El periodismo cultural de Entre Ríos es atravesado desde hace tres décadas por un Tren creado por Ricardo Maldonado, un tozudo emprendimiento cuyo valor social, periodístico, histórico y cultural es difícil de medir adecuadamente. Aquí se intenta una aproximación, a través del diálogo con su “maquinista”.
Por A.S. de la REDACCIÓN DE EL MIÉRCOLES DIGITAL
Desde hace treinta años un tren misterioso recorre pueblos y ciudades de Entre Ríos, humilde pero tozudo, discreto pero gallardo, con el imaginario pecho hacia afuera y la frente bien en alto. En sus páginas conviven la creación honda y sencilla de la poesía popular con elevadas reflexiones o investigaciones de quienes en Entre Rios se animan a pararse con fuerza sobre nuestras propias raíces. Historia, arte, cultura, compromiso social, pasado y presente viajan en este Tren y se encuentran entre sus vagones.
Fiel hasta hoy a la premisa de aportar a la integración cultural de los pueblos y orientado en sus tres tópicos básicos de sociedad, cultura e historia, las páginas del Tren se abren con fotografías que retratan o reinventan la provincia casi ignorada. Y se cierran con artistas descomunales a veces conocidos, a veces ignotos. En el medio, entre la portada y las páginas finales, bullen y laten la historia y la vida cultural y social entrerriana, pero no la de los actos oficiales, no la de los comunicados de prensa o las propagandas pagas: esa otra vida, la de su gente de carne y hueso, que sabe de dolores y de esperanzas, a las que mixtura en la pasión creadora.
El maquinista de este Tren es poeta, escritor, editor, ensayista, investigador, músico, y un pensador-hacedor incansable de utopías que se dibujan en un horizonte común. Se llama Ricardo Maldonado, maestro de primaria y obrero del arte, y en este diálogo –el primero de tres que pautamos, para subirnos a El Tren Zonal, a Ediciones del Clé (desprendimiento casi natural de esta epopeya periodística cultural) y finalmente a la obra del propio Maldonado– empezamos a recorrer esa formación tan poderosa como imparable.
El origen
– Lo primero que quiero pedirte es que regreses un ratito al origen. ¿Cómo fue, de dónde surgió la idea de editar una publicación que uniera la cultura de los pueblos como lo viene haciendo El Tren Zonal desde hace tres décadas? ¿Tuviste referencias previas, existió alguna publicación que fuera tu modelo o inspiración?
– El origen de El Tren Zonal se da en General Galarza, año 1988, mi pueblo natal; allí mientras ejercía la docencia en nivel primario, luego de cinco años en la provincia de Misiones como maestro rural en zona de frontera, comencé a editar el periódico Estación Galarza que dio origen a El Tren Zonal cuya idea la concebí y la fui materializando como un vehículo comunicacional entre estaciones del viejo ramal Tala-Gualeguay. El Tren Zonal fue un sujeto creado por la necesidad de superar el aislamiento y el localismo estrecho: cómo viviendo a una distancia de unos pocos kilómetros pudiera haber tanto desconocimiento e ignorancia de los valores sociales-institucionales, culturales e históricos entre localidades. Así transcurrió desde los pueblos chicos a las ciudades haciendo un progreso inverso al común de los medios sólo acostumbrados a bajar línea hacia sujetos pasivos y consumidores de sus noticias.
“Seguimos con la honda presta para defender nuestro derecho a ser parte de la tierra, hermanos del aire, territorio simbólico colectivo”.
Autodeterminación
– La epopeya periodística de El Tren Zonal ha sido, es y será realizada por los componentes intelectuales, artísticos, sociales e históricos de los pueblos para forjar una conciencia política de autodeterminación y de integración en pos de una instancia liberadora y profundamente socializante. Aclaro que nunca tomé ningún ejemplo de otra publicación en cuanto a la tesitura, sí en el ejemplo gráfico de medios que han ennoblecido la tradición de revistas culturales en nuestro país desde mediados del siglo XIX hasta la fecha.
– Durante años la recorrida era real, no virtual. No había internet y parabas en persona en cada “estación”, relevando materiales, descubriendo creadores y hacedores en cada lugar. ¿Cómo era esa experiencia y cómo se traducía en la producción de la revista? Y también cómo es hoy, qué cambios hubo con el mundo de lo virtual.
– Cada estación geográfica fue recorrida por mí y en general sigo empleando el contacto directo con los corresponsales, la visita a los pueblos, el arribo del programa “Ediciones del Clé Presenta”, la incorporación de El Tren Zonal a un contexto de comunicación radiofónica, esto es así desde 1997 (4 años en LT 39, 12 años en LT 14 y continúa en la actualidad en LT 14, domingos de 12 a 13 con "El Tren Zonal - Por la integración de los pueblos"). La revista antes del desarrollo de medios virtuales se materializaba con notas tipeadas de manuscritos, o textos mecanografiados, grabaciones en cassettes y escasamente textos ya procesados en pc. Luego todo se dinamizó y en cierta forma aceleró en facilidades el acopio informativo para cada edición de El Tren Zonal.
“El Tren Zonal fue creado por la necesidad de superar el aislamiento y el localismo estrecho: cómo viviendo a pocos kilómetros pudiera haber tanto desconocimiento social, institucional, cultural e histórico entre localidades”.
Como el dulce de leche
– Tengamos en cuenta que durante 6 años tuve que pagar el servicio de diseño gráfico a personas idóneas como es tu caso, Américo, que le dieron a la revista una proyección y una definición visual y gráfica que hasta ahora perdura, siempre bajo mi preferencia y supervisión en cuanto al formato, al concepto y a la impronta, esa conducción siempre la tuve desde el principio y con más razón cuando desarrollé mi propio diseño gráfico hasta ser ahora lo que es El Tren Zonal, sin malabares de recursos, ni propuestas estrafalarias, más bien en un estilo ya clásico y hasta tradicional, como el dulce de leche que debe mantener su sabor y su pureza original. Siempre voy por maderas nobles para sonidos puros, así en todo lo que hago, y El Tren Zonal es muestra cabal de ello. En cuanto al contenido, las nuevas generaciones, muchos hijos de antiguos corresponsales que se han ido integrando le han dado mayor dinamismo, presencia activa en los pueblos y valoraciones sobre todo lo andado.
El sostén del milagro
– Has sido maestro de escuela, con todos los padeceres de la docencia, los altibajos, las desazones, sin embargo nunca aflojaste en empujar el Tren. ¿Cómo fue posible, cómo es posible ese milagro?
– Por sostener la revista en su propósito visceral he tenido muchos traspiés económicos, muchas decepciones, momentos críticos que me llevaron a importantes pérdidas materiales, como perder una casa donde vivía y comenzar a alquilar, pero nunca dejé de sostener el afán y la confianza en este proyecto, tuve que dejar de ejercer la docencia durante 7 años para dedicarme exclusivamente a recorrer los pueblos y fortalecer el propósito. Con el tiempo fui logrando desarrollar dos aspectos fundamentales: El Taller del Poeta como espacio físico, material y tecnológico para tener completo, de la A a la Z el proceso de edición de libros, a la postre más de 250 títulos ya editados de autores entrerrianos en taller propio; por otro lado conformar la complejidad que es Ediciones del Clé como sello editor y responsable de El Tren Zonal, 202 ediciones a la fecha; la preparación y el oficio de dos de mis hijos en todo el conjunto de factores que hacer a la edición del libro y luego este recorrido sin fin por los pueblos en el que perduro.
– El Tren Zonal es periodismo cultural, de una profundidad y consistencia que lo muestran como una “rara avis” en un panorama general que creo no se restringe a Entre Ríos, de chatura, de mediocridad, de obsecuencia y de cánones establecidos desde Buenos Aires y desde los intereses de los dueños del negocio del entretenimiento. Desde esa experiencia: ¿Qué creés que mantiene vivo al Tren, y qué elementos lo definen?
– El Tren Zonal se mantiene vivo porque hace falta, así lo sienten los corresponsales, los colaboradores, los actores sociales de la cultura (instituciones como bibliotecas populares, cooperativas, asociaciones y grupos organizados que ven en la revista un medio legítimo que bien los interpreta en cada raíz y en cada trayectoria. La revista es de los pueblos y yo como editor y director, nunca asociado con nadie, asumiendo todos los riesgos y todos los desafíos, con la inspiración de la madre poesía, de la madre tierra, de la madre música y del padre sol de la conciencia histórica he seguido y seguiré hasta que esta vela no arda; pero El Tren Zonal ya pertenece a la historia cultural de Entre Ríos y sigue militando por las viejas causas que han movido a los pueblos, el derecho inalienable de ser sujeto con voz propia, y con una capacidad de resistencia a la aplanadora simbólica del consumismo capitalista paralizante, acrítico.
“El Tren Zonal se mantiene vivo porque hace falta”.
David y Golialt
– En esta pulseada ontológica la fascinación arrolladora del Goliat tecnológico hace de las ciudades el campo de juego para un modelo social enajenado donde el individualismo extremo solo se conecta por inteligencia artificial. Desde acá seguimos con la honda presta para defender nuestro derecho a ser parte de la tierra, hermanos del aire, territorio simbólico colectivo. Por todo eso, como en el principio de 1989, El Tren Zonal continúa su derrotero, a contrapelo, a contramano, remando de arribada, y teniendo en cuenta el enorme legado de lo criollo, el alma de la patria rioplatense, el sentimiento no intelectualizado, no especulativo, no académico, ese sentimiento llano que nos hermana con sólo mirarnos y desear una sociedad igualitaria donde la propiedad privada no exista como bien supremo y donde la vida se defienda de todas formas y nunca nos adaptemos a la pérdida de los sentidos, principalmente el de orientación, y aceptemos los paradigmas que nos imponen como única realidad.
El número 202
Correspondiente a noviembre-diciembre de 2020, El Tren Zonal número 2020 (año treinta) tiene 44 páginas en un formato 25 x 37 centímetros. El precio de tapa es de 400 pesos. En la portada una foto de su propio director, titulada “Suelta de poemas”.
Adentro, en sus “estaciones temáticas”, se tratan los tópicos más dispares y sin embargo hilvanados por el recorrido imaginario de este vehículo zurcidor de sueños.
¿Las notas? Van desde la coordinación de ensambles musicales de la gurisada en toda la provincia, pasando por informaciones de cada pueblo –Mansilla, Galarza, Aranguren, Rosario del Tala, Sola, Sauce de Luna, Bovril–, el canto coral en Nogoyá, el Museo y Archivo Histórico de Santa Elena, el Museo de la Musica de Bovril, el repudiable fallo de la justicia en contra de la docente Estela Lemes, los 110 años de Ibicuy, realtos sobre el tren en Basavilbaso, las raíces afro de Entre Ríos, las bibliotecas populares en Lucas González y en Gualeguaychú, la generación de contenidos audiovisuales en la provincia, la incansable labor cooperativa de los productores agrarios, el problema de la bajante del río Paraná, el homenaje a Linares Cardozo, una entrevista al periodista Tirso Fiorotto, otra al científico Julio Vallejos, al escultor Jorge Santángelo, proyectos ecológicos en distintas ciudades, información sindical docente, un repaso por cultores populares –cantores, poetas, músicos– como Los Bogado, Peregrino Ojeda y Rosendo Turinetto, de Galarza, Agustín Martínez de Sola y Hugo Mena de Gualeguay, fotografías del uruguayense Esteban Alba, investigaciones sobre la poesía guaraní de Susy Delgado o sobre Belgrano y Artigas de Mauricio Castaldo, fotografías rescatadas del pasado ferroviario, y en la contratapa, el perfil y algunas obras del artista Sadi Nelson Genolet.
La foto de portada tiene como epígrafe: “Liberan lo que ya nació para darse. Los poemas van desde Villa Dolores a merced de anónimos horizontes, buscando ese destino de pecho amigo que toda poesía procura”. Casi casi, como si hablara del propio Tren.
(En Concepción del Uruguay se puede conseguir comunicándose con el corresponsal del Tren, el profesor Raúl Tornoud: 3442 522419).
N del A.: Quien firma esta nota tiene el orgullo de haber sido, en los años iniciales de El Tren Zonal, una de las personas que contribuyó a definir la imagen visual de la publicación. Ese verdadero galardón que adorna mi solapa –y que Maldonado nunca deja de mencionar– no quita objetividad, o eso espero, a nada lo que afirmo en la introducción, así como a los conceptos elogiosos sobre la notable labor de su impulsor.
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