Esta suerte de juego llamado Jalouin (halloween, en inglés) genera cada año una reacción que parece exagerada. Algunos creen que es una clara intromisión del imperialismo y un golpe a las tradiciones argentinas. Y en verdad parece un excusa para disfrazarse. Y es posible que la defensa de los intereses argentinos, pase por otros caminos.
Por ANÍBAL GALLAY
Ya es un tópico repetido. Cada año, para esta fecha salen algunos a denostar a aquellos argentinos que se permiten la celebración de una especie de juego que los estadounidenses llaman Halloween. Es algo así como Día de Brujas y se relaciona con la víspera del día de los muertos propuesto por la iglesia católica. La celebración no es originaria de Estados Unidos, sino de la cultura celta. Los irlandeses -notorios amantes de la parranda- la llevaron a Estados Unidos. Con el correr de los años la fiesta terminó siendo un juego infantil, que les permite pedir golosinas para esta fecha. Paradójicamente en Australia, país con conexiones anglosajones, esta celebración es prácticamente ignorada.
En la Argentina no ha tenido mucha aceptación, salvo en algunos countries o en barrios acomodados. Pero han salido unos cuantos defensores de lo propio, contra esta práctica a la que consideran una actitud impropia que algunos la encuadran como antinacional, cipaya y vendepatria, términos tan de moda en estos tiempos.
Y sigue siendo notable que estos nacionalistas protestones por “Jalouin” comunican su protesta en un idioma europeo que tiene raíces en un latín romano. Y seguramente practican una religión monoteísta nacida en Medio Oriente. Y cuando razonan lo hacen a partir de estructuras lógicas nacidas con Aristóteles y que se extienden hasta la actualidad, incluyendo argentinos y latinoamericanos quienes han aportado lo suyo. Escriben con signos fonéticos nacidos en medio oriente. Y hacen cálculos con signos numéricos creados por algún árabe. Los mismos que tienen como libro sagrado a unas páginas escritas por un pueblo asiático trashumante hace cuatro mil años. Y quienes tienen como hijo de Dios a un niño nacido en una cueva de Asia hace dos mil años.
Y es muy llamativo esperarán a Papá Noel, un gordo nórdico consumidor de Coca Cola, o a los reyes magos, un trío de asiáticos ricos, que no eran ni reyes ni magos, pero podían ofrecer oro incienso y mirra.
Y ni que hablar del carnaval.
En definitiva lo que genera que la Argentina sea un país dependiente es su brutal deuda, la extranjerización monopólica de su economía, y las decisiones políticas que no defienden el interés nacional. Jalouin es un juego inocente, y algunos niños habrán advertido rápidamente que pueden conseguir caramelos gratis. La defensa de los intereses nacionales pasa por otro camino.
anibalgallay52@hotmail.com
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