Falleció este domingo 2 de mayo Alcira Argumedo. Reproducimos un reportaje que este medio realizó con ella en el año 2006. Algunas definiciones que dejó fueron contundentes y graficaban su forma de analizar el contexto social: “Si en este país tener dientes después de los 25 años es un derecho social, basta ir a los barrios populares y también a ciertos sectores de los nuevos pobres de clase media... Porque la pobreza se ve en la dentadura. A alguien pobre lo podés bañar, vestir, pero la dentadura te indica el nivel de pobreza”.
Nacida en Rosario, y autora de la obra "Los silencios y las voces en América Latina" (1993), de referencia en el ámbito universitario y político, Argumedo fue elegida como diputada nacional en 2009 por Proyecto Sur, el espacio de Pino Solanas, y reelecta para el mismo cargo en 2013.
El 17 de mayo de 2006, en su edición 215, el semanario El Miércoles en su edición gráfica, publicó una entrevista con la dirigente que estuvo en esos días en La Histórica en el marco de una actividad en la Uader.
Aquí la reproducción del reportaje
Alcira Argumedo: “La pobreza se mide por la dentadura”
Alcira Argumedo, una de las voces señeras de lo que alguna vez se llamó «el pensamiento nacional y popular» estuvo en Concepción del Uruguay, brindando un curso en la Uader sobre política educativa.
En la mañana del sábado pasado la destacada socióloga habló con los cronistas de El Miércoles acerca de la Universidad, del rol de los intelectuales y del futuro de América Latina. Muy crítica con Kirchner (a diferencia de otros nac & pop, como Norberto Galasso) asegura que pasó del ‘voto espanto’ del 2003 a «estar espantada».
Entrevista de GUSTAVO SIROTA, JORGE DÍAZ y AMÉRICO SCHVARTZMAN
“Me gradué en Sociología en la década del 60. Mi generación era bastante crítica ya que la Sociología surge en 1958 en un marco de políticas desarrollistas y las prioridades de la modernización, y muy signada por el funcionalismo y empirismo norteamericanos. Primero como alumnos, ya generamos algunas demandas por una enseñanza más amplia con más énfasis en historia y otras áreas porque el funcionalismo era un sistema muy pobre. Eso nos permitió hacer materias optativas, por lo que tuvimos profesores como José Luis Romero (padre) y Tulio Halperín Donghi. Una vez finalizada la carrera, cuando llega la intervención del 66, Romero impulsa un grupo informal de jóvenes graduados por fuera de los marcos institucionales. Durante dos años nos adentramos en el estudio de América Latina, junto al propio Romero y a Gregorio Selser. Fue una formación tradicional muy importante para ver una problemática que superara a la sociología que nos habían enseñado: empezamos a sentir la necesidad de hacer otro tipo de trabajo, casi autodidacta», dice la autora de Un horizonte sin certezas.
La mirada en América Latina
«Generacionalmente estábamos distanciados del conflicto entre peronistas, socialistas, etcétera. Por una parte, los teníamos a Selser y Romero que venían del socialismo y por otra a Arturo Jauretche o Juan José Hernández Arregui.
Esto permitió una formación extrauniversitaria que nos enriqueció muchísimo. Desde ahí empezamos a trabajar en buscar una mirada propia o matriz autónoma de pensamiento latinoamericano. También se dieron paradojas, como el encuentro entre dos excelentes personas, pero muy enfrentadas entre sí en el campo político, como podían ser Romero y Jauretche, y que coincidían en la necesidad de esta mirada de América Latina. Creo que esa formación de base es la que seguí trabajando hasta la actualidad».
La universidad y la política
«La universidad no estuvo aislada de los movimientos de la política. La Universidad de Buenos Aires, al menos, estuvo muy vinculada al radicalismo. Prácticamente desde el comienzo y cuando el radicalismo comienza a entrar en crisis en el campo político hay un repliegue hacia la universidad, donde no llega precisamente lo mejor de él. Si bien está la figura de (Oscar) Schuberoff, no es precisamente algo para enorgullecer a la universidad ya que estuvo sospechado de participar en casos de corrupción, algo que afectó a los grupos estudiantiles. Franja Morada tiene una denuncia en Sociología por haberse quedado con los planes Jefes y Jefas de Hogar que les dieron para repartir. Junto a todo esto creo que la hegemonía cultural del neoliberalismo se manifestó en las universidades. Estoy hablando de Ciencias Sociales de la UBA, que es el ámbito que conozco, pero a través de distintos posgrados pude percibir que la situación era muy similar. Y hablo del hecho de primero haber exacerbado una hiperespecialización de los conocimientos que impide una mirada crítica, y por otra parte una especie de sucesión de modas académicas a las cuales había que seguir y que a mi modo de ver fueron tremendamente distractivas, porque era el teoricismo por el teoricismo mismo, sin raíces en la realidad del presente ni en la realidad histórica.
Es por eso que creo que durante los 20 años de democracia se fue instalando el modelo neoliberal conservador, y fue una verdadera catástrofe para la Argentina y las universidades quedaron bastante calladas, otra de las facetas de la crisis universitaria. Una es la crisis presupuestaria, pero otra es la crisis académica».
Pobreza y dentadura
«¿El rol de los intelectuales, y de la Universidad? Si pusiéramos este tema en el lugar que le corresponde, hay un potencial crítico y de información muy importante. Imagínense que las universidades tienen una mirada o una formación sobre el grueso de la problemática que hay en la sociedad, en un momento en el cual los cambios son de carácter civilizatorio. Es ideal para que genere un debate transdisciplinario y con capacidad para tener un diálogo con los sectores sociales más golpeados, porque esto hay que tenerlo claro; si no hay un proceso de integración social de gran alcance, también en las universidades hay población marginal ilustrada...
Acá hay un déficit de tres millones y medio de viviendas para sectores populares; si esto se va a resolver construyendo viviendas de bajo costo, pero con el mismo respeto que se tiene al que va a vivir en un chalet, se necesitan muchos arquitectos. Ahora, si acá sólo van a construirse shoppings, countries y viviendas de lujos, te sobra el 85 por ciento de los arquitectos que hay en el país o que se están preparando.
Lo mismo en otros campos: si en este país tener dientes después de los 25 años es un derecho social, basta ir a los barrios populares y también a ciertos sectores de los nuevos pobres de clase media... Porque la pobreza se ve en la dentadura. A alguien pobre lo podés bañar, vestir, pero la dentadura te indica el nivel de pobreza.
Si hay un plan de prevención, tratamiento y reposición de piezas se necesitan muchísimos odontólogos, pero si más de la mitad de la población no va a tener dientes antes de los 30 años, te van a sobrar profesionales... Y así puede citarse un ejemplo de este tipo en todas las áreas».
Cómo salir adelante
Para Argumedo, la Argentina tiene el potencial para salir adelante y con rapidez. Pero para eso, en lugar de soñar en las inversiones extranjeras o pensar en bajar ‘el costo laboral’ (cuando en realidad en buena medida el problema es el ‘costo empresario’) hay que partir, por ejemplo, de las empresas recuperadas o de los emprendimientos comunes de América Latina.
«Hoy hay un mismo nivel de ascenso de conciencia en los demás pueblos de América latina, más allá de lo que hagan gobiernos como los de Tabaré Vázquez o Lula, los pueblos de Uruguay y Brasil están marcando ese salto cualitativo en la conciencia. Ni hablar de lo que está pasando en Bolivia y Venezuela. Pero el gobierno argentino hoy no tiene una mirada histórica que le permita integrar sus políticas con lo que está haciendo, por ejemplo, Hugo Chávez. Hay que imaginar o mejor, sacar cuentas, sobre lo que podría suceder si se juntaran las petroleras de Venezuela, Brasil, México y si la Argentina recuperara su energía. Esa integración representaría el surgimiento de la empresa petrolera más poderosa del planeta, mucho más que la propia Shell o la Standard Oil. Ayudada por el hecho de que no habría gastos de traslados porque el combustible está en el propio territorio».
Del mismo modo propone la creación de líneas aéreas latinoamericanas, sistemas satelitales propios del subcontinente y telecomunicaciones en común. «América latina tiene un potencial enorme y en materia de conocimientos la unidad de las principales universidades generaría polos en informática superiores a la IBM.
«Es una cuestión de modelo: si sólo van a construir shoppings y countries, acá sobra el 85 por ciento de los arquitectos que se están formando. Si la mitad de la población se queda sin dientes después de los 30 años, te van a sobrar odontólogos»
Esta es la necesaria gran apuesta. No el privatismo bobo. O el subsidio estatal a empresarios como a los que Kirchner les renovó las licencias de los medios, diciendo ‘son empresarios nacionales’, y resulta que son Manzano y Moneta... Es necesario generar políticas a favor de empresas públicas latinoamericanas. Es el momento histórico para hacerlo».
El modelo que permite tener esperanzas, según la intelectual, es el de las empresas recuperadas, que «están orientadas desde la óptica de la autogestión, el pensamiento colectivo, la solidaridad y los llamados círculos de calidad que desde hace años se emplean en Japón. De tal manera que se deja de lado el costo empresario que está constituido por las ganancias del capital y el pago de la estructura ejecutiva. Eso representa en la Argentina un 25 por ciento.
Cuando las empresas recuperadas logran la eliminación de ese costo empresario entonces se bajan los costos y se producen bienes de muy buena calidad. Por eso ganan dinero y son eficientes».
Alcira Argumedo saca cuentas en el aire, pero muy claras: «En promedio, cada una de ellas da trabajo a cien personas como promedio. Cada puesto de trabajo se obtiene con una inversión de mil dólares cada uno. Si se impulsaran 40 mil empresas sociales de estas características con el apoyo de las universidades, del INTA, del INTI y de otras entidades estatales nacionales, se necesitarán 4 mil millones de dólares de inversión, pero se lograrían cuatro millones de puestos de trabajo y el inicio de un círculo virtuoso que, automáticamente, daría empleo a otro millón de personas más. O sea que en dos años se terminaría con la desocupación, la pobreza y la miseria en la Argentina. Claro que esto no sería un ‘capitalismo serio’ sino una democracia participativa del estilo artiguista, sanmartiniana o bolivariana», concluye. «Se cerraron 70 mil establecimientos en una década. Su recuperación, bajo esta lógica, sería algo sencillo. La Argentina tiene un potencial humano maravilloso».
Mirando al Gobierno: lo objetivo y lo subjetivo
«En el 2003 yo voté a Kirchner, en algo que denominé ‘voto espanto’, por aquel verso de Borges. Mi análisis fue que el mayor peligro era que en segunda vuelta hubiera que elegir entre Carlos Menem y Ricardo López Murphy. Esto habría significado un aval al modelo que llevó a la Argentina a la catástrofe. Y durante algún tiempo compartí la esperanza, como muchos argentinos, y hasta la sorpresa ante hechos positivos como la política de derechos humanos o la renovación de la Corte. Sin embargo, ahora ya estoy francamente espantada. La alianza con personajes nefastos como (Luis) Barrionuevo o Alfredo Atanasoff, la renovación de las licencias a los medios, o por ejemplo el voto de kirchneristas y macristas para que el Bauen quede en manos de sus ‘legítimos’ dueños, que son los que deben cien millones, en lugar de quedar en manos de los trabajadores que lo recuperaron... En fin, son muchos elementos. Y más allá de la banderita, el escudo y el himno, lo que hay que ver es objetivamente quiénes son los sectores beneficiados con una determinada política. Y hoy son los mismos sectores del poder concentrado que se beneficiaron en los 90. De manera que pasé del voto espanto al espanto solo...»l.
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