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LA MAMÁ A LA QUE LE QUITARON UNA HIJA Y HACE AÑOS BATALLA PARA QUE LE PERMITAN RESTITUIR EL VÍNCULO

La historia de Lina y Emilia: violencia de género y vínculo materno dañado

Los hilos del sistema patriarcal están sosteniendo una historia violenta en Concepción del Uruguay. A Lina le quitaron una hija y el sistema judicial lo reconoció 11 veces, pero nunca pudo restituir el vínculo materno filial. Ahora ese lazo está dañado, como consecuencia de un contexto de violencia de género. Pero después de mucho batallar, la mamá está decidida a no bajar los brazos.  

 

(*) Por NATALIA BUIATTI de REVISTA ANÁLISIS

 

Lina está cansada. Tiene 47 años y un trabajo de docente con un sueldo magro. Vive en Concepción del Uruguay, en una casita alejada del centro. Hace 12 años su historia personal dio un vuelco dramático: quedó embarazada de su tercera hija, en un contexto de violencia de género.

Los primeros años la mujer y su pequeña pudieron desarrollar el vínculo afectivo con mucha dificultad, dada la permanente interposición del padre biológico y los abuelos paternos. Cuando la hija tenía 6, una serie de problemas de salud llevaron a Lina hasta Buenos Aires, donde tuvo que permanecer internada por un tiempo prolongado.

Cuando volvió a Concepción del Uruguay, la mujer cayó en un pozo depresivo y volvieron a internarla. Su recuperación fue otro proceso largo, que llevó más de un año. Desde entonces algo se quebró entre ella y su pequeña hija y no pudieron restablecer el lazo. La familia del papá tampoco colaboró con esa restauración, no sólo en lo que respecta a ellas sino en lo que refiere a la relación de la nena con sus hermanos mayores y otros lazos maternos. Lina está cansada, es cierto, pero no rendida.

“Bernabé es 7 años menor que yo. Lo conocí mientras estudiaba en la facultad porque teníamos un amigo en común, él era un chiquilín”. Así recordó Lina al padre de su tercera hija, el abogado Ernesto Bernabé Doglioli.

“Después dejé de verlo. Me casé, tuve dos hijos y me separé de común acuerdo. Pasaron los años. Volví a encontrarme con él cuando ya era un hombre, totalmente cambiado. Un día me invitó a comer en la casa de campo con su familia. Comencé a verlo como una persona madura, que trabajaba y estudiaba. Empezamos una relación de pareja. Él era especial con mis hijos y eso me desarmó. Además sus papás que casi no tenían relación con ningún niño,  aceptaron a mis dos hijos. Todo era perfecto, o casi”, contó a ANÁLISIS.

En medio de esa relación incipiente y durante un almuerzo de domingo, la suegra le preguntó a Lina si no quería tener más hijos. Le dijo que a Bernabé le haría muy bien un bebé.

“Contesté que era una cuestión de la pareja, que no lo tenía pensado pero que podía. Y en determinado momento me relajé con los cuidados. Si bien pensé en lo que podía pasar, porque los papás de él que se veían tan autoritarios, dirigiendo la vida de su hijo. Cuando quedé embarazada, la madre de él saltó de alegría y el padre no. Hicieron todos los trámites para que me atienda en el Hospital Alemán, en Buenos Aires. Un domingo, mientras almorzábamos y yo ya estaba de unos dos meses y medio hubo una discusión, algo bastante común en esa familia. Salió el tema y me preguntaron si estaba dispuesta a hacerme una amniocentesis -estudio prenatal para detectar anomalías genéticas y cromosomas-. Yo tenía 35 años y para ellos era de riesgo. Decían que si la criatura venía con problemas les iba a cagar la vida a ellos, la mía y la de mis hijos. Contesté que no, que era mi cuerpo y no quería exponerme a ese estudio porque podía perder el bebé. Me planté. Ellos por las dudas ya tenían un hospital visto para un posible aborto, porque sabían que en el Hospital Alemán no me harían eso. Desde ese minuto en adelante, todo cambió para mí, las cosas tuvieron otro sentido. Ellos cambiaron el trato conmigo y con mis otros hijos, fue la primera vez que me enfrenté y les dije que no. Pero traté de relajarme porque estaba embarazada y tenía que hacer reposo por pérdidas. Ya había estado con ataques de pánico que comenzaron a aparecer otra vez”, relató.

Nacimiento y accidente doméstico

A pedido de la familia Doglioli, Lina tuvo que ir un mes antes del parto a Buenos Aires. Le dijeron que necesitaba adaptarse y hacer un curso preparto.

“Dejé a mis dos hijitos de 9 y 5 años con mi hermana mayor y el papá de ellos. Viajé el 3 de agosto a Buenos Aires con idea de quedarme un mes. Emilia nació el 4 de agosto, al día siguiente. Nació con una vuelta de cordón en el cuello. La llevaron a neonatología y a mí a una habitación. Esa noche viajaron los papás de Bernabé con mis otros dos hijos y mi hermana mayor. Cuando nos dieron el alta a Emilia y a mí nos quedamos en un departamento que ellos tienen en Buenos Aires. Pero yo no podía despegarme de la nena, incluso no podíamos dejar que la empleada que iba a limpiar se acerque. Los médicos ya nos habían dado el alta, pero la familia de Bernabé no quería que volvamos a Entre Ríos hasta que la beba no cumpla el mes. Decían que si le pasaba algo a la nena, el Hospital estaba al lado”, describió Lina.

Sin poder ver a sus otros hijos, la mujer se sintió muy angustiada. “Me planté otra vez y le dije a Bernabé que me deje volver a Entre Ríos o me tomaría un colectivo. Accedió a viajar pero me puteó todo el camino. Mensualmente volvimos al Hospital Alemán porque ellos no querían que ningún pediatra de Concepción viera a la beba, ni siquiera el pediatra de toda la vida de mis otros hijos. Con esa condición, a la mínima línea de temperatura salíamos eyectados a Buenos Aires”.

Cuando la nena tuvo ocho meses hizo mucha fiebre. Lina estuvo unas 48 horas sin dormir. “Volamos a Buenos Aires una noche con tormenta. La nena tenía infección urinaria y un poco de mocos, por lo que nos recomendaron hacerle vapores. Fuimos al departamento de ellos en Buenos Aires. El edificio es viejo y tiene un calefón que no funciona bien. Bernabé bajó a buscar comida y yo me quedé bañando a la nena. La tenía sentada en su bañera con agua calentita y abrí la canilla de agua caliente para que hiciera vapor. El chorro caía en la ducha, no en la bañera de la beba. Pero cuando estiré el brazo para alcanzar el shampoo, la beba se fue adelante y pasó su bracito por debajo del chorro. La saqué con rapidez. La envolví en una toalla y llamé a Bernabé. Fue desesperante. La llevamos de vuelta al hospital. La dejaron internada. Tuvieron que operarla. Eso fue un caos”, dijo Lina.

La mujer se llenó de lágrimas y le tembló la voz: “Hasta el día de hoy en los escritos judiciales me hacen responsable de haberla quemado a la nena. Eso es un estigma para mí, un tema de terapia. Fue un accidente”.

Con la infección urinaria y esto del brazo, la beba dejó la teta. “Perdí la leche y ella comenzó a tomar en mamadera”, marcó la madre.

Festejo, violencia y una hija de rehén

Cuando Emilia tenía 1 año y 8 meses aproximadamente, la familia Doglioli quiso festejar la primera cosecha en su campo.

Invitaron a Lina y a la pequeña niña, pero pidieron expresamente que no vayan los otros hermanitos.

“No podía dejar a mi otra nena, no tenía con quien dejarla. Entonces la llevé igual. Antes de almorzar estábamos en un arenero con Emilia. Cuando estuvo la comida lista, le dije a Emilia vamos a comer el pollito, vamos con tu hermanita que tiene que comer. La mamá de Bernabé empezó a los gritos. Me dijo que siempre era mi otra hija, que ya la tenía harta. Contesté que si había tanto problema con mi otra hija me la llevaba, que la dejaba a Emilia pero que me la lleven a casa de tardecita. De tardecita no aparecieron. Llamé por teléfono y Bernabé me dijo que no me la traerían. Entonces agarré el auto y decidí ir a buscarla. Terminaba de desprenderme el cinturón cuando él me sacó del auto. Me llevó a los golpes a la tranquera. Cuando mi otra hija se bajó a los gritos pidiendo que me suelte me logré sacar de encima a Bernabé. Me mandé para adentro. Estaban con el televisor a todo volumen dándole de comer yogurt a Emilia. Entré a los gritos. Me saltaron los tres. Mi otra hija vino detrás de mí y alguien le dio un empujón. Me dijeron que no me iban a dar la nena en las condiciones en las que estaba. Pedí por favor que la lleven en auto hasta mi casa y yo conduciría detrás de ellos. Todo un caos, temblaba al volante. Bernabé tenía alzada a Emilia y me golpeaba el parabrisas del auto con un puño, ordenándome que me vaya. Los padres de él me puteaban. Mi otra hija lloraba y pedía que me dejen. Un caos. Ellos salieron en su auto y yo llorando con mi otra hija atrás. Llegamos a mi casa y la madre de Bernabé se bajó a entregarme a la nena. Le dije que su hijo no entraba nunca más a mi casa. Unos metros más afuera estaba él que me tiró el manojo de llaves y me gritó que por supuesto no entraría nunca más”.

Denuncias, problemas de salud y ahogamiento del vínculo materno

Al otro día, la hermana de Lina la impulsó a denunciar la violencia. Esos papeles quedaron dando vueltas pero nunca tuvieron resolución judicial. Después vinieron muchas exposiciones más por parte de Lina contra Doglioli, dado que hubo un régimen de visitas acordado que nunca se respetó.

“Hicimos una especie de mediación de unas 7 horas. Él impuso un régimen de visitas y las condiciones. La nena no podía estar más que con él, conmigo, con sus padres y en última instancia con mi mamá. No podía ser cuidada por una niñera, y eso me condicionaba para tomar horas de docente y estudiar. Si salía a buscar a mi otra hija a la escuela y dejaba a Emilia con mi mamá, él caía a buscar a la nena. Cuando volvía mi mamá estaba llorando y diciendo que se la habían sacado”.

En 2014 Lina empezó con problemas de salud en su sistema reproductivo y su psiquis. Tuvo que operarse, sacarse un Dispositivo Intrauterino (Diú) que se había encarnado. Aunque en la cirugía no le sacaron un fibroma que tenía ni el útero. Meses después volvieron a operarla por eso.

“No ví más a Emilia desde la primera operación. Fui a la casa de ellos para verla. La nena vino hasta el auto pero no quiso subir ni ir a dar una vuelta. Después la nena empezó la escuela primaria. Iba a las fiestas de la escuela y las maestras me pedían que me retire porque estaban ellos y sería un escándalo. En una oportunidad fui a buscarla a la casa de ellos y cuando el papá de Bernabé me la estaba dando llegó él, me agarró de la ropa y me estroló contra una camioneta estacionada. Emilia a los gritos pedía que me vaya. Ella siempre vio la violencia. Entonces volví al Juzgado o a la comisaría para pedir ayuda, como tantas veces. Situaciones de esas se repitieron en cantidad, hasta con el padre de mis otros hijos y mi cuñado. Es un tipo violento, anda armado con una 45, tiene permiso para portarla”.

Después de la segunda operación, Lina terminó en la casa de su mamá. “Estaba entregadísima, físicamente y psicológicamente porque estaba destruida. Estaba sola, con todos los vínculos cortados. Me internaron en un neuropsiquiátrico porque estaba muy mal, estuve un año y medio. Era un ente. Existía porque respiraba, pero tenía en mente morir. Sin embrago me fui reponiendo”, recordó.

Recuperación de la salud y lucha

En diciembre de 2017 le dieron el alta. Volvió de a poco a su casa y la fue poniendo en condiciones. “Me habían quedado sólo dos horas cátedras, quedé colgada de un hilo del Consejo de Educación pero gracias a esas dos horas seguí teniendo la obra social. Empecé a concursar otra vez y a estudiar en el Profesorado que algo pendiente para mí y que no había podido concretar nunca por el régimen de cuidado que tenía con Emilia”.

Actualmente, Lina da clases en cuatro escuelas técnicas. “Tengo los mejores conceptos, 15 años de antigüedad y nunca un problema con nadie. Todos estos años también pasé muchas horas sentada en el juzgado. Me renunciaron 7 abogados. La señora que me ayudó en la separación con mi primer marido me recomendó al abogado actual, a quien estoy muy agradecida porque me sigue ayudando. Él está todo el tiempo. Con otro abogado pagué un rescate porque no pude ver a Emilia durante un mes seguido. Me fallaron a favor y tuve que pagarle a ese abogado para que me la devuelvan a la nena en una audiencia. Pero al otro día lo tenía parado a Bernabé en la puerta de mi casa por el acuerdo de cuidado con Emilia que decía que los jueves a las 11 él se la llevaba. O sea que la tuve una noche y tuve que pagarle al abogado. Si no entregaba a Emilia, él llamaba al patrullero, venían los policías y se metían a mi casa a ver si la nena estaba bien. Ella lo veía al padre y empezaba a pedir por él, entonces tenía que entregársela porque no la podía retener contra su voluntad”.

Lina fue perseguida, hostigada. Fue seguida, filmada. La historia está plasmada en miles de fojas. Se trata de una maraña judicial en las que hay informes psicológicos, psiquiátricos, pericias, sentencias, apelaciones y recursos de todo tipo.

A Bernabé Doglioli le ordenaron 11 veces respetar el acuerdo de cuidado que tenía con la mamá de Emilia, pero nunca lo cumplió. Tampoco cumplió las órdenes de restricción. Muchas de esas decisiones judiciales fueron también meros tecnicismos jurídicos que no definieron sobre los hechos reales, que no pudieron reparar los derechos vulnerados de la niña ni los de la madre.

Bernabé Doglioli se autorepresenta y cuando no puede autorepresentarse, lo representa su padre. La madre de Doglioli se jubiló como jueza.

“La violencia están plasmadas en las filmaciones de las audiencias también. Ahí se puede ver que a Bernabé Doglioli le han pedido por favor que mantenga las formas. He estado en audiencias en las que él tenía prohibido pasar, pero pasaba igual y me respiraba en la nuca”, marcó la mamá.

Lina hace 8 años que peregrina pidiendo ver a su hija. Emilia ahora tiene 12 años. Las últimas veces que estuvieron juntas, la nena tuvo muchas dificultades para comunicarse con su mamá. En una última instancia, Emilia dijo delante de un juez que no quería ver más a su mamá.

“Cuando el vínculo se relajaba entre nosotras y nos acercábamos, ella empezaba a decir que le dolía mucho la panza. Una vez la llevé a mi mamá al encuentro con la nena y nos fuimos llorando las dos. Hemos sufrido demasiado”, remarcó.

“Pude quedarme más en paz la última vez que la ví. Fui hasta su escuela y le pedí a la directora que por favor se acerque al aula de ella y le pregunte si quería verme. Emilia dijo que sí. Le manifesté que sabía que ella ya no quería verme y lo iba a respetar. Pero antes de eso quería que supiera algo: que yo estuve enferma, que no la abandoné nunca, que siempre la buscamos, que a toda su familia materna la borraron con una goma enorme, que sabía que ella tenía recuerdos con nosotros. Que la voy a esperar”, expresó.

Cuando ANÁLISIS le preguntó a Lina por un mensaje que quiera dejarle a su hija, por si algún día la niña tiene la posibilidad de verlo, la mujer dijo: “Nunca paré yo ni nadie de la familia para verte. Te amamos como siempre lo hicimos. Tengo muchas fotos tuyas con tus hermanos, feliz, con tu gato que todavía está vivo, viejo pero vivo. Lo único que quiero es verte feliz”.

Síndrome de Alienación Parental

“…Que en el marco de distintos procesos judiciales tramitados ante el Juzgado de Familia ha quedado acreditado la violencia psicológica y moral que el padre y los abuelos generan contra la menor, E. Que obran en los expedientes, informes emitidos por el Lic. Gándola, el Equipo Interdisciplinario del Juzgado, la psicóloga Lic. Cecilia Bonnin y la Dra. Re -representante del Ministerio Público Pupilar-, que acusó fundadamente al papá de re-victimizar a E., y de inocularle el Síndrome de Alienación Parental. Pone énfasis en remarcar que a pesar de los más de diez pronunciamientos del Juez de Familia, los informes de la Dra. Re -representante del Ministerio Pupilar- y el Licenciado Gándola -integrante del E.T.I.-, el papá no obedeció ni modificó su comportamiento y que es por ello, que se trata de una sentencia definitiva -o asimilable a ella- (CSJN, 26/3/90, "Hernaer Wlimar c. Estado Nacional" DJ, 1990-2-118; 5/41, "Foetra c. Estado Nacional" DJ 1991-1-942; 18/4(89, "Delapuente, Gustavo", DJ, 1990-1-257)-; además la misma causa agravio irreparable, en tanto y en cuanto el recurso de casación denegado se interpuso contra la sentencia que declaró inadmisible el recurso de apelación, estas dos sentencias del Magistrado de la Sala Inferior impiden el ejercicio del derecho a la doble instancia en proceso penal, y el derecho a la tutela judicial continua y efectiva, dos derechos que tiene jerarquía constitucional en Entre Ríos (arts. 64 y 65), y convencional por los tratados internacionales sobre la protección de Derechos Humanos. Peticiona la urgencia del trámite, hace reserva del caso federal y convencional y solicita se declare mal denegado el recurso, se revoque la sentencia del Juez de Garantía, y se ordene, arbitrar los medios para que en forma inmediata podamos ejercer y disfrutar del goce de los Derechos Humanos derivados de la relación materno-filial, de los que estamos siendo privadas injustamente”.

Este es un fragmento tomado de uno de los tantos recursos presentados por el abogado Gregorio Gallo. Los jueces, en una cantidad considerable de fallos y sentencias, reconocen la vulneración del Superior Interés del Niño, y la situación de violencia de género. Sin embargo, no han logrado comenzar a reparar el vínculo materno filial entre Emilia y Lina, al contrario, ahora directamente lo dan por terminado.

Cabe remarcar que desde 2013 se ordenó 11 veces a Doglioli que permita la restauración de ese vínculo. La litigiosidad y la violencia llevaron a que en una instancia, la nena diga que no quiere ver más a su mamá. Desde entonces, una seguidilla de decisiones judiciales reafirmó el vínculo supuestamente roto entre ambas.

Cuota alimentaria

Una de las últimas determinaciones en el marco de la causa judicial, impone a Lina pagar una cuota alimentaria al padre de la nena. “Hasta llegaron a confirmar una sentencia que obliga a la docente a pagar alimentos al padre y le embargaron el magro sueldo, en un proceso por alimentos promovido por el abogado papá”, marcó el letrado uruguayense que representa a Lina.

De ese modo, en 2019 se convalidó la demanda del padre contra la madre para que pague el 70% de una canasta básica alimentaria para un adulto como cuota alimentaria. Es decir, obligaron a Lina a abonar mensualmente unos $7.056,27.

Tras una apelación, el vocal Carlos Tepsich de la Cámara de Concepción del Uruguay sostuvo: “El presente proceso se integra en un complejo entramado litigioso familiar mayor, en el que en derredor de la niña se lleva a cabo una contienda donde los principales protagonistas son los progenitores, con enormes daños en el vínculo materno-filial. Como muestra de esta afirmación basta con explicitar las profusas causas en las que esta Sala intervino como órgano de alzada…”.

Más adelante explicita: “Que, la violencia patrimonial y económica es una forma de violencia contra la mujer que la normativa, tanto a nivel internacional como nacional, regula de manera prolija en función de que es unos de los supuestos más invisibilizados y naturalizados por la sociedad”.

Después de citar las reglas de Brasilia y la Ley para Erradicar y Prevenir la Violencia de Género, marcó: “Las circunstancias particulares del caso en juzgamiento que surgen  acreditadas imponen un temperamento que necesariamente atienda la situación  de vulnerabilidad de la accionada -tanto por su género, como por su condición  económica, como por su estado de salud-, cuando el reclamo del actor -por la  causa petendi fáctica expresada en la demanda- asume una forma sutil de violencia económica patrimonial contra la mujer al ver limitados o afectados sus ingresos con una imposición que no responde como necesaria para la asistencia de su hija, pero que sí es trascendental para la supervivencia de su progenitora”.

Dada las argumentaciones los vocales decidieron receptar parcialmente el recurso de apelación deducido y, en consecuencia, reducir la cuota alimentaria establecida en la sentencia en crisis al 7,5% de los ingresos netos de la madre.

Hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos

En diálogo con ANÁLISIS, el abogado Gallo prometió no parar hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

“Mi clienta y su hija son víctimas del corporativismo, patriarcado, misoginia y machismo del Poder Judicial de Entre Ríos. Después de años de lucha y de que el caso haya llegado al STJER, nada. Se trata de una docente a quien su ex pareja, un abogado hijo de abogado y una jueza y terratenientes de la zona, le quitaron la nena cuando tenía 6 años. A fuerza de castigarla física, psíquica y moralmente, lograron que la nena diga al juez que no quiere estar con la mama, y si con el papa y abuelos. Antes, en 11 oportunidades había dicho lo contrario y el juez en 11 sentencia lo condenó al papá a reintegrarla con la mamá. Todas las sentencias fueron desobedecidas y no se hicieron cumplir, hasta que doblegaron la voluntad de la nena y lograron que adelante del juez diga lo contrario. Desde esa fecha, 2014, la nena y la mama, y los otros hijos mayores de un anterior matrimonio y familia materna, están desvinculadas y si ningún contacto. Todo esto, convalida el Poder Judicial de Entre Ríos”.

“Todos varones, los 8 jueces que opinaron y los 2 defensores de menores. La única mujer que tuvo oportunidad de opinar allá en 2013/2015, acusó al padre de victimizar y revictimizar a la niña y a la madre, lo que posibilitó esas 11 sentencias dictadas entre 2013 y 2015”, acotó, sin dejar de mencionar que la opinión de esa mujer en el expediente tuvo consecuencias en su trabajo.

“Todo esto a pesar de las Convenciones Internacionales de protección de los Derechos de Niños y Mujeres y la obligación que la Ley Procesal de Familia impone a los jueces de ‘interpretar y juzgar con perspectiva de género’”, valoró.

 

NdR: en esta nota se usaron dos pseudónimos, para cuidar la identidad de las dos víctimas. 

(*) Artículo publicado en la revista Análisis de Paraná el 17 de diciembre de 2020.

Link al artículo original.

 

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