Se cumplen tres décadas del peor atentado terrorista contra la Argentina donde murieron 85 personas. Pero no hay detenidos y el expediente estuvo salpicado de irregularidades muy graves. Ocurrió 2 años después de la también impune voladura de la Embajada de Israel.
9:53 AM. 18 de julio de 1994. Un estruendo sacude el barrio de Once, en el corazón de Buenos Aires. Allí reaparecen las imágenes del terror vivido apenas dos años, 4 meses y 1 día antes, el 17 de marzo de 1992, cuando otra bomba voló la Embajada de Israel en Argentina. Ahora esta reedición del horror más perverso era contra un edificio civil: la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina, la AMIA, entidad icónica para la comunidad judía. Allí murieron 85 personas y hubo más de 300 heridos después de que una camioneta Trafic blanca detonó cargada de 400 kilos de un explosivo de nitrato de amonio, TNT y nitroglicerina amonal, luego de estrellarse en la puerta. El edificio de 7 pisos, ubicado en la calle Pasteur 633, se derrumbó y debajo de sus escombros quedaron decenas de personas. Así se comenzaría a escribir uno de los capítulos más oscuros de la historia argentina, de dolor, ausencia e impunidad. A tal punto que hoy, 30 años después, no hay ningún detenido. Es más, el expediente fue tan manoseado y la Justicia fue tan injusta y desprolija que hubo juicios enfrentados que incluso en un caso apuntaban al encubrimiento de una pista que responsabilizaba a Siria y otra que lo hacía con Irán. Así de contradictorio.
Cuando ocurrió el atentado, la AMIA se encontraba organizando los preparativos para el festejo del primer centenario de su creación. La histórica mutual fue fundada por grupos de inmigrantes judíos y siempre buscó ayudar a las personas de esa comunidad que planeaban radicarse en el país. Aunque varias de sus actividades también asistían al resto de la sociedad, por ejemplo, su bolsa de trabajo.
Las víctimas fatales:
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Silvana Alguea De Rodríguez (28)
Era asistente social y trabajaba en esa área de la Asociación Mutual Israelita Argentina. Su hija, Gaby, tenía 8 meses cuando explotó la sede.
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Jorge Antúnez (18)
Trabajaba como mozo en un bar a metros de la AMIA. Los empleados de la mutual le hacían pedidos por teléfono y él los llevaba. Oriundo de San Juan, vivía con sus tíos y estaba terminando la primaria en una escuela nocturna.
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Moisés Gabriel Arazi (22)
Cursaba el CBC en la UBA para la carrera de analista de sistemas. El día del atentado, había ido a dejar sus datos a la bolsa de trabajo de AMIA.
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Carlos Avendaño Bobadilla (61)
Electricista, trabajaba en el sector maestranza de la mutual. Conoció a su esposa cuando tenía 12 años, en Chile, de donde eran oriundos.
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Yanina Muriel Averbuch (20)
Trabajaba en el servicio social de la AMIA. Estudiaba abogacía y traductorado de inglés. Cuando la encontraron, seis días después del atentado, estaba abrazada a una compañera de trabajo, Marta.
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Naum Band (55)
Trabajaba en el área de vigilancia de la mutual y siempre tenía a mano un mate bien preparado. Ese año estaba ilusionado con viajar a visitar a su hijo Marcelo, que estudiaba para rabino en una academia talmúdica, en Estados Unidos.
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Sebastián Barreiro (5)
Es la víctima más joven del atentado. Aquella mañana de julio de 1994, Sebastián iba por la calle Pasteur de la mano de su mamá, Rosa, camino al hospital de Clínicas. Ella sobrevivió.
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David Barriga (28)
Estaba haciendo las refacciones en la mutual, donde su hermano Julio ocupaba el puesto de capataz. “De la familia, era el que se dedicada a la música”, recordó Julio. Y contó que esa mañana, poco antes de la explosión, pasó muy cerca del lugar donde trabajaba.
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Hugo Norberto Basiglio (47)
Era electricista. Ese 18 de julio fue con un compañero, Martín Figueroa, a cobrar el trabajo que habían hecho en la mutual. Estaba casado con María Dolores y tenía siete hijos.
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Rebeca Violeta Behar De Jurín (58)
Se había recibido de Obstetra en la Universidad de Córdoba, pero sólo ejerció hasta tener familia. Vecina de la calle Pasteur, pasaba por la vereda de la AMIA justo en el momento de la explosión.
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Dora Belgorosky (54)
Trabajaba en la bolsa de trabajo de la AMIA. Le gustaba hacer yoga, ir al cine y estar con sus amigas.
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Favio Enrique Bermúdez (26)
El Chango trabajaba en la imprenta Chiesa y Galarraga, frente a la AMIA. Su esposa, familia y amigos dicen que dejó “tres changuitos”.
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Romina Ambar Luján Boland (19)
Ese lunes durmió un rato más. Había pedido permiso en el banco, donde trabajaba como recepcionista, porque tenía que inscribirse en las materias. Iba camino a la facultad de Económicas cuando la sorprendió la explosión.
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Emiliano Gastón Brikman (20)
Había trabajado en un lavadero de coches donde nunca le pagaron. Por eso, aquel lunes decidió ir a la Bolsa de trabajo. Ya había ido otras veces con su madre, pero tres días antes ella consiguió empleo.
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Gabriel Buttini (36)
Sabía mucho de electricidad y por eso lo contrataron para los trabajos de la AMIA. Allí estaba el día del atentado.
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Viviana Adela Casabé (24)
Diseñadora gráfica, se encargaba de estos trabajos en la mutual.“Tenerte cerca fue una suerte que no puede ni podrá destruir ninguna pila de escombros”, le escribió Marcela, su hermana” (Sus nombres y sus rostros, AMIA, Editorial Milá, 1995)
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Paola Sara Czyzewski (21)
Perito Mercantil, después de trabajar en el estudio contable de sus padres, descubrió que no era su vocación: empezó a estudiar Derecho. El 18 fue a la AMA a acompañar a su mamá, que estaba haciendo una auditoria en la mutual.
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Jacobo Chemauel (56)
“Cacho” trabaja en el sector de maestranza de la mutual. Sobrevivió más de 30 horas entre los escombros. Mientras los rescatistas trabajaban para sacarlo, él les infundía coraje: “Vamos a salir muchachos”. Murió tres días después de haber sido rescatado, en una sala del Hospital de Clínicas.
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Cristian Adrián Degtiar (21)
Estudiante de abogacía, trabajaba para la DAIA. Fanático del fútbol, era parte del Club CASA. Después del atentado, una de las canchas se inauguró como Estadio “Cristian Degtiar”. Le gustaba escribir y recibió premios en dos concursos literarios.
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Diego De Pirro (23)
Vivía enfrente del edificio y estaba ahí al momento de la explosión. Desde chico, participaba de las actividades del club Hebraica. Le gustaba organizar juntadas con amigos. Estudiaba Ciencias Económicas y era empleado de la DGI.
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Ramón Nolberto Díaz (53)
“Tito” trabajaba como encargado del edificio de Pasteur 632. Entrerriano, escuchaba chamamé y era fanático de Boca. Rezaba todas las noches a una virgencita que tenía sobre la mesita de luz.
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Norberto Ariel Dubin (33)
Casado, era padre de dos hijos. Fue despachante de aduana durante varios años, hasta que entró a la AMIA en 1987. Era el subjefe del Sector Sepelios.
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Faiwel Dyjament (73)
Polaco, llegó a la Argentina a los 8 años. La mañana del 18 de julio esperaba para ser atendido en la bolsa de trabajo de la AMIA.
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Aida Mónica Feldman De Goldfeder (39)
Alberto Fernández (54) Trabajó toda su vida en el barrio de Once. Hacía repartos de panadería y esa mañana pasó a cobrar a unos clientes en calle Pasteur.
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Martín Figueroa (47)
Tucumano, llegó a Buenos Aires a los 16 años. Era electricista y trabajaba en las refacciones de la AMIA.
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Ingrid Finkelchtein (18)
Esa mañana estaba en la bolsa de trabajo de la AMIA. Murió junto a su mamá, Leonor y a su mejor amiga, Carla.
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Leonor Gutman De Finkelchtein (42)
Fue empleada en un estudio de abogados que cerró. Junto a su hija Ingrid, estaba en la bolsa de trabajo de la AMIA.
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Fabián Marcelo Furman (30)
Trabajaba en el sector de Sepelios de la AMIA y también manejaba un taxi. Era el mayor de tres hermanos.
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Guillermo Benigno Galarraga (45)
Era uno de los dueños de una imprenta y casa de fotocopias sobre la calle Pasteur 630. Estaba reunido con su socio cuando lo alcanzó la onda expansiva.
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Erwin García Tenorio
Albañil de origen boliviano, trabajaba en las refacciones de la AMIA al momento de la explosión.
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José Enrique Ginsberg (43)
Era el director del sector Sepelios de la AMIA. A “Kuky” lo recuerdan por su trato apacible con los que llegaban a dar sepultura a sus familiares.
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Cynthia Verona Goldenberg (20)
Cursaba el primer año de Psicología y hacía un año que era empleada de la AMIA. Su horario comenzaba a las 10, pero ese día entró a las 9.
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Andrea Judith Guterman (28)
Maestra jardinera, trabajó en la guardería de una empresa estatal pero se quedó sin trabajo cuando la privatizaron. Ese lunes esperaba en la bolsa de trabajo de la AMIA.
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Silvia Leonor Hersalis (42)
Tenía una hija de 19 años y había llegado a la AMIA en busca de trabajo.
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Carlos Hilu (46)
Jefe del sector Vigilancia, desde las 7 estaba parado en su puesto de trabajo: la puerta de la AMIA. Llevaba la barba larga como parte del duelo por la muerte de su padre. Iba a afeitarse al día siguiente.
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Emilia Jakubiec De Lewczuk (58)
Pasaba por la puerta de la AMIA. De familia evangelista y practicante, a través de la Biblia su padre la ayudó a conocer la cultura judía.
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Maria Luisa Jaworski (55)
Nacida en Formosa, amaba cantar y de joven recorría las peñas con su voz. Llegó a Buenos Aires en 1993. Empleada doméstica y ama de casa, el 18 de julio esperaba a ser atendida en la bolsa de trabajo.
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Analia Verónica Josch (20)
Era una de las tantas jóvenes que esperaban su turno en la bolsa de trabajo de la AMIA.
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Carla Andrea Josch (17)
Esa mañana también estaba esperando en la bolsa de trabajo de la AMIA.
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Elena Sofia Kastika (54)
De familia siria, tenía una mamá de 84 años y cinco hermanos. Esa mañana salió de hacerse unos análisis y pasó casualmente por la puerta de la AMIA.
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Esther Klin (49)
Ama de casa, hija de polacos que fueron perseguidos por el régimen nazi. El 18 de julio, buscaba una oportunidad de trabajo en la bolsa de trabajo de la AMIA
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León Gregorio Knorpel (53)
Disfrutaba de la vida al aire libre, de salir de campamento y andar en bicicleta. A las 9.53 de ese lunes estaba en la bolsa de trabajo de la mutual.
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Berta Kozuk De Losz (67)
Tenía dos hijos que la consideraban una auténtica “idishe mame” y para ellos cocinaba con devoción. Iba a su trabajo y pasó por la puerta de la AMIA.
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Luis Fernando Kupchik (42)
Casado y papá de dos hijas, el día del atentado fue a la AMIA a encargarse de los trámites de sepelio de su abuelo.
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Agustín Diego Lew (21)
Estudiaba Ciencias Económicas en la UADE y trabaja en la AMIA. “Quería vivir”, nos contó su papá, Jorge, cuando le preguntamos qué era lo que Tevie -como algunos le decían a Agustín- quería para su futuro.
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Jesús María Lourdes
Se desconocen sus datos personales y las circunstancias por las que se estaba en las inmediaciones de la AMIA.
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Andrés Gustavo Malamud (37)
Estaba casado con Diana y era el papá de dos hijas chiquitas, Débora y Astrid, de 5 y 3 años. Desde marzo trabajaba en la remodelación de la AMIA. Le faltaba poco para terminar la obra.
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Gregorio Melman (53)
Desde hacía 10 años, era uno de los responsables de la vigilancia de la AMIA. Todos los días visitaba a su mamá y a su tía, que todavía le decían “Nene”. Tenía una esposa y una hija, Valeria.
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Ileana Mercovich (21)
De sonrisa amplia, Ileana era estudiante y fotógrafa. Ese lunes había ido a buscar trabajo a la bolsa de la AMIA.
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Naón Bernardo Mirochnik (62)
Siempre estaba de buen humor y en la AMIA, donde trabajaba como mozo, todos lo adoraban. Lo mismo sus nietos, sus hijos, sus amigos y su pareja. Cocinaba muy bien y siempre pensaba en los detalles.
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Mónica Nudel (36):
Sus familiares la recuerdan como una mujer muy inquieta, que se dedicaba a la venta personalizada para poder andar por toda la ciudad. La mañana de ese lunes decidió ir a trabajar por la zona de la calle Pasteur.
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Elías Alberto Palti (38)
Tenía una hija, Ludmila, de siete años. Ese lunes acompañó a sus amigos, Pablo y Fabián Schalit, a hacer los papeles del sepelio del padre de ellos. Fueron junto a Luis Kupchik, el primo de los chicos. Murieron los cuatro.
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Germán Parsons (29)
Estaba casado y trabajaba de lo que le gustaba: era un reconocido artista plástico y escenógrafo. Ya había trabajado junto a directores como Eliseo Subiela y Carlos Sorín. Junto a Alejandra, su esposa, vivía frente a la AMIA.
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Rosa Perelmuter (48)
En 19 años que trabajaba en la AMIA no faltó un solo día. Era telefonista y vivía con su mamá. Su tiempo libre era para sus sobrinos, los hijos de su hermano, a los que adoraba y consentía en todo.
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Fernando Roberto Pérez (47)
Dicen que su sonrisa franca era un sello. Plomero y gasista, trabajaba en las obras de refacción de la AMIA.
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Abraham Jaime Plaksin (61)
Había nacido en Polonia, pero se había naturalizado argentino. Estaba casado con Aída y tenían dos hijos, Sandra y Gabriel. Trabajaba en el Departamento de Cultura de la AMIA, pero cuentan que -ante todo- era un maestro. Disfrutaba enseñando.
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Silvia Inés Portnoy (25)
Había viajado desde Concordia para conseguir trabajo. Por eso, la mañana del 18, se levantó temprano y fue a la AMIA. Ese día, también, iba a volver a su ciudad.
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Olegario Ramírez (46)
Repartía el tiempo entre su trabajo como empleado de maestranza de la AMIA y las horas que jugaba con sus cinco hijos. Planeaba casarse con Ita, su compañera.
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Noemí Graciela Reisfeld (36)
Si de algo sabía Noemí era de esfuerzos. Se exilió en los setenta. Volvió, crió a sus hijas, Ana Clara y Lucía, terminó su carrera y trabajó a destajo. Trabajaba en el servicio social de la mutual.
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Félix Roberto Roisman (48)
Caminaba hacia su trabajo cuando pasó por la puerta de la AMIA y se convirtió en una de las 85 víctimas. Era farmacéutico, estaba casado y tenía una hija de 20 años.
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Marisa Raquel Said (22)
“La sonrisa de la AMIA” le decían a Marisa, la recepcionista de la mutual. Estudiaba Ciencias de la Educación en la UBA. Cuatro meses después del atentado, le rindieron un homenaje.
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Ricardo Said (41)
Su familia lo recuerda como un buen padre y esposo. Estaba orgulloso de formar parte de la AMIA. Le gustaba trabajar en la comunidad, por ese ocupaba del puesto de vigilancia del edificio de la calle Pasteur.
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Rimar Salazar Mendoza (32)
Oriundo deBolivia, trabajaba en las obras de refacción de la AMIA. La mañana del atentado, antes de salir, le dijo a su esposa Leonor que cuidara mucho a sus dos hijos.
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Fabián Schalit (33)
Era licenciado en Economía y administraba la fábrica de tela de su padre. Había ido con su hermano Pablo y dos primos a tramitar el sepelio de su abuelo. Se iba a casar en noviembre.
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Pablo Schalit (32)
Era arquitecto. Trabajaba en la fábrica de su padre, se encargaba del diseñoy la producción de telas. Dicen que era más travieso que su hermano Fabián, que también murió en el atentado.
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Mauricio Schiber (65)
Trabajaba en el sector vigilancia de la AMIA.Se desvivía por sus dos nietos: aunque estuviera cansado, nunca se negaba a llevarlos a la plaza.
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Néstor Américo Serena (51)
Era ingeniero mecánico y estaba trabajando en las refacciones del edificio. Se pensaba mudar a Santa Teresita donde había montado su propia empresa.
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Mirta Strier (42)
Se había divorciado y trabajaba todo el día en el Centro Marc Turkow de la AMIA para criar a sus tres hijos. A Mirta le gustaba mucho la playa. Solía veranear en Necochea.
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Liliana Edith Szwimer (22)
Era creativa, cariñosa, y estaba cursando el segundo año de Diseño gráfico. Aquella mañana pasaba casualmente por la puerta de la AMIA.
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Naum Javier Tenenbaum (30)
Era abogado. Todos lo recuerdan por su franqueza. Estaba haciendo un trámite en Sepelios de la AMIA.
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Juan Carlos Terranova (52)
Era distribuidor de sustancias alimenticias y esa mañana estaba descargando mercadería en la calle Pasteur. Su hijo Sergio se salvó porque –en ese instante- fue a llevarle un vuelto a un cliente.
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Emilia Graciela Berelejis De Toer (44)
La mañana de la explosión, estaba esperando en la Bolsa de Trabajo de la AMIA.
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Mariela Toer (19)
Era estudiante. La mañana de la explosión, estaba esperando en la Bolsa de Trabajo de la AMIA.
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Marta Treibman (30)
Empleada administrativa del Servicio Social de la AMIA, había perdido a sus padres en la adolescencia, y había tenido que cuidar a sus hermanas menores. Le gustaba mucho viajar.
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Angel Claudio Ubfal (34)
Era jefe del sector Sepelios de la AMIA. “Que una montaña de escombros, que pudo con tantas vidas hermosas, no pueda con lo que esas vidas proclamaban”, escribió su esposa Marita.
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Eugenio Vela Ramos (17)
Había nacido en Bolivia. Era peón y trabajaba en las refacciones del edificio. “El 18 de julio de 1994 quedará en la memoria de la sociedad argentina como un día de estupor, repudio y dolor”, dijo en un comunicado.
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Juan Vela Ramos (21)
Juan era peón y trabajaba en las refacciones del edificio. Fue una de las seis personas bolivianas que murieron en el atentado.
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Gustavo Daniel Velázquez (16)
Era vecino del edificio y solía salir para visitar a su mejor amigo. Los padres lo recuerdan como un “vago lindo, que escuchaba música y no le gustaba estudiar”. Quería ser inventor de juegos infantiles.
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Isabel Victoria Núñez De Velázquez (51)
Trabajaba como empleada administrativa y vivía enfrente del edificio cuando explotó la bomba. Se había mudado allí junto a la familia con un préstamo que había conseguido del Banco Hipotecario.
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Danilo Villaverde (20)
Electricista y tapicero, trabajaba en las refacciones de la AMIA. Fanático de Axel Rose, líder de los Guns and Roses, usaba siempre un pañuelo atado en la cabeza. Había llegado de Santa Fe para trabajar en Buenos Aires.
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Julia Susana Wolinski De Kreiman (48)
Era responsable de la bolsa de trabajo de AMIA. Sus familiares habían sobrevivido al Holocausto. Casada con el rabino Angel Kreiman, fundó un jardín de infantes y dio clases de Torá.
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Rita Worona (37)
Trabajaba en el Sector Sepelios de la AMIA. Ese día entró a trabajar más temprano porque tenía un curso. Tras la explosión, su cuerpo quedó entre los escombros. Lo identificaron tres días después.
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Adehemar Zárate Loayza (31)
Albañil, trabajaba en las refacciones del edificio. Fue uno de los seis obreros de origen boliviano que resultaron víctimas del atentado. Cuando el mobiliario se derrumbó, estaba adentro de la AMIA.
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