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Zanchetta, el obispo abusador

Hace unos días la Sala II del Tribunal de Juicio de Orán, en Salta, condenó al ex obispo de esa diócesis Gustavo Zanchetta, a cuatro años y seis meses de prisión efectiva por abuso sexual continuado y agravado, contra dos ex seminaristas y ordenó su inmediata detención. A muchas personas les parecerá una pena leve, pero más allá de ello el juicio y la condena se relacionan con un obispo, lo que hubiera sido impensado en tiempos cercanos. El delito se agrava por ser un ministro de un culto, según los términos del código penal.

 

Por ANÍBAL GALLAY de EL MIÉRCOLES DIGITAL

 

La condena a un ex obispo tiene una trascendencia especial. Se trata de un alto dignatario, quien es, según la teología católica, continuador de los apóstoles elegidos por Jesús. Sea o no creíble, es la posición que tienen los obispos en la jerarquía de la Iglesia.

Debió renunciar a la diócesis de Orán, pero el Papa lo nombró asesor, alegando que hasta ese momento no había denuncias en su contra. Zanchetta debió viajar desde Roma para asumir sus responsabilidades penales. Como pocas veces ocurre, la poderosa estructura de la Iglesia no lo cubrió.

Solía ocurrir (y ocurre) que un sacerdote con denuncias de ese tipo, sea enviado a algún país donde no haya convenio de extradición y hasta que las cosas se tranquilicen.

Los obispos tienen cordiales relaciones con el poder. Ocho obispos y arzobispos son miembros del Opus Dei, organización de derecha con lazos fluidos con las altas esferas.

Monseñor Bergoglio tiene afinidad con la organización creada por Escrivá de Balaguer, en 1928.  Dos funcionarios argentinos, Gustavo Beliz y Juan Manzur, jefe de gabinete, son supernumerarios del Opus Dei.

Surge una pregunta necesaria acerca del porque la Iglesia Católica trata de esconder estos hechos. En primer lugar, porque son cuestiones escandalosas que perjudica su marcha “por este valle de lágrimas”.

La Iglesia minimiza  estos hechos, y los considera debilidades humanas, es decir solo pecados más o menos graves. Son pecados contra el sexto mandamiento y están tipificados en el canon 1395. Un arrepentimiento sincero,  alguna sanción cuasi simbólica, y una promesa de no repetir esa conducta, es suficiente para que todo vuelva a la normalidad. Dice el Código de Derecho Canónico:

Canon 1395 § 2: El clérigo que cometa de otro modo un delito contra el sexto mandamiento del Decálogo, cuando este delito haya sido cometido con violencias o amenazas, o públicamente o con un menor que no haya cumplido dieciséis años de edad, debe ser castigado con penas justas, sin excluir la expulsión del estado clerical cuando el caso lo requiera.

El juicio interno y eventual sanción quedan en manos de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la antigua Inquisición. El Vaticano no tiene estructura para alojar eventuales delincuentes, y por otra parte no contempla la sanción de prisión. De allí que los delitos son juzgados en el lugar donde se cometieron, como es el caso del ex obispo de Orán y por las autoridades civiles competentes. Una vez condenado por la justicia humana el Vaticano puede ocuparse del asunto con alguna sanción adicional.

El obispo Zanchetta no perderá su condición de sacerdote, aunque podría ser suspendido “a divinis” y esto implica no celebrar misa, salvo en forma privada. En general se suele criticar a la Iglesia Católica porque no expulsa a estos sacerdotes u obispos. Ello porque estas personas en general, no están en condiciones, de reinsertarse en la vida civil.  Zanchetta tiene 57 años y sería casi imposible iniciar un camino laboral para el que no tiene preparación alguna.

Tampoco tiene propiedades personales de modo que sería empujarlo a la caridad pública.

Después de cumplida la pena es posible que lo envíen como secretario de algún obispo en un país de los llamados “difíciles” o tal vez a algún convento con reglas de clausura. (Es necesario aclarar que hay obispos, arzobispos y cardenales que tienen testaferros para ocultar sus fortunas).

 

Gustavo Zanchetta, ex obispo de Orán, condenado por la justicia.

Cuando ocurren estos casos el comentario de siempre se relaciona con el celibato. Algunos periodistas que no suelen tener ni idea, hablan de un dogma. El celibato es una regla interna de modo que bien podría dejarse sin efecto. De hecho, en la Iglesia Católica Romana de rito oriental, los sacerdotes se casan, pero deben hacerlo antes de ordenarse.  Pero hay un argumento más sólido. Las estadísticas informan que el 60 por ciento de los abusos ocurren en el seno de la familia. El celibato, per se, no parece ser motivo de los abusos. Un abusador es un psicópata, aunque tenga sotana. Ser un sacerdote implica un agravamiento de la pena, pero el hecho en sí no cambia, tenga o no sotana. El abuso es una relación de poder que se hace muy firme en el riguroso verticalismo de la Iglesia católica.

rubengallay@hotmail,com

 

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