Uno de los referentes del folklore argentino, el entrerriano Víctor Velázquez, llega este viernes 4 de junio a los 90 años de vida. Aquí revivimos un reportaje en la edición papel de El Miércoles realizada el 1º de febrero de 2006 donde dejó algunas definiciones y sus preocupaciones de entonces, hace 15 años.
El cantor de los caminos, al final del largo viaje
Por A.S.
Fotos: J.D.
El viernes 19 de enero estuvo en Concepción del Uruguay Víctor Velázquez, «el cantor de los caminos», el creador entrerriano que es uno de los mitos vivos del folklore argentino, amigo de Jorge Cafrune, Atahualpa Yupanqui y Jaime Dávalos. Prohibido en los años de plomo, más por lo que simbolizaba que por lo que decía, el autor de La primavera habla sobre sus pasiones de siempre.
Víctor Velázquez llegó de la mano del Programa Identidad Entrerriana, una iniciativa conjunta del Consejo Federal de Inversiones (CFI) y la Subsecretaría de Cultura de la provincia.
El Miércoles dialogó con él y estuvo presente en el momento en que se reencontró con José Castro, El Chamarritero. Velázquez, nacido en Abra del Chajá (departamento Tala) en 1931, llegó a Concepción del Uruguay en la noche del viernes 19 de enero, para presentarse en la explanada de la Sala de la Ribera, en el puerto local. (Hay que aclarar que todas las rejas y rejitas de las que nos quejábamos en la edición anterior, fueron abiertas al efecto. Aunque también hay que decir que costó: varios transeúntes vieron forcejear al director de LT11, Juan Antonio Izaguirre, con los candados de uno de los portones que cierran el acceso a la explanada).
La presentación del artista –ante un público eminentemente ‘conocedor’– contó con el auspicio de la Dirección de Cultura del Municipio y de LT 11, y se incluye en una gira por toda la provincia, que se realizará durante varios meses, como una suerte de despedida de la actuación pública, en el marco del programa Identidad Entrerriana.
"Es la misma juventud la que debe defender lo suyo, su esencia, pero antes hay que darle el estímulo, hay que incentivarla".
Roberto Romani, subsecretario de Cultura, lo presentó efusivamente y destacando la amplia trayectoria del artista.
«Víctor Velázquez está redondeando una carrera artística extraordinaria –dice Romani–. Pero mucho más allá del cantor y del guitarrero que desde gurises fuimos a aplaudir en los escenarios del país y del mundo, está el hombre que nos ayuda a entender las raíces de lo nuestro. El hombre que ha llevado esa guitarra –que era la misma de Atahualpa– al primer homenaje que se le rindió fuera de Argentina en el Japón; el hombre que llevó esa misma guitarra a universidades de Estados Unidos en charlas con los docentes y estudiantes de allí; es el mismo Víctor que recorrió el país a caballo en aquel homenaje maravilloso a San Martín y a Cafrune allá por el 85, después el homenaje a Atahualpa, llegando a Cosquín; el mismo Víctor de La Primavera que anda por el mundo hablando de nuestras cosas».
«Entonces –se entusiasma el funcionario– teníamos que comenzar por casa; que nosotros disfrutemos de este tiempo vital de la obra de Víctor, y que grandes y chicos y abuelos, como
hoy a orillas de nuestro río Uruguay, puedan disfrutarlo, conversar con él, y tener algún retacito de esta rica historia en la que sin lugar a dudas están nuestros padres y también nosotros».
Más de medio siglo de camino
«Yo debuté en Radio Rivadavia, ahí empecé a aparecer un poco. Por aquellos tiempos la radio era lo más importante, cincuenta y cuatro años atrás no existía la televisión, y por intermedio de un programa de radio vos podías recorrer el país, era el medio que más alentaba a los artistas», empieza contando Velázquez.
¿Cómo ve esta especie de renacer del amor en los jóvenes por la música folklórica?
Realmente me alegra mucho, y en eso los medios están poniendo su rol más importante. Si no hay peñas o programas que difundan folklore la juventud no se incentiva. Un dato curioso: en Buenos Aires ahora hay casi dieciséis peñas, cuando antes a lo sumo había una o dos. Eso es lo notable, eso incentiva mucho a los jóvenes.
¿Usted siente que aún no se ha llegado a la recuperación de los creadores nuestros, que desde algún tiempo hay una suerte de ‘boom’ del folklore pero todavía no se ha reencontrado con nuestros grandes creadores?
Hay una inquietud, pero aún no se ha comenzado a rescatar totalmente porque en principio nuestros intérpretes tendrían que buscar las raíces. En Entre Ríos iríamos a Linares Cardozo, a los poetas, y hay muchos temas que los olvidan, los están olvidando. Y eso es lo que hace falta: la juventud. Como decía Molina «la juventud es quien debe a tiempo incorporarse/ los pueblos evadidos traicionan su sentir/ los pueblos derrotados empiezan por negarse y un pueblo que se niega no es digno de vivir». Entonces es la misma juventud la que debe defender lo suyo, su esencia, pero antes hay que darle el estímulo, hay que incentivarla. Hace mucho que no había un despertar en cultura, y debemos empezar por ahí. Aunque siempre hay gente que tiene inquietudes, las manifiesta, pero no las realiza.
¿Qué me dice de la vinculación de las inquietudes artísticas con las inquietudes sociales sobre la comunidad a la que uno pertenece? ¿Sigue atento a esos temas, como por ejemplo ahora con la defensa del medio ambiente y la lucha contra las papeleras?
(Asiente enfáticamente) ¡Sí, sí! Además, es ahí donde todos debemos afirmarnos, porque el que tiene los medios tiene que estar pendiente de lo que está pasando y todos tenemos que colaborar y gritarlo si es necesario. Porque lo de las papeleras es una cosa muy injusta. Me parece bien que el pueblo salga y corte las rutas, cómo no, sin llegar a la violencia; pero es necesario porque si no, no los van a escuchar. Y todo esto también nos demuestra que los entrerrianos tenemos que tener firmeza. Y que tenemos firmeza.
¿No le preocupa que esta lucha contra las papeleras rompa los lazos de hermandad con el pueblo oriental?
No creo, no creo. Porque hay cosas que vienen de muchos años, hay cosas que están atadas, ligadas. A veces la incomprensión de ciertos gobiernos puede llegar a que haya una rotura que ninguno desea. Pienso que es el momento de que los pueblos se unan. Si el Uruguay comprende, yo creo que vamos a salir adelante. Ahora, yo como argentino y como entrerriano pienso que es un reclamo justo.
En el encuentro con José Castro, El Chamarritero, éste le dijo a Velázquez, entre risas: «Recién estábamos recordando que hace 54 años, cuando empezaste a cantar en LT11, el único oyente que tenías los domingos era yo. Todos los domingos, cuando él venía para actuar de tarde, no me perdía a Víctor Velázquez por nada». Al rato en la charla, el propio artista lo recuerda:
«Uno se debilita, las cosas lo emocionan más. Yo me encuentro acá con este amigo Castro, que me decía que era el único oyente que yo tenía... (risas) ¡Y era cierto! Me emociono cada vez más seguido y me lleva más tiempo recuperarme».
Luego, al actuar, Velázquez hará emocionar a la gente hasta las lágrimas, al recitar El remate («¡Han ido a comprar barato cosas que no tienen precio! Y piensa con amargura: Ya no da criollos el tiempo...») o al interpretar magistralmente La primavera, esa joyita instrumental que le dio fama. Lo mismo, al contar sus muchas anécdotas, con gracia criolla sin par, o al hacer cantar a los presentes, dirigiéndolos como a un gran coro y adelantando el inicio de cada estrofa, para alentarlos luego con sus exclamaciones: «¡Hermosísimo! ¡Cantan hermoso!»
¿Qué diferencias encuentra entre aquellos días en que empezó y la actualidad?
Es notable, es notable. Yo siempre comento que es una lástima que se estén perdiendo las raíces. Tienen que agregarse cosas, debe haber un poco de innovación, pero no extremadamente.
Como decía Atahualpa: «Mi tierra, te están cambiando, o te han disfrazado que es peor». Me da pena que buenos músicos, grandes valores, a veces incorporan elementos que nada tienen que ver con nuestras raíces. Defender las raíces es lo más importante. Y a veces los jóvenes hacen cosas muy buenas y de mucha calidad, pero se olvidan de las raíces de nuestra música.
Sin embargo, lo de Soledad, por ejemplo, sirvió para que nuevas generaciones accedieran a un universo que de otro modo no hubieran conocido... No importan cómo entran porque, en definitiva, se quedan...
Es verdad, se quedan. En eso ha sido un fenómeno social, no folklórico. Porque despertó una curiosidad en la juventud; chicos que jamás habían escuchado una zamba o una chacarera.
¿Quiénes les resultan interesantes como nuevos creadores en nuestra música, de Argentina en general y de Entre Ríos en particular?
Hay varios, siempre hay. En Entre Ríos lo tenemos a Roberto Romani, lo digo porque realmente es así y no porque esté presente (risas).
Yo hago de cuenta que no está. Linares Cardozo siempre decía que a veces se olvidan de que a la poesía hay que buscarla, que a las canciones hay que agregarle un toque de poesía. Ahí es donde los nuevos intérpretes deben tener mucho cuidado porque, sino no habrá interés ni aquí ni en el mundo. Yo anduve en el Japón, donde gusta el folklore, pero gusta más el tango tradicional, y me pedían que les explicase lo que era la chamarrita. Yo les hablaba de los arrozales que tenemos en Entre Ríos y para ellos, que el arroz es lo máximo, me llevaron a una plantación. Yo pensé «Lo que debe ser»... ¡Y era una hectárea...! Cuando yo les decía la cantidad de hectáreas que se siembran aquí, los japoneses no lo podían creer.
Ahora hay soja...
Sí, estamos viviendo la fiebre de la soja, pero bueno, ya estará pasando (risas).
¿Cuáles son las canciones que más le piden?
Generalmente el entrerriano pide chamarritas. No algún tema en especial, sólo chamarritas. Yo tengo un tema musical para guitarra llamado La Primavera, y a ese me lo piden siempre; también uno que grabé hace treinta años, del uruguayo Osiris Rodríguez Castillos y que se llama Romance del Malevo; y después las cosas que tienen que ver con el amor a la provincia, que para mí es lo máximo.
La Solapa, por ejemplo...
También La Solapa, sí, sí. Y seguimos en una permanente búsqueda de un estado de equilibrio relacionado con el folklore. Por eso nos arrimamos al lado de los pensadores, de la gente que compone. Y uno va buscando eso, que son las raíces. Vivimos buscando ese equilibrio. Y se nos hace difícil a veces.
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