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Una democracia raquítica

El 10 de diciembre de 1983 el doctor Raúl Alfonsín asumió como presidente de la Nación generando gran entusiasmo. Excelente orador repitió por enésima vez que con la democracia “se come, se educa y se cura”.

Por ANÍBAL GALLAY de EL MIÉRCOLES DIGITAL

Al actual gobierno le pareció oportuno congregar a sus adherentes para recordar aquel hecho y ensamblarlo con el Día de los Derechos Humanos.

Esa plaza de Mayo con miles de militantes tuvo una significación partidaria evidente. Y a otros les molesta la democracia y los derechos humanos porque reivindican la dictadura.

Pero más allá de ello, la democracia resurgida después de una dictadura que dejó miles de muertos y desaparecidos, no ha logrado que todos los argentinos coman, se eduquen ni se curen. Es una democracia que tiene sometidos a más de veinte millones en la pobreza y la indigencia.

Desde 1983 han pasado ocho presidentes, dejando de lado a los fantasmas que se sucedieron en la fatídica semana del 2001.

Pasaron 25 ministros de economía, incluyendo al súper veloz Ricardo López Murphy que duró 15 días. Si se hace un balance general, solo pueden computarse fracasos.

Algunos consideran a Domingo Cavallo como exitoso con su plan de convertibilidad. El plan de un peso-un dólar pareció terminar con la inflación, pero en el 2001 se desmoronó el castillo, y el sistema financiero renovó la tarea que mejor hace: rapiñar dinero ajeno.

En casi cuatro décadas de democracia algunos han ganado mucho, y otros muchos han perdido tanto que ya son más de veinte millones de pobres e indigentes.

Algunos datos revelan el fracaso de la dirigencia que hoy hace apología de la democracia, pero la vida de los sectores populares ha empeorado sensiblemente desde 1983. Si se toma el año 1975 como punto de partida el empeoramiento es mucho mayor.

Hoy una familia de 4 personas debería tener un ingreso de 100.000 pesos para no ser pobre. Las últimas cifras de la UCA coinciden con las del Indec. La pobreza llega al 43 por ciento de la población, es decir más de 20.000.000 de personas.

Siguiendo al Indec, el promedio de ingresos durante el primer semestre de 2021 fue de 37.000 pesos. A título comparativo el sueldo mínimo vital y móvil no alcanza los 32.000 pesos.

Lo de “vital” se parece mucho a una tomadura de pelo. La indigencia en el nordeste alcanza al 11,7 por cien del total de la población. Formosa marcha a la cabeza con 15,8 por ciento.

Otros datos indican que 13.000.000 de personas no tienen vivienda propia. La situación es calamitosa si se tiene en cuenta que 8 millones tienen viviendas precarias. Hay 7 millones de personas que no tienen agua potable. El 39 por ciento son niños.

En cuanto a servicios cloacales, un 50 por ciento no los tiene. Y por último la Argentina tiene un 9 por mil de mortalidad infantil. En el nordeste asciende a 14 por mil.

Pero la democracia ha generado un cierto grupo que constituyen, paradójicamente, una verdadera aristocracia con los privilegios que ello implica.

En la justicia es donde mejor se puede observar.  La jueza Highton de Nolasco es la que más cobra por ser la más antigua. Su sueldo es un poco menos de 1.000.000 de pesos.

Un vocal del Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos valora su tarea en una cifra cercana al medio millón de pesos.  La cuestión de los jueces es que se trata de una casta aristocrática que se niegan a ser ciudadanos de una República. Además, tienen las puertas abiertas para incurrir en todas las arbitrariedades que se les ocurra. Así mediante la acordada 20/1996 se autoeximieron de pagar ganancias, violentando los principios constitucionales de la igualdad ante la ley y la igualdad ante las cargas públicas.

Pero esta casta no tiene límites y declaró inconstitucional el artículo 99 de la Constitución Nacional. En dicho artículo se indica que deben jubilarse a los 75 años, o por lo menos pedir una ratificación para continuar en el cargo. Declararon inconstitucional el artículo 99 y se arrogaron el derecho de jubilarse cuando tengan ganas. Carlos Fayt fue el primero y se retiró a los 97 años, y continuó con esta aberración jurídica la jueza Elena Highton de Nolasco, que ahora renunció, a los 79 años.

Un caso singularísimo es el de Cristina Fernández, quien, mediante artilugios legales y complicidad de temblorosos funcionarios, es la única presidenta jubilada. Convirtió su “pensión honorifica” en jubilación, y así le pudo sumar la pensión honorifica de su marido. Lo cierto es que cobra la interesante cifra de 2.500.000 pesos mensuales. Habrá que agregar que tampoco paga impuesto a las ganancias.

Los diputados y senadores cotizan sus tares en cifras siderales para un trabajador común. No se trata que todos ganen lo mismo, pero sería importante que se achique la brecha.

No está aquí en cuestión si es mucho o poco, ni siquiera si es justo o no. Lo que es necesario poner de relieve la desmesurada diferencia entre los ingresos de un hombre común y otros hombres menos comunes.

En el nordeste argentinos los votos se venden. El votante aprendió que hasta el sábado a la noche tiene una pizca de poder. Y ese poder le sirve para vender lo único que tiene valor: el voto. Y el lunes por la mañana todo seguirá igual, pero al menos logró hacerse de unos pesos. Por supuesto que dirigentes bien comidos reaccionan con términos como dignidad, clientelismo, abuso de poder y otros.

En la Argentina hay más del 40 por ciento de trabajadores “en negro”, es decir que no tienen ninguna protección de las leyes laborales, y tampoco aportan al sistema jubilatorio. En poco tiempo se verán personas mendigando para comer, porque el Estado no podrá sostenerlos con alguna pensión.

No se trata de pretender una igualdad material, para no mezclar las cuestiones. Se trata, con toda vehemencia, que disminuyan las desmesuras existentes. Ello hasta que cada uno tenga lo mínimo para vivir con dignidad.

En casi cuatro décadas de democracia algunos han ganado mucho, y otros muchos han perdido tanto que ya son más de veinte millones de pobres e indigentes.

No se trata que todos ganen lo mismo, pero sería importante que se achique la brecha.  

Después de casi cuatro décadas de vida democrática la dirigencia, con sus excepciones, ha demostrado una sobrada incapacidad o quizás desinterés. En lo que respecta al bienestar popular habrá que coincidir con Nelson Mandela:

"Si no hay comida cuando se tiene hambresi no hay medicamentos cuando se está enfermosi hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento."

Dos fotos, dos Argentina

Las fotografías son sólo una metáfora de las desmesuradas diferencias en la sociedad argentina. En el nordeste del país se acarrea agua turbia para sobrevivir. En Buenos Aires se gastan millones de litros para lavar las veredas. Es la misma Argentina, aunque no parezca.

 

rubengallay@hotmail.com

 

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