Si bien no resuelve los problemas de nuestra forma de alimentación sería un avance preventivo. Los conflictos de intereses de las empresas involucradas traban iniciativas de esta naturaleza.
Por IRENE SCHVARTZMAN (Colaboración Especial para EL MIÉRCOLES DIGITAL)
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El proyecto de ley se encuentra en cámara de diputados. El objetivo final es que las industrias productoras de alimentos comiencen a declarar en la parte frontal de sus productos con letra clara y legible los excesos de nutrientes nocivos para la salud.
Los productos que van a tener la insignia son aquellos procesados y ultra-procesados. Es decir: yogur, leches chocolatadas, galletitas, alfajores, sopas instantáneas, etc. Los que no tendrán el octógono son los ingredientes como el aceite, el azúcar, la harina; ya que son ingredientes de otras preparaciones.
Lo que tiene de bueno este proyecto de ley es la información clara y precisa.
Podemos acceder al proyecto de ley a través de internet. La ley consta de 19 artículos y los más hablados en el último tiempo son los siguientes: tendrán que declararse con octógonos negros todos los productos que tengan exceso de grasas saturadas, azúcar, sodio, calorías, etc; si el producto tiene declaraciones de “exceso de” no se podrá promover como bueno o saludable ni se podrá utilizar artilugios comerciales tales como juguetes, accesorios, figuritas, adhesivos, tazos, objetos coleccionables.
Lo que tiene de bueno este proyecto de ley es la información clara y precisa. No es novedad que nuestro consumo de ultraprocesados viene en aumento en los últimos treinta años, predisponiéndonos a desarrollar enfermedades metabólicas como la diabetes, la hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares; que sumadas al sedentarismo y al consumo de alcohol y tabaco nos acercan aún más a la morbi-mortalidad.
Por mencionar una contracara (...), las personas que elijan productos ultraprocesados sentirán culpa, malestar o frustración por no poder o no querer elegir productos más naturales.
Se han manifestado muchas posturas en contra de esta ley y suelen ser por conflictos de interés: industrias alimentarias productoras de alimentos que no quieren asumir que sus productos son malísimos para la salud, profesionales de la salud que han trabajado desde siempre con productos ultraprocesados, entes y sociedades de la salud que se sustentan gracias a los aportes de estas empresas alimentarias, etc.
Hay algo a destacar de este asunto: es un primer paso necesario para continuar por la senda de la educación alimentaria.
Los próximos pasos podrían ser la redefinición del concepto “alimento” en el Código Alimentario Argentino, o la incorporación de materias como Educación Alimentaria como parte de la formación escolar.
Ahora, el problema de nuestros malos hábitos alimentarios, lamentablemente, no se resuelve simplemente con la ley de etiquetado de alimentos.
De hecho, por mencionar una contracara que puede llegar a tener la implementación de esta ley, es la mayor estigmatización de las personas a la hora de elegir productos. Las personas que elijan productos ultraprocesados sentirán culpa, malestar o frustración por no poder o no querer elegir productos más naturales.
Podemos entender que no todas las personas contamos con las mismas posibilidades de acceso a los alimentos orgánicos y naturales. Muchas veces, de hecho, representan una inversión aún mayor.
Aquí los ultraprocesados vienen a resolver una cuestión muy de este nuevo milenio: rápidos, baratos, accesibles en todos los almacenes y supermercados de la ciudad, saciantes y no perecederos.
Entonces el próximo paso luego de que se implemente esta nueva ley de etiquetado, tal vez, podría ser que el Estado implemente políticas alimentarias que faciliten a las y los argentinos el acceso a alimentos más naturales, orgánicos y económicos; si es que estamos dispuestos a dar esa batalla.
(*) Nutricionista (UNLP- MP 5731).
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