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Foto: Aníbal Noro

La tijereta

Cuando se comienza acercar la primavera a nuestra zona son innumerable la cantidad de aves que comienzan a llegar en busca de los días más cálidos, y en busca de lugares para hacer sus nidos, entre las muchas que llegan esta la inconfundible tijereta.

 

(*) Por ANIBAL NORO  (Colaboración especial para EL MIÉRCOLES DIGITAL)

 

La tijereta (Tyrannus savana), es un ave muy fácil de distinguir por su larguísima cola compuesta por seis pares de plumas, siendo las más largas las laterales, que son las que le dan la forma característica. El plumaje, de la cabeza y el lomo, es negro, mientras que el de la garganta, el pecho y el vientre, es blanco plateado.

Las plumas de la cabeza, en su parte más inferior, donde se insertan a la piel, tienen una coloración amarilla que únicamente llega a verse cuando las eriza, lo que no sucede con frecuencia. A simple vista el tamaño de su cola duplica en largo al cuerpo. El tamaño varía según el sexo. En las hembras es más chica que en los machos y los juveniles a la vez es más corta.

Su vuelo, realzado por la larga cola que mueve con gracia, es sostenido, sereno y muy elegante. Se alimenta de gusanos, granos, frutas y algunos vegetales. Tiene muchas características parecidas a la golondrina. Como esta ave, llega en primavera, para buscar en invierno los climas templados. Los guaraníes la llaman jhuguay-yetapá (jhuguay: cola; yetapá: tijera).

Posa en sitios visibles como alambrados, líneas eléctricas , ramas o cardos, observa a los insectos y sale a capturarlos. Es muy agresiva con otras especies e, incluso, con aves de mayor tamaño, como caranchos y chimangos, a los que persigue y ataca con insistencia.

El nido de la tijereta es circular, hecho con hojas secas y muchas veces con flores de cardo. La hembra es la que incuba los huevos, que suelen ser de tres a cinco por puesta. La pareja alimenta a los pichones, siendo la hembra la que más lo hace”.

Esta especie no presenta graves problemas de conservación , ya que se adecua a la presencia del hombre, utilizando incluso las arboledas de los parques.

Su distribución es amplia y va Desde Estados Unidos, salvo Chile y Perú, hasta el centro de la Patagonia.

Las tijeretas durante la temporada invernal viajan hacia el norte del ecuador recorriendo en cada viaje unos 4mil km aproximadamente, pasando la temporada principalmente en Colombia, Venezuela, las Guyanas y Centroamérica.

Durante el inicio de la primavera una gran parte de la población migra hacia el sur, copando Argentina, Paraguay, sur de Brasil y el Uruguay. En la plataforma de ciencia ciudadana eBird hay estudios y censos realizados donde se pueden observar estos desplazamientos.

Es muy agresiva con otras especies, e incluso, con aves de mayor tamaño, como caranchos y chimangos, a los que persigue y ataca con insistencia.

Y como la mayoría de las aves de nuestra zona la Tijereta tiene su leyenda y también el poeta Marcelino Roman la describe en sus "Pájaros de nuestra tierra".

Foto: Mario Rovina

 

Leyenda Guaraní

Sucedió hace muchísimos años. Tupá había decidido que las almas de los que morían y que debían llegar al cielo, lo hicieran volando con unas alitas que Él enviaba a la tierra por medio de sus emisarios. Claro que para los mortales esas alitas eran invisibles. Una vez que el alma llegaba al ibaga, Tupá destinaba esa alma a un ave que Él creaba con tal objeto, de acuerdo a las características que hubiera tenido en vida la persona a quien pertenecía.

En un pueblito guaraní vivía Eíra con su madre. Ésta, que había quedado imposibilitada, dependía para todo de su hija, que a su vez se dedicaba a atenderla y cuidarla, ganándose la vida con su trabajo. Eíra era costurera, y para tener a mano la yetapá que tantas veces necesitaba, la llevaba colgada a la cintura, sobre su blanco delantal, por medio de un cordón oscuro. Muy trabajadora y diligente, a Eíra nunca le faltaban vestidos para confeccionar, de manera que era muy común verla con tela y tijera, cortando nuevos trabajos. Se hubiera dicho que la tijera formaba parte de ella misma.

Por la mañana, al levantarse y luego de haberse vestido, lo primero que hacía era atarla a su cintura teniéndola pronta para usarla en cualquier momento. Viejecita y enferma como estaba, y a pesar de los cuidados que le prodigara, la madre de la laboriosa Eíra murió una noche de invierno, cuando el frío era muy intenso y el viento soplaba con fuerza. Grande fue la pena de esta hija buena, dedicada siempre y únicamente a su madre y a su trabajo.

Desde ese momento quedó sólo con su tarea, a la que se entregó con más ahínco que nunca tratando de distraerse, porque su pena era muy intensa y la desgracia sufrida la había abatido de tal forma que perdió el deseo de vivir. La tijera así suspendida acompañaba el ritmo de su paso y brillaba el reflejo de la luz, cuando la costurera se movía de un lugar a otro. No mucho tiempo después de la muerte de su madre, la dulce y sufrida costurera enfermó de tristeza y de dolor, tan gravemente que no fue posible salvarla. Eíra había sido siempre buena, excelente hija y laboriosa y diligente en sus tareas, por lo que Tupá llevó su anga al cielo. Allí creó para albergarla un pájaro de plumaje negro, con la garganta, el pecho y el vientre blancos.

Omitió los matices alegres y brillantes considerando que su vida había sido humilde, opaca y oscura, aunque llena de bondad y sacrificio. Cuando Tupá hubo terminado su obra, Eíra se miró y miró a Tupá como intentando pedirle algo. El Dios bueno, que conoció su intención, dijo para animarla: ¿Qué deseas, Eíra? ¿Qué quieres pedirme? Conociendo la amplia bondad de Tupá, comenzó humilde y avergonzada a pedir... ¡ella que jamás había pedido nada!Tupá... Dios bueno que complaces a los que te aman y respetan... yo desearía... ¿Qué es lo que quisieras, Eíra?.

Tú sabes que durante toda mi vida sólo al trabajo me dediqué y quisiera tener un recuerdo de lo que me ayudó a vivir...Dime, entonces... ¿qué es lo que deseas? Yo desearía tener una tijerita que me recordara la que tanto usé en mi vida en la tierra y que contribuyó a que sostuviera a mi madre...Encontró Tupá muy de su agrado el pedido de la muchacha, por la intención que lo inspiraba, y tomando las plumas laterales de la cola las estiró hasta dar a la misma la apariencia de una yetapá, como lo deseara la costurera, otorgándole, además, la propiedad de abrirla y cerrarla a su voluntad, tal como hiciera durante tanto tiempo con la de metal con que cortara las telas. Por la semejanza, precisamente, que tiene la cola de esta.

 

L a T i j e r e t a

Marcelino Roman

Pajaros de nuestra Tierra

Siempre al amor de los árboles

donde anida y donde alegra,

todo árbol le está ofrecido

cuando el tiempo alegre llega:

el seibó y el espinillo

y el chañar y la morera;

el ñandubay varonil

y el tala de traza recia;

el ombú de enorme copa,

la sina-sina modesta,

el amable paraíso

y el sauce, blanda presencia

el árbol gris del camino

y el árbol de la arboleda.

En su nido muy prolijo,

tejido de suaves hebras,

cuatro huevitos con pintas

pintan sus cuatro promesas.

Vestida de sombra azul

y claror de escarcha tierna,

con mohínes y requiebros,

con elegancia coqueta,

anda haciéndole festejos

al día, al aire, a la tierra.

Ella celebra los gozos

que trajo la primavera,

con graciosas acrobacias

y deliciosas maneras,

mientras va tajeando el aire

con su cola de tijera.

Su conversado cantito,

al clarear la luz primera,

se hace dichoso mensaje

y viva señal de fiesta.

 

(*) El autor de esta nota es coordinador del Club de Observadores de Aves (COA) Güirá Pirá, intérprete naturalista y fotógrafo de naturaleza.

 

 

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