Ya se han quemado más de 500 mil hectáreas en un área de gran biodiversidad en el nordeste del país. El fuego también llegó a los esteros del Iberá, el segundo humedal más grande de Sudamérica. Muchos animales mueren quemados o intoxicados por el humo y otros son atropellados en las rutas o atacados por perros al intentar escapar del fuego.
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Los incendios forestales que en los últimos dos meses se han esparcido agresivamente y han arrasado con cientos de miles de hectáreas en la provincia de Corrientes, están dando un golpe sin precedente a la biodiversidad de esta zona del país.
Monos (Alouatta caraya), yacarés (caiman latirostris y caiman yacare), carpinchos (Hydrochoerus hydrochaeris), zorros (Cerdocyon thous), lobitos de río (Lontra longicaudis), osos hormigueros (Myrmecophaga tridactyla), corzuelas (Mazama goauzoubira) y distintas especies de anfibios son algunos de los animales que han muerto por intoxicación debido al humo, quemados en medio del bosque o de los pastizales o atropellados en las rutas al intentar huir del fuego. Otros han sido atacados por perros al acercarse a zonas habitadas donde se concentra la principal actividad de los bomberos que prioriza la preservación de las viviendas.
Uno de los ecosistemas afectados es los Esteros del Iberá, un humedal de enorme valor ecológico con una superficie de 1.300.000 hectáreas, de las cuales 768.000 forman una de las áreas protegidas más grandes del país. En Sudamérica, solo el Pantanal brasileño supera en tamaño al Iberá.
La magnitud real de las pérdidas en biodiversidad, sin embargo, deberá ser estimada cuando los incendios sean controlados, aseguran los expertos. “La destrucción es total. Si bien en 2020 tuvimos incendios importantes, nunca habíamos visto algo así. Cuando todo esto pase, habrá que establecer alguna estrategia de recuperación de ambientes y decidir dónde es prioritario destinar recursos”, dijo a Mongabay Latam, Martín Kowalewski, director de la Estación Biológica Corrientes (EBCO), un centro de investigación que depende de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
Aunque el gobierno de la provincia no dio datos sobre la superficie afectada, el fuego ya alcanzó a 519.865 hectáreas, según un informe en base a imágenes satelitales que difundió el 11 de este mes el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). De acuerdo a esta institución estatal, dedicada al desarrollo del sector productivo, en un mes los incendios se expandieron más de seis veces. El 15 de enero eran 80.406 hectáreas las afectadas.
Corrientes es una provincia de gran diversidad de ambientes y el INTA detalló que se han quemado 123.899 hectáreas de esteros y otros bañados, 123.567 de malezales, 41.037 de vegetación de valles aluviales, 22.509 de bosques nativos y 12.536 de bosques cultivados.
El drama de Corrientes es el último eslabón de una crisis de incendios forestales que Argentina viene sufriendo en los últimos dos años y que es estimulada por una persistente sequía que se ha ensañado particularmente con la zona andina y con la cuenca del río Paraná. Este último, que es uno de los mayores ríos de Sudamérica, bordea Corrientes por el oeste, formando el límite natural con las provincias de Santa Fe y Chaco y con la República del Paraguay.
La situación en Corrientes opaca el anuncio que en enero hizo el ministerio de Ambiente de la Nación, asegurando que el escenario había mejorado considerablemente en 2021 con respecto al año anterior. De acuerdo a los datos oficiales, señaló el ministerio, en 2020 se incendiaron en la Argentina 1.136.534 hectáreas pero ese número cayó un 70% en 2021, a 331.000 hectáreas. El ministro Juan Cabandié lo atribuyó a un mayor presupuesto destinado por el Estado Nacional a auxiliar a las provincias que combaten incendios.
Sin embargo, las principales organizaciones ambientales de la Argentina, como FARN y Greenpeace, descreen de la información oficial. Sostienen, en cambio, que la verdadera superficie quemada es mucho mayor y atribuyen el error a que las provincias son las responsables de la información y la mayoría no entrega al ministerio reportes confiables de las superficies quemadas en su territorio. “Más allá de que los reportes no discriminan entre los distintos ecosistemas afectados, muchas provincias no reportan la realidad. Existe el caso, por ejemplo, de Santa Fe, que informó 102 hectáreas quemadas en 2021, cuando todo el mundo sabe que se incendiaron allí grandes superficies”, dijo Hernán Giardini, coordinador de la campaña de bosques de Greenpeace Argentina.
En ese sentido, un dato que acredita la desconfianza de las organizaciones es que en el reporte de incendios que actualiza permanentemente el ministerio de Ambiente y que refleja información provincia por provincia, figuran solo dos hectáreas afectadas en Corrientes entre el 1º y el 27 de enero de este año, período en el que ardieron campos en toda la provincia.
¿Una nueva amenaza permanente?
El biólogo Kowalewski investiga desde hace años la situación del mono carayá (Alouatta caraya), una especie que en Corrientes tiene el máximo nivel de protección desde noviembre pasado, cuando una ley provincial lo declaró monumento natural.
Los primates cuentan además con un plan nacional de conservación, aprobado por el ministerio de Ambiente de la Nación en diciembre de 2021, en el que trabajó Kowalewski junto a otros investigadores desde 2019.
“Cuando empezamos y tratamos de identificar las principales amenazas para los monos carayá, pensamos en la pérdida de hábitat, el comercio ilegal y la fiebre amarilla. Pero no se nos ocurrió pensar en los incendios, que ahora se han convertido en la amenaza principal”, dice Kowalewki.
El poder destructor del fuego para los monos carayá quedó en evidencia en octubre de 2020, cuando se incendiaron las 80 hectáreas del parque provincial San Cayetano, ubicado a 20 kilómetros de la capital correntina, que es justamente donde tiene su sede la EBCO.
“Veníamos estudiando el comportamiento de unos 20 grupos de entre 6 y 12 individuos cada uno desde hacía años. Con los incendios perdimos a la mitad de los grupos quemados y a otros cinco no volvimos a encontrarlos. Nos quedaron solo cinco grupos y lo más triste es que se vieron muy afectados ya que los carayá tienen crías entre abril y mayo de cada año, pero en 2021 no hubo nacimientos a pesar de que ya no había incendios”, cuenta Kowalewski.
Todo, sin embargo, empeoró a partir de noviembre de 2021. Desde entonces no hubo lluvias significativas y 2022 empezó con temperaturas superiores a los 40 grados centígrados lo que favoreció el comienzo y el avance de los incendios.
El ministro de Ambiente señaló a productores pecuarios como responsables. “Corrientes es una provincia ganadera y forestal muy importante para el país. La mayoría de esos productores están afectados por las quemas para renovar pasturas de unos pocos. Producen daños irreparables afectando al conjunto del sector productivo”, escribió Cabandié en su cuenta de Twitter.
Efectivamente, Corrientes es la cuarta provincia ganadera bovina de la Argentina, con unas 4,6 millones de cabezas, según datos del Ministerio de Agricultura, y es la principal en el rubro forestal, con 550.000 hectáreas de plantaciones de pino y eucaliptus y una producción anual de 10 millones de toneladas de madera.
En la ganadería, la quema para renovar las pasturas es una práctica muy tradicional y arraigada en toda la provincia, explica Walter Drews, intendente de parques y reservas en el sistema de áreas protegidas correntino.
“Estamos acostumbrados a incendios que duran tres o cuatro días -explica Drews-, hasta que llega una lluvia y los apaga. Lo que está pasando ahora es que con el calor y la sequía el fuego es mucho más agresivo y cualquier chispa puede terminar en un incendio que empieza en una estancia y se traslada a las forestaciones. Ahora ya ingresó al parque Iberá”, un área protegida donde la fundación Rewilding Argentina trabaja en proyectos de reintroducción de especies extinguidas, que incluyen al jaguar, el oso hormiguero y al venado de las pampas, entre otras.
Sebastián Di Martino, Director de Conservación de Rewilding Argentina explica que el fuego es un elemento natural en los pastizales del Iberá, que permite que el pasto se renueve y no sea reemplazado por arbustales de mucha menor biodiversidad y enemigos de las especies nativas herbívoras.
“El problema -agrega- es que el fuego hoy tiene una escala mucho mayor y se produce simultáneamente en muchos lugares debido a la extraordinaria sequía que ya lleva dos años y a las altas temperaturas producidas por el cambio climático”.
De los cinco lugares donde Rewilding Argentina trabaja en el Iberá, tres han sido afectados por el fuego y los técnicos de la fundación han tenido que cambiar de lugar los nidos de guacamayos rojos para evitar que se quemen. En ellos estaban siendo criados poyuelos de esta ave que llegó a estar extinta y que tras un exitoso proyecto de conservación logró ser reintroducida al parque.
Además, otra de las graves consecuencias de los incendios es que se han quemado muchos kilómetros de alambrados, lo que ha permitido que el ganado que es criado en zonas aledañas ingrese al área protegida.
Fuente: Mongabay
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