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Los humedales celebran el regreso del capibara

En esta columna Daniel De Michele analiza la reincidencia de los comandos carpinchos que amenazan barrios privados y defiende la avanzada capibarista.

 

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Pa´que cantemos todos juntos en homenaje al Comandante Capibara "¡Aprendimos a quererte...!"

Comandante Capibara

 

Por DANIEL  DE MICHELE (*)

 

                                                               “Nosotros no celebramos nada! Nos cagan los jardines!”

                                                               (Un vecino de Nordelta)

 

El carpincho es el roedor más grande conocido hasta hoy bautizado desde la zoología como Hydrochoerus hydrochaeris. Vea que el latinazgo usado como prefijo en el nombre y el apellido del carpincho, es Hydro.

No es difícil imaginar la razón de la insistencia con el prefijo.

Es un animal que vive en humedales sudamericanos desde Panamá hasta el sur de la provincia de Buenos Aires. Son herbívoros muy pacíficos y sociales. Dominan tanto el desplazamiento por el agua como por tierra. Se mueven en familias con sus crías en grupos de hasta 6 o 7 especímenes.

Se ha informado que la población de capibaras en nuestros humedales ha aumentado notablemente. Este fenómeno estaría explicado por el literal exterminio casi total de su depredadores naturales, entre los que se encuentran el yaguareté (jaguar), el puma, el zorro, gatos y perros silvestres.

Antes de condenar al carpincho, sepamos que la especie humana está involucrada en todos estos desequilibrios:

1-via caza furtiva reducimos el numero de individuos de especies depredadoras naturales que cumplen la  función de controlar la cantidad de miembros de otra especie del ecosistema (yaguareté, zorros, etc).

2-esta reducción de depredadores naturales, facilita la sobrepoblación de las especies que eran retiradas del medio natural por la especie que esta siendo exterminada por nosotros mismos.

3-se genera una protección no planeada por la naturaleza de una especie, la que aumenta sus años de vida y la cantidad de especímenes. Es el caso del capibara. Súbitamente aparecen por todos lados. Cuando detectamos que hay una cantidad inesperadamente grande de miembros de una especie protegida por ausencia de depredadores, nos alteramos mucho (sobretodo si invaden nuestros jardines)

4-Con nuestras armas, trampas y venenos nos convertimos en depredadores más temibles que los naturales.  Cazamos y nos comemos el fruto de la caza, no por hambre ni necesidad real.

El espectáculo de la manada de carpinchos con sus crías sobre el césped de 1600 hectáreas del antiguo humedal, produce diversas sensaciones en los propietarios actuales de Nordelta que 20 años atrás, desplazaron a los carpinchos de su hábitat natural.

Una vecina defensora la preservación del capibara, mirando el espectáculo afirma: “Nordelta era un humedal riquísimo que nunca debió tocarse”. “Los carpinchos estuvieron siempre aquí. Veíamos uno que otro de vez en cuando. Pero hace tres o cuatro meses que los constructores arrasaron los últimos reductos que les quedaban, ocurrió la estampida y se vinieron...”

Hubo reclamos de vecinos por accidentes callejeros, mascotas heridas y jardines destrozados en el barrio. La National Geographic se hizo eco de la invasión de carpinchos en el country de Tigre y señaló “están retomando el territorio que perdieron hace más de dos décadas para construir Nordelta”.

La queja escatológica de los vecinos indignados pues los carpinchos les cagan los jardines, amerita una ultima interrogación: ¿dónde cree el vecino que va a parar su caca y la de todos en Nordelta?

Naturalmente, al rio…donde siempre habitó el capibara con su familia...

Por lo tanto, consideremos que solo hay un trueque orgánico ancestral, olvidado intencionalmente por todos nosotros para no tener que explicar quién caga a quién.

Natura definió hace  millones de años que la caca y el pis de seres vivos puestos en el suelo, son el mejor abono y fertilizante para el reino vegetal que brota de la tierra.

Solo que la especie humana ama pavimentar el piso...

El abono perfecto no llega entonces a la tierra ni cumple su función. Solo molesta y huele mal.

Pero eso es otra historia...

¡Bravo por el capibara recuperando sus humedales expropiados hace 20 años!

 

(*) Este artículo fue publicado en la edición gráfica del diario El Pueblo de Villaguay. Se reproduce por gentileza de su autor.

 

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