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El banquete de la discordia

Un banquete cumpleañero desató una tormenta en plena campaña electoral. Fabiola Yáñez, esposa del presidente Fernández invitó a sus amigos a su cumpleaños en plena pandemia. Una torpeza difícil de justificar y que además alimentó a los sectores de la antipolítica a quienes molesta la mera existencia de la gente común. Es la derecha radicalizada que considera a la política una práctica que debe quedar a cargo de quienes saben. Por su parte el Presidente podrá pedir disculpas, pero será difícil atemperar una torpeza que arrimó pasto a las fieras.

 

Por ANÍBAL GALLAY de EL MIÉRCOLES DIGITAL

Hace ya un año que el Presidente de la Nación recibió a un grupo de personas, amigos de la primera dama, y celebraron un cumpleaños. Ello cuando se exigía a toda la población que no se juntara ni siquiera para un velatorio y menos para un festejo.

A pesar de  haber negado una y otras vez la existencia de tal reunión, una fotografía reveló la verdad de la cuestión. En la imagen aparecen el presidente Fernández, su mujer Fabiola  Yáñez y un grupo dedicados a cuidar la imagen de la primera dama. Estilistas, coloristas, asesores de imagen… y otros destinados a satisfacer la vanidades.

El jefe de gabinete Santiago Cafiero y el propio Presidente ensayaron unas disculpas.  Hasta el relator Víctor Hugo, mutado en ariete del gobierno criticó el hecho.

Y es la ocasión propicia para desarrollar ese antigua odio contra los sectores populares. Es el lugar más cómodo en el que se recuesta la derecha. Y el presidente Fernández termina colaborando con estos sectores quienes consideran que el poder le es propio.

El dirigente D’Elía abandonado a su suerte por las huestes kirchneristas, trasmitió su amargura porque no pudo siquiera darle un último adiós a su madre fallecida en mayo de 2020.

El cumpleaños de la primera dama, y la reunión social, trajeron aparejadas unas consecuencias infladas especialmente por periodistas “independientes”. Quizás se cometió  un delito menor pero es lo de menos. Se trata en verdad de un singular error político.

Los sectores liberales y sus voceros mediáticos aprovechan  para perorar contra la actividad política. El Presidente le dio pasto a las fieras y regresan afirmaciones como “son todos iguales”, “todos roban”, “la política es una m…”, “la política no me interesa”, “no le debo nada a los políticos”, “los políticos alimentan vagos”, y el consabido “que se vayan todos”.

El poder real (monopolios, bancos, terratenientes)  están de parabienes. Y regresa el concepto que los políticos, incluyendo sindicalistas “constituyen una dificultad para el desarrollo y el crecimiento económico”.

Y es la ocasión propicia para desarrollar ese antigua odio contra los sectores populares. Es el lugar más cómodo en el que se recuesta la derecha. Y el presidente Fernández termina colaborando con estos sectores quienes consideran que el poder le es propio.

El primer mandatario se presenta como una víctima y larga parrafadas sobre todo aquello de lo que no deberá arrepentirse. Y aquí enumera negocios y negociados de Mauricio Macri,  sus familiares, socios y amigos. Es como decir ante un juez.  “Si bien soy responsable de violar un artículo del Código Penal, soy inocentes de todos los demás delitos que el código enumera y de los que no tengo que arrepentirme”.

Dicho de otro modo: “Es verdad que cometí un error y me arrepiento, pero Macri cometió delitos que yo no cometeré y por lo tanto no tendré que arrepentirme”.

¿Qué nexo existe entre la reunión en Olivos y los delitos que se le atribuyen al expresidente Macri? Ninguno. Es una falacia que solo confunde y pretende zafar de una encerrona generada por la propia torpeza.

rubengallay@hotmail.com

 

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