“Mandinga, el Diablo que vino de África”, es un unipersonal escrito por un autor entrerriano, que impacta en el circuito alternativo teatral en Buenos Aires, con la elogiada interpretación de Mauricio González, un actor afro-rioplatense. Dialogamos con Diego Damián Martínez, su creador, residente en España pero de visita por su tierra natal.
Por A.S.
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Diego Damián Martínez es oriundo de San José, la bella ciudad entrerriana recostada sobre el río Uruguay nacida de la labor pionera y organizadora de Alejo Peyret. Diego tiene 37 años, es periodista, poeta, músico, escritor. Desde 2017 vive en España –en Molina de Segura, en la región de Murcia, muy cerquita del Mar Mediterráneo– donde formó pareja y nació su niño. Y actualmente se encuentra de paseo por sus pagos natales. Pero Diego además, está disfrutando de un presente inesperado: una obra de su autoría, que cada domingo se presenta en el espacio cultural porteño “Hasta Trilce”, está recogiendo críticas formidables. Se trata de “Mandinga, el Diablo que vino de África”, pieza dirigida por Yamil Ostrovsky y con la descollante actuación de Mauricio González. Encontramos a Diego en Concepción del Uruguay y aprovechamos para conversar sobre esta obra y sus motivaciones profundas.
-Concepción del Uruguay es destino obligado cuando andás por el país, es casi tu segunda… o tercera casa.
Sí. Y siempre me recibe muy bien. Tengo familiares, amistades, estudié acá, en el cementerio está mi bisabuelo. Así que a Concepción siempre tengo que venir.
-Llevás cuatro años en España ¿no?
Desde 2017. Y ahora muy enraizado porque tengo un hijito, que ya le dimos la nacionalidad, es español y argentino. Ya que está –dado que tanto criticamos a veces nuestras cosas, casi que escupimos contra nosotros mismos– quiero mencionar la atención que brinda el consulado argentino en Madrid, que es muy buena. Hablo por mi experiencia propia.
-Sos autor de “Mandinga, el Diablo que vino de África”, que se está representando en Buenos Aires con muy buena repercusión.
Sí. Está en cartel en Buenos Aires, es una obra del teatro independiente porteño. Y es un lío, porque viste, vivo en España, soy de San José, mi obra está en Buenos Aires, la gente que me conoce ya no sabe por dónde ando (risas). Es una producción que está en el teatro “Hasta Trilce”, Mazza 177 en el barrio de Almagro. El 3 de octubre se estrenó la versión completa, de 50 minutos, y desde entonces (salvo el domingo de elecciones) se presenta todos los domingos en ese espacio hasta el último domingo de este mes. Soy el autor y también colaboro con la producción.
-Ha tenido una muy buena recepción por parte de la crítica.
Sí. Es la primera vez que recibo críticas profesionales. Es decir, uno todo el tiempo está recibiendo críticas de la gente, pero es la primera vez que la crítica profesional se ocupa de mi trabajo. Es una obra con un solo actor en escena, Mauricio González…
-Héctor Puyo, de Télam, calificó a la obra como “impactante”. Y añadió que es una obra “de gran calidad teatral”, “que no hay que perderse”, y no ahorra elogios al texto, a la actuación de Mauricio González y a la dirección de Yamil Ostrovsky.
Sí. Y también dice que es una obra que “logra un hecho teatral poco corriente”. Eso nos gustó mucho. Y la verdad que sí, porque hablando puntualmente del hecho teatral –es decir de la actuación, la dirección, la puesta en escena, no de mi texto–, yo la recomiendo mucho porque el trabajo del director es excelente, Yamil Ostrovsky tiene una carrera impresionante, con obras en el Colón y en el San Martín, y un actor como Mauricio González, que es uruguayo pero vive acá desde hace años, ya tiene una hijita que es afroargentina, y él mismo está muy comprometido con los movimientos afroargentinos. Es un actor que se entrega, que siempre da más, y lo que se ve en escena es tremendo. Gente que no me conoce me ha escrito al verla y queda impactada con la obra. Un antropólogo –cuyo trabajo tomé como fuente para escribirla– me envió un mensaje ni bien terminó, el domingo pasado (yo estaba en San José), con palabras verdaderamente impresionantes. Lo mismo pasó con Virginia Martínez, una investigadora que se metió en la temática por sus propias raíces afro (del tronco colonial) y cuyo laburo yo también utilicé. La fue a ver, y ella me dijo cosas parecidas: “Todo lo que escribí lo pudiste resumir en 50 minutos”. Y es gente que no tiene por qué darme palmaditas en el hombro ¿no? Gente cuya labor me inspiró para escribir este texto y que, además, la viene militando desde hace años.
Yamil Ostrovsky: "Aprendí leyendo este texto"
“Lo primero que me atrapó fue la temática, la manera de estar contado. Y a la vez, mientras leía el guión por primera vez, me surgían un montón de imágenes de movimiento y de espacio. Y esas son cosas que inspiran y enganchan, así que por ese lado viene mi amor por este proyecto, pero además por este tipo de temáticas, no tocadas, que recién ahora se están empezando a tratar. Aprendí. Simplemente aprendí leyendo este texto. Y me dije aquí hay una tarea para hacer. Y acá estamos”.
-¿Sabés si tenés en tu propia ascendencia sangre afro?
Mirá. Encargué una investigación porque tengo un primo que está en esto de investigar las genealogías. Y todavía está en proceso. Yo tengo ascendencia española, italiana… y de otros lugares. Pero cuando mirás a mis familiares, hay de todos los colores. Y eso es un indicador, no solo el color, sino también los rasgos afro: la nariz, el pelo rizado. No hace falta investigar demasiado para encontrarlos entre mis familiares. Igual, si investigás bastante, todos venimos de allá ¿no? Pero de todos modos, esto fue posterior: yo no escribo la obra sobre la afrodescendencia argentina por haberme enterado que en mi familia hubiera ascendencia… No, no. Lo hago desde otro lado.
-Lo contaste en una nota muy hermosa en Infobae. No te voy a pedir que repitas lo que escribiste, pero sí que cuentes la anécdota de tu infancia, que creo que responde también a ciertas rupturas que tu generación fue produciendo, a partir de ciertos consumos culturales…
Sí, a partir de una serie de televisión, que fue “Shaka Zulu”, que la vi en mi infancia, y hasta el día de hoy recuerdo tanto que cuando me enteré que la subieron a Netflix la volví a ver. Hasta hoy me produce mucho... Yo tendría ocho años, era un gurisito, y veía eso en la tele, cómo luchaban los zulús y cantaba la cortina (¡hasta hoy lo hago!) y me enamoraba y jugaba y vinculaba todo eso con el tema aborigen, que me atrapaba desde las páginas de Billiken que traía una colección sobre los pueblos aborígenes de la Argentina… Jugaba a “Los Carasucias”, que era mi tribu. Era un juego, yo tenía pocos años. Lo aclaro porque ser afrodescendiente en la Argentina es jodido, es un tema muy delicado para muchos argentinos que tienen que rendir cuentas de su nacionalidad, y eso lo fui descubriendo. Descubrí, al hacer esta obra, el tema de la afrodescendencia en la Argentina, fue una oportunidad que me dí para aprender sobre este tema. Y yo ahora sé sobre esto gracias a que Mauricio, el actor que protagoniza la obra, me pidió que escribiera algo.
-Él te pidió que escribieras ese texto.
Cuando yo vivía aun en Buenos Aires, yo le había escrito a Mauricio un sketch de diez minutos, junto con una colega. Era un texto para un ciclo de teatro cómico, era cortito, trataba el tema de los inmigrantes actuales, que por una cosa o por otra, solo pueden trabajar de “manteros”. Gente que sabe hacer un montón de otras cosas, y se ven obligados a trabajar de eso rozando la ilegalidad, porque no les queda otra para ganarse el pan. Dada la característica de afrodescendiente de Mauricio, decidimos escribir sobre este tema, que daba para jugar mucho con el humor pero también para la crítica. Eso es algo que me gusta mucho del humor, es que podés hablar de todo y mientras hacés reir, también le ponés frente a la cara lo que querés decir, podés meter el dedo en la llaga.
-Eso fue hace ya varios años.
En 2015. Después, ya estando en España, me llega un mensaje de Mauricio, “Che Diego, ¿por qué no me escribís algo parecido, pero más largo?”. Ahi arranqué pensando en hacer un stand up, de una hora más o menos. Al principio, como me había pedido algo parecido, también lo pensé desde el humor. Pero a medida que fui escribiendo e investigando sobre la afrodescendencia, tanto en la actualidad como en la historia argentina, el material me pedía otro tono. No daba para las risas. Porque, insisto, es muy jodido lo que pasó y lo todavía sigue pasando con la afrodescendencia. Y muy serio el trabajo que hay que hacer hacia adelante sobre esta cuestión.
“Mandinga me visitó”
Siempre cuento que Mandinga me visitó una noche. ¿Viste cuando se habla de la inspiración y de las musas que te visitan…? Bueno, a mí me visitó Mandinga. Lo experimenté con esto. Mandinga es otra de las figuras que recuerdo de mi infancia. Alguien se mandaba una cagada o pasaba algo raro y yo escuchaba que decían “Cosa ‘e Mandinga”. La culpa era de Mandinga. Y no por nada se le dice Mandinga al Diablo. Yo estaba en la cama y sentí la presencia de Mandinga, como diciendo: “Ponete a escribir, porque tengo un montón de cosas para contar, que no fueron como te dijeron...” Ahi fue cuando dije esto no es para stand up, no es para humor, que se podría hacer, seguro… Pero no, ya era otra cosa. ¿Por qué? Porque en la Argentina es un tema con el que nos hacemos los boludos. Con el tema de la esclavitud, no solo en la época colonial sino también posterior, nos hacemos los boludos, hablamos de los Estados Unidos, pero sobre lo que pasó acá hay una negación, y sobre todo hay una negación del aporte afro a la historia y a la cultura argentina, y con cosas de todos los días: el dulce de leche, la payada… A mí nadie me contó en la escuela quién era Gabino Ezeiza, o la capitana Remedios del Valle nombrada por Belgrano, o el soldado heroico Cabral… No te decían que eran afros. Hay un monumento a Cabral, pero Cabral no está, mejor no representarlo porque era negro.
Mauricio González: "Mandinga es una herramienta de cambio social"
“Para mí hacer Mandinga es una satisfacción muy grande porque para mí es una herramienta de cambio social. Trata temas fundamentales que tienen que ver con nuestra sociedad con trata temas que tienen que ver con con el aporte afro dentro de la sociedad argentina y la no extranjerización de nuestra población afrodescendiente aquí en el suelo argentino. Para mí es un placer y una responsabilidad muy grande darle voz a todas estas personas que no han tenido voz en un largo tiempo”.
-Para mucha gente de mi generación y otras anteriores, Mandinga está asociado, en la actuación, con la figura de Alfredo Alcón en su extraordinaria representación en “Nazareno Cruz y el Lobo”: un Diablo blanco, un varón argentino, bien empilchado al modo gauchesco… ¿Cómo es el Mandinga africano, el original?
Claro, ahí hay un ejemplo del blanqueamiento. Mandinga, originalmente, en el mito, es el diablo negro. Los mandinga son una tribu que actualmente está vigente en el continente africano. En la época de la esclavización los mandinga eran los más duros de someter. Eran los que más fuerza le hacían al pretendido amo. Y de ahí la demonización. Ahi está el origen. Esta gente era el diablo. “Mandinga” para los esclavos era una marca más, una carimba más, este tratamiento peyorativo.
-Mauricio González dice que la obra es una herramienta de cambio social. Es una gran definición.
Sí. Y él lo vive en persona como afrodescendiente. Muchas cosas que meto en los personajes de Mandinga él las vivió, las vive aun. Tenemos un grupo de WhatsApp de la producción de la obra y casi todos los días ponemos testimonios de cosas que están sucediendo, que viven los afroargentinos y que están reflejadas en la obra. Con todo, también quiero aclarar que la obra no es una cátedra, no es una bajada de línea... Es un espectáculo teatral, una obra dramatizada, hay dos personajes principales: Mauricio hace de Mandinga, que está ahí presente en el escenario, es el paso del tiempo de la esclavitud hasta nuestro días, y luego Matías, que es un afrodescendiente actual en Buenos Aires, que estudia, que hace su vida normal como cualquier argentino, pero con la diferencia de sufrir lo que sufre cualquier afrodescendiente. Y la obra también cuenta otras cosas: hay una historia de amor, hay otros personajes.
-Tu vida en Europa, en España, ¿te dio elementos que incorporaste? Te pregunto en relación con la discriminación contra refugiados provenientes del norte de África…
Sí. En la obra aprovecho para dedicarle algún renglón al mar Mediterráneo. Son muchas las noticias de inmigrantes africanos que están a la deriva y son rescatados por ONGs y luego la historia sigue con los barcos de las ONG que también están a la deriva porque los puertos no los reciben... España ahora los está recibiendo pero con una crítica muy grande de la ultraderecha.
Esta nota fue publicada en la edición gráfica de Análisis de Paraná de esta semana.
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