El 14 de marzo de 1873, el doctor Martín Ruiz Moreno, Jefe del Departamento de Educación, decía que si el gobierno lo consideraba conveniente “el domingo próximo podrá tener lugar la inauguración de la Escuela Normal de Preceptoras en esta Capital”. Ese domingo fue 16 aunque en la invitación que se cursa a las distintas autoridades se habla del “próximo Domingo 17 de marzo a la 1 de la tarde”.
Y así fue. Aquel día, en las puertas del primitivo edificio, construido por Juan Fossati bajo un diseño de escuela norteamericana, tuvo lugar un acto público donde tomaron parte el Gobernador Echagüe, y la flamante directora “que, en pocas palabras dichas con elegancia, buen tono que demostraba mucho saber e inteligencia, dijo el programa que proponía enseñar” según describe el periódico local La Democracia. Al día siguiente, 17 de marzo, la Escuela Normal de Maestras, comenzó su actividad, con la asistencia de ocho alumnas. Cobraba vida la segunda escuela normal del país, pero la primera en su tipo, al estar destinada a la formación de maestras mujeres, un hecho, sin dudas, trascendente. Se concretaba, por fin, el acuerdo firmado por el presidente Domingo Faustino Sarmiento y el gobernador Justo José de Urquiza, en 1869, pero postergado ante los trágicos sucesos que dieron muerte a este último.
Para la Rectoría, como se dijo, fue elegida una mujer, algo poco frecuente por aquellos años. Se trataría de conseguir maestras chilenas o extranjeras que pudieran venir para hacerse cargo del establecimiento, pero no se lograría. Finalmente, se fijarán en una francesa, llegada a la ciudad para acompañar a su esposo, quién desempeñaba por entonces el cargo de Rector del Colegio del Uruguay. La mujer en cuestión, sería Clementina Comte de Alió (1838-1916). No había en la región nadie que estuviera mejor preparada que ella, y el tiempo daría la razón: durante 26 años ocupará el sillón de la dirección. Se había formado en su tierra natal. Jamás pensó el futuro que aquí le esperaba.
... la Escuela Normal de Maestras de Concepción del Uruguay, no será, simplemente, un instituto de formación docente. Esta Institución, será una primera puerta para que la mujer comience a dar pasos determinantes que le permitan conquistar lugares hasta ese momento cerrados para el género.
La Escuela Normal del Uruguay será un éxito, a pesar de las diversas reformas en el plan de estudio al que estará sometida los primeros años. De ella egresarán las primeras maestras, convirtiéndose en semillero de vocaciones para la educación argentina.
Obtendrán el título, entre otras maestras, las Hermanas Celsa y Adela Speratti, nacidas en el Paraguay, pero formadas en este establecimiento de Concepción del Uruguay, donde también ejercieron como docentes. En 1890, el gobierno paraguayo requirió el auxilio de estas educacionistas, encomendándoles la instrucción pública femenina del país, lo que les dará reconocimiento y gran prestigio en la región.
Sin embargo, la Escuela no formó solo maestras. Por ella, transitaron el curso normal señoritas que, no se contentarían con aquel título, y se ambicionarían, a través de su paso por la educación, con otros que hasta entonces estaban prácticamente velados a las mujeres. Así, tenemos el caso más resonante de la ciudad, con Teresa Ratto (1877-1906), quién luego de egresar en la Escuela Normal, pidió al Rector del Colegio del Uruguay su ingreso al establecimiento, para poder estudiar y recibir el título de bachiller nacional, indispensable para poder ingresar en la carrera de medicina. Teresa no solo fue la primera mujer en ingresar en este Colegio Nacional, abriendo paso a las demás, sino que fue la primera médica entrerriana y una de las primeras del país.
Similar recorrido tendrá Petrona Eyle (1866-1945), quien también irá tras la medicina, aunque realizando sus estudios formativos fuera del país, pero regresando luego a Argentina para revalidar su título y ejercer la profesión. Activa militante de las causas feministas, fundó en 1901 la Asociación de Universitarias Argentinas y participó del primer Congreso Femenino Internacional. Fue también, directora de la revista Nuestra Causa, órgano de expresión de las corrientes feministas.
La Escuela tuvo, además, un nutrido grupo de docentes mujeres, de destacada formación y acción. Entre las más renombradas, estará, sin lugar a dudas, Isabel King, profesora de origen norteamericano, soltera, independiente, protestante, creativa, y de gran prestigio. Invitada por Sarmiento, fue destinada a la Escuela Normal de Concepción del Uruguay, donde ocupó entre 1884 y 1887, los cargos de Regente, Profesora de Pedagogía, y Vicedirectora, para hacerse cargo de la Rectoría, a partir de 1899 hasta su muerte. Su acción y personalidad, la llevará a encarnar en nuestro país la corriente del escolanovismo. Entre medio, tuvo el encargo de fundar la primera Escuela Normal Popular de Goya (Corrientes). Es allí, en esa localidad, donde más se la recuerda y donde descansan sus restos. Como mujer, además, asistió al Congreso Internacional Femenino de Londres y gestionó la creación de una rama del Consejo de Mujeres en Argentina.
Se puede decir, en definitiva, que la Escuela Normal de Maestras de Concepción del Uruguay, no será, simplemente, un instituto de formación docente. Esta Institución, será una primera puerta para que la mujer comience a dar pasos determinantes que le permitan conquistar lugares hasta ese momento cerrados para el género. Su “simple” formación como maestras, será un acto crucial, que no implicará obligar caprichosamente una vocación en favor de la enseñanza, sino, más bien, impulsar deseos y conquistas que irán mucho más allá.
Dice Celia López (2021) que “las últimas décadas de la etapa decimonónica fueron decisivas para la integración de la mujer al mundo del trabajo, para ingresar al ámbito educativo y capacitarse para la vida (…) Merece ser destacado el esfuerzo concretado por aquellas valientes y decididas mujeres que iniciaron esa etapa, concientizando a sus pares (…) movilizando instituciones y soportando críticas, quejas, agravios de una sociedad poco afecta a los cambios (...) Debilitar esas barreras, quebrar esos prejuicios fue obra, principalmente, de la educación (…)”.
En lo que respecta a la sociedad uruguayense, habrá una consciencia profunda, que se irá fortaleciendo durante el siglo XX, sobre el papel significativo de la Escuela Normal como formadora de maestras para la patria. Frente a una cultura fuertemente patriarcal, el rol de esas mujeres en la educación, será resaltado y, desde ellas, se irá constituyendo en el imaginario colectivo, la valorización y la apropiación del establecimiento, como un patrimonio común.
Sin embargo, la identificación de la escuela como un bien engrandecido por la acción de las mujeres, nunca será tenido en cuenta en los fundamentos de normativas que la catalogan como patrimonio municipal y provincial. Será patrimonio solo por su arquitectura. No obstante, no deja de ser relevante, además, que la Escuela Normal, nunca logró la declaratoria de Monumento Histórico Nacional, que sí ostentan otros tantos bienes, edificios e instituciones de la ciudad.
Ahora bien, me gustaría analizar con este artículo una situación que quizá podría ser más profunda: En las últimas décadas del siglo XX, la vieja Escuela Normal, fue perdiendo su lugar en el terreno local, desdibujándose también como patrimonio común de la ciudad a diferencia de otras instituciones que se siguen ubicando como los monumentos indiscutibles del pueblo uruguayense, pero donde prevalecen los varones como actores de su trascendencia. Un ejemplo de lo anterior, es el Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza”, primer colegio laico y gratuito del país, y que tuvo hasta fines del siglo XIX, un matricula de internos compuesta en su totalidad por hombres. De él, egresaron múltiples alumnos de los que, por supuesto, se destacan siempre nombres masculinos, a pesar de que, en los últimos años, desde el Archivo Histórico de esa Institución – en el que me desempeño como profesional - venimos dando a conocer el nombre de mujeres invisibilizadas en su relato histórico. Es así como este establecimiento, que cito solo como ejemplo, ha marcado y tenido siempre su lugar, con justa razón, en la identidad uruguayense, siendo además Monumento Histórico Nacional desde 1942. Es un punto obligado para todo turista, y un sitio al que frecuentemente se lleva de visita a las autoridades que llegan a Concepción del Uruguay. Mucho de esto, por supuesto, se debe a una gestión de gobierno institucional sostenida en el tiempo, pero también, a un reconocimiento de la comunidad local, y sin lugar a dudas, del Estado en sus distintos estamentos.
Sin embargo, la Escuela Normal Superior “Mariano Moreno”, otrora Escuela Normal de Maestras del Uruguay, segunda escuela normal del país, y primera de mujeres, no ha tenido la misma suerte. Quién me lea seguramente me reprochará falencias en la gestión institucional ¿Pero, es esto suficiente? ¿Cómo se justifica el hecho de que su desdibujamiento en la identidad local, queda explícito en el mapeo turístico de la ciudad? Parece haber poco para decir o mostrar de la escuela ¿Se van los turistas sabiendo que aquí nació el normalismo? ¿Lo sabemos los uruguayenses?
Es necesario que entendamos que todo patrimonio visibiliza historias, invisibilizando otras, fruto de una definición y legitimación pocas veces neutral, aunque a veces inconsciente. En este sentido, es también interesante analizar la lógica de los bienes culturales, a partir de la teoría feminista, que constituye una parte esencial de la crítica patrimonial ya que nos permite analizar las dinámicas del patrimonio en tanto que herramienta del patriarcado. Permite analizar su funcionamiento, según Foucault (1979) como falo simbólico vertebrador de la sociedad, representante de la disimetría y el poder mientras la masa se reproduce bajo su óptica disciplinaria. Pero, además de su representación simbólica, el feminismo también permite analizar el sistema político, económico, social e ideológico donde unos pocos individuos tienen un estatus superior a las otras y donde el patrimonio desempeña un papel importante en su legitimación, refuerzo y perpetuación. (Jiménez-Esquinas, 2016, p. 137).
Es interesante, entonces, cuestionarse, desde esta perspectiva, si esta Escuela que reclama mayor pertenencia desde su propia comunidad institucional, no sufre, desde hace algunas décadas y desde quienes estimulan e impulsan algunas legitimaciones sociales por sobre otras, una sombra de desigualdad frente a otros patrimonios locales, una cuota de machismo oculto, que sigue eligiendo desde la acción y el discurso, como escenario de identidad, monumentos donde prevalecen los varones y sus logros históricos, por sobre otros sitios donde la mujer, sin embargo, ha tenido la misma importancia, o quizá, la más revolucionaria de todas.
La Escuela Normal de Maestras del Uruguay, nos habla de una institución, sin lugar a dudas, pionera en la historia argentina. Sin embargo, la decadencia de las diversas políticas acontecidas en el país, sobre finales de siglo, que impulsaron reformas educativas que descentralizaron y desfinanciaron la educación, la hicieron perder aquel espacio ganado, en un proceso que se acentuó aún más a partir del año 2000, donde la sociedad de lo inmediato fue olvidando cuales eran los significados que relacionan la identidad y el patrimonio.
En pleno siglo XXI, donde las mujeres ganan terreno desde las luchas feministas, parece muy probable que, la Escuela Normal de Maestras del Uruguay, nunca haya adquirido el rasgo de esos monumentos imperecederos de la sociedad, porque ha sido corrida desde una lógica más inconsciente que consciente, que involucra al patriarcado y al machismo ¿Por qué la Escuela Normal de Concepción del Uruguay no podría ser un monumento de las Mujeres? ¿Por qué no podría ser un patrimonio feminista, que deje en evidencia que las luchas de las mujeres, comenzaron mucho antes, poniendo de manifiesto que aún, todavía hoy, faltan muchas conquistas? ¿Por qué no nos preocupamos por investigar aquellos nombres? ¿Por qué no nos cuestionamos el hecho de no conocerlas?
Cercanos ya a que este establecimiento cumpla ciento cincuenta años, parece ahora necesario trabajar para fortalecer el vínculo de la escuela con su comunidad primera, que son sus alumnos y docentes, pero también con aquella que está tras las rejas que limitan su entrada.
¿Qué haremos de cara a su sesquicentenario en 2023? Tenemos un año para pensarlo y ofrecernos a trabajar juntos. Así lo habrían soñado nuestras mayores, ellas, las que empujaron la escuela: Clementina Comte de Alió, Isabel King, Trinidad Moreno, Sara Eccleston… y tantas otras. Así lo habrían querido, y así debemos quererlo. El patrimonio es un tesoro que se pasa de mano en mano, de generación en generación. A cada una le compete la responsabilidad de conservarlo, comunicarlo, celebrarlo y resignificarlo. Hacerlo más grande, más valioso, más nuestro y de todos.
¡Feliz 149° aniversario, Escuela Normal!
(*) Licenciado en Museología y Repositorios Culturales y Naturales / Docente FCG – UADER (2015 – actualidad) / Integrante de Archivo Histórico del Colegio del Uruguay “J. J. de Urquiza” (2016 – actualidad) / Docente a cargo de Esp. De Form. Complementaria “Los Jóvenes y el Patrimonio” y encargado del Archivo Histórico Escolar de la Escuela Normal Sup. “Mariano Moreno” (2015 – febrero 2022).
Fuentes consultadas:
Jiménez-Esquinas, G. (2016). De “añadir mujeres y agitar” a la despatriarcalización del patrimonio: la crítica patrimonial feminista. Revista ph. Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico n.º 89 abril 2016 pp. 137-140
López, C. (2021). “Educación, feminismo y política. Isabel King y Fenia Chertcoff: pioneras”. Grupo de Estudios Históricos Económicos y Sociales de Concordia (GEHESC). Concordia, Entre Ríos. Consultado: 28 de abril de 2021.
Macchi E. (1974). Normalismo Argentino – La Escuela Normal de Concepción del Uruguay en su centenario 1873-1973. Santa Fe: Ed. Castellvi S. A.
Morasán, M. (2013). La Histórica – Patrimonio, monumentos y escultura pública de Concepción del Uruguay 1873-2011. Buenos Aires: Ed. Dunken.
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