Pasados unos días y realizados los homenajes oficiales, la actuación política de Jorge Busti –en especial sus consecuencias para la vida colectiva– merece un intento de examen, sin demonizar ni santificar al personaje, pero desde coordenadas que no se ocultan. Porque si bien no siempre se puede ser imparcial, siempre se puede decir desde dónde se habla. Aquí un aporte en ese sentido.
Por AMÉRICO SCHVARTZMAN de EL MIÉRCOLES DIGITAL
En los últimos días se realizaron una serie de homenajes oficiales para despedir a Jorge Pedro Busti con todos los honores que un gobernador amerita. Pasados unos días me parece un buen ejercicio despedir a la figura política analizando el impacto de sus acciones como tal. De sus cuestiones personales, de sus características como individuo no puedo ni debo hablar porque desconozco y además no corresponde al sentido de estas líneas.
Mi intención es contribuir a un balance que la comunidad entrerriana debería elaborar de manera deliberativa sobre sus figuras públicas, y, para decirlo desacartonadamente, cortar con tanta dulzura (real o fingida), como si la pérdida humana fuera de alguien que se dedicó a la filantropía y no a la acción política. Alguien que ocupó el centro del poder en Entre Ríos durante varias décadas, con las contradicciones y miserias que le son propias a esa actividad.
Fue responsable de muchos de los grandes dramas de la provincia que marcan su realidad actual, algunos por acción, otros por omisión de sus tres gestiones como gobernador.
Intento este aporte porque como decía Sócrates, “una vida sin examen no merece ser vivida”. La vida de Busti, creo, merece un examen amplio y profundo, colectivo y plural.
El aporte que se hace en estas líneas tiene coordenadas claras, que explicito desde ahora, porque si bien no siempre se puede ser objetivo o imparcial, sí se puede ser honesto, es decir: contar desde dónde se habla.
Busti nunca me cayó muy bien pero menos aún me caía mal. Cuando lo conocí en persona no me pareció carismático. Me entusiasmé con él cuando allá a mediados de los 80 tenía un discurso progresista y combativo, que hablaba de “un gran frente de liberación nacional y social” para “enfrentar a la oligarquía y al imperialismo”. De eso hablaba Busti antes de llegar a la gobernación por primera vez.
Al tiempo, no habló más de esas cosas. Con el correr de sus gestiones lo cuestioné mucho, periodística y políticamente, por entender que su liderazgo tenía consecuencias más negativas que positivas (cosa que sigo pensando). Y alguna vez me contestó, enojado, cuando una de esas notas salió en un diario porteño de alcance nacional.
Urquiza y Busti, y nadie más
Algo debía tener este hombre para que el pueblo entrerriano lo eligiera gobernador no una ni dos sino tres veces, un récord que en otras épocas solo Urquiza pudo haberle disputado. Y que, en la Convención Constituyente que presidió (y en la que tuve la oportunidad de coincidir, disentir e interactuar con él), se aseguró de que nadie más pudiera hacerlo.
“El kirchnerismo es una deformación del peronismo, que le ha hecho un tremendo daño al Partido Justicialista”, dijo. Aunque pronunciaba “kinerismo”.
Sin embargo, la última vez que se presentó como candidato a gobernador, en la que compitió contra su ex protegido Urribarri, el pueblo entrerriano lo dejó en tercer lugar. Algo debía tener, pero también –parece– dejó de tenerlo.
Jorge Pedro Busti fue todo: intendente de su ciudad en dos ocasiones, diputado nacional y provincial, senador, convencional constituyente y presidente de esa Convención, mentor y “creador” de Urribarri.
En los años del neoliberalismo, sumó a su gobierno la Ucedé de Alsogaray y el Modin de Aldo Rico (para las nuevas generaciones, conviene decir que el primero era algo así como Milei, pero calvo, y el segundo un Bolsonarito, pero sin votos).
Y un tiempo después –cuando era mejor hacerse el progre otra vez– sin problema alguno incluyó al Partido Comunista, al “Frente Grande” y figuras “de izquierda”, casi todas tomadas del Frepaso.
En su larga trayectoria, Busti estuvo con Menem, contra Menem y otra vez con Menem; estuvo con Kirchner y contra Cristina; estuvo con Duhalde, con Massa y con Alberto.
Contra el "Kinerismo"
En 2008, cuando la crisis del kirchnerismo con el “campo”, presencié con asombro –como convencional constituyente– su distanciamiento de Urribarri. Busti pensó, como varias personas, que la 125 era el principio del fin del kirchnerismo y dijo cosas tremendas en su contra, peores que cualquier opositor fuera del PJ. Lo cierto es que llegó a detestar a esa versión del peronismo que (erróneamente) creyó destinada a extinguirse en un par de años: “El kirchnerismo es una deformación del peronismo, que le ha hecho un tremendo daño al Partido Justicialista”, dijo (Busti pronunciaba “kinerismo”).
Desde entonces (y quizás en parte por su obsesión con Urribarri) sus caminos fueron tan raros como decisivos para alejarlo del poder: fundó un partido para enfrentar al “kinerismo” y se juntó con De Angeli, con Alasino, con Martínez Garbino, con Rogelio Frigerio.
Al tiempo volvió al redil del PJ con Bordet, y seguramente debe haber disfrutado de la salida de escena de Urribarri y familia (recuérdese que Bordet comenzó su primer mandato con Urribarri Junior como superministro a cargo de la policía, la Justicia y la educación, y con el propio Sergio Daniel al frente de la Cámara de Diputados, mientras su cuñado Aguilera manejaba los contratos de la Legislatura. Hoy no queda nadie de la familia en el equipo de Bordet).
La "desurribarrización"
En este último tiempo Busti tomó como una causa personal lo que podríamos llamar la “desurribarrización” del peronismo entrerriano, en especial en los símbolos: apasionado por la historia, lideró la “re-ramirización” del PJ provincial, que había sido (hipócritamente) “artiguizado” por Urribarri.
De hecho, sus últimas apariciones públicas fueron precisamente para presentar su libro sobre Francisco Ramírez (como se ve, en Entre Ríos las internas del PJ se dirimen hasta en la historiografía).
A mediados de los 80 tenía un discurso progresista y combativo, que hablaba de “un gran frente de liberación nacional y social”, para “enfrentar a la oligarquía y al imperialismo”.
Busti tuvo aciertos y sin duda favoreció a muchas personas: de otra manera no podría haber sido todo lo que fue. Impulsó la jubilación de las amas de casa: una medida notable que, tantos años después, quedó convertida en un fiasco más en la larga lista de anuncios de sus gobiernos. Alcanza con averiguar cuánto cobra hoy una jubilada ama de casa entrerriana para corroborarlo. Las que consulté cobran 600 pesos mensuales (sí, seiscientos, no es un error). Fue el primero en crear una secretaría de Derechos Humanos. “Repatrió” los restos de López Jordán. Creó un slogan memorable como lema de gobierno: “Primero los gurises”.
Contradicciones, definiciones y humor
Fue un hombre pródigo en definiciones agudas, a veces meramente autojustificatorias, otras sintetizando lo esencial de una provincia a la que, sin duda, entendía mucho mejor que la mayoría de sus detractores: “Los entrerrianos son librepensadores y no les gusta que les digan lo que tienen que hacer”.
Demasiadas veces, también, fue capaz de decir cualquier cosa, como cuando “compró” la legítima preocupación por las papeleras y terminó desatando un conflicto internacional entre los dos países hermanos en La Haya.
La colección de bolazos que dijo daría para un libro solo sobre ese tema. (Se suponía que era por un compromiso para cuidar el río Uruguay, pero en sus tres mandatos poco hizo para que los ríos y arroyos entrerrianos dejaran de recibir los efluentes cloacales, industriales y agroindustriales que son el principal problema ambiental que padece la provincia, junto con los agrotóxicos.)
Y tenía sentido del humor: en mi anecdotario quedó su respuesta cuando apenas arrancaba la Convención que reformó la Constitución (Busti la presidía y a la vez era presidente de la Cámara de Diputados y jefe del PJ entrerriano).
Yo expresé mi disconformidad con el dictamen de ingreso y ascenso por concurso a la administración pública, que si bien era un avance, no incluía entre los cargos a concursar a los funcionarios intermedios de la provincia. “No se queje, Yuarman. Ya le concedimos demasiado”, me dijo sonriendo. Era marzo, acababa de comenzar la labor de la Convención.
Una síntesis negativa
Busti fue responsable de muchos de los grandes dramas de la provincia que marcan su realidad actual, –algunos por acción, otros por omisión– en sus tres gestiones. Entre ellos, no puedo dejar de mencionar: la privatización de la empresa de energía, la pérdida del banco provincial, la privatización del frigorífico Santa Elena, la sojización y disminución de la diversidad productiva y natural de Entre Ríos, la pérdida del canal de TV provincial, los niveles de desigualdad y pobreza inéditos, la concentración de la tierra en pocas manos, la corrupción de muchos de sus funcionarios (los pocos condenados que hay en Entre Ríos, sin excepción, tuvieron papeles protagónicos en sus gobiernos: Rossi, Yedro, Mori, Allende), la intrusión en la justicia insertando en los máximos niveles a sus socios o amigos personales (como Mizawak o Carubia) y a un impresentable como Castrillón. Concordia, ciudad natal de Busti, se convirtió durante sus mandatos en una de las más pobres de la Argentina, de acuerdo a cada medición del INDEC. Posición que sus sucesores consolidaron con esmero.
Y podría seguir.
Dejo para investigadores y especialistas en ciencias sociales el análisis fino y específico acerca de a qué sectores favoreció con sus políticas. Quiénes crecieron, qué empresas privadas (extranjeras y “nacionales”) se quedaron con los bienes públicos –arriba mencionados– que se perdieron en sus gestiones, qué ocurrió con la estratificación social de Entre Ríos, qué números dejó en las finanzas públicas (siempre recuerdo que en la Convención Busti incluyó el equilibrio fiscal como “un derecho del pueblo entrerriano”) y qué modelos de justicia, de policía, de educación y de seguridad contribuyó a delinear en la provincia.
En este último tiempo tomó como una causa personal la “desurribarrización” del peronismo entrerriano, y, apasionado por la historia, lideró la “re-ramirización” del PJ provincial, “artiguizado” por Urribarri. En Entre Ríos las internas del PJ se dirimen hasta en la historiografía.
Datos sobran. Estudiosos y estudiosas también. Sería bueno que se encaren esos trabajos, para que el balance que haga la comunidad entrerriana sobre sus figuras políticas –en este caso, Busti– tenga sustento empírico, más que opiniones o sensaciones anecdóticas. Esta tarea ni siquiera ha empezado.
Sin estatua
Dejo también para el fuero íntimo de cada lector o lectora la respuesta a las siguientes preguntas: ¿quiso Busti ser lo que finalmente fue, o hubiera anhelado concretar aquellos proyectos de liberación nacional y social? ¿Se adaptó a los tiempos con convicción, solo para sobrevivir y mantenerse en el poder, o de modo genuino creyó en cada período que lo que hacía ayudaba a los sectores menos favorecidos y era positivo para el futuro de Entre Ríos?
Con Busti muere uno de los grandes líderes que tuvo el peronismo entrerriano. Quizás el que mejor le enseñó a un montón de dirigentes el camino de la supervivencia: orientar el timón siempre para el rumbo que señalan los vientos de la época, aunque eso signifique decir mañana todo lo contrario de lo que se dijo hoy.
En estos días, muchas voces lo despidieron con palabras bellas, palabras en las que difícilmente lo podamos reconocer quienes fuimos críticos contemporáneos de su trayectoria (por aquello que Borges definió con precisión: “No hay nada como la muerte para mejorar a la gente”).
Busti es parte de la historia y sus logros personales, sus frustraciones y las implicaciones colectivas de sus desaciertos, hablan tanto de él como de cada uno de nosotros y nosotras.
Los seres humanos somos luces y sombras, y no héroes completos ni villanos totales. Busti es parte de la historia entrerriana y argentina y, como tal, sus logros personales y sus frustraciones, pero sobre todo las implicaciones colectivas de sus desaciertos, hablan tanto de él como de cada uno de nosotros y nosotras.
Que descanse en paz y que no se lo transforme en estatua, que ya demasiadas tenemos con los pies de barro.
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