Al igual que en el resto del país, mujeres y disidencias de Concepción del Uruguay se movilizaron este martes 8 de marzo en un nuevo Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans, marcha que año a año tiene una convocatoria cada vez mayor. La falta de políticas públicas para erradicar la violencia machista fue el principal reclamo que se llevó a las calles.
Por CLARA CHAUVÍN de EL MIÉRCOLES DIGITAL
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Hace una semana conocíamos a través de los medios de comunicación de todo el país el espantoso hecho dónde un grupo de seis varones había violado a una joven en el barrio de Palermo a las 3 de la tarde. Las redes se incendiaron de bronca e indignación, la impotencia frente a esa criminalidad innata propia de la violencia machista sobre nuestros cuerpos. Una violencia histórica, fundacional de la cultura patriarcal, el Estado y la sociedad, dónde las mujeres e identidades feminizadas somos un motín. Ante este saqueo, el feminismo fue la respuesta a las injusticias y las desigualdades. Una lucha de siglos y que hoy sigue más viva que nunca.
Cada nuevo 8 de marzo es una nueva oportunidad para reafirmar esa rebeldía necesaria para generar los cambios. En lo que va del 2022, ya se perpetuaron 51 femicidos y 33 intentos de femicidio, de acuerdo al Observatorio Ahora que sí nos ven. Mientras, el año pasado la cifra total fue 256. La responsabilidad del Estado y la falta de políticas públicas para prevenir, sancionar y erradicar la violencia machista fue, al igual que todos los años, el principal reclamo que el movimiento de los feminismos llevó alrededor de todo el país. En Concepción del Uruguay, la ya tradicional marcha que crece en su convocatoria cada nuevo año, demostró esa potencia contundente del reclamo.
Plaza Ramírez fue el punto de encuentro de mujeres, jóvenes y niñas de diferentes generaciones, algunas con trayectoria militante y otras que se acercaron a la movilización por primera vez.
No faltó que desde grupos de Whatsapp hasta en los lugares de trabajo, se siga diciendo el ya anacrónico “Feliz día”, ignorando muchas veces el verdadero significado del día.
Hubo canto y candombe, algunas agrupaciones como Brujas Insurrectas, Trece Rosas y Plenario de Trabajadoras leyeron sus documentos. La necesidad de una reforma judicial feminista, el acceso a una justicia de calidad, la separación de la iglesia y el Estado, el desmatelamiento de las redes de trata y la falta de presupuesto del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad fueron algunos de los reclamos que se expresaron.
También se apuntó contra el acuerdo del gobierno nacional con el FMI y la designación de Juan Manzur en la Jefatura de Gabinete.
Las calles de todo el país fueron ocupadas en este nuevo 8 de marzo, una fecha que durante décadas fue vaciada de contenido político y que desde el 2017 recuperamos su sentido originario como una jornada de lucha con paro y movilización.
No faltó que desde grupos de Whatsapp hasta en los lugares de trabajo, se siga diciendo el ya anacrónico “Feliz día”, ignorando muchas veces el verdadero significado del día. Incluso el cuestionamiento por parte de varones que preguntaban “¿Por qué yo no puedo hacer paro?”. El paro, no solamente en los trabajos considerados “formales” sino también en el trabajo doméstico y de cuidados, es la gran herramienta política para hacer notar nuestra ausencia.
Como dice la investigadora Verónica Gago, la huelga “produce un salto: transformó la movilización contra los femicidios en un movimiento radical, masivo y capaz de enlazar y politizar de forma novedosa el rechazo a las violencias” (1). Esto, al mismo tiempo, “se hace fuerte en la imposibilidad”, es decir en aquellas mujeres que desearían poder parar pero por diferentes circunstancias no pueden hacerlo. Este deseo imposibilitado también es una muestra de las desigualdades que se buscan erradicar. La marcha es por todas.
(1) Gago, Verónica. La potencia feminista: O el deseo de cambiarlo todo. Tinta Limón Ediciones, 2019.
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