Hace ya un tiempo la legisladora porteña María Rachid presentó un proyecto para que se otorgue un subsidio a las personas trans, mayores de cuarenta años. Es decir aquellas personas que construyeron una personalidad femenina, siendo genitalmente varones. El argumento más importante es que estas personas sufrieron toda clase de discriminaciones, e inclusive se violentaron sus derechos básicos. Estos actos discriminatorios estuvieron a la orden del día hasta no hace tanto tiempo… Pero lo que nos se entiende bien es porque solo trans, y más aun porqué a los mayores de cuarenta años. Es fácil comprender que la discriminación es una característica de las sociedades autoritarias. Y hay una cantidad importante de grupos que han sido históricamente discriminados.
Por ANÍBAL GALLAY
Los enanos, por ejemplo (también llamados liliputienses) fueron confinados en los circos para risa de la platea que encontraba gracioso que estas personas se tomaran a golpes de puño, se propinaran cachetadas e inclusive se lastimaran.
Las mujer menos agraciadas (según criterios subjetivos, claro) fueron históricamente discriminadas a la hora de acceder a un trabajo. La exigida “buena presencia” dejaba en el camino a las de presencia no tan buena. Eso es discriminación, porque se supone que para un trabajo se requiere idoneidad, capacidad…. Pero casualmente las más capaces eran las más bellas.
Históricamente fueron discriminados los gordos, los calvos, los rengos, los tuertos, los mancos, los miopes… Casi siempre trasuntado en un apodo que ponía énfasis en su condición: el gordo Fulano, el rengo zutano o el tuerto Mengano… Hasta el presidente de Uruguay Pepe Mujica tuvo una desacertada expresión para referirse a Néstor Kirchner mencionándolo como “el Tuerto”, haciendo alusión a su pronunciado estrabismo.
Los porteños (por lo menos algunos de ellos) definieron a los provincianos como “cabecitas negras”, aludiendo obviamente a su condición de morochos. Eva Perón, en un intento de revertir la situación, se dirigía a sus adherentes como “mis grasitas”, avalando la definición, seguramente sin intención. Y desde Buenos Aires se acuñaron expresiones como payuca y pajuerano para la gente de las provincias. Y para las personas de países limítrofes el más profundo desprecio discriminatorio: yoruas, bolitas, brasucas, paraguas, chilotes y perucas. El cine argentino y las historietas dejaron en claro cuan pavotes son los “ponjas”, fáciles víctimas de un porteño vivo.
Muchas piezas literarias y el propio cine han puesto de relieve los meritos de la “barra” consistente en un grupo de idiotas instalados en una esquina y capaces de heroicas hazañas como decirle obscenidades a una monja, o robarle las monedas a un ciego. En una de las películas “los Bañeros”, hay una escena donde se intenta meter a una gorda en un fiat 600. La escena es patética, pero la platea ríe a carcajadas.
Seguramente se podrá extender la lista de las discriminaciones: la gorda, el tartamudo, el sordo… Hasta hace algunas décadas, las maestras le ataban la mano izquierda a los zurdos para obligarlos a escribir con la derecha. No había llanto ni pedidos de piedad de conmovieran al sistema educativo. Aquellos torturados no habrán podido olvidar esa terrible experiencia.
Y la lista podría seguir con los judíos, los turcos, los pobres, los villeros, los limpiavidrios, los malabaristas esquineros, las prostitutas… Y los crotos, como suelen decir los uruguayenses.
En definitiva hay muchos grupos (como todos los mencionados) que han sufrido la dura experiencia de la discriminación. Y sigue sin entenderse porqué solo debe valorarse y repararse la discriminación hacia las personas trans… Es una discriminación hacia una apreciable cantidad de discriminados que no merecerían, al parecer, reparación alguna.
Todo esto es materia opinable, claro está. Pero no está mal para una sociedad que intenta avanzar, reconocer, por lo menos, el autoritarismo que lleva necesariamente a la discriminación.
anibalgallay52@hotmail.com
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