo frío y sin medida. El placentero vivir provinciano de nuestros hogares se ve afectado cotidianamente, de alguna manera, por los informes del diario, la radio o la televisión. Por estos medios nos enteramos de todo; del teleteatro, del cine, de una frase desbocada que conspira con nuestro lenguaje mezclada con una dialéctica inoperante, procaz; matizada con intrigas, promesas, dramas, locuras y alucinaciones con el único fin de "ganar". De ello no se escapa nuestro canal oficial nacional que nos trasmite imágenes de programas deplorables porque el "cassette" ha sido vendido e impuesto. Las más negativas historias de potentados con sus crisis familiares nada envidiables, con sus vicios, traiciones, sus crímenes abominables y la sexualidad permanente, descarada, que arrasa con la íntima pureza del amor. Cabe preguntarse entonces con un rictus de descreimiento: para qué tanto esfuerzo. Y sin embargo, qué lindo es vivir modestamente, sin enlodarse, con esperanza, porque no nos abandona la fe cristiana, porque nuestro pueblo no está descompuesto y su estructura social no se ha contaminado.

Cuando salgo a dialogar respetuosa y cariñosamente con la gente, como el más modesto educador, en una sencilla pero valiosa interacción compruebo que el pueblo entrerriano posee un bello y positivo sentido de la vida, sigue vigente su cultura, es decir "su cultivo" de humano optimismo.

LA MÚSICA Y LA CULTURA

La actividad musical entrerriana es plausiblemente efectiva. Lo confirman sus antecedentes: una Sinfónica que nos regala con calidad el mensaje de los grandes maestros; un excelente conjunto nativo de cuerdas; ambas agrupaciones dirigidas por estudiosos de reconocida capacidad, preocupados por acercarse al pueblo con un plan de cultura musical que merece nuestra consideración. Es renombrada también en el ámbito provincial una tradición en experiencias corales, algunas relevantes como la del Coro Municipal de Concepción del Uruguay. Destacamos asimismo toda una tarea formativa en las ciudades, con sus escuelas provinciales, municipales y academias particulares de música. La activa promoción de institutos y entidades como Amigos de la Música y del arte en general; el patrocinio por clubes deportivos de festivales populares de música y canto; la enseñanza de la música en las escuelas primarias y establecimientos secundarios, propician de alguna manera el enriquecimiento de la sensibilidad musical entrerriana.

“La influencia capitalina menoscaba al resto del país sin importarle mayormente los compromisos culturales que le impone su destino histórico”.

Sólo nos restaría una objeción, de la que queremos dejar constancia, sin ánimo de zaherir, llevados por la convicción de no ocultarla y sea prudentemente revisada. Es necesario, indefectiblemente, desechar todo aquello que conspire con un programa esclarecido de cultura. Desde su alborear humano, venimos los entrerrianos abriéndonos camino con un afán de elevación, preparados para cualquier eventualidad y dispuestos a superar los avatares, abroquelados por nuestra herencia, amadores de la música y el canto, con una tradición poética y cancionera que apunta hacia un devenir insospechado de canciones. Si el fin de la música es "construir un orden entre el hombre y el tiempo", la vida de los pueblos requiere una cultura musical acorde con su espíritu en identificación con su clima emotivo, en conciliación con las cosas y los seres familiares.

La música y la canción nos depuran como las brisas de nuestros ríos, nos motiva en dulzura desde el amor maternal cuando lo llamaba al sueño con su improvisado arrorró. Es ése el mensaje puro y simple, pero sentido que anhela y vive nuestro pueblo. Que la canción nos identifique como hermanos, que nos aliente buscando el rumbo común estrellero de corazones generosos; pero cuidado con aquello instintivo que nos aturde y escandaliza. Es esa música contraproducente enfermiza, frenética y enviciada que prácticamente esta absorbiendo las escasas horas activas de nuestro canal provincial. Conocemos su carga explosiva de sexualidad, sus movimientos simiescos exasperantes y lo más peligroso es que suele traer escondidas en sus aturdidoras alforjas rítmicas ese terrible flagelo social de la droga destructora física psíquica y moral de las juventudes del mundo. Se tiene conocimiento de sus secuelas que han inutilizado para siempre a millones de muchachos yankis. ¿Si en realidad sabemos el daño que ocasiona por qué lo fomentamos? Nos sobra paisaje, amor y gloria para que se inspiren nuestros muchachos y sea viable una creación musical, si es que no le agradan los aires argentinos, América latina cuenta con otros ritmos populares originales sugerentes que moderen lo que por este tiempo es manejado comercialmente, pagado para su difusión permanente hasta familiarizarnos por cansancio.

Es entonces cuando se ha obtenido el éxito prefijado de anular, desorientar y perturbar el gusto de los jóvenes. A esos magnates del poder publicitario mundial sólo les interesa el "margen de ganancias" así tengan que imponer mensajes opuestos a un sistema humano de vida ya condicionado a los más caros ideales de los pueblos. Pareciera que de esta vigencia del rock, nadie, lamentablemente, puede escapar; está hiriendo los tímpanos en forma alocada; cantado en "inglés”, todo lo invade, como siempre, explotando a lo largo de la historia a los pueblos del mundo. Es necesario de una vez por todas plantarnos como argentinos. No podemos seguir siendo ingenuos aceptando imposiciones culturales de quienes "andan con el cuchillo bajo el poncho". Como no somos estúpidos tenemos que lograr democráticamente leyes que nos amparen y nos permitan salir de este subdesarrollo subsidiario que no merecemos. A la juventud, que tarde o temprano volverá a sus carriles normales de compromiso con su querencia como el paliativo fundamental de la vida, debemos recordarle que no se olviden de quienes pergeñaron la infamia criminal e ignominiosa del "Belgrano".

Ya en tiempos de Platón se preconizaba excluir de la educación musical de los niños "los modos perturbadores y enervantes recomendando desarrollar los sentimientos de varonil energía y noble serenidad". Esa influencia moralizadora de la música hizo decir a Damón, maestro de Pericles, que para relajar o para reformar las costumbres de un pueblo, bastaba con añadir o suprimir una cuerda de la lira”. Ahora nos sacuden con ese golpe intermitente, tosco, que nada tiene que ver con la emoción de nuestros mensajes musicales ni con las tradiciones caras a nuestro modo de ser, revitalizado con el aporte fresco de culturas que llegaron con la inmigración buscando la paz y el calor entrerrianos.

LA CULTURA, LA ARTESANÍA Y LA PLÁSTICA

Los afanes creativos de la Provincia revelan y confirman la calidad espiritual de los entrerrianos. Sobra sustancia para dignificar todos los aspectos de la cultura y el arte. Es notable, por ejemplo, el entusiasta y fervoroso clima artesanal que se vive en Entre Ríos. Sabemos de una tradición que reflorece todos los años y la constatamos con verdadera felicidad en la fiesta de la artesanía que valoramos en la acogedora ciudad de Colón. Allí se congregan los artistas populares y allí también descubrimos todo lo que puede el quehacer silencioso, íntimo de nuestros artesanos.

“La situación geográfica insular de Entre Ríos es forjadora de una cualidad temperamental en sus gentes afianzada y configurada por una especie de armonía interna que se manifiesta en valores auténticos”.

Desde el más modesto, como nuestro querido Don Cabrera –de los pagos concordienses, constituido en el resumen de una inquietud, diría mejor de una necesidad de hacer una tarea manual, y por fin, a la labor de la vida de un pueblo, con sus zozobras y angustias, con sus creencias y el mito enraizado en su ser, pero también con su contagiante alegría ofreciendo sus rústicas canastas de isipó. Es un verdadero símbolo; su presencia de tronco añoso nos atrae y nos hace pensar por los trances que habrá pasado este criollo. En él resumimos nuestro mejor deseo para que se lo proteja; que nada le falte a nuestros artesanos. Ellos son los verdaderos obreros del arte popular.

“No podemos seguir siendo ingenuos aceptando imposiciones culturales de quienes andan con el cuchillo bajo el poncho".

Se sostiene que la línea de la creación comienza con la tarea del artesano y se continúa con la del artista forjador de una expresión. Confirmamos la importancia de una creación plástica entrerriana demostrada fehacientemente por la obra de excelentes maestros; consolidada por una buena orientación educativa: las Escuelas de Artes Visuales, talleres plásticos y tradicionales academias de pintura. La calidad de sus creaciones podemos valorarla en salones anuales y exposiciones que han trascendido la Provincia.

Con estos antecedentes que parten desde el oficio artesanal, utilizando recursos manuales sencillos y cotidianos como las muestras de esas amorosas figurillas de chala, hasta la alta valoración del sentimiento creador de pintores escultores, grabadores y dibujantes se puede alcanzar el verdadero clima de cultura artística que merece el pueblo entrerriano. Ello redundará en el beneficio del buen gusto de nuestros hogares y ciudades que se verán elevadas estéticamente con más amplia disposición a los mensajes plásticos impactantes de un mundo cósmico actual agudizado en colores y abstracciones.

Pero no olvidemos que en la naturaleza entrerriana hay motivos permanentes; hasta nos ha regalado esta conspicua realidad de sus habitantes. Para obtener cada vez más resultados halagüeños preparémoslos con adecuada motivación artística. Hay mucho por hacer. Comencemos desde el niño con nuestra mejor dedicación, orientándolo en atención de sus intuiciones respetando su desarrollo hasta que llegue a visualizar la realidad de su entorno. Agotemos los medios que aseguren su felicidad; lo ganaremos para el devenir de una cultura humana y creadora.

Sin eludir la universalidad del arte alentemos sus oficios y sus técnicas. Seamos portadores de un estímulo cultural para nuestros obreros, que lo atempere en las horas ganadas del descanso, ahora que nos sacude un mundo febril vertiginoso donde a cada hora que transcurre urgen más las necesidades materiales. Ese aliento cultural es prioritario. Vayamos todos aportando con nuestras posibilidades en una ayuda efectiva de cultura a nuestro pueblo para hacerlo más artífice de su propio destino, dándole conciencia de sus dones vigorizando su conducta y su reconocido sentido de libre albedrío.

De acuerdo con los recursos económicos que se puedan disponer así sean exiguos por el momento, mediante una sencilla funcionalidad arquitectural que se levante, se desterrará el rancho y con una efectiva atención educativa y social se aventará para siempre ese pauperismo afligente que circunda nuestras ciudades y orilla nuestras costas. Entonces, felices gozaremos el ser entrerriano en su dimensión esencial, su elevación cultural integrada y en su dicha de vivir. Incorporemos al sentir entrerriano todo lo nuevo de esta época y compartamos su realidad viva con las mutaciones existenciales cotidianas sin dejar de ser arraigado, sin perder la base de nuestra cultura. Con ella y sus valores lograremos la confluencia de un rumbo unificado y total.

No podríamos finalizar este comentario sin dejar de hacer referencia a la actividad teatral de la Provincia, cuya evidencia de notables proyecciones definen una calidad artístico-cultural reconocida. Desde hace muchos años se enriquecen nuestros escenarios con la labor proficua de nuestros actores calificados constituyendo en sus presentaciones un éxito sin precedentes revelando un trabajo encomiable en todas las puestas en escena. Adherimos con el mejor deseo a esos grupos teatrales de idealistas que independiente y obstinadamente se afanan por presentar verdaderos actos culturales.

Por fin, restarían otros aspectos de trascendencia y resonancia entrerriana, verdaderos bienes de cultura que se incentivan con dedicación, por ejemplo, el deporte y todas las actividades que hacen al desarrollo físico y armónico de la juventud. Los clubes y las entidades respectivas deben recalcar los niveles de cultura alcanzados fomentando una ética deportiva, un entusiasmo y a la vez una prudente serenidad que regularice y controle las pasiones, formando el espíritu del caballero deseoso de ser cada día más digno, evitando el desatino que malogra tristemente numerosas confrontaciones deportivas.

“La canoa de un espinelero y una partitura son productos de cultura. Si la cultura no alcanza a todos, no se cumple con el sentido moderno que adecuadamente promueve la formación total del pueblo”.

Deberíamos referirnos también a una concientización turística en función de la formación cultural de nuestro pueblo y los intereses entrerrianos. Hemos ganado la fama de ser hospitalarios. No por ello vamos a aceptar una depredación indiscriminada, la que debe ser celosamente custodiada con verdadero amor a nuestro paisaje.

El horizonte es prometedor y este balance cultural, someramente analizado nos promete un devenir al que no debemos renunciar.

Se sostiene que la cultura, por este tiempo, “es un acto total de intervención en el mundo” mucho más dinámica y vital. Las máquinas, la técnica, han conmocionado con su aporte, toda la estructura social de los pueblos. Cada vez es más avasallante. Hay también discrepancias fundamentales frente a una realidad en la que los valores humanos se enfrían nublándose la senda espiritual moral y la fe en la civilización. Las bases filosóficas han sido sacudidas por las teorías científicas. Se acentúa la confusión; pero el hombre está vivo, está inserto en la sociedad con su historia, realizándose con su manera de ser, su estilo tradicional y deseo de perfeccionarse.

Los argentinos con nuestros graves problemas económicos y sociales que nos afectan en extremo. Reclama nuestra patria un signo activo y creador y un impulso político cultural que subsane especialmente aquellos en forma inmediata. Tiene que haber una fórmula conducente que levante el ánimo de la Nación. Tenemos que rever y analizar afanosamente las posibilidades. Los "especialistas" están estancados. Pretenden con sus reiteradas falacias convencer a la sociedad que día tras día crece en angustia. Es imperativamente necesario salir de este "atolladero", de este callejón sin salida que nos ahoga. Sin temor y con carácter debemos "plantarnos". Con razonamiento, sacrificio y visión de futuro, con devoción patriótica y coraje, superemos primero que nada, los resentimientos especulativos entre hermanos y de una vez por todas dejémonos de andar "cambiando figuritas" con los de siempre: esos que se solazan en exprimirnos. Evitemos el desánimo y luchemos denodadamente por la afirmación del ser nacional.

Hay un tronco moral de pura savia argentina ejemplaria y estoica que nos alumbra como la estrella del amanecer y nos impone para gracia de nuestro destino su "Serás lo que debes ser o sino no serás nada". Identificados con ese ideal, aquí estamos, insertos en la Patria querida en este pago de esperanza exaltado por Rocamora, Sarmiento y tantos otros visionarios de una Entre Ríos de promisión, cumpliendo la consigna común de trabajo, educación y cultura.

Para nuestros niños carenciados y analfabetos ya está "amaneciendo".

 

 

 

 

 

 

 

 

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