En épocas de Censo, la autora de esta columna discute a qué le llamamos “familia bien constituida”, y sostiene que no se debería obviar la importancia que tienen las políticas sociales en las posibilidades concretas de ser familia.
Por VANESA LEOPARDO (Colaboración especial para EL MIÉRCOLES DIGITAL).
Imagen de portada: Ilustrativa
El ser familia se ha convertido en mil cosas diferentes, está en crisis –decimos– no es lo que era. Su sentido y significado han atravesado transformaciones entre modelos instituidos, formas “correctas” de ser familia y el rechazo a otros modos y prácticas familiares. Siempre entre lo que sí y lo que no.
Se la ha concebido como institución social (1) y organización (2) , también vinculada a criterios como parentesco, consanguinidad, convivencia, descendencia, subsistencia, y recordemos que se ha encontrado sustentada en tres fundamentos del patriarcado: autoridad (del padre), subordinación (de las mujeres) y dependencia (de los niños).
Ello ha funcionado como marco de referencia tranquilizador –si se quiere– a la vez que normativo, para sabernos insertos en una familia saludable, formando una familia correcta o proyectando la familia aceptable.
La familia está en crisis, sí. El modelo es obsoleto.
No obstante, más allá de la narrativa acerca de la familia que hay que ser (y a partir de la cual todo lo que no sea eso puede ser usado en tu contra) están las familias posibles.
Las distintas formas de ser familia tienen que ver con múltiples circunstancias que, en principio, podemos agrupar como condiciones de vida y cambios sociológicos:
- condiciones materiales,
- situaciones laborales,
- que ya no se sostienen relaciones de sufrimiento,
- que existe la posibilidad de anticoncepción,
- que los chicos tienen distintos espacios de socialización,
- que importa el placer en la sexualidad,
- que hay mayor aceptación de relaciones homosexuales,
- que pierden fuerza los mandatos generacionales,
- que hay un nuevo posicionamiento de los hijos respecto del saber,
- que los jóvenes permanecen más tiempo conviviendo con sus padres,
- y la caída del modelo patriarcal.
No obstante lo anterior, en épocas de Censo, pensaba que no deberíamos obviar la importancia que tienen en las posibilidades concretas de ser familia: las políticas sociales.
¿Por qué? porque el modelo que nos funciona como parámetro de familia deseable y normal, ese modelo que nos inculcaron fue producto de un Estado que en otro momento garantizó y determinó, a través de políticas sociales, la necesidad de ser eso: familia monogámica/ familia nuclear. Dicho en otras palabras: papá, mamá, dos gurises, un perro (si hay auto y casa…. golazo. Y la suegra).
Es en relación a ese modelo que se nos presentan hoy formas fallidas de ser familia, que no se adaptan a los parámetros y aparece la idea de que tal o cual familia no está bien constituida. Cuando digo “aparece” refiero al comentario en la despensa de la esquina, en la explicación de la nota baja de Ariel de 4to grado, el bajo rendimiento en fútbol de Ludmila, las inasistencias a la escuela de Felipe, la derivación a Salud Mental de Marta, entre otras situaciones de la vida.
Siempre funciona que no hay un padre, que la madre es muy joven, que los cría la abuela…
Tal vez no se trata solo de ver lo que está cambiando sino cómo pensamos aquello que está cambiando. Y, en verdad, ¿con qué nos encontramos?
Viene la señora con una cantidad de pibes, varios con un apellido distinto, de algunos no se sabe quién es el padre, el hombre no es el proveedor económico, la mujer sola no puede cumplir con todos los cuidados y recurre a las organizaciones comunitarias; subsisten con un plan y yendo al comedor de la escuela.
Esta otra quiere un hijo pero ni se casa ni se enamora.
Otros dos dicen ser los papás de Pedro.
La abuela criando los nenes de la más grande.
Tres hermanitos realizan sus tareas en el salón del barrio.
El padre con cuatro pibes. La mamá se fue un día.
Otro papá, que los mantiene pero no por ser trabajador sino que cobra un plan porque lo que puede es acreditar no tener trabajo.
La mujer se pasa el día afuera, limpia cuatro casas.
Una mamá que no recibe un aporte económico por su micro emprendimiento, sino un subsidio por certificar tanta cantidad de hijos y así se le refuerza la idea de que es una madraza.
Si les preguntás, para todos ellos su familia está bien constituida.
Lo que quiero decir con esto es que hay que tener cuidado, tenemos que tener en cuenta –aunque sea un poquito así– a quiénes les vamos a hablar de que su familia no está bien constituida. A veces le pedimos estrategias, demostraciones de cuidado y autoridad, libertad, toma de decisiones a personas cuyos procesos emancipatorios han sido obturados, que responden a formas de control social: “para cobrar el plan tenés que tener tantos hijos, estar casada o no, haber hecho tal cosa o nunca haberla hecho, demostrar que tenés necesidad, que no sos capaz de alimentar a tus propios hijos, que no vas a tener para comprarles el remedio” (hermoso todo).
Y no hablo de justificar cualquier cosa (usted ¿estaba pensando en eso mientras leía…?). De lo que hablo es de dejarnos avasallar un cachito por las circunstancias, no realizar lecturas únicas que generalizan, no traspasar con las representaciones que tenemos –de nuestra propia vida y nuestra familia “bien constituida”– la comprensión de cómo otros la arman. Porque quieren, o porque pueden.
Ser cuidadosos con lo que le pedimos y le adjudicamos a LA familia cuando lo que encontramos son LAS familias: nuclear, monoparental, homoparental, ensamblada, extensa, ampliada, grupo doméstico, grupo de crianza, familias de personas desaparecidas, y más.
Tal vez no se trata solo de ver lo que está cambiando sino cómo pensamos aquello que está cambiando. Y, en verdad, ¿con qué nos encontramos?
Porque algunas veces parece que pedimos a estas familias lo que antaño podría ofrecer aquella, la tan bien constituida, tan bien normada, tan bien dirigida, tan bien estructurada y, a veces... tan poco feliz.
Y cuando una familia no puede dar exactamente lo esperable –desde parámetros congelados– comenzamos a identificar fallas y, fundamentalmente, a encontrar en ello la justificación a todas las cosas.
Pero amigos y amigas: no existen varas con las que se pueda medir.
La familia está en crisis, sí. El modelo es obsoleto.
[1] que confiere significado social a la sexualidad y la procreación, a la vez que regula estas dos -mal llamadas- “necesidades”.
[2] en donde coexisten intereses individuales y colectivos, una estructura de poder, relaciones de producción y reproducción, componentes ideológicos, afectivos y situaciones de conflicto y lucha.
Bibliografía
- De Jong, E, Basso, R, y Paira, M. (comp) (2001). La Familia en los albores del nuevo milenio. Reflexiones interdisciplinares: un aporte al trabajo social. Buenos Aires. Editorial Espacio.
- Giberti, E (1994), Lo familia y los modelos empíricos”. En: Wainerman, C. (comp). Vivir en familia, Buenos Aires- UNICEF/Losada.
- Jelin, E (1996). Familia, crisis y después. En: Wainerman, C (comp). Vivir en familia. Buenos Aires- UNICEF/ Losada.
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